Hace apenas unos días ha dimitido el Jefe de Estado de la República Federal alemana, de nombre Christian Wulff, acusado de recibir créditos ventajosos y de dejarse pagar vacaciones familiares por empresarios con los que mantenía una estrecha amistad. es decir, prácticas corruptas que algunos políticos españoles suelen cometer a diario un par de veces antes de almorzar.
Y viene a cuento esta noticia para establecer una comparación sobre lo que supone una jefatura de estado electa y otra hereditaria. Se afirma con demagogia que las jefaturas de estado republicanas, que son electas, son más caras que las hereditarias -que son monárquicas y no son electas-, pero eso es una absoluta falsedad, al menos en el caso de España, porque no es posible comparar con exactitud el coste total de la Monarquía española, que es nuestra Jefatura de Estado. Hace poco hubo un falso intento de transparencia -más debido a las presiones sociales y políticas que a una verdadera vocación de transparencia- anunciando cómo se repartía a grandes rasgos los casi nueve millones de euros que anualmente recibe el Rey para atender los gastos de su Casa. Sin embargo, la información era maniquea y sesgada porque no se tuvo en cuenta los cuantiosos gastos que se presupuestan en varios ministerios para atender a la Monarquía, los cuales seguimos sin conocer.
Sin embargo, en la Jefatura de Estado alemana, para continuar con el dato, se integra la totalidad del presupuesto destinado a tal Jefatura ya que la fiscalización es idéntica a la que se hace de cualquier otro organismo público. En España debemos seguir esperando a que alguien comprenda que llevamos más de treinta años de democracia y que el español medio ya va caminando sólo.
Pero volviendo al asunto de la dimisión del Jefe de Estado alemán, hay que señalar un par de asuntos: en primer lugar, la posibilidad de la dimisión misma. Es decir, que como cargo público está sujeto a responsabilidad por sus actos, algo que no ocurre con el Rey de España, que de acuerdo con el artículo 56.3 de la Constitución española de 1978, "La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad....". Por tanto, el Rey, es decir, el Jefe del Estado, está exento de responsabilidad y, en teoría, puede delinquir sin que sea molestado. Por tanto, podrá ejecutar mil por siete veces lo que ha provocado la dimisión de su colega alemán, sin despeinarse; en segundo lugar, el Jefe de Estado alemán está sujeto no sólo a fiscalización del presupuesto sino a cualquier tipo de control político, mediático y social como un cargo público más. Sin embargo, en España jamás sabremos qué tipo de negocios, chanchullos y corruptelas acechan a la Casa del Rey -nos lo podemos imaginar conocido el asunto Urdangarín- porque al no existir control político jamás será investigado, por no hablar del silencio mediático y el control jurídico que se ejerce para proteger su figura, algo extraño en una llamada democracia ya que existen tipos penales por injuriar a la Corona, que es más propio de regímenes totalitarios.
Por tanto, es conveniente que establezcamos con madurez democrática las diferencias entre una Jefatura de Estado electa y otra hereditaria y llegaremos a la conclusión que la electa encaja mejor en un sistema democrático que, bien o mal, se caracteriza por poder elegir a los representantes del pueblo sin imposiciones ni rancio abolengo hereditario.
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