Venía a hablar mi buen amigo Paco Montoro en su última entrada sobre la relación existente entre el estado anímico y el correr. Y a consecuencia de su entrada, le comentaba que hace poco una compañera de trabajo, buena corredora, me venía a comentar que determinadas circunstancias relacionadas con un cambio importante en su trabajo le habían mermado las ganas de entrenar. La causa principal: la posibilidad de no poder competir algunos domingos por mor de ese cambio laboral, ya que ella es guardia de seguridad.
Y, efectivamente, tal y como también le comentaba a Paco, existe una estrechísima relación entre el estado de ánimo y el correr. Por lo menos esa es mi apreciación y, entiendo, que en eso coincidimos muchos corredores.
Pero ocurre que, paradójicamente, también el deficiente estado de ánimo se combate corriendo, estableciéndose una especie de círculo vicioso difícil de romper.
Cualquier causa que afecte a la psique del individuo, ya sea de tipo personal o colectivo, puede detraer fuerzas para entrenar y para competir. De ahí que el estado ideal del corredor deba ser el equilibrio y la templanza, elementos éstos que no siempre son fáciles de conseguir.
En mi caso particular, la ilusión que me produce correr, pensar con anticipación qué rutas voy a hacer en los próximos días, cuántos kilómetros correré o, incluso, que ropa y calzado deportivo llevaré; esa ilusión, decía, es el complemento perfecto de mi existencia. Pero sé positivamente que para que esa ilusión aflore necesito tener un mínimo de estabilidad emocional y una vida ordenada. De lo contrario, no tengo el suficiente empuje para planificar rutas o kilómetros y acabas postergando la actividad de correr. Y esa postergación es la antesala de la inanidad. De ahí que necesite cierto orden y equilibrio para poder llevar a cabo mis entrenos y participar en las carreras que elija.
Por ejemplo, pensemos en el maratón. Probablemente, apreciados lectores, quienes nos hayáis corrido aún ninguna -algo que ya tenéis que enmendar-, tal vez, no hayáis experimentado lo que ahora expondré. Pero seguramente sí os identificaréis con lo que digo quienes hayáis corrido el maratón.
Me refiero a la estrecha relación que existe entre la disposición a correr una maratón y el equilibrio personal. Ese equilibrio ya es necesario en la fase embrionaria, es decir, cuando tomamos la primera determinación de correr la prueba reina del atletismo. Imaginemos, pues, el enorme equilibrio y estabilidad, por no hablar del estado de ánimo, que se ha de poseer cuando planificamos los monstruosos entrenos necesarios para poder rendir mínimamente el día de la prueba. La necesidad de correr, en soledad casi siempre, entre 70 y 90 kilómetros a la semana, con independencia del estado anímico, los agobios laborales o familiares, con independencia de la lluvia, el frío, la nieve, el calor, la necesidad de comer lo adecuado, descansar lo necesario, y tener que alternar todo eso con trabajo, familia y todo lo que conlleva la imprevisible existencia en el día a día. Sin equilibrio, sin estabilidad, sin un estado de ánimo positivo, sin una fuerte determinación y una férrea voluntad, llevar a cabo esa empresa sería poco menos que imposible. Lo sé por experiencia.
Como siempre me encanta tus reflexiones del corredor, pero yo modestamente te aporto algo simple pero para mí es mucho relacionando cuando corres o no corres con el título tuyo.
ResponderEliminarEl equilibrio del corredor y el desequilibrio del no corredor. En mi caso es importante.
acertado paisano, pero a veces correr o cualquier actividad física deportiva individual, y creo que exclusivamente individual nivela esos desiquilibrios que nos trae la vida cotidiana
ResponderEliminarAmigo José Antonio, esta entradas es de las que copio y pego en una carpeta que tengo con los post que mas me gusta. Ha entendido muy bien mi entrada. Esta semana, he hecho un "chapú" en Torremolinos, 6 días enfrascado durante 10 horas diarias. ¿puedes creer que al terminar la jornada, mis ritmos y sensaciones de carreras eran distinto? acababa pletórico y con un baño en el mar.
ResponderEliminarEn fin, correr siempre nos ayuda, aunque se pierda concentración por terceros problemas...un abrazo
Jesús, interesante cuestión la que planteas: "el desequilibrio del no corredor". Como siempre muy literaria. Saludos.
ResponderEliminarMario, no puedo estar más de acuerdo. He practicado deportes grupales -los muchos años que he estado federado en fútbol- y tienen la satisfacción de la épica de la lucha colectiva. Pero nada para nivelar esos desequilibrios de la vida como el deporte individual. Decía el escritor Javier Sánchez que en un maratón existe tanta soledad y da tanto tiempo a todo que es posible hasta cambiar de religión tres veces. Saludos
Paco, me alegro de ese "chapú". Un buen amigo mío, lector compulsivo, me comentó un día que sólo leía cuando trabajaba, porque esos momentos de ocio que deja el trabajo se saborean mucho más. Cuando se trata de correr ocurre tres cuarto de lo mismo. El deber cumplido nos equilibra y lo complementamos con nuestra afición preferida. Gracias por guardar esta entrada que sé que lo sueles hacer con algunas. Saludos.
Buena reflexion, y me ha gustado el apunte de Jesus, el desequilibrio...
ResponderEliminarQué verdad... joder, qué verdad. Yo soy un libro abierto, y cuando algo no funciona bien en mi interior, se me nota muchísimo en mi rendimiento. A veces voy fatal, sin embargo otras tiro como una bestia... Eso sí, mejor estar en equilibrio, ¿o es desequilibrio?
ResponderEliminarYa he vuelto de Londres, así que a partir del miércoles (mañana hay salida madrugadora) cuenta con servidor para ascensos, rodajes o lo que haga falta, ¿eh?
Paco, el equilibro es básico para nosotros. También me gustó el concepto de desequilibrio que introdujo Jesús. Muy bueno.
ResponderEliminarJavi, bienvenido. Hablando hoy con Abel me comentó que volvías de Londres en estos días. Espero que hayas llenado el petate de buena música en la capital británica. Ya buscaremos fechas para trotar.