Una prueba que se calificara de Trail y que respondiera al exótico nombre de 'Badlands' a celebrar en un inusual 18 de agosto en el interior de la provincia de Granada tenía toda la vocación de ser anotada en mi agenda. Tenía cierta hambre de competición y los entrenamientos estaban saliendo bien, amén de tener las lesiones alejadas de mi cáliz.
¿Pero dónde está Fonelas? me pregunté. Por la zona de Guadix, eso lo sabía, pero ¿dónde exactamente? Repasemos un poco de geografía y tiremos de Wikipedia: datos más importantes a tener en cuenta: 1. Municipio de 1085 habitantes -según el censo de 2012-, ubicado en la Hoya de Guadix. 2. Importante por ubicarse en su término yacimientos paleontológicos de grandes mamíferos, además de la 'Necrópolis megalítica de Fonelas', de cuyo lugar procede la conocida 'Estela de Fonelas' que ilustra tanto su escudo como su bandera y que se encuentra expuesta en el Museo Arqueológico y Etnológico de Granada. También se han localizado algunos dolmenes.
Por ese lugar de la prehistoria hemos corrido.
Cuando acudimos a correr a un sitio del que no conocemos su recorrido, intentamos visualizarlo. Pues bien, mi visualización -ayudado por referencias e imágenes, lógicamente- ha coincidido en gran medida con la realidad: paisajes abruptos y secos en la mayor parte del recorrido, pero suavizados también en otros tramos por frondosos y frescos árboles junto al río Fardes a cuya orilla izquierda se encuentra la población.
Una organización perfecta como ha sido la de esta carrera se aprecia ya desde que llegas a la población: zona de aparcamiento especial. No demasiado grande, pero lo suficiente para que una parte importante de los vehículos de los corredores pudieran aparcar sin problemas, facilitando además que los que no pudieran aparcar en ese lugar no sufrieran el embotellamiento que a veces se sufre en poblaciones pequeñas que organizan pruebas de atletismo. Un ejemplo a seguir sin duda. Esa organización perfecta, posteriormente se confirmaría en todos los aspectos que engloban una prueba: entrega de dorsales, puntualidad, seguimiento por megafonía de los aspectos importantes de la prueba, avituallamiento, que ha sido más que atento y de calidad en cuanto a la temperatura del agua y demás productos que dispensaban, excelente señalización kilométrica y de control de cruces, abundancia de voluntarios -con excelente humor y buen carácter- en la entrega de la más que generosa bolsa del corredor con vistosa camiseta técnica roja incluida, abundancia de bebida y alimentos en la zona de refrigerio....no exagero si afirmo que ha sido una de las pruebas en las que me he encontrado más cómodo y mejor atendido. Hay que decir que ayudaba el hecho de que no fueran muchos los corredores y senderistas, pero ese argumento está vacío de contenido si rememoramos el nivel organizativo de otras pruebas en poblaciones de similares características. Se percibía que esta prueba ocupaba un lugar importante en la agenda de las fiestas de agosto de la localidad. Había ilusión por parte de sus organizadores para que saliera todo bien. Y sí, ha salido todo bien, muy bien.
LA PRUEBA
Hay que decir dos cosas básicas antes de analizarla: 1. En puridad, a pesar de que la mayor parte de su recorrido es por camino de monte, podría pasar por no ser un Trail en sentido estricto y esa denominación podría no ser compartida por los más avezados y puristas de esta disciplina, como me venía a decir Javi. 2. Es una prueba dura, aspecto que será explicado convenientemente.
Los primeros seis kilómetros son agradables y en ellos se puede adoptar un buen ritmo auspiciados por la benignidad del terreno, la aún frescura de las piernas y la agradable temperatura en los dos primeros de esos seis que emana de la frondosidad de la abundante arboleda del entorno del Río Fardes. Nadie me discutiría si dijera que esos dos primeros kilómetros son casi paradisíacos. Ahora bien, todos esos atributos positivos irán desapareciendo como 'lágrimas en la lluvia', a medida que pasan los kilómetros y penetramos en las tierras áridas, en las 'badlands'. No obstante, hasta el kilómetro 6,5 todo son parabienes, los kilómetros pasan raudos y es posible coger buenos ritmos sin muchos problemas. Pero, de pronto, alguien que conoce la zona dice: 'se acaba lo bueno'. Y es entonces cuando a partir ese punto kilométrico comienza una hostil subida que conducirá hasta la ermita de San Torcuato. No se trata de una subida muy larga pero sí del tipo de las que hacen añicos el corazón y las piernas y la recuerdas durante todo el recorrido. Un carril muy vertical y muy escarpado, situación que agrava la pisada de los corredores y la hace aún más intensa y dura. Superada la infernal rampa, de pronto, el terreno comienza a suavizarse, a pesar de que se aprecia aún una ligera inclinación más que llevadera. Eso será así hasta el paso por la Ermita de San Torcuato, situada en el ecuador de la carrera.
A partir de la ermita, el terreno ya es muy otro. Una enorme meseta abrupta y árida en la que no se aprecian más que solanas nos acompañará un buen rato. Me quito las gafas de sol Adidas para contemplar el inusual paisaje y consigo hacerme a la idea a la perfección de la prehistórica presencia de grandes mamíferos, los cuales, sin lugar a dudas, contarían con amplias lagunas para asegurar su ciclo vital y, probablemente, un Río Fardes más generoso en líquido elemento. A partir de ese momento, aprecio que comienza una fuerte bajada por inhóspitos caminos en los que tienes que reparar bien si no quieres sufrir un percance. El terreno es tan extraño que sobrecoge y algunas bajadas son de una intensidad que casi da vértigo.
La bajada sigue siendo continua y en ocasiones se alterna con tramos llanos. Incluso cuando se sale a la zona de asfalto en torno al kilómetro 11,5 de la prueba el terreno es suave y se adentra de nuevo en el entorno del Río Fardes por lo que se circula por una pequeña carretera en la que la arboleda y la frescura climatológica son como dos piernas más. Minutos antes, en la bajada, ya se podía ver la población de Fonelas.
Pero tenía pendiente de explicar la dureza, parcialmente ya explicada con la rampa salvaje anteriormente descrita. Ahora es el momento.
Podría sostenerse que esta prueba es bastante asequible - a pesar de la rampa salvaje- si todo el terreno que quedase hasta llegar a meta fuera de similares características; de hecho, siguiendo por esa agradable carretera local en el entorno del río se llega directamente a la población (debe ser el paseo natural que los lugareños frecuentan en las frescas tardes de verano) en apenas un par de kilómetros. Sin embargo, no todo es tan prosaico como pareciera.
Yo voy confiado -como supongo que irían la mayoría de los corredores-, las sensaciones son buenas y la bajada te ha recuperado de la rampa salvaje. Realmente no conoces el terreno y no sabes si esa carretera local será suficiente para completar los 18,5 kilómetros que tiene la prueba. Confías en que así sea. Los músculos van relajados y comienzas a percibir esa especie de vacío propio de las bajadas; es más, piensas que ese terreno llano en el entorno del Río Fardes te ha venido de perlas porque ya te estabas cansando de tanta bajada que, además, agota. Vas más o menos liado en esa línea de reflexión, cuando de pronto un cartel amarillo de los muchos que encuentras en el recorrido, te escupe a la cara informándote que hay que volver a pisar tierra; que hay que volver a subir rampas; que has de olvidarte de las sombras y fresquito de la frondosa vegetación; en definitiva, que hay que volver a sufrir. Ahí radica -a mi entender-,la dureza de la prueba. Porque eso ocurre justo en el kilómetro 13,6 de la misma, cuando espoleado por las reflexiones a las que antes me refería y el aumento del calor, no sabes cómo subir esas rampas intensas, que no llegando a la categoría de salvajes si suponen un rompepiernas de gran calibre, toda vez que las has de asumir cuando aún están activos los músculos de la bajada y, por lo tanto, dormidos ya los de la subida. Un corredor que había estado haciendo una especie de tirabuzón conmigo durante varios kilómetros y que finalmente se aleja de mí unos metros, durante la subida, me comenta defraudado ese hecho. Es uno de esos puntos de inflexión vitales que se presentan de vez en cuando en algunas pruebas de considerable recorrido.
Eso hace que muchos corredores decidan subir esos carriles intensos andando. Yo lo pensé varias veces pero finalmente decidí bajar el ritmo paro no echar a andar. Eso hubiera sido peor. Por suerte, unos cientos de metros antes del kilómetro 15 el terreno se suaviza profusamente y ya desde el 17, tocando ya las primeras casas de Fonelas y hasta la meta el terreno se estira en una suave y cómoda bajada.
Particularmente, logré cumplir el objetivo marcado que era entrar en torno a la hora y media y por debajo de los 5' el mil. Por lo tanto, satisfecho.
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