29 julio 2011

ÚLTIMO ASALTO

En primer lugar, gracias por esos cuatro comentarios que he podido leer en la distancia.
Una de las cosas que me preocupaba sobremanera es que la balanza se disparara a pesar de ser pocos los días de asueto. En absoluto me preocupaba el hecho de no poder entrenar toda vez que el día anterior a la salida -como ya relaté- subí desde el Dornajo y he guardado durante esta breve estancia las buenas sensaciones en esa subida, probablemente los kilómetros más duros -tan a nivel físico como psicológico- de la prueba. Además, ya estaban ejecutados los tres test de subidas propuestos.
Sin embargo, a la vuelta he comprobado con mucha satisfacción que la balanza ha seguido estable.
Confieso que yo, como casi todo el mundo, vinculo vacaciones a buena mesa y no suelo regatear un buen solomillo a la parrilla y un par de litros de cerveza diarios, aunque sí soy muy estricto con los fritos, los postres caloríficos y los dulces.
Probablemente el entreno continuado y los varios años corriendo provoquen paulatinamente un cambio en nuestro metabolismo. Es algo que yo personalmente he percibido. De hecho, no hace muchos años salir una semana por ahí y comer y beber -cerveza, básicamente- de forma descontrolada suponía ganar en tan poco tiempo un par de kilos. Sin embargo, últimamente, a pesar de seguir con esas costumbres gastronómicas, el peso suele mantenerse inalterado. No sabría qué podría ocurrir a partir de la segunda o tercera semana.
En los primeros días de descanso, seguía percibiendo las piernas cansadas cuando subía escaleras, pero a medida que han pasado los días (¿habrán tenido que ver algo las dos sesiones de spa?) las piernas las he ido descubriendo sueltas y menos cansadas.
Mañana sábado -probablemente a la hora en que estéis leyendo esta entrada- lo podré comprobar de manera fehaciente porque me toca asumir la última sesión especial de cara a la prueba del primer domingo de agosto. La última sesión trata de una tirada de 32 kilómetros en llano y paso aproximado de 5'15'' o 5'20'' el mil. Será por la Vega de Pinos Puente y consistirá en dar dos vuelta a un circuito de 16 kilómetros sin ninguna dificultad orográfica, a excepción de las mínimas e inapreciables picadas que tienen todos los caminos. Ya no conviene subir más cuestas, en todo caso andar en altura.
Mañana hablaremos de cómo ha ido esta última sesión y de lo que tengo planeado hacer durante la semana previa a la prueba.

25 julio 2011

..Y, POR FÍN, LA SUBIDA DESDE EL DORNAJO




Como ya he comentado en varias ocasiones, cuando es tan corto el margen de entrenamiento para afrontar una prueba como la del Veleta hay que ser muy estricto en los escasos -pero duros- entrenamientos planificados.
Esta semana comenzó con una subida al Torreón, continuó con la subida al Castillo de Moclín y la he cerrado con el entrenamiento del Dornajo, en cuya ruta se encuentran las rampas con el porcentaje -en algunos tramos se supera el 10%- más alto de toda la subida al Veleta a decir de Enrique Molina, que como "alma mater" de esta prueba conoce cada kilómetro como la palma de su mano.
Por tanto, satisfecho de ese entrenamiento hecho en la mañana del domingo, justo el día antes en el que inicio un medio-largo viaje de vacaciones del que espero venir recuperado ya que no pienso llevarme las zapas.
Pero me centraré en la subida al Dornajo que es lo que importa porque esta subida merece una entrada especial. Además, ha habido connotaciones y anécdotas muy satisfactorias que paso a contar.

UNA SUBIDA COMPLICADA


Los kilómetros iniciales son extremadamente duros. Así debieron verlo Samuel Sáhcez y Dani Navarro, dos de los ciclistas españoles actuales en mejor forma.


Los primeros siete kilómetros -de los doce de que se compone la subida hasta la Hoya de la Mora- son para muchos los más complicados, con rampas -como decía- en torno al 10 % en algunos tramos, algo que hace las delicias de la prensa especializada en las grandes etapas del Tour, la Vuelta o el Giro.
La antigua carretera de la Sierra, desde el Dornajo, guarda muchas sorpresas y, como insinuaba Mario, esas curvas que van elevando la altura son verdaderas paredes.
Arranqué justo desde el Centro de Visitantes y no quise -o no tuve necesidad- de hidratarme hasta el kilómetro cinco de subida, que en mi opinión son los kilómetros más complicados. En el kilómetro cinco me detuve para hidratarme y arreglar un asunto fisiológico menor. Ingerí Isostar muy fresco -había estado toda la noche en el congelador- que portaba en uno de los bidones de la correa de hidratación y eso me dio alas, sufriendo mucho menos en dos siguientes kilómetros de dureza.
Durante todo el recorrido encontré el ánimo continuado del "alma mater" de la prueba y presidente del Club Atletismo Maracena, el muy popular, Enrique Molina, que subía en coche para acompañar al bastetano Ramón Arredondo, que este año se entrena en la subida. Eso ha tenido la connotación especial, no sólo de contar con el ánimo de ambos, sino de tener la suerte de poder bajar con ellos en coche ya que me desaconsejaron que hiciera sufrir las piernas en una bajada de tal relieve.
Buenos tipos del atletismo y del fondo, siempre dispuestos a dar consejos y estimular como lo hacía Arredondo al adelantarme raudo por una de las rampas de subida al Dornajo: "que bien te veo", me dijo. Curiosamente esa era la frase que yo le tenía a él preparada cuando me adelantara. Ambos convinimos en el coche que subía demasiado rápido y, probablemente, su molestia -creo- en el isquiotibial derecho- pudo estar provocada por ese motivo.
Particularmente motivadora han sido también la presencia de quien acompañaba en coche a Paco Pepe -atleta éste muy conocido en este mundillo, con el que he subido durante casi un kilómetro, hasta la Virgen de las Nieves, desde la Hoya de la Mora-, un hombre ya mayor y muy activo que me aconsejaba que subiera la bicicleta en el coche y la dejara en una de las casetas, de esa manera podría bajar con ella. Al llegar a la Hoya me encontraba con ganas de seguir subiendo y, como decía, acepté la invitación de Paco Pepe para que le acompañara -él iba hasta Borreguiles-, y lo hice tan sólo hasta la Virgen porque ya había apalabrado con Enrique Molina y Arredondo que bajaría con él en el coche. Me estaba esperando en el Albergue militar.
Hoy, como los días anteriores, he subido sin forzar demasiado, a una velocidad media de nueve kilómetros por hora.

Los últimos cinco kilómetros sin ser tan duros como los siete anteriores tienen su dureza y son muy psicológicos. Además, el Veleta parece recordarte en todo momento que aún has de llegar allí.

Si los siete kilómetros iniciales, como decía, son muy duros, los otros cinco hasta llegar hasta la Hoya necesitan de una buena psicología para afrontarlos. Sin ser tan duros que los siete anteriores, se convierten en una guerra psicológica ya que aparecen grandes rectas en subida permanente y hacen que el corredor perciba con nitidez todo lo que se ha de recorrer hasta llegar a la siguiente curva. Además, ya es claramente perceptible el Veleta y con toda seguridad el magno pico se encargará de recordar en todo momento al corredor que hasta allí hay que llegar.
La anécdota ha sido la celebración del Triatlón de Sierra Nevada, algo que desconocía. Precisamente en el kilómetro diez -donde pensaba detenerme para volver a ingerir líquido- la organización de esta prueba cortaba la carretera a vehículos para posibilitar el paso de los triatletas que ahora subían corriendo desde Pradollano. Sus gestos eran expresivos de la dureza acumulada en sus piernas y muchos de ellos ya echaban el pie en tierra para andar. Pregunté al acompañante de Paco Pepe cuanto quedaba para la Hoya y este me dijo que dos kilómetros.
Estos dos últimos kilómetros me parecieron duros ya que las instalaciones de la Hoya -ambigús, restaurante, albergue militar y otros- se encuentran a bastante altura, justo en el inicio de la subida al Veleta, que es donde se corta el paso al tráfico rodado, excepto a los vehículos autorizados. Así que sin pensarlo dos veces, por la izquierda para no interrumpir el ritmo de los triatletas que iban por la derecha, asumí esos dos kilómetros finales y desde la Hoya completar ese escaso último kilómetro con Paco Pepe.
Subía cómodo y no me encontraba particularmente cansado porque recuperaba muy bien en ese escaso minuto que me dedicaba a beber líquido, pero la realidad era que tenía que volver para bajar en coche, como antes indicaba. Por tanto dí por concluido con broche de oro el probable último entrenamiento en alta montaña. Una subida que me ha gustado sobremanera. Poder rodar en altura por esos lugares silenciosos, dejando atrás señales que indicaban los 2000, los 2500, los 2750 metros de altura y pensar que dentro de unos meses esa zona será intransitable a causa de la nieve...todo se convertía en emocionante, a pesar de la fatiga de la subida continuada. La grandeza estribaba en poder estar ahí.
Ahora nos marchamos unos días a Valencia, los cuales me vendrán muy bien para recomponer la musculatura. Durante ese tiempo no correré ningún kilómetro y valoraré seriamente qué haré en la última semana anterior al siete de agosto.
Seguramente volveré a la alta montaña, tal vez, para andar más que correr y aclimatarme aún más y el resto del tiempo lo dedicaré a una tirada de 32 kilómetros en llano y a días de mantenimiento y recuperación con no más de 15 kilómetros a ritmo trotón. Es vital dejar que las piernas se recuperen de las subidas, al menos, con cinco días de antelación a la fecha de la prueba.
Bajé con el coche por la antigua carretera de la Sierra, que arranca también desde Pinos Genil. Esos cinco o seis kilómetros, que se encuentran más o menos entre el 11 y el 16 de la prueba me parecen duros, a pesar de que nos cogerán con las fuerzas intactas hay que ser prudente. Ser prudente ahí y los siguientes hasta la llegada al Dornajo será elemento clave para afrontar la subida hasta la Hoya y desde allí, como bien dice Javi, habrá que alternar correr con andar, aunque mucho me temo que esa alternancia habrá que hacerla algo antes según indican muchos corredores.
La prudencia, la mesura, la cabeza calculadora y la paciencia serán grandes consejeros el día siete porque lo demás -lesiones, pájaras y otros imponderables- no se pueden predecir.
Espero vuestros comentarios, opiniones, consejos..., que aunque estaré fuera seguramente podré leeros en la lejanía.

22 julio 2011

SIN DESFALLECER



La ruta que hice el pasado jueves, un poco antes de las nueve de la mañana, no suele ser la que típicamente programas a no ser que tengas un objetivo por delante.
Subir a Moclín no es baladí y exige una motivación añadida ya que no se trata de un mero "echarte" a correr sin necesidad de sobreesfuerzo físico o psicológico.
Salí desde Búcor -que es una aldea muy ajada y prácticamente abandonada- que se encuentra a unos tres kilómetros de Pinos Puente. Elegí este sitio porque es precisamente desde este punto cuando comienza a complicarse el terreno, si bien la subida comienza a los cuatro kilómetros de iniciada la ruta. Una ruta de doce kilómetros con ocho de subida continúa, que es lo que buscaba.
Justo en el momento en el que el Forer marca el cuarto kilómetro comienza la subida y ya no existe tregua -a excepción de un falso llano a la entrada de Moclín- hasta las mismas instalaciones del famoso Castillo de Moclín, la segunda fortificación nazarí tras la Alhambra en la provincia de Granada.
Cuando subes te evoca la estética de los puertos de montaña que solemos ver en el Tour, en la Vuelta o en el Giro, sin que se pueda comparar a los grandes puertos tipo Veleta, Tourmalet, Galibier o Mortirolo, pero siempre que ha transcurrido por aquí la Vuelta a Andalucía -y creo que en una ocasión la Vuelta a España-, se ha considerado un duro puerto de montaña. De hecho, aún quedan restos de nombres célebres del ciclismo español reciente, como es el caso de Jesús Montoya, inscripción que se repite a lo largo de la subida.
Una vez superada la pequeña localidad de Tiena, a la que se accede tras subir un kilómetro y medio, se inicia la vasta subida hasta Moclín. Antes de salir de Tiena, aún tienes tiempo de alzar la cabeza y descubrir toda la sierra que habrás de subir hasta llegar a la capital del municipio, enclave del citado castillo.
Subí con mucha sensatez, pensando más en la prueba del Veleta que en la subida misma e intentaba por todos los medios subir por debajo de mis posibilidades para llegar arriba sin problemas físicos.
Comprendí que es más importante la psicología que el factor físico sin lugar a duda, porque es la mente la que va interpretando y asumiendo la subida. A nivel físico iba sin demasiados problemas. Me ocurre -supongo que nos ocurrirá a todos en mayor o menor medida- que en el plano psicológico existe como una especie de negación a afrontar el esfuerzo de la subida, un constante desmoronamiento psicológico ante las rampas que esperan y al que se ha de vencer con autosugestión y fuerza mental.
Cuando comencé a ver el Castillo, que preside arrogante toda la población, comprendí que estaba a punto de coronar el puerto y que me encontraba bastante entero porque el ritmo no fue excesivamente fuerte. No obstante, recordaba que las intrincadas calles que dan acceso al castillo eran de una dureza considerable.
Cuando llegué a la plazoleta de la Iglesia del milagrero Cristo del Paño -que es procesionado cada año en octubre de manera masificada- el sol ya comenzaba a poner en marcha el mecanismo sonoro de las cigarras, las cuales abundan por la zona como pude comprobar cuando bajaba de nuevo hacia Tiena.
Un cartel de agua potable -a pesar de que llegué hidratado, gracias al cinturón de hidratación que portaba- fresquísima sirvió como justo premio a esos ocho kilómetros de subida ininterrumpida más los cuatro anteriores de terreno serpenteante. En total doce kilómetros que completé en una hora y nueve minutos. Además, aunque más fáciles, quedaban otros doce kilómetros de bajada y llano, porque había que regresar al punto de partida, algo que me sirvió para ir apreciando el bonito paisaje de monte y las privilegiadas vistas de la Vega granadina. No cabe duda que los musulmanes granadinos supieron situar su enclave militar fortificado.

19 julio 2011

SEGUIMOS CON EL PLAN


Bueno amigos, sé que no sois muchos los que estáis ahí enfrente de la pantalla, algo lógico por las fechas en las que estamos, pero me parece oportuno seguir contando mis entrenamientos solitarios de cara a la subida al Veleta, cada vez más cercana.
Recordemos que inscribirme fue más un acto de revelación que de reflexión, pero es cierto que el corredor en su fuero interno sabe o al menos intuye a qué pruebas puede apuntarse y tener bastantes posibilidades de acabarlas.
Sé que el Veleta es otra cosa pero, como dije en un comentario, si es una locura correrla, también lo es no correrla. Así que ante esta dualidad de locura he optado por hacerla. La suerte ya está echada y tan sólo queda apurar los días y cumplir el corto pero ambicioso plan de entrenamiento -cuyos consejos como los de Mario y Alfredo, valoro positivamente-.
Tras la mini-subida al Veleta del pasado sábado, con un resultado satisfactorio he de decir, sigo cumpliendo este solitario plan y hoy ha tocado el Torreón, que nada tiene que ver con el Veleta pero hay una importante subida y mantiene el tono muscular para afrontar lo mejor posible lo que nos esperará el próximo siete de agosto.
Y sobre la subida al Torreón de esta tarde quería hacer una reflexión que tenía en mente a lo largo de los doce kilómetros y medio de recorrido: y es que no diré que me ha parecido una tachuela porque la subida es dura y contundente, pero sí he percibido que tras subir desde la Hoya de la Mora al Veleta, esta subida se ha quedado en menor, perdiendo mucho de su épica. Sin embargo, para mí sigue siendo un lugar difícil al que hay que subir mentalizado y con un mínimo de preparación porque no se trata de un circuito fácil.
El domingo y el lunes encontré las piernas aún cargadas; y aún hoy las notaba algo cargadas, pero la subida de esta tarde del martes las ha descargado y ahora las percibo frescas y enteras.
La siguiente etapa del entrenamiento será la subida desde el Dornajo por la antigua carretera de Sierra Nevada -que me dejó perplejo y sorprendido cuando la recorrí el pasado sábado con el coche-. Si no calculo mal, desde el Dornajo hasta la Hoya de la Mora hay 15 kilómetros -quizá los psicológicamente más duros de la prueba-, e intentaré hacerlos todos en el entrenamiento aunque tenga que alternar correr y andar.
Hay que cumplir el plan sin desmayo y, efectivamente, entrenar en altura.

16 julio 2011

SÍ, TENGO UN PLAN



Porque no se puede afrontar una prueba como la Subida al Veleta sin plan.
Lo hablaba esta mañana con dos corredores que acababan de bajar del Veleta: cuando uno se apunta a esto es porque sabe que puede acabarlo. Pero eso no es suficiente.
Se puede tener la base y uno sabe que ha respondido en pruebas duras como la Media Maratón Calahorra-La Regua. Pero, a pesar de que esa prueba es dantesca en sus últimos nueve kilómetros, principalmente, nada tiene que ver con la prueba del Veleta. Probablemente, pocas tendrán que ver con ella.
Por eso hay que tener un plan lo más ambicioso posible.
Y éste ha comenzado esta misma mañana (ver imagen). Sé que he acudido con poco tiempo pero he pensado rápido y sé lo que haré de aquí al tres de agosto, aproximadamente, teniendo en cuenta que a finales de julio interrumpiré el plan durante cuatro días porque haremos un viaje de ocio a tierras levantinas, algo que no me preocupa demasiado. En todo caso, un día antes de salir me encargaré de hacer algo duro y contundente para que esos cuatro días sirvan de descanso. Hasta eso lo tengo planeado.
Reconozco que desde que tomé la decisión de participar en el Veleta vivo algo acojonado porque mi propósito es llegar corriendo hasta el punto kilométrico máximo y, posteriormente, alternar el correr con el andar rápido. Pero siempre cabe la posibilidad que una pájara o un derrumbe psicológico te deje antes del kilómetro veinte. Me estoy preparando psicológicamente para que eso no ocurra y entrenaré en consecuencia para llegar más allá del Centro de Visitantes de "El Dornajo", si fuera posible. A partir de ahí, que Dios o quien sea reparta suertes.
Decía que el plan ha comenzado esta misma mañana. En la Hoya de la Mora. Lo primero que deseaba era hacer la mini-subida al Veleta, precisamente para conocer la parte más dura del recorrido y ver cómo respondía sobre todo a la altura, más que a las piernas y al cansancio.
Y sí, he respondido bien, a pesar que he optado por detenerme en varias ocasiones a beber líquido y andar algo. La altura ha hecho estragos.
Sin embargo, no he sufrido en exceso y el tiempo ha sido bueno: 1 hora y 15 minutos, aunque creo que en los primeros kilómetros -con error en la ruta incluido- he ido demasiado rápido y luego lo he pagado con creces.
Faltando dos kilómetros para la llegada, me ha ocurrido como me ocurrió en la primera Media Maratón de Montaña de la Ragua: me detuve sin estar demasiado cansado (ya digo, la altura).
Sé que este tramo no lo correré como lo he corrido esta mañana de sábado, porque las fuerzas llegarán muy justas al kilómetro 40, que coincide con la Hoya de la Mora, aproximádamente.
Bajé con el coche por la antigua carretera, hasta llegar al Dornajo y me han inquietado sobremanera esas rampas. Por tanto, otro entrenamiento consistirá en subir este tramo de quince kilómetros -hasta la Hoya de la Mora-, de espectaculares subidas. Considero que esta parte de la prueba es clave, ya que, por lo general, la mayoría de los corredores llegan inmaculados al Centro de Visitantes, que es el kilómetro 25 y, a partir de ahí, muchos optan por alternar el correr y el andar (porque las fuerzas ya no responden). Por tanto, sería muy interesante poder seguir corriendo al menos diez kilómetros más para administrar los quince restantes de la mejor manera posible.
Otro entrenamiento previsto es la subida hasta el Castillo de Moclín, desde Pinos Puente. Es una ruta que ya hice en una ocasión en compañía de varios colegas de Las Verdes y sé que es dura. Las rampas son duras desde el kilómetro siete y medio aproximádamente. Ayer lo hice con el coche para recordar la ruta.
Y, por supuesto, habrá al menos una subida al Torreón de Albolote, que no es larga pero sí contundente.
También es necesario, de igual manera que se hace en maratón, hacer una o dos tiradas de treinta a treinta y dos kilómetros en rutas que ofrezcan algunas cuestas. Últimamente, por la zona de Caparacena, estoy descubriendo rutas de caminos entre los olivos que me satisfacen sobremanera ya que se trata de bajadas y subidas por caminos difíciles. Elegiré esta zona para hacer ese par de tiradas de treinta a treinta y dos kilómetros.
Como veis un plan corto pero exigente que espero cumplir y que habrá que complementar con el Compex, gomas y abdominales y esperar que el cuerpo aguante y no se lesione.

13 julio 2011

SUBIDA AL VELETA

"Nunca hables de lo que correrás o no correrás hasta que no acabes la carrera", dice un viejo dicho.
No es cierto, claro que no. Se trata de un nuevo dicho. Tan nuevo que acabo de componerlo, una especie de versión de aquel refrán que aconseja no hablar del perro hasta que no se salga del cortijo.
Y os preguntaréis, ¿a qué viene esto? ¿Habrá estado José Antonio sin escribir un buen tiempo centrado tan sólo en componer esas pocas palabras? ¿Habrá sufrido una mutación preocupante? No exactamente, aunque algo de eso puede haber en mi subconsciente y no lo haya percibido.
El caso es que este que escribe desde este rincón virtual ha decidido inscribirse en la Subida del Veleta que se celebrará el próximo 7 de agosto.
He de confesar que este tipo de decisiones son más revelaciones que reflexiones. Ya me ocurrió con la primera maratón que hice en Madrid y me ha ocurrido ahora con la subida. Hablaba con Fernando Medina y otros compañeros de mi club -Caja Rural-, tras la dura prueba del Río Dílar -la que por cierto, hice sin demasiado sufrimiento y me salió bastante bien-. Ellos ya la habían hecho el año anterior y pensaban repetir. Y me convencí que yo también debería de estar allí por múltiples razones: está catalogada como la prueba más dura del mundo; se desarrolla en uno de los espacios naturales más hermosos de la tierra; y siendo de esta tierra y vivir en ella sería un sacrilegio no disfrutar de ese "privilegio". Además, los años pasan y ya nada será igual. Y, para colmo, hoy he podido intercambiar unas palabras con su pertinaz organizador, Enrique Carmona, y ya todo lo he visto claro. Ya digo, una revelación.
Por tanto, si nada lo impide estaré en la salida del Paseo del Salón el primer domingo de agosto.
Lógicamente, el plan de entrenamientos en este mes escaso tiene que ser obligatoriamente distinto y se resume a una cosa: cuestas y gomas.
En un próximo post fijaré más detalles y relataré entrenamientos. Todo lo que vaya recopilando sobre esta magna prueba.

03 julio 2011

MÁS RUTAS


Este puente que se insinúa al fondo, llamado por las gentes de lugar como "el de Alitaje" se ha reconvertido en otro más amplio y resistente que posibilita más y distintas rutas.

Aunque no lo parezca y exista cierta inactividad del blog -algo totalmente lógico en estas locas fechas de estío y relajación de los hábitos-, sigo en la brecha deportiva. Lo mismo o más centrado si cabe.
De hecho, esta misma mañana de domingo -que es cuando escribo esta entrada-, a eso de las 9,30 horas, cuando esa especie de rey Thingol, que el astro que más calor da, comenzaba a prepararse para hacer de las suyas, comenzaba mi férreo entrenamiento de 18 kilómetros por eso caminos polvorientos y secos de la Vega granadina, sin salir en esta ocasión del término municipal de Pinos Puente, que es amplio como cortas sus expectativas políticas (aún estoy impresionado porque el PSOE haya allí barrido, a pesar del candidato que presentaban¡¡¡¡). En fin, lo importante de mi pueblo no son las expectativas políticas sino las múltiples posibilidades y rutas que ofrece para entrenar como ya he comentado aquí hasta el hartazgo.
Decía que comenzaba a una hora aún no demasiado calurosa y he ido alternando a lo largo de la ruta el calor con cierta presencia de nubes y aire tormentoso que ahora se posa sobre la capital granadina. No ha habido ni una gota de lluvia pero confieso que en algunos trances de la ruta la hubiera deseado para combatir toda esa sequedad que me rodeaba por doquier. Sin embargo, no me he sentido nada mal a pesar de los pocos kilómetros acumulados en las últimas fechas.
Los dieciocho de hoy -confieso- han sido un amplio ensayo previo a los quince y medio que el próximo domingo habrá que correr en la prueba de fondo del "Río Dílar", que este año se celebra en Ogíjares. Quince kilómetros en estas fechas y con un terreno alejado del llano se convierten en un duro correctivo y de ahí que sea necesario acumular kilómetros.
Pero éstos, en la mañana del domingo, han ido acumulándose con cierta facilidad, a pesar del ritmo discreto de 5' el mil. En realidad, no ha habido el sufrimiento que esperaba tras no entrenar últimamente por encima de los 15 kms.
Y es que resulta que la construcción -¡por fin!- del nuevo puente de Alitaje ha incrementado enormemente la posibilidad de hacer nuevas rutas, de unir unos caminos con otros; de ahí que casi todas las rutas que estoy haciendo últimamente sean novedosas -como ruta, aunque no como nuevos lugares-, y poco a poco el Forer se irá encargando de ir midiendo nuevos trayectos que ofrecen múltiples posibilidades sin necesidad en la mayoría de los casos de tener que ir y volver por los mismos lugares. La posibilidades, ya digo, se multiplican.
De hecho, poseer muchas rutas con distintas opciones kilométricas es algo que nos ayuda sobremanera a los corredores ya que no hacemos siempre el mismo tipo de entrenamiento.
Seguimos en la brecha y en verano más que nunca ya que la luz solar es amplia, a pesar de las muchas horas de calor que hay evitar.

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...