27 enero 2014

RELATO: UN MENSAJE DESCONOCIDO (INICIO)

      Cuando ya se había rebasado la medianoche del día de Nochebuena, comenzaron a entrar en mi móvil mensajes de felicitación. Amigos y gente conocida, por lo general. Pero, de entre todos los mensajes recibidos, uno me silba aún la cabeza a pesar de que han transcurrido ya cinco días y ya estamos a punto de comenzar el nuevo año.
            Venía escrito en una letra extraña, distinta a la de los demás y el número que lo enviaba, a pesar de que era convencional, no se encontraba en mi agenda. Sencillamente es un número de alguien conocido que no tengo en la agenda, me dije. Y con esa frase dejé de dedicarle más tiempo al supuesto enigma. Pero no lo olvidé.
            'Hola muy apreciado amigo, donde quiera que estés, te deseo muchas felicidades para el nuevo año 1914, de todo corazón. Ojalá nos podamos ver más en el nuevo año.'. Sin lugar a dudas, un error. Un mensaje escrito rápido en mitad de una celebración y con un teléfono de teclado diminuto. Pero un error extraño, eso sí. Hubiera sido mucho más lógico haberse equivocado en la última cifra e, incluso, en la penúltima, pero ¿en las dos primeras cifras? Es decir, un error que retrotraía cien años el cómputo temporal.
            No sabía con seguridad si lo que realmente me intrigaba era la procedencia desconocida del mensaje o ese error en las dos  primeras cifras, aunque me inclino más por esta segunda opción. Posteriormente, cuando trascurrieron los días el asunto fue creciendo en mi mente hasta convertirse en una obsesión.
            No hacía más que leerlo una y otra vez, buscar en mi agenda por si estuviera el número por algún lugar, hurgar en los mensajes recibidos que aún conservaba el teléfono e, incluso, iniciar una meticulosa consulta en la agenda del teléfono móvil que tuve con anterioridad y que aún conservaba. Pero nada. Todo intento fue infructuoso.
            Finalmente hice lo que solemos hacer cuando tenemos una llamada perdida o un mensaje innominado: llamar a ese teléfono. En el primer intento no hubo respuesta, a pesar de que dio señal de llamada; en el segundo intento, saltó un contestador automático de la operadora, en el que, por supuesto, no dejé mensaje alguno; en la tercera llamada, la misma voz de la operadora me indicaba que no había ninguna línea en el servicio con esa numeración. El intervalo temporal entre la primera y la tercera llamada, tan sólo fue de cinco minutos. Jamás había asistido a circunstancias tan diferentes cuando llamaba a un número en tan poco margen de tiempo.
            Al cabo de dos horas, volví a llamar de nuevo y en esta ocasión me atendió una voz femenina:
          -Hola -dije a modo de saludo-, me llamo Miguel Ángel Gonzálbez y tengo un mensaje de este teléfono...
            -Con quién quiere hablar -me dijo la voz femenina, interrumpiéndome sin miramiento alguno-.
            -Es eso lo que pretendo averiguar..¿Con quién estoy hablando?
            -Está hablando con la funeraria Salmoral.
            Esa respuesta me inquietó mucho, pero aún así, pedí disculpas y colgué.
            ¿La funeraria Salmoral?
            No me era familiar en absoluto. O, al menos, no constaba que hubiera ninguna que respondiera a ese nombre en la ciudad. Busqué en Google.
            En el buscador no aparecía ninguna funeraria de la ciudad que respondiera a ese nombre, pero sí había una con ese nombre en un perdido pueblo de Toledo.
            ¿Qué relación había entre se mensaje recibido en mi móvil y ese perdido pueblo de Toledo?
            Lejos de que ese último dato me tranquilizara, me perturbó aún más. Ya sólo vivía para aquel asunto. Iba a trabajar como cada mañana, pero a los pocos minutos de comenzar el trabajo ya estaba planificando en el bloc de notas que siempre llevaba conmigo la siguiente tarea para intentar averiguar este enigma; me enganchaba a ver alguna de mis series norteamericanas favoritas y a los pocos minutos perdía el hilo de la historia porque la mente se llenaba de preguntas e interrogantes sobre la procedencia del mensaje. Así que decidí llamar de nuevo a la funeraria. Pero en esta ocasión no contestó nadie. Lo volveré a intentar más tarde, me dije.
            Y así lo hice. En esta nueva ocasión -la enésima ya- sí contestaron.
            -¿Funeraria Salmoral? -pregunté con decisión-
            -No. Se ha equivocado de número.
            -Disculpe, pero no es posible. Llamé hace unos días y.....
        -¿Cree usted que no sé qué sitio es éste al que usted llama? -preguntó con tono molesto pero muy educado la voz masculina al otro lado del teléfono-
            -No quería decir eso. Es que....verá. Este número que he marcado correspondía hace unos días a la Funeraria Salmoral de Orgaz, en la provincia de Toledo. ¿Estoy llamando también a un teléfono de esta localidad?
            -En efecto.
            -Por tanto, supongo que el abonado habrá cambiado de número hace pocos días y le han podido adjudicar su número a usted -esgrimí como teoría muy probable-
            -No es posible eso que usted me está diciendo. Yo llevo con este número más de quince años.
            -De acuerdo. ¿Me permite que le enumere la cifra para comprobar si he podido equivocarme?
            -Sí, de acuerdo. Adelante.
            Le enumeré la cifra, tal y como habíamos acordado.
           -Sí, el teléfono que usted ha enumerado es el mío. No se ha equivocado -contestó con exquisita amabilidad mi interlocutor-
            -Pues no lo entiendo. En todo caso, disculpe las molestias.
            -No importa, son cosas que pasan. Adiós.
       Cuando colgué el teléfono todo daba vueltas a mi alrededor. Me sentía como embriagado y mi estómago comenzó a tensarse como un arco. ¿Qué estaba ocurriendo? Me sentí bloqueado y sin capacidad alguna de acción. Sencillamente no sabía qué pasos seguir dando. Llamar de nuevo era absurdo. Es más, podría complicarse aún más el asunto. Podría pasar que ese número correspondiera a otra nueva persona. Las opciones que me quedaban eran pocas y tampoco quería contárselo a mis más allegados porque seguramente lo atribuirían a mi calenturienta imaginación, que es lo que siempre solían decir cuando les planteaba algún asunto que se salía de lo normal.

            Pero es que este asunto sí que se sale de lo normal, pero ¿cómo explicarlo?...

Así comienza un relato que comencé a cuento de un mensaje real que recibí en mi móvil la misma noche de Nochebuena.
Y lo que parecía iba a dar para un relato breve, poco a poco se está convirtiendo en un relato corto, y es posible que vaya camino de una novela corta....  



2 comentarios:

  1. Reconozco que me gusta cuando profundizas en lo misterioso. Bebes de Poe y Lovecraft, sin duda, pero este comienzo bien podría ser un inicio cojonudo de un buen thriller. ¡Adelante!

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  2. Javi, no pensaba que diera más que para tres o cuatro folios, pero va camino de convertirse en novela corta. Los personajes me arrastran...hacia lo desconocido.

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Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

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