Casi nunca me decepciona el cine británico. Aborda como pocos el realismo social. Le interesa las historias contemporáneas, a pesar de de ser un país con una enorme historia tras de sí.
Pero la Gran Bretaña de ahora no es ni por asomo lo que fue. Un país colonizador, dueño de una gran parte del mundo, dotado de la mejor armada, padre de civilizaciones, del idioma universal, uno de los primeros que accedió a la democracia, el primero con una forma de estado republicana gracias a Cromwell...Sin embargo, lo contemporáneo, lo social, la historia reciente de los últimos treinta años les interesa sobremanera. Y eso gracias, en buena parte, a que tuvieron a bien que les representara una dama de hierro, la infame Margaret Thatcher, que practicó un liberalismo bestial y dio la vuelta al país como un calcetín viejo. Porque mucho tienen que ver esas políticas liberalizadoras con esta película que reseño, Pride (Orgullo), en concreto políticas relacionadas con las minas de carbón que supuso un bastión importante de su política económica.
Porque va de mineros pero también de homosexuales y lesbianas. Una impresionante historial real, que pocos sabríamos que existió si no es por esta excelente película británica del director Matthew Warchus, que dirige más en teatro que en cine.
Gracias a Pride he podido conocer una historia singular. Una historia de movimientos sociales y laborales que entrecruzan sus mundos con una inusual ternura. Una sociedad británica rural y otra urbana que se dan la mano. Mineros de Gales y homosexuales y lesbianas de Londres que, contra todo pronóstico, un buen día deciden unir sus caminos.
Pero de todo, lo que realmente te emociona y te engancha a esta película no es otra cosa que las posibilidades que a veces, en ocasiones, tenemos los humanos para mostrar nuestro atributo más propio. Sabíamos de luchas de colectivos unidos en torno a una misma causa, que es algo que se ha de sobrentender, pero poco de luchas paralelas de colectivos tan antagónicos que un buen día deciden revolucionar sus propios mundos.
Todo ello contado con maestría, interpretado con maestría con ese buen elenco de enormes actores y actrices que nos ofrece la antigua y pérfida 'Albión'. Con una excelente fotografía, que siempre nos ofrece el cine británico y que nos permite trasladarnos a su mundo, a sus pueblos, a sus calles, a su peculiar campiña, algo que es un sello muy propio del cine de este país de países. Nada de estudios, nada de atrezzo, nada de imposturas. El mundo tal y como es. Por ese motivo y por otros muchos, procuro no perderme ninguna película británica que aborde el drama social.
Es imprescindible ver 'Pride'. No verla sería un delito si queremos disfrutar de buen cine británico, de buen cine europeo a fin de cuentas, tan necesario en ocasiones para desintoxicarse de Hollywood. Advertidos quedáis.
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