19 octubre 2014

UN MEDIO MARATÓN PARA OLVIDAR

La pregunta que me hago ahora no es sobre el por qué de mi peor media maratón desde que compito, sino de cómo he podido llegar a meta en el estado físico en que me encontraba.
No haber ido a correr a Motril, en modo alguno puede ser la respuesta. Sabía que iba en mal estado porque no me había recuperado de la gastroenteritis o lo que fuera acechara a mi estómago el día anterior -sábado-. 
Pero comprendí la misma mañana de la prueba que no era normal haber perdido casi un kilo y medio en un día sin actividad alguna y que siendo la cara el espejo del alma, como dicen, algo no funcionaba.
Pero aún así me encontraba animoso por correr esta prueba como afirmé con arrojo en un tuit. 
En el transcurso de una prueba pueden pasar muchas cosas. A más larga es la prueba, por el mero juego de las probabilidades, más cosas pueden pasar. Un esguince, una microrrotura fibrilar, una pájara..pero de todo, lo que peor llevo es una afección estomacal. La sufrí en una edición de la prueba de las Dos Colinas en Granada y ha ocurrido ahora en Motril. En aquella ocasión decidí aguantar porque la prueba era más corta, pero en esta ocasión, decidí sufrir lo mínimo. No era necesario. 
Retirarse no es la opción porque es muy incómodo a nivel logístico. Lo sé por experiencia porque me pasó en la Media Maratón de Los Palacios, hace ya algunos años. Aquello fue una microrrotura y no había otra opción que esperar el coche escoba, que resultó ser un autobús. Pero en esta ocasión, podía continuar, tan sólo bastaba con alternar el correr con el andar. Era la única vía posible para llegar a meta, corriendo si era posible. 
Cuando allá por el kilómetro dieciocho comprendí que ya no podía correr más, decidí ponerme a andar. Antes había intentado orinar en dos ocasiones. La primera no lo conseguí, pero la fuerte ventosidad sobrevenida me calmó algo (por eso siempre es importante alejarse de la ruta, por si acaso. Que lo escatológico siempre es mejor en soledad); en la segunda, después de esperar más de dos minutos, lo conseguí. Llevo muy mal orinar en ruta. No me concentro, me agobio. Estábamos ya en el kilómetro quince más o menos. Pero tras volver a ruta y con más tiempo perdido, ya sabía que no podría continuar corriendo a lo largo de los seis kilómetros que restaban. A esas alturas ya no me importaba nada el tiempo, pero sí mi estado físico. 
Sin fuerzas, mucha debilidad y con extrañas sensaciones en la zona del estómago es muy difícil correr en una media maratón de estas características, en la que ha hecho un fuerte calor, a pesar de estar casi en el mes de noviembre. Eso nos ha desarmado a todos, desde el primero hasta el último. 
Lo curioso es que hasta el kilómetro once me encontré bastante bien. Con molestias y debilidad, sí, pero controlando bien el ritmo medio, cómodo. En esos primeros once kilómetros rodé a una media que podía llevar sin problema alguno: entre 4'37'' y 4,40'' el mil. Pero sabía que ése no iba a ser el ritmo medio con el que iba a acabar como así fue. Los problemas serios comenzaron cuando decidí detenerme por primera vez a orinar. Se produjo el efecto contrario. Ya no era el mismo. Además coincide con el tramo menos vistoso: el de las rotondas y las urbanizaciones. 
A la vuelta, la suave brisa del mar y algunas zonas con más arboleda fueron un buen elixir, pero eso sólo iba a servir para mantenerme. Además, como ya había vaticinado, el ritmo medio ya se había ido a 4'46''-4'48'' el mil. Pero también sabía que tampoco iba a poder continuar a ese ritmo porque los problemas estomacales iban en aumento, el calor cada vez más intenso y la debilidad -ya en en todo el organismo- mucho más perceptible. Cuando me detuve a orinar por segunda vez, cerca de la playa, sabía que podía pasar lo peor o lo mejor. Así que tenía que intentarlo. Pasó lo peor: ya no cogí ritmo. Éste se fue a 5' minutos el mil y cada vez fue cayendo más y más.  Así, hasta llegar a los 5'19'' con los que he atravesado la meta. La peor media maratón de mi vida como corredor. Peor, incluso, que la primera que hice en 2006, la Media de Granada de aquel año. Con razón titulé mi anterior entrada como: Mi primera media maratón. 
Posteriormente vino la alternancia entre andar y correr y eso ya rompe por completo todo tiempo predecible. Ahora lo importante era llegar, así que no me importó en absoluto esa alternancia. Básicamente porque me sentaba bien. Eso era lo importante en esos momentos. Mejor eso que no llegar.

No obstante, sabía a lo que iba. Iba a correr mi primera media maratón de este año, y a pesar de que los últimos entrenamientos han sido buenos, no podía contar con esa anomalía física de última hora. 
No importa en absoluto. Ahora lo importante es seguir creciendo. Olvidar esta prueba (aunque sí atesorar lo que ha enseñado) y concentrarse en la Media Maratón de Jaén,  la que presumiblemente correré, como he hecho en los últimos años. 
Pero de todo, celebro haber compartido el viaje de ida con mi ámigo y Álter, Jesús Lens, compartiendo miles de temas, a pesar de que siempre nos falta tiempo para abordarlos todos. Él también ha sufrido por mor de un gemelo.

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