En Granada se ha desatado
una polémica importante, a mi modo de ver. El ayuntamiento de la ciudad ha
cedido un importante espacio público bastante céntrico, Los Jardines del
Triunfo, a la comunidad musulmana de Granada, para que celebren la ruptura de
su ayuno. La polémica ha actuado en varios frentes: que se ceda un
espacio público para le celebración de esta manifestación a los practicantes de
esta religión y que se haya hecho en un espacio que cuenta con diferentes
esculturas católicas y cristianas. Esto último se ha interpretado como una provocación.
Y, claro, yo tengo mi
opinión. En primer lugar, repasemos lo que dice el artículo 16.3. de la
Constitución: Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes
públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y
mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica
y las demás confesiones. A la luz de este artículo, se concluye que el
Estado es aconfesional y no debería de mantener ninguna relación con la Iglesia
Católica y las demás confesiones, más allá de la cooperación. Pero, ¿es
cooperar ofrecer los espacios públicos para manifestaciones religiosas? No
sabría qué decir. Se ceden para manifestaciones católicas y muchos podrán
considerar que también que se han de ceder para otras religiones.
Ahora
bien, desde mi punto de vista laico, se ha de interpretar que la cooperación
con la Iglesia Católica parece estar en un primer lugar, si se lee de manera interpretativa
este artículo. Y eso es porque nuestra sociedad occidental se fomentó —para
bien o para mal, que ahí no entro- en el catolicismo y, por ende, en el
cristianismo. Y porque —también opino— nuestra religión occidental hace tiempo
dejó de formar parte de los gobiernos democráticos occidentales y de contar con
posturas radicales. No es el caso aún de la religión musulmana, toda vez que
muchos Estados que así se proclaman no distinguen entre su poder político y su
poder religioso, algo similar a lo que ocurría en Occidente siglos atrás.
Además, hay también algo preocupante: el fanatismo, que luego conduce al terrorismo,
nacido de las mezquitas.
Dicho
esto, considero que una religión puede tener igual derecho a utilizar o no
utilizar los espacios públicos (derecho con el que soy crítico y discrepo) si se
tratara de una religión inocua, es decir, de una religión que sea tan solo lo
que la fe de sus seguidores quiere que sea, sin otras manifestaciones. Sin
embargo, cuando se trata de una religión intolerante —y a mí me parece que la
musulmana lo es por muchos motivos y no solo por la discriminación hacia la
mujer—, que solo considera validos sus principios religiosos, siendo muchos de
sus practicantes fanáticos y, en algunos casos, terroristas, me parece mucho
más preocupante. Y lo de la intolerancia no lo digo yo, lo dicen muchos de sus
imanes con sus manifestaciones, toda esa aseveración de acabar con la fe
occidental cristiana para imponer la suya.
Sí
amigos, soy crítico con la religión musulmana y este tipo de actos públicos. Es
una religión que me parece medieval en un mundo de derechos conquistados. Una
religión que desea eliminar los valores occidentales para imponer los suyos
propios. Y eso, se diga como se diga, es una actitud excluyente e intolerante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.