Tras
la cuarta salida a los caminos después de la última lesión, parece que mi
faceta como corredor se está normalizando. Después de la última salida del
mes de octubre, el pasado viernes, primer día de noviembre, volvía a hacer
treinta minutos por los caminos y carril─bici paralelos a la
circunvalación de Granada.
Al
día siguiente, pasadas las dos de la tarde del día dos de noviembre, me atrevía
con una ruta más dura y más larga que transcurre desde el pantano del Cubillas
a Caparacena, para volver por el mismo camino. Nueve kilómetros que han
supuesto una prueba de fuego a mis dolencias, siendo éstas, por
ventura, inexistentes. De ahí que ya pueda ir entonando una nueva victoria
contra las lesiones, sin que aún deba entonar la canción demasiado alta.
Otras
facetas del correr están ausentes, lógicamente: la falta de ritmo, la irregular
respiración.... Todas esas cosas que se pierden fácilmente tras meses de
inactividad. Pero es placentero volver a trazarse una nueva meta y
seguir avanzando. Lo peor que le puede pasar a un corredor es lesionarse.
Todo lo demás: la falta de forma, la falta de tiempo, la falta de ganas, la
climatología, el ajuste de comidas... Todos esos aspectos mundanos no importan
ni impiden poder correr. En cambio, las lesiones te dejan completamente seco
y vacío.
Yo
podría firmar ahora mismo un hipotético pacto con el diablo, y erigirme en
un nuevo Dorian Gray, en el que renunciaría a competir o a no hacer
tiradas kilométricas largas, a cambio de que se me permitiera correr casi a
diario ¿No creéis que sería un buen pacto?
Porque
poder correr, poder hacer deporte, para muchos de nosotros, es un antídoto
contra muchas cosas que nos rodean. Y si nos eliminan ese antídoto, nos
hallamos inermes. Todos los que corremos sabemos que correr es sinónimo de libertad.
Desplazarse a través de senderos, de caminos, de calles, es un privilegio en
los tiempos que vivimos.
Muchos
otros preferirán lucrarse, corromperse, castigarse el hígado o los
pulmones, amasar fortuna por mero placer. En cambio, para nosotros lo importante
es que no nos falte ese antídoto. Cuestión de gustos.
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