Si correr fuera algo previsible tal vez no tendría tanto encanto. Pero no lo es, y eso es lo que lo hace grande. Y a nosotros. Porque, en más ocasiones de las que creemos somos protagonistas directos de esa falta de previsibilidad de este deporte, que al mismo tiempo es parte de su grandeza.
Es lo que pensaba hoy, mientras hacía diez kilómetros, mezclando monte, olivos, camino y asfalto. Y todo ello, haciéndolo con una enorme frescura en las piernas, a pesar de los 17 kilómetros a ritmo alegre de ayer. Evidentemente, no pensaba que pudiera tener las piernas tan frescas y por eso planifiqué una ruta conocida para evitar adentrarme en terrenos de los que me cueste salir (es decir, en los que no pueda correr controlando). Pero a medida que veía que las piernas cada vez iban más frescas y que no parecía cansarme, no dudé en penetrar por medio de una de las varias zonas de pinares que rodean al Pantano del Cubillas. Eran las 3 de la tarde y todo estaba en silencio. Además, la temperatura era estupenda para correr. Subía y bajaba laderas -algunas de ellas muy técnicas- y seguía por un estrecho camino entre pinos, pisando piñones secos y hojas caídas. Una experiencia deliciosa. ¿Seré carne de trail?, me pregunté.
Posteriormente volví al asfalto y luego me adentré por un conocido terreno entre olivos; un terreno zigzageante que me motiva sobremanera. Y también, en ese terreno me sentí cómodo y fresco. Lo último que pisé fue asfalto, entre Caparacena y el Pantano del Cubillas, con varias dificultades, las cuales también subí con frescura y nada de cansancio. No encontraba -ni quería- que llegará el momento de terminar pero, pensé, aprovecharía el estado de gracia para hacer técnica de carrera, en el blando terreno entre pinos del Pantano; y así lo hice. Ni tan siquiera la técnica, en ocasiones tan agotadora, apenas me cansó. Un día de esos en los que estás en estado de gracia sin que sepas porque. El día anterior, como decía, hice 17 kilómetros, comí lo normal, me harté de tomar cerveza e, incluso, acabé la noche tomando un güisqui mientras veía un par de películas al tiempo que me hartaba de comer chocolote negro. Hay ocasiones en las que te cuidas de manera intencionada, no corres el día anterior, no tomas una gota de cerveza -de güisqui, ni hablamos-, y al día siguiente corres como un perro; luego ¿cuál será el misterio de este deporte?
Estimado amigo, esas cosas ocurren, a mi me pasó el día antes de una competición en que me bebí unas cervezas y cayeron dos whisky con amigos corredores y al siguiente día volé. El cuerpo suele regalarnos esas cosas. ¿No te has planteado dedicarte una temporada a las carreras de montaña? Yo me lo estoy pensando y mas después de haber visto el documenta El corredor, dedicada a la figura de Marco Olmo. Un abrazo
ResponderEliminar¿Montaña? No lo descarto. Marco Olmo nos ha dado a todos los corredores populares una lección de honestidad e integridad. Un referente.
ResponderEliminarHay que estar ahí hasta el final amigo Paco. Un abrazo.