Nada
de lo que dirige Álex de la Iglesia me es indiferente. Sigo sus
películas desde su opera prima en largo, aquella tan original y rara, 'Acción mutante', y si es cierto que nada de este director me ha
convencido tanto como 'El día de la bestia' -un clásico ya de nuestro
cine patrio-, todo el cine que ha hecho me ha gustado en mayor o menor
medida. Sí, me gusta el cine de Álex de la Iglesia.
Su
última película 'La chispa de la vida' causó mucha expectación, pero me
temo que se ha ido desinflando poco a poco porque, tal vez, le falte un
poco de textura, de hervor, a pesar del contar con un original guión, luego ¿qué
falla en esta película para que no te aporte un buen sabor de boca
completo? Quizá fallen -en mi opinión desautorizada- varios aspectos: la
obsesión por hacer destacar determinados guiños muy presentes, por lo
demás, en la vida real, como son el cinismo de nuestra sociedad, el
absurdo poder de la televisión -basura, sobre todo- y la fijación enfermiza por
salir en ella a toda costa que tienen muchos personajes que sólo pretenden vivir del cuento y de las audiencias, el espectáculo acartonado de la política, el devorador
mundo de la publicidad y, de camino, la denuncia acerca del menteplanismo que hemos adquirido con el paso de los años a causa de la televisión sensacionalista o de la falta de
cultura, que ambas cosas se dan la mano. Y todo ello, bajo el tapiz cultista como es un teatro romano
recién descubierto, el de Cartagena -es cierto, yo llegué a ver las
obras de reflotamiento del mismo-. Quizá -insisto, en mi desautorizada
opinión-, la obsesión por destacar todos estos defectos de nuestra
sociedad han perjudicado a la película, pero tampoco se salva la continua
aparición de tópicos, los cuáles podrían haber encajado mejor
insinuados que abiertamente expuestos.
En
cuanto a las interpretaciones, poco que objetar. Un José Mota que no
derivando de la interpretación en sí, lo hace dignamente, a pesar de que
-y eso puede ser una impresión nuestra- es difícil desligar su papel
del José Mota humorista (algunos gag se le escaparon, igual de forma intencionada), a pesar del ingente esfuerzo que hace el actor
manchego. Pero su papel es digno y, hasta diría, sobresaliente en
determinados momentos, algo que le sirvió para ser nominado a actor
revelación. Encuentro bien hilvanado el papel del publicista frustrado
otrora brillante, pero inadaptado a un mundo tan cambiante como el de la
publicidad.
Sin
embargo, no encuentro el encaje en la acción de la mexicana Salma
Hayek, no porque no haya ejecutado un papel correcto -tablas tiene para
ello-, sino porque me hubiera parecido mucho más coherente una esposa más
del terruño, interpretada por alguna de las muy buenas actrices con las
que contamos. Sobresaliente el papel del recién fallecido Juan Luís
Galiardo en el papel de alcalde de Cartagena y el de Fernando Tejero en
el de representante sin escrúpulos o el del siempre creíble, Blanca Portillo, en el de director arqueóloga con alergia a los políticos, pero con mucho ánimo de protagonismo también. Por su parte, poco juego le ha dado
el director a su amigo Santiago Segura, seguramente para no restarle planos al protagonista.
En
suma, nos encontramos ante una película interesante en su temática, con
la crisis y el mundo de la televisión -basura- ya digo- como trasfondo,
pero quizá no a la altura de otras películas de uno de nuestro mejores
directores españoles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.