15 febrero 2010

SE SECAN LAS UBRES PÚBLICAS





Por cada diez personas que su jubilen, se repondrá una. Es lo que vino a decir esa ministra impasible, que más que informarnos cómo van las cuentas públicas parece arrojarnoslas a la cara.
Y no parece que sea una broma, entre otras cosas porque no está el asunto para bromear.
Se secan las ubres públicas.
Han dado su sustento a millones de empleados que pululan por las tres administraciones territoriales y las muchas superpuestas, institucionales y virtuales. Pero, al parecer, esas ubres no dan para más.
De hecho, España ha hecho los deberes al revés en materia de función pública. Y la mamá Europa ya está dando cachetes donde antes eran pequeños tirones de orejas. Hay que olvidarse de la precariedad, ha dicho. Y ha dado un plazo no demasiado largo para que esa interinidad sea historia. No en vano, es la función pública una de las materias en las que existe mayor exigencia de estandarización jurídica en el ámbito de la UE. Es decir, uno de los aspectos en los que las directivas más sangre hacen en la legislación patria.


De hecho, en estas fechas de los años dorados los distintos boletines institucionales echaban chispas, repletos de ofertas de empleo público, consolidaciones de empleo y otras fechorías administrativas. Pero este año abrirlos es encontrar el concepto del silencio. Esto se acaba, amigos, esto se acaba.
Para muestra un botón. La Junta de Andalucía, hasta ahora madre de todas las convocatorias que en el ancho mundo han sido -lógico, ya que es la Administración Pública que asume la mayoría de las competencias en Andalucía- ya está comenzando a dar cerrojazos en sus cientos de cortijos. Acercarse a ellos a pedir tan sólo una gota de agua que nos haga más agradable la travesía se está convirtiendo en algo imposible: sus pozos están casi secos.
Han comenzado por meter la tijera en enseñanza -ámbito en el que la UE ha dado dos años para regularizar ese desaguisado de precariedad- y ahora le toca a la Administración General, lugar en el que han tenido acogida cientos de titulados de nuestras universidades e institutos. Oposiciones tan señeras como las de auxiliares administrativos ya no se convocarán este año. No necesitamos ya tanto auxilio, han dicho los pollos.
Y si bajamos a la Administración Local, mejor llorar. Y lo poco que convocan no es para otra cosa que para consolidar ese desaguisado interno de eventuales que posteriormente pasaron a interinos y necesitan ser pasados a fijos. Eso sí, cumpliendo los munícipes sus promesas en la mayoría de los casos: tú, colega del partido o amigo de mis amigos (que son mis amigos), mientras yo sea alcalde, tu no harás una mínima oposición. Vamos, que aquí tienes tu vida resuelta. Palabra.
Y así estamos.

14 febrero 2010

Y POR AHÍ NO PASO





Hay que hacer algo.
Yo concibo el correr para disfrutar, para inmiscuirme en la naturaleza, para compartir sus colores, sus olores, sus sonidos. Corro porque me sienta bien y me permite seguir bebiendo cerveza, que es otra de mis pasiones. Y bombones, y algún chuletón que otro, y las imprescindibles tortas de pan de aceite de Alfacar - o de Pinos Puente, que también las hornean bien-. Y los excelentes bocatas de jamón serrano que me marco acompañados por una -o dos- 1925. Corro porque no quiero llegar a la senectud hecho un verdadero carcamal, un tipejo con sobrepeso y cara acartonada y oxidada. Un tipo que da pena. Corro porque pocas cosas me gustan más que disponer de tantas cosas con tan poca inversión.
Pero eso es una cosa y otra lo que me está ocurriendo en más ocasiones de las aconsejadas.
Desde que tengo el Forerunner, es cierto que controlo más. Sé con precisión a qué ritmo voy y cuántos kilómetros llevo. Y, además, utilizo la cinta de ritmo cardiaco, que antes -aún teniéndola- no utilizaba.


Y ese control conlleva cosas malas y cosas buenas. Cosas malas: puede ser obsesivo el control de distancia, velocidad y ritmo cardiaco. Cosas buenas: precisamente ese control te ofrece un mejor conocimiento de qué tipo de corredor eres y cuales son tus progresos e involuciones.

Y ahí está el núcleo del problema. Ahí está el asunto que me traía hoy. Resulta que desde hace algunos días observo como, con mucha frecuencia -ya digo, más de la necesaria- la velocidad de crucero que señala el cacharro en muchos tramos, a pesar de indicar un buen ritmo cardiaco e ir sin sensación de cansancio-, con facilidad es de 4,20, 4,25 o 4,30 el mil. Vas tranquilo, recreándote en tus kilómetros, en tu respiración, fundiéndote con el entorno, y miras desprevenidamente el cacharro y observas que este marca 4,25 el mil. Piensas un poco y llegas a la conclusión que ese tramo, en absoluto, es de bajada sino llano, normal, y agitas un poco la muñeca un segundo antes de volver a mirar la pantalla, para observar que ahora está marcando el endiablado aparato: 4,23 el mil. Agobiado, confundido, aturdido, miras el ritmo cardiaco y lo encuentras en unas plácidas 157 pulsaciones, muy adecuadas para mis características y edad e incrédulo aún te vas al casillero de la distancia para comprobar que con 12 kilómetros a tus espaldas no es motivo que digamos para ir tan fresco. Vale. He de admitir que en competición es habitual marcar esos ritmos, pero ya se sabe: la emoción, la competición, el estímulo de otros corredores..Es distinto. Además, eso ocurre sólo el día que compites y sueles ir al límite, etc., etc..


Y claro, te inquietas, te preocupas. Y te preguntas: ¿Que estaré haciendo bien?
No sé. No estoy dispuesto a que esta sea la esencia de mis entrenamientos, hasta ahora tan placenteros y tranquilos. Estimulantes y oníricos.
Alarmante, ya digo.Algo tendré que hacer.

13 febrero 2010

LA NOCHE DE LOS TIEMPOS, de Antonio Muñoz Molina



El pasado viernes compré la última novela de Antonio Muñoz Molina, "La noche de los tiempos".
Siempre he apreciado la buena pluma de Muñoz Molina. Su literatura siempre está a gran altura y posee una hechura muy elaborada.
Pero en concreto de esta novela he leído excelentes críticas y se afirma que no es una novela más de exilio y posguerra. Una novela muy extensa de casi mil páginas que habrá que leer deteniendo el tiempo y masticando las frases de un escritor que no suele utilizar palabras baldías. De ahí la complejidad de sus novelas.
Aunque esa complejidad no significa que estemos ante un escritor de prosa aburrida. En absoluto. El ubetense de nacimiento y granadino de adopción se las arregla siempre para atrapar al lector desde la primera línea y no soltarlo hasta la última. Además, contamos con la seguridad de su mesura y discreción en cuanto a la temática que aborda, que en literatura siempre es un valor añadido al tiempo que su estilo engarza con la estructura de la novela clásica, muy novedosa en su momento con aquella magnífica "Madame Bovary" de Gustav Flaubert y vigente todavía.
Estilo que agradezco y me gusta alternar con otros más novedosos y atrevidos, como es el caso del dominicano-americano Junot Díaz o esa ficción-ensayo (ejemplo de ello es "Ensayo sobre la ceguera" y también "Ensayo sobre la lucidez") que, en mi opinión, imprime el maestro Saramago a sus novelas.
Comentaré algo sobre "La noche de los tiempos" cuando sea leída (ya está en lista de espera en los anaqueles).

12 febrero 2010

FOTOS DE INVIERNO





























La idea de hacer hoy estas fotografías se debe al comentario de Vicente: "Esas fotos, que si no me equivoco deben de estar hechas en verano...".
Y, efectivamente, caí en la cuenta que todo el volumen de fotos que tengo de los distintos circuitos y que he ido subiendo al blog están tomadas, principalmente, en meses del estío. Y, claro, todo es muy distinto. La luz es muy distinta y el asfalto o la tierra parecieran dormitar o aletargarse en época de frío, lluvia o nieve. Todo cambia. Y cambia también nuestra predisposición como corredores, nuestra puesta en escena.
Así que aprovechando que hay más tarde que hace unas semanas y que tenía que hacer el circuito de Caparacena- Pinos Puente- Caparacena, me ha parecido bien tomar estas fotos que muestro, justo unos minutos antes de iniciar mi ruta de 8,2 kms., a un ritmo bastante alto -a mi pesar- para las características no demasiado favorables del terreno, poco adecuado para alcanzar un ritmo alegre (4,37 el mil de media, siendo la media en los últimos cuatro de 4,15 el mil: me encontraba grácil y ligero como una gacela algo inaudito para un lechón de 186 cms. y 84 kilos de peso).
Espero, por tanto, que os gusten estas fotos (acompaño también algunas que muestran el paisaje del entorno del camino y de la bucólica aldea de Caparacena), que detectéis que la luz y el suelo denotan la dureza del invierno y que la tarde para correr ha sido de perros, los cuáles ni siquiera se atrevían a salir de sus casetas de aperos que inundan toda la ruta.

11 febrero 2010

A CORRER (SIN DUDARLO)







Bien. Hay que comenzar la semana deportiva. A correr se ha dicho. Probablemente los siguiente cuatro días: hoy jueves, el viernes, el sábado y el domingo.
Son días que espero con ilusión, con anhelo, con la esperanza de poder sentirme perdido en algún lugar lejano, atravesando caminos, cañadas, veredas y carreteras. En definitiva, a partir de esta misma tarde vuelvo a los caminos tras la última salida del pasado domingo.

En las últimas semanas, desde que comenzó 2010 no hago menos de treinta y cinco kilómetros semanales. No menos de diez kilómetros por sesión ni más -por ahora- de dieciocho. Son las distancias necesarias para seguir manteniendo la forma e ir eliminado progresivamente (¡por Dios, cuánto cuesta!) esos pocos kilos -que no adiposidad- que cogí -cogimos- en las fiestas navideñas.
Desde que comenzó el año, frecuento básicamente los mismos lugares que ya frecuentaba antes de acabarlo. Me apetece perderme por la Vega, allá por las estribaciones de Fuente Vaqueros; adentrarme en la sequedad de las rutas de Caparacena y el Pantano del Cubillas y penetrar en ocasiones por la siempre dura y vieja carretera que transcurre paralela al río Velillos, buscando Los Montes Orientales. Y sigo desechando circuitos urbanos que poco o nada me motivan.
Corro sin otras pretensiones, pero -eso sí- no paro de correr. Alejado de las sesiones de calidad, en ocasiones me sorprendo en algunos tramos corriendo a una media de 4,15 el mil y en otros me cuesta bajar de 5,15. E, incluso, me he sorprendido acabando algunas sesiones a 3,45. Pero no es eso lo que me importa en estos momentos. Sólo me importa correr.
También, por lo pronto, prescindo de subidas duras, como es el caso del Torreón de Albolote o Tiena, lugares a los que volveré -pero quiero hacerlo sin la frente marchita-.
Sin duda, volveré a todo aquello que creí no volver jamás, a pesar de que estoy comenzando a incumplir la idea del maratón anual. Y eso me preocupa.
Y es que una lesión hace mucho daño y se queda en la mente un buen rato más que el rato que se queda en la parte física dañada.

09 febrero 2010

EL FIN DEL MUNDO Y UN DESPIADADO PAÍS DE LAS MARAVILLAS



Ayer por la mañana pasé por el escaparate de esa librería y lo vi, algo terrible para mi natural convulsión ante algún nuevo libro de admirados autores.
Desde luego, osé no volverme ni mucho menos entrar en aquel lugar repleto de anaqueles y éstos de libros.
Como los míos, aún a la espera de ser devorados, a pesar de que devoro -últimamente más- a buen ritmo.
Pero esta mañana ya no he podido resistirme. He ahí -me dije- la labor del fetichista de libros, del que compra sin que sea imprescindible que lo lea esa misma noche, como en cierta etapa de mi vida hacía.
"El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas", con dos historias paralelas que contar por un prolífico Murakami, que a decir verdad no me deleitó demasiado con su "After dark", si bien sí que me lanzó guiños literarios como dardos que me convirtieron -aún más- en un letraherido.
Por cierto, me está encantando "La maravillosa vida breve de Óscar Wao" de Junot Diaz, y para colmo hoy me acaba de llegar -¡de Argentina!-, el DVD más 2 CD's, del "Live Gothic" de Therion. Dios. Menos mal que el Forerunner sigue contabilizando con gratitud kilómetros y kilómetros y analizando ritmos. Muy necesarios todos esos kilómetros para tantas emociones.

UN VIAJE A PARÍS (I)

Existen ciudades que pueden ser contadas y otras que tiene que ser visitadas para poder contarse. Entre estas últimas está París.      No es...