27 diciembre 2008

UN PRIVILEGIO



Eran las cuatro y media y acababa de despertar tras un sueño pequeño pero reparador. La mañana había sido insípida y entregada a cosas demasiado rutinarias para estas fiestas. Percibía, además, que algo no iba bien en la garganta y esporádicos abscesos de escalofríos penetraban por la espalda hasta ubicarse en un lugar indefinido del estómago. Sin duda, algún virus nocivo estaba en ese momento pugnando con los virus guardianes del sistema inmunológico para instalarse una semana al menos. Por eso era importante tomar algo caliente y calorífico, para después descansar. No había podido ir a correr la Vega por la mañana y necesitaba ir por la tarde. Por eso me inquietaba que ese casi imperceptible malestar pudiera echar por tierra esos trece kilómetros por una Vega invernal preciosa. Y, en efecto, casi se evapora el proyecto.
Por eso, a las cuatro y media de la tarde, cómodamente tumbado en el sofá, con ciertos síntomas aún de gripe y con el estómago lleno, pocas opciones quedaban para tomar la determinación de irme a correr.
Sabía que no podría salir antes de las cinco de la tarde. Debía coger el coche y enfilar hacia Pinos Puente. Aparcar, ajustarme las últimas prendas y calentar un poco. Anochece muy pronto en estas fechas y el recorrido me llevaría una hora.
Es en esos momentos cuando existe la voluntad y la determinación del corredor. Unos minutos de debilidad y hubiera seguido cómodamente tumbado porque, de hecho, ya tenía entre mis manos la apasionante novela de Stieg Larsson. Pero no, la voluntad es poderosa y arrastra más allá de la razón. Así que me dirigí al armario de la ropa de correr y me enfundé la malla larga Nike. Es lo que hago siempre para predisponerme a irme a correr. Posteriormente elegí la sudadera segunda capa Mizuno y ya sólo bastaba elegir las zapatillas adecuadas para alternar asfalto y tierra. Opté por las Asics Kayano, muy sólidas para esos caminos. La suerte ya estaba echada y el sofá acusó el vacio.
No estando el tráfico denso -otra de las grandes ventajas de la crisis- la llegada a Pinos Puente fue breve, apenas veinte minutos. Así que a las cinco menos cinco minutos ya estaba dando los primeros pasos.
En esos primeros metros consideré mi acción. Me encontraba ante una Vega límpida y solitaria; ligeramente húmeda de la bruma del amanecer y ofreciendo un olor a otoño tornándose invernal por momentos. Me dije que eso que estaba haciendo era un privilegio y decidí que ese sería el nombre que daría a esta entrada. Un privilegio. Un privilegio por poder contar con unas piernas, un corazón y unos pulmones para correr. Observar como pasa lentamente el paisaje y el rumor de las acequias que reverbera al compás de las pisadas. Un privilegio decidir ir a correr cuando la opción más lógica, más común, mas votada, hubiera sido seguir cómodamente tumbado en el sofá, leyendo una de las novelas más apasionantes de los últimos años, y acompañar todo ese tiempo placentero de un café, una copa de anís y unos cuantos bombones. Pero tenía que entregarme a la Vega y sus hijos. Sabía que corriendo podría experimentar las mejores sensaciones e incrementarlas incluso en estas fechas, en las que todo asiste a un mayor recogimiento y hasta los árboles y los pájaros parecen estar ausentes ante la dicha de estos días. Por eso mientras corría, intentaba imaginarme a mi mismo en el entorno y experimentar que me encontraba corriendo entre aquella luz que ya comenzaba a cambiar. Pasaría por Fuente Vaqueros y penetraría en las costumbres y en el quehacer de un pueblo. Atravesaría el pueblo lorquiano y penetraría, a través de su carretera, de nuevo en la Vega; atravesaría el Cortijo de los Cruces, donde sus sempiternos perros volverían a ladrar. Se estrecharía el paisaje y crecerían los árboles, mientras que debía concentrarme con mucha atención en no pisar los charcos del lugar quedo que cobija la densa vegetación. Sabía que volvería a salir de nuevo al camino abierto y ya observaría las luces de Pinos Puente, mientras la tarde se iría apagando poco a poco. E intentaba de nuevo imaginarme en ese entorno, al tiempo que procuraba buscar un nexo de conexión entre quien hacía apenas una hora y media pugnaba por abandonar el sofá o tirarse a la Vega. Y es cuando, sin necesidad de comprenderlo, experimenté algo mágico. Sabía que correr era lo que siempre quería hacer, pero no había reparado que correr era hoy lo imprescindible.
automáticamente al armario de la ropa de correr y me embutí las mallas largas

12 comentarios:

  1. Cierto es que somos unos privilegiados de poder hacer lo que nos gusta, y más se disfruta esos días que se le gana al sofá.

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  2. Hay que tener una mente muy fuerte y clara como para, padeciendo los efectos de un virus, decidirse a echar una hora de carrera, que se dice pronto. Mis mayores deseos de recuperación.

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  3. Ah, y espero que comencéis el año mejor de como termine.

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  4. Jose Antonio, que duro es el momentillo de la duda...uff que pocas ganas...hay que dar un salto y a correr!!!!luego el cuerpo lo agradece, y como bien cuentas más la mente...

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  5. Pedro, mucha alegría verte por aquí. Somos privilegiados pero no reparamos en ello. Ayer curiosamente, lo advertí de pronto y quería contarlo. Saludos amigo

    Costó un poco Gregorio, pero al mismo tiempo la determinación es firme porque ya sabes lo que disfruto de la Vega. Para correr siempre estoy dispuesto.
    Espero que mejore tu rodilla.

    Paco, esos minutos son cruciales. Ante la duda siempre hay que optar por la coordenada de menor resistencia como decía Paco Umbral, y la de menor resistencia siempre es ir a correr. Y me alegre, vaya si me alegré. Saludos y que no decaiga el entrenamiento en estas fechas.

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  6. Amigo José Antonio, esta entrada es de la que me gusta copiar y pegar e mi carpeta. Ahora, mientras tecleo este comentario, deseo con todas mis ganas calzarme las zapatillas y salir a correr de nuevo. Este post tuyo es muy motivador.
    A veces cuesta dejar el confort de nuestro hogar para salir ahí afuera, pero veinte mil veces compensa. Un abrazo

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  7. Lo peor de todo para mí, coger el coche para ir a Pinos Puente, en ese trayecto seguro que me daría media vuelta, jajaja. Pero la determinación de ir a correr en condiciones adversas por esos bellos parajes son motivantes y por eso se corre mejor, ¿verdad?. Esa sensación de mezclarte con la naturaleza son de las mejores sensaciones que se pueden tener.
    Saludos Aleandro.

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  8. El sofa en estas fechas es un criminal, pero muchas veces te obligas y al final la recompensa es doble y te preguntas, ¿cómo puede vivir el fulano acomodaticio del sofa y el corredor el el mismo cuerpo? increible.

    Un abrazo

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  9. Perfecto. Todos hemos sentido alguna vez esa disyuntiva. En la mayoría de los casos (creo que siempre) en mi caso ha vencido el salir a correr. Es entonces cuando al regresar te sientes un ser afortunado, con más autoestima y mejor humor, sin duda.
    El sillón, después de correr.


    un abrazo

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  10. Sin dudarlo ni un segundo amigos: ante la duda optar siempre por la coordenada de menor resistencia. Porque quedándonos en el sofá conseguiremos diversos y múltiples efectos adversos: primero, no salir a correr; segundo, el sentimiento de culpabililidad inevitable posterior; tercero: el sentirte como un gusano; cuarto, el sentirse humillado y asimilado al amigo de la inactividad; quinto, el mal humor que pagarán sin buscarlo quienes conviven contigo. Por tanto, lo práctico, lo inteligente, lo imprescindible, salir a correr. Creedme si os digo que fue una de las decisiones más sabias que he escogido en mi vida: una tarde fría, nublada, festiva y yo mezclado con la naturaleza, corriendo. Increible

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  11. Por cierto, en cuanto a libros, yo también estoy hechizado por el libro de Larsson (que aún no he comprado). Me han regalado bastantes libros en estas fiestas, desde best-sellers (EL FUEGO, continuación de EL OCHO, que no he leído, jeje), o UN MUNDO SIN FIN hasta LA CUARENTENA, DE Le Clezio (que ya he empezado a leer). También adquirí Un Hombre en la Oscuridad, de Auster, Mal de Escuela y por último algo práctico: Cocina para farsantes, que me parece extraordinariamente útil. Un cóctel variado, sin duda.

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  12. Sí señor, una buena selección de libros Javi. No todos los he leído, pero sí le he hincado el diente al primero del ciclo Milenium de Stieg Larsson, y te puedo asegurar que engancha hasta casi ver el amanecer con él entre las manos. También quiero leer algo del nuevo Nobel, De Le Clezio. Por cirto, cuando comiences el último de Auster dime como está, que últimamente está flojillo el escritor de New Jersey.
    Unas navidades corriendo y leyendo es un lujo...!

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Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

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