04 noviembre 2014

RELATO CORTO: FALSO AUXILIO (Comienzo)

Incluyo el principio de mi relato corto, 

FALSO AUXILIO

En principio, Luisa, estaba limpiando el polvo del estudio, en el que los libros estaban apilados de manera anárquica pero precisa. O, al menos, eso es lo que decía Esteban, su esposo, seguramente para negar o justificar que los libros crearan un estado caótico alrededor de la librería y las distintas mesas de la habitación. Pero ella sabía que aquella era una batalla perdida y que tan sólo serviría para crear mal rollo entre ellos. Así que se limitaba a limpiar el polvo por encima y que él se las arreglara con sus libros y su desorden. Su desorden mental. Porque era mental y no del otro. Su poca capacidad de centrarse en un libro a la vez, esa manía de comenzar un libro, leer cuatro páginas e inmediatamente comenzar otro. Su forma de ver la vida. De ahí que todos los libros apilados estuvieran comenzados y ninguno terminado.
          Porque no era sólo eso. A la pila de libros, había que añadir que cada uno de ellos tuviera una o dos marcadores de lectura, en ocasiones, demasiado grandes para el tamaño del libro y de distintos colores y tamaños, casi todos procedentes de los expositores de las librerías. Es más, algunos no tenían ni tan siquiera un marcador de lectura, sino un trozo de papel de periódico o, incluso, de papel higiénico, el cual con el paso del tiempo se tornaba amarillento y con un aspecto de decrepitud que hacía que el estudio pareciera el de una mansión victoriana que no se ha abierto en lustros. Otros, tan sólo tenían una página doblada, las cuales provocaban que el libro en cuestión tuviera una extraña apertura de casi un dedo de ancha.
          Esteban decía que los consultaba todos, pero no era cierto. Y eso era fácil demostrarlo. Si un mediano observador pasaba por el estudio en un par de ocasiones, vería que los libros siempre estaban en la misma posición, totalmente ajenos a contacto alguno. Todo lo más, vueltos a colocar en otra parte como consecuencia de haberse caído al suelo.
          En ocasiones, también era fácil comprobar cómo había dos ejemplares de idéntico título, editorial y edición. Que lo hubiera de distinta editorial y edición podría ser incluso positivo: denotaría que allí vivía un verdadero bibliófilo que disfruta de las distintas ediciones de algún título prestigioso. Pero no era el caso. Que se repitieran los ejemplares, no era más que un síntoma más del desorden mental y organizativo, toda vez que Esteban, olvidando en ocasiones que disponía de ese título, lo volvía a comprar idéntico. Eso era el colmo de la dejadez, algo que irritaba a Luisa de manera exponencial. Quizá lo que más, por encima de limpiar el polvo o presenciar a diario aquel desorden.

          Todo aquello rondaba por su cabeza cuando de manera mecánica abrió la ventana y sacudió al viento el trapo blanco con el que limpiaba, para eliminar el polvo acumulado y poder así seguir limpiando. Lo hizo en repetidas ocasiones, mecánicamente, casi sin darse cuenta, y con esa acción tan insignificante y cotidiana comenzó un día caótico, que no estaba previsto por nadie.
(....)
(Este relato completo formará parte de una colección de próxima edición)

4 comentarios:

  1. No puede ser José Antonio, me he quedado en ascuas.

    Un saludo.

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  2. Cada uno tiene su pedacito de caos en su vida, si no fuera por ella, nos podríamos volver majaretas... quedo esperando el segundo, saludos.

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    Respuestas
    1. J. Gerardo, sin duda, todos tenemos algo de Esteban, que es sano, claro que sí. El segundo, espero que pronto en papel o e-book. Saludos.

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Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

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