03 abril 2014

PRIMERAS TENUES LÍNEAS DE LUZ

Fotografía de J.A. Flores









Hoy he comenzado ya a ver penetrar las primeras tenues líneas de luz en el oscuro bosque en el que me hallaba. Deportivamente hablando. 

Casi dos semanas han transcurrido ya desde que me 'arreglaran' el problema vascular que podría ser el que estuviera detrás de los diversos problemas en los gemelos. No se sabrá hasta que comience a patear caminos, cosa que en breve podría hacer, según el médico, pero que aguardaré hasta el uno de mayo probablemente. Mientras tanto, seguirán las caminatas y volveré a los lomos de la MTB. 
Está siendo una necesaria travesía por el desierto, pero ya atisbo los primeros oasis a lo lejos. Espero que no sea una alucinación.
En todo este tiempo, es decir, todos estos meses desde que comenzó el año no he perdido un ápice de ilusión y he aguardado con paciencia el momento para comenzar. La ilusión sólo se mantiene si sabes que algún día volverás a correr, sabiendo que lo que te pasa no es irreversible. 
He caminado, he subido en bici y he contactado con los mismos lugares por los que habitualmente suelo correr. Ha sido un ejercicio de disciplina, pero debo reconocer que en ocasiones me han parecido extraños, distintos a los que observaba cuando los recorría. 
Y es que la mente es acomodaticia. Puedes estar toda una vida haciendo algo, hasta el punto que forma parte de tus días, y en pocos meses puedes encontrar extraño lo que hacías con tanta naturalidad. Algo así me ha pasado en ocasiones, si bien eso no es sinónimo a perder la ilusión.
Ésta siempre se ha mantenido. Hay unas zapatillas sin entrenar; hay una camiseta técnica sin entrenar y jamás me han parecido artículos extraños, sólo silentes, puntualmente, silentes. 
Probablemente para quien no tenga el hábito de correr en sus vidas, le podría parecer exagerado todo esto que escribo, pero no tanto para quién lo tenga. Correr es algo que trasciende al mero ejercicio físico. Pasamos por una calle, un camino o una carretera, vemos a alguien corriendo y nos parece la escena más cotidiana del mundo, pero quienes corremos sabemos que la cabeza del corredor en esos momentos es toda una amalgama de sentimientos, de sensaciones.
Porque correr es algo que trasciende a lo meramente teórico también. Se entrecruza en esta actividad toda una filosofía de vida y todo nuestro ser es como un diapasón de melodías. 
Cuando andaba el otro día bajo la lluvia por un lugar de la Vega, me imaginaba corriendo y no lo conseguía. El camino se desdibujaba a lo lejos y se perdía entre las alamedas y no podía comprender que en muchas ocasiones yo mismo lo había atravesado sin apenas esfuerzo. No podía creer que eso fuera mérito mío. 
Por eso es tan necesario volver a empezar.   

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