16 mayo 2015

CRÓNICA DE UN ENTRENAMIENTO POR LA VEGA, EN MAGOSTO (16 DE MAYO DE 2015)

Correr con calor es una opción, pero también una necesidad. Quienes vivimos en climas cálidos necesitamos extremar la agenda del día para evitar los rayos solares más intensos. Pero no es mi caso. Soy caótico por naturaleza a la hora de programar mis entrenos y no me cuesta lanzarme a los caminos con calor, con lluvia, con frío, con nieve. El viento, eso sí, lo llevo peor.
RUTA REALIZADA
Hay meses críticos, básicamente julio y agosto, en los que hay que organizar los entrenos de manera obligatoria, incluso en mi caso. Correr en julio y agosto más allá de las doce del mediodía o antes de la ocho de la tarde es un riesgo añadido para la salud. Juro que lo he hecho, pero siempre he tomado medidas adicionales.
Como me ocurrió el año pasado. Sencillamente me perdí en una linea de olivos -que, para quien no lo sepa, son idénticas- de algún lugar entre Olivares y Pinos Puente y acabé en el aeródromo de los Cortijos, a mitad de camino entre el Pantano del Cubillas y Caparacena. Ya se habían rebasado las doce del mediodía y mis provisiones de agua que portaba en la mochila de hidratación 'Camelback' se habían agotado. No pude beber agua potable hasta llegar a Caparacena. Pero ya eran las una del mediodía del primer sábado de agosto. El trayecto entre Caparacena y Pinos Puente, que habitualmente hago con facilidad, lo viví casi como un maratón.
Pero centrémonos en el entreno de hoy. Hacia calor. No extrema, pero sí propia de este magosto que estamos atravesando. La ruta diseñada era Pinos Puente-Zujaira, por Ánzola y S.Pascual y vuelta a Pinos Puente, subiendo por la carretera de Zujaira-Casanueva a través de Ánzola. 
No era una ruta demasiado ambiciosa, pero si la haces con más de treinta grados cualquier distancia puede convertirse en un problema.
Pero me sentí bien desde el principio. Muy bien. Ayudó en buena parte la suave brisa fresca que me ha acompañado hasta el kilómetro seis, justo en el punto kilométrico con mayor dificultad: la subida del paso nivel de la vía del tren, en el camino de S.Pascual, que une Zujaira y Valderrubio. 
Misteriosamente ahí se acabó la brisa. Era cuando más la necesitaba para subir ese repecho y pareciera que el dios responsable de la brisa quería jugar conmigo. A la altura de Zujaira, que estaba ensimismada en sus fiestas patronales, la brisa volvió en plena subida por la carretera, pero era una brisa caliente. Es decir, una no brisa. No obstante, subí a buen ritmo por esa carretera ascendente ante la perplejidad -creía advertir- de los parroquianos que celebraban sus fiestas en las terrazas de los numerosos bares de la carretera. 
Razón no les podía faltar. Quien toma algo plácidamente en una terraza interpreta con más crudeza que un tipo suba por una carretera a las dos y media de la tarde a más de treinta grados. Son mundos opuestos.
Pero a pesar de lo que pudiera pensarse, este corredor voluntarioso iba con muy buenas sensaciones a un ritmo cercano a los cinco minutos el mil, sin problemas.
Pero me faltaba algo de agua. Había bebido en la coqueta fuente de Ánzola y no recordaba que hubiera ninguna fuente por aquellos lares. Me detuve en Zujaira, en un parque justo enfrente del improvisado ferial, pero esa fuente siempre está seca. Por un momento pensé que al estar en campaña electoral el ayuntamiento la habría arreglado, pero no llegan hasta detalles tan minúsculos las promesas electorales. Así que decidí probar suerte en la Plaza Canasteros de Casanueva, y a pesar de que es el tipo de plaza en la que te imaginas un pilar, nunca lo hubo. Ya no podría beber agua hasta Ánzola de nuevo. Y si los cánones establecen que es conveniente beber como mínimo cada cinco kilómetros, entre la primera toma -en el mismo sitio, precisamente- y la segunda ya habían pasado siete.
Pero no iba seco. Lo que ocurre es que los que corremos sabemos que la falta de agua en el organismo a ciertos grados de temperatura, es como la gasolina del coche: no aprecias nada en el motor hasta un minuto antes de que se agote. Tengo experiencia en estas cosas y sé lo que es hincar el pico de forma estrepitosa por falta de agua, lo he contado en más de una ocasión.
Bebí y refresqué las zonas de mayor ventilación: nunca, frente y muñecas. Y seguí. Ya sólo quedaban tres kilómetros. Pero éstos transcurren por una Vega sin sombra alguna y sé que se pueden convertir en los más crueles. 
No lo fueron, pero sí he de admitir que desde el kilómetro once al trece la vida ya no se veía tan de color de rosa. Estoy fuerte, me dije. Y me hice la selfie que podéis presenciar en la entrada posterior. 

2 comentarios:

  1. Esa ruta que tan bien nos describes carece en todo su recorrido de sombras, y si a eso le añades que la realizas a las 2 de la tarde a mas de 30grados, llego a la conclusión que estas al mismo nivel que los keniatas. Compae no logro situar la fuente de Anzola. Lo dicho menudo nivelazo.

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  2. Me encontré sorprendentemente bien compae. Más de un keniata se hubiera quedado por el camino, seguro.
    Ya sabes que Ánzola tiene dos calles, pues bien, la fuente la tienes en la calle de atrás. Nos viene de perlas a los que corremos por allí. La próxima vez que corras por allí, la verás. Vamos a hacer un día una rutilla suave y la visitamos..

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Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

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