Alejandra no soportaba ver esa fotografía, la cual guardaba como paño en oro en su baúl de la esperanza, pero al mismo tiempo era tal la fascinación por ella que no podía evitar contemplarla un par de veces al día.
En la misma aparecía su prima Indira, su prima hindú que ella no conocía en persona. Le fascinaba comprobar su suave y limpio peaje blanco, sus bigotes perfectamente alineados y armoniosos, sus finas uñas limpias y pulcramente tratadas con la más delicada manicura, su delicada cola, su mirada cándida y limpia..., pero lo que más admiraba de su remota prima era la ternura que se adivinaba en la fotografía.
Sabía por sus padres que Indira había triunfado en la difícil y clásica sociedad de la India, donde la buena casta -si no se poseía- tenía por fuerza que ser suplida por la belleza. Y de ese último aspecto, Indira, estaba más que sobrada.
Sin embargo, la fascinación que sentía por su prima no hacía más que acrecentar su tristeza y desdicha, sobre todo cuando tras contemplar por enésima vez la fotografía, pasaba ante cualquier espejo y apreciaba cómo su triste y deslucido pelaje gris, sus tiesos y arrugados bigotes y su descarnada y rectilínea cola, le anunciaban con severidad y contundencia el lugar tan insignificante que ocupaba entre el común de los roedores.
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CUCARACHA
HIENA
SERPIENTE
ELEFANTE
LORO
LOBO
BUITRE
LEÓN
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