28 mayo 2017

CINE: FRANTZ (Francia, 2016)


Frantz es una película sentimental con mucha hechura artesanal. Una película que ahonda en los sentimientos encontrados o residuales que siempre dejan las guerras (en este este caso pos 1ª Guerra Mundial). Historias de amor triangulares que no dejan un sabor empachoso en el espectador y eso ya resulta un enorme mérito de su director François Ozon, muy curtido ya en este tipo de película (suya también es la conocida 'Dans la maison', que a mí me dijo poco). Una película que juega con el blanco y negro de los clásicos del cine y con el color elegante cuando hay cierto repunte de esperanza y felicidad, que son pocas veces. Por tanto, es una película triste, que como si de vasos comunicantes se trataran no mezcla la tristeza, la melancolía, la nostalgia y el perdón, que de todo hay. También es una película entrañable que hace que la lentitud de las escenas sean saboreadas con delectación. Eso siempre es un riesgo, ya que la lentitud mal planteada puede convertirse en algo aburrido si no hay una mano firme que dirija y unos intérpretes que sepan entrar bien en su papel. Y, por suerte, todo eso consigue de manera muy brillante en este filme francés de época. 

Hay que decirlo ya: Frantz es una pequeña joya, que a pesar de tener algunos premios parciales importantes, como es el César francés a la mejor fotografía, podría -o debería- ser merecedora de más premios prestigiosos, sobre todo porque no existe demasiado cine preciosista en la época en la que estamos. No hay nada de sexo -que es algo muy recurrente cuando algo se viene abajo en una película- ni tampoco violencia morbosa, a pesar de tener un trasfondo bélico. Incluso el odio entre dos países vecinos, pero enemigos en la Gran Guerra (Alemania y Francia), no se muestra de manera violenta ni tan evidente. Sí destila por alguno de los poros, porque es lógico que así sea, pero no como un argumento principal. Todo eso convierte a esta buena película en un territorio de perdón y comprensión. El amor lo puede poder todo, pero no siempre lo consigue y tampoco ha de acabar como en un cuento de hadas por mucha escena de beso y despedida en el andén de un tren, que es un recurso inagotable del buen cine y la buena literatura.
Una película muy aconsejable, a mi atender.   

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