01 abril 2009

EL CÁNTICO ESPIRITUAL


Existe en mí una gran contradicción. Mao-Tse-Tung, escribió un opúsculo que tituló "Las contradicciones", y se deducía de su lectura que puede existir una linea argumental que une las contradicciones con las fuertes convicciones.
No soy una persona religiosa, pero jamás he perdido la ocasión de ver una catedral, como ya conté aquí en algún momento, o un monumento religioso; e igual me suele ocurrir con alguna literatura espiritual, incluida la Biblia.
Conocía levemente los versos del poeta místico Juan de Yepes Alvarez, que pasó a la posterioridad como San Juan de la Cruz, pero pasaron ampliamente inadvertidos para mí hasta el día en el que se los escuché en directo y ahora en disco al gran cantautor leonés Amancio Prada. Fue en ese momento cuando descubrí el fuerte lirismo de un poeta en la voz de otro poeta de la canción. Aquellos versos me cautivaron. Mucho más cuando pude leer la agitada vida del poeta, que falleció accidentalmente en el Convento de S. Miguel de la hermosa ciudad de Úbeda (cuyo museo podemos visitar en la actualidad) una fría noche de diciembre de 1591 y sus restos fueron trasladados dos años más tarde en procesión solemne y sigilosa, en una oscura noche de invierno, a Segovia, hecho que sin duda para muchos estudiosos narra Cervantes en el capítulo "La aventura del cuerpo muerto" ( Capítulo XIX de la primera parte) de El Quijote. Esos restos volvieron de nuevo a Úbeda en 1607, que es donde se encuentran en la actualidad.

Hay muchos versos bellos en la poesía del religioso, pero siempre me cautivó el Cántico Espiritual. Sobre el Cántico Espiritual mucho se ha escrito. Los poetas místicos exteriorizaban su amor a Dios a través de su talento poético, pero otros han querido ver en estos versos una fuerte pasión homosexual, algo que yo no descarto.
Extracto los primeros versos del poema Canciones entre el alma y el esposo, integrante del Cántico Espiritual, y a continuación el poema cantado en la genuina voz de Amancio Prada:


¿ Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?

Como el ciervo huiste,

habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero:
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decílde que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.







4 comentarios:

  1. Tuve en mi época de estudios la oportunidad de leer tanto a San Juan de la Cruz como a Santa Teresa de Jesús. Grandes místicos de nuestra literatura.

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  2. Yo tampoco soy religioso y en las mezquitas chiitas siento una enorme impresión.

    ¿Qué sería de nosotros sin las contradicciones?

    ¡¡¡Bien, Alter, bien!!!!!!!!!

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  3. No entiendo muy bien qué tiene que ver la religiosidad o las creencias, con la magnificencia de la arquitectura de otras épocas, llámense catedrales o mezquitas, sinagogas, templos o ermitas.
    A veces hay que tratar de descontextualizar para llegar al meollo de la belleza.
    Excelente entrada José Antonio, rescatando de donde, a veces, creemos que no hay nada.

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  4. Gregorio, da pena pensar que en los actuales planes de estudios, los jóvenes salen de los institutos sin conocer nuestras joyas literarias. Nosotros fuímos afortunados.

    Alter, hay que reivindicar las contradicciones, ya que ahí está la esencia de las ideas y los sentimientos.

    Abel, bienvenido amigo. Hay tanto por descubrir, tanto por conocer, tanto por escribir. Espero contribuir a ello aunque sea sólo con una micra de arena. Saludos.

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Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

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