Cuando ambos acabamos la carrera, me dijo: "vente conmigo". "¿Adónde?" le pregunté. "Al despacho de mi padre". Rehusé. Le dije que iba a opositar para Inspector de Policía. Él se rió despectivo. Era mi mejor amigo. Con el paso del tiempo, mientras yo apenas podía pagar mi hipoteca y mi primer y único coche me traía de cabeza, él invertía sus elevadas minutas en inmuebles y coches de alta cilindrada. El lujo era su talón de Aquiles. Hacía mucho tiempo que no le veía, pero sabía por la prensa que a pesar de su antigüedad y prestigio como abogado, sus negocios le habían apartado de los tribunales. Hoy todo el mundo lo ha visto en televisión esposado y con la cabeza cabizbaja. Hacienda acaba de licitar todos sus bienes. Ha sido mi detención más difícil desde que entré en la policía.
(Este microrrelato ha sido seleccionado como finalista del mes de febrero en el VI Concurso de Microrrelatos sobre abogados organizado por el Consejo General de la Abogacía española, abierto a nivel nacional e internacional. Acceder a la página.)