¿Qué representa una hora y media -dos a lo sumo- en el ancho devenir de una jornada dominical? La respuesta dependerá mucho de a quién se le pregunte porque existen las prioridades y todas son legítimas.
Sin embargo, una de las cosas a las que la mayoría de la gente le gustaría emplear ese tiempo -según los empeños de futuro que cada cual se hace al comienzo del año-, es a correr, junto a dejar el tabaco o comenzar a aprender un idioma -principalmente el inglés-. Está claro que todos los empeños se formulan para jamás ser cumplidos. De hecho, existe una mentira congénita en perjurar que se comenzará a correr el día uno de enero, algo en la practica imposible si la noche anterior la hemos "tirado" en un cotillón de esos interminables y aburridos (es lo que pienso ahora, pero hubo un tiempo en el que me lo pasé muy bien, pero no corría).
No, no es de esa forma como una persona se convierte en corredor.
Decía lo de la hora y media -a lo sumo dos- porque basta con ese poco espacio de tiempo, que ocupa tan sólo algo menos del diez por cierto del un día de cualquier persona, para decidirse a trotar un buen puñado de kilómetros, perdiéndose por esos caminos y veredas, en plena naturaleza, que todo el mundo tiene al alcance de la mano, de acceso y disfrute gratuito.
Insisto que se trata de prioridades, pero a mí en particular -que es lo que he hecho esta mañana de domingo: diecisiete kilómetros esplendidos por una Vega asombrada por las primeras lluvias- no se me ocurre mejor manera de aprovechar ese escaso intervalo de tiempo -incluidos en él los preparativos necesarios antes y después del entrenamiento-, a sabiendas que quedará mucho día para estar con la familia, de dedicación a la lectura, al cine, a escribir.... en fin, cada cual con su actividad preferida.
Pero, ya digo, es cuestión de prioridades.
Precioso debe ser correr por la Vega en otoño, disfrutando del paisaje.
ResponderEliminarsaludos
En una entrada analicé la grandeza de correr por la Vega en las cuatro estaciones y de todas extraje cosas extraordinarias, Ramón.
ResponderEliminarCuando corres en otoño, en esos días nublados y calmos y vas pisando las hojas caídas la sensación es inenarrable, algo especial.
Saludos.