En la tarde de hoy, a petición de la editorial de mi último libro en papel, "Corriendo entre Lineas", acudí a presentar un libro de un escritor novel, que ha resultado muy interesante. Se podría decir que iba con lo puesto, toda vez que apenas he tenido unas cuantas horas para hacerme una idea de qué libro y autor iba a presentar. Así que mientras devoraba un menú vegetariano en uno de los pocos bares de Granada que lo sirven, repasaba la presentación que hacía el autor en el libro y el prólogo del mismo, así como algunas notas que me había pasado mi editora, que también lo es del libro que presentaba. Su autor, José Ruiz Almendros, un escritor de cierta edad, pero del tipo de persona que ha sido culta toda su vida y ha tenido siempre querencia por los libros como lector y escritor, que estaba rodeado de amigos de similares características, aspecto que siempre he soñado: envejecer con amigos que piensen como tú y tú como ellos y que se pueda crear esa comunidad intelectual y artística que haga más llevadera la vida y los años. Llegué tarde, y me sorprendí de encontrar el espacio que ha habilitado la librería Nueva Gala de Granada lleno de amigos y familia del escritor, algo que ya me había comentado Ginés, el propietario de la librería, por teléfono, el cual me llamó en un par de ocasiones porque comenzaba el acto y yo no aparecía (así soy de impuntual, sí). Cuando llegué, parecía que ya todo el mundo esperaba, a pesar de que el autor situado en pie ya hablaba con los amigos.
No llevaba nada escrito, pero sí en la cabeza, por lo que me puse a hablar casi de inmediato pidiendo disculpas (ya sabéis, el tráfico de Granada. También le eché la culpa al metro). No sabía cómo iba a resultar, porque no conocía al autor ni había leído el libro. Ocurre que en ocasiones has leído el libro y conoces al autor y eso no es garantía de que todo salga como la seda, pero en este caso no se daba el caso, así que dejé que fluyeran las palabras (tengo ya algunas tablas), sinceras y muy laudatorias hacia el autor, porque a pesar de que apenas había leído nada, sí percibí su buen oficio, buen escribir y sensibilidad, y tras ellas habló el propio autor sobre un asunto en el que me sentí cómodo y que me ayudaría a enlazar con lo que iba a decir a continuación. Ya había leído que era un escritor cercano a la observación de la naturaleza, la lógica del cosmos, el orden establecido, las dimensiones que no conocemos... todo aquello en lo que en la actualidad estoy enfrascado. Eso me gustó. Por tanto, cuando llegó de nuevo mi turno, seguí esa pauta temática que él mismo comenzó y me fui encontrando cada vez más cómodo. Hablé de la importancia de observar la naturaleza, de lo que nos hemos alejado de ella, del orden establecido en el universo..., hable, incluso, hasta de las ondas gravitacionales que acaban de entrar en el debate científico y que están en relación con el espacio-tiempo y, por tanto, con la física cuántica. Fue interesante pero, claro, cuando uno presenta a un autor, el protagonismo no debes ser tu, sino de él, a pesar de que yo veía por los rostros de los asistentes y el cabeceo de sus cabezas que les estaba interesando el tema.
Al finalizar el acto, que acabó muy bien y con buena sintonía y empatía, se dirigió a mi un asistente, amigo íntimo del autor, con el que había trabajado en una composición poética-musical, felicitándome por mi intervención (aún hay gente educada). Un señor de edad similar a la del protagonista, que es músico -lo sé porque allí se dijo- y que se presentó también como físico. Me volvió a felicitar por tocar el asunto de las ondas gravitacionales a mí, que siempre he sido un negado en esa materia. Y es que en cualquier ocasión, lugar y tiempo, cuando menos lo sospechas, se puede dar una sintonía interesante con los libros, el arte y la cultura. Y ese ha sido el caso de esta tarde.
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