30 noviembre 2017

ARTÍCULO: GRANADA, UNA CIUDAD QUE LLORA

Granada es una ciudad que llora. A veces llora de manera justificada y otras no tanto. Hay lágrimas de cocodrilo y lágrimas reales. Éstas apenas son visibles. Se conducen con discreción, como no queriendo ser descubiertas por las esquinas, por las calles, por las plazas; sin embargo, las primeras son histriónicas, desean llamar la atención. Que nadie piense que un cocodrilo llora de veras. 
En Granada hay aciertos y fracasos y cuenta con políticos con poca visión de ciudad, algo muy común en casi todas partes. Lo primero es algo normal, a veces transitorio, pero normal; lo segundo, no es más que el Principio de Peter aplicado a la política. Y si los partidos no quieren buenos políticos, gente que sepa interpretar la ciudad y le quepa en la cabeza, nada se puede hacer. Si los partidos están más pendientes del poder y de las lealtades soeces, nada que hacer. No votarles, sí, pero gracias al sistema electoral tan perverso que regula nuestra participación como ciudadanos, siempre habrá representación en nombre de la democracia por pocos votos que se emitan (cuántas barbaridades se hacen en nombre de la democracia). 
Pero yo no quería hablar de los políticos, sino de la ciudad y sus cosas. Y decía que llora con dos tipos de lágrimas. Las hay farsas y las hay reales, decía. Sin embargo, lo que siempre echo de menos en esta ciudad es la falta de loa de las pocas cosas que funcionan y están bien planificadas. De acuerdo, son pocas, pero las hay. Por ejemplo, la última innovación en materia de transporte público: el metropolitano. Gran invento, sí señor. Gran ocurrencia ésta, que no es novedosa y es posible que hasta renacida de las cenizas de aquel antiguo tranvía que surcaba la capital y una buena parte de pueblos adyacentes, lo que ahora viene a denominarse área metropolitana. Pero tampoco es único en España, ni mucho menos en Europa, lo que ocurre es que estaba por ver si Granada subía de categoría cuando ese atractivo artilugio eléctrico con forma de supositorio iba a suponer un antes y un después en cuanto a los caóticos desplazamientos a distintas partes de la ciudad y a los pueblos adyacentes más cercanos y poblados. Comprobar si con ese transporte rápido, ligero, sostenible, no contaminante y no demasiado ruidoso se podría solucionar el caótico tráfico de la ciudad y la circunvalación. Esto último, lo del tráfico, aún está por ver, ya digo, pero si está ya confirmado y demostrado que la ciudad y los pueblos a los que llega -solo a tres aún- han subido de categoría y la posibilidad de desplazarse sensatamente y sin agobios a distintos lugares de la ciudad ha mejorado exponencialmente. Lo pensaba el otro día mientras hacia un trayecto largo y mis asombrados ojos creían estar viendo pasar las calles, plazas y edificios que suelo ver cuando he viajado por Europa. Eso fue emocionante. Pero lo fue mucho más comprobar que llegaba fácil y rápidamente a lugares a los que ni siquiera me planteaba ir en autobús y mucho menos con coche particular.

Y todo esto lo digo aquí, porque como somos una ciudad que llora, no he localizado apenas loas a esta magnífica idea, que no ha hecho más que comenzar y que con sus desaciertos y errores va a ir mejorando la calidad en los desplazamientos de miles de ciudadanos y es posible que hasta transformar la forma de viajar tan torticera que tenemos en esta ciudad. Dicho queda.

24 noviembre 2017

EL ATROPELLO (RELATO NAVIDEÑO INCLUIDO EN CONVERSACIÓN EN LA TABERNA Y 41 RELATOS.



Había pasado tan sólo un año. Pero la percepción del paso del tiempo y de las cambiantes circunstancias no era acorde con esos breves doce meses. Apenas le era ya familiar la suntuosidad que rodeaba su existencia hacía un año. En su momento, toda esa abundancia, ese tren de vida, ese derroche, iban cómodamente sentados en su turismo cuatro por cuatro, como algo totalmente natural. Siempre consideró que se lo merecía porque su ambición siempre había estado muy afilada y había trabajado duro. Pero debía admitir que su suerte había cambiado, y quienes le rodeaban ahora ya no pululaban a su alrededor como moscas ante una cucharada de miel, por lo que habría que colegir que el goce y disfrute de  su compañía, como aseguraban todos, no era  tan  turbador  como  él suponía. Además, todo aquel cambio le había dejado fuera de lugar. Avanzaba diciembre, y con él el inevitable frío propio de aquellas fechas, siempre atento a resurgir en la ciudad, de contrastes increíbles. Eso que era invariable, pero todo lo demás se había transformado. Sin embargo, tenía a su favor una cosa: cuando gozaba de poderío económico jamás consideró que aquella situación formara parte de un plan preestablecido por el destino, ni que gozara de la suerte innata de ser elegido por un dedo divino. Simplemente había  tenido  suerte. Había tocado varias teclas no siempre honestas y la suerte le había sonreído. Nada más. Por eso, encontrándose ahora en circunstancias diametralmente opuestas, lo lógico sería seguir manteniendo la misma línea de pensamiento.

Decididamente, su forma de ver la vida y su propia existencia había sido siempre muy pragmática, alejada de sentimentalismos y alteraciones del ánimo, ni siquiera en estos días de derrota y pérdida con el trasfondo de las luces navideñas, tan melancólicas siempre. Ahora bien, había cometido un error en el pasado, consistente en no advertir que las claves de su éxito social habían sido el dinero y las muchas corruptelas orquestadas. Si la vida no era más que un carrusel de vanidades, tal y como siempre había sostenido, ¿cómo no fue capaz de advertirlo en su momento? Se encontraba en el mismo bar, en el que hacía justo un año había sido homenajeado, mientras pensaba en todo esto. De hecho,  todo lo relatado le vino a la mente por encontrarse precisamente allí. Recordó que por una puerta situada a su derecha apareció su esposa, enfundada en un ostentoso abrigo de piel de zorro. Un regalo que le costó un riñón, una cifra que ahora prefería ni recordar en las circunstancias en las que se encontraba. Por su parte, su mejor amigo lo arrastraba hacia la calle y le mostraba una flamante moto scooter de un negro brillante increíble, dotada de un potente motor. Tenía varias motos, pero se  había encaprichado de ésa y su amigo se la regaló. Un buen regalo, sin duda, pero calderilla en comparación con los ingresos que él le había posibilitado a su amigo de toda la vida, gracias a la presión que hizo en el ayuntamiento para que recalificaran aquellos terrenos imposibles. Así que con aquel fastuoso comienzo se inició una velada de increíble lujo, anegada por el champán y los caros delicatesen. Casi cien personas que lo idolatraban y lo agasajaban como a un héroe.

Lógicamente, la borrachera de vanidad y etílica fue descomunal y, tal vez, por eso no fue consciente de que, tras acabar la fiesta, montó en su potente vehículo y, trastornado por la volatilidad del alcohol, activó la marcha atrás en vez de activar la marcha adelante, sin advertir en absoluto que en aquel momento pasaba junto a la parte trasera del vehículo aquella pobre anciana. A pesar de su estado ebrio, le pareció advertir un golpe pero no era fácil afirmarlo, considerando las dimensiones y la solidez del vehículo, de manera que no se molestó en hacer comprobación alguna sobre el terreno. Naturalmente, le causó extrañeza que aquellas sirenas de la policía se acercaran a él a toda velocidad, sin ser capaz de advertir apenas que le estaban dando el alto. En pocos días, todo se convirtió en papeleo, declaraciones, retirada del carné de conducir, dinero y más dinero para cubrir los gastos de sus abogados y una constante caída  en  picado  de  sus  ingresos.  Aquella  mujer  no    había fallecido pero se encontraba muy grave y se demostró en el juicio que el atropello se produjo como consecuencia de la enorme cantidad de alcohol ingerida, y para colmo no existió el más mínimo acto del deber de socorro debido. Por tanto, el sistema  jurídico  no  le  iba  a  soltar  hasta  limpiarlo, sin duda. Curiosamente esa noche, que pasó en el calabozo municipal, no apareció nadie con un vestido de zorro y no lograba recordar qué había pasado con la scooter negra. De hecho, no había ni rastro de uno sólo de los casi cien invitados. Pareciera que a todos se los hubiera tragado la tierra. La única compañía de la que disfrutó aquella fría noche de diciembre fue la de aquel policía orondo con cara de bonachón que lo miraba,   de   hito   en   hito,   con   cierto   gesto   de desprecio.


Lógicamente, aquel largo proceso lo desplumó y todos sus negocios, legales e ilegales, cayeron en un pozo profundo. La propietaria del vestido de zorro se separó de él y su amigo probablemente desapareció con ella en aquella reluciente moto negra de potente motor. Desde entonces, tras salir de la cárcel a los seis meses, había adquirido el hábito de visitar a diario a aquella anciana, alojada en un hospital — cercano a aquel bar— desde hacía un año. De hecho, era la única visita que la octogenaria tenía.

20 noviembre 2017

NADA HAY ESCRITO SOBRE GUSTOS LITERARIOS

El día que el océano te mire a los ojos  Hace unos días acudí al FNAC del Centro Comercial Nevada de Granada, y a pesar de que no había apenas clientes porque era un día de semana y el personal se encontraba en plena jornada laboral o, tal vez, aguardando en casa la siguiente jornada, en un extremo de la tienda una escritora joven firmaba los gruesos ejemplares de su obra a un buen número de adolescentes, que hacían cola, no demasiada, pero sí destacable dado el día y lo poco que se lee en España, pensé. Me interesé por saber el nombre de la autora, pero me era tan desconocida como lo somos la mayoría de los escribimos. Publicaba en una editorial grande y consagrada y, por lo visto, gozaba de notable éxito de ventas.     
    No me preguntéis por su estilo literario, pero estaba englobado en algo relacionado con joven adulto, que no sé bien si es romanticismo mezclado con algo de erotismo, supongo, o quizás no sea eso, sino historias comunes que por lo que sea encandilan al joven lector. El caso es que este tipo de autores son los que más venden hoy día y tienen una legión de seguidores, muchos de ellos fraguados en las redes sociales, principalmente Youtube. Nada que objetar. La gente que se gasta sus cuartos en un libro tiene sus razones. Y no seré yo quien elabore discursos seudointelectuales sobre las tendencias de lectura de la gente. La realidad es la que es e -insisto- no seré yo quien discrepe o la intente cambiar. Principalmente, porque se trata de libros, que si bien no pertenecen a la órbita que prefiero, libros son; y en segundo porque no creo que sea necesario ni positivo envidiar las ventas de otros autores, tan solo porque la mayoría no lleguemos a ellas. Porque -me dije, mientras observaba aquella cola-, algo latentoso tendrá quien escribe una novela gorda y consigue venderla, a pesar de que el precio no baje de 20 €. Sobre todo, si tenemos en cuenta que a la vista de lo que presencie quien la compra no es gente con poder adquisitivo propio, sino adquirido en la mayoría de los casos. Es decir, gente joven que con 'la paga' o como se denomine eso que dan los padres a los hijos semanalmente, se apañan para salir un finde y poder hacerse con el libro de su autora o autor favorito, dando prioridad a un libro en vez de otra cosa más nefanda. Porque -seguí reflexionando-, ¿quién posee la verdad absoluto de las cosas y de la literatura en este mundo tan complejo y a la vez heterogéneo? ¿Quién tiene aquí la potestad de elegir los gustos de literarios de los demás? 
    He leído por ahí críticas puristas a este tipo de literatura. Críticas que derivan casi siempre de la ortodoxia literaria y me ha parecido percibir algo de envidia sobre esas buenas ventas, a las que no llegan muchos autores de los llamados consagrados, que son casi siempre los que hacen las críticas. He de decir que no me interesa ese tipo de literatura, la cual, obviamente, tiene una edad y un público, pero que a mí no me interese no significa que deba despreciar ni el trabajo de estos autores -autoras, la mayoría- ni la preferencia lectora de tanta gente. Es más, ojalá muchos pudiéramos poder firmar nuestros libros ante una cola de lectores un día de semana en una casi vacía y desangelada tienda-librería de un centro comercial.              

18 noviembre 2017

CINE: `42' (USA, 2013)


Me gustan las películas de épica deportiva basadas en hechos reales. Intento buscarlas y verlas con interés. Películas que narran hechos extraordinarios que están a caballo entre el deporte y la vida misma. De ahí que '42' se adapte a este tipo de películas que, además, guarda unos matices muy interesantes que la hace especial, distinta a otras del género.

Hablamos en este caso de deporte y segregación racial. En Estados Unidos el béisbol adquirió la etiqueta de "deporte de blancos", claro, hablamos de los años cuarenta en los que la población negra no contaba con derechos universales. Por tanto, para la práctica totalidad de la población era una osadía que su deporte tótem, su deporte estrella, que es una forma de religión y de vida, se viera contaminado por una piel manchada. A ello había que sumar que al negro como deportista se le consideraba un ser muy limitado (ya vemos hoy día la razón que tenían), por mucho que Jesse Owens humillará en su propia casa a la mismísima raza aria. Pero el béisbol era otra cosa, nada que ver con el atletismo, que a fin de cuentas no es más que un deporte básico y universal. El béisbol para los americanos es pasión, y como decía, vida y religión. 
     De ahí que cuando un joven negro llamado Jackie Robinson aparece en las ligas menores provisto de un talento especial para este deporte se transforme todo, con la ayuda -que siempre la hay- de cuatro blancos que, por unos intereses o por otros, consideran que quien vale para este deporte vale; y si aporta buenos cuartos mucho mejor. Y es así como lo comprendió un potentado del deporte, dueño de dos equipos, uno que podría considerarse como un filial y el grande, el profesional, perteneciente a la élite de este deporte, los Dodgers de Broklyn. Un jugador negro que lo fue todo en este deporte, pero que como es de suponer no lo tuvo nada fácil, ni dentro ni fuera del vestuario.
     Pero, al margen de toda esa historia épica y de segregación racial, ¿qué me ha gustado de esta película? Varias cosas. La buena dirección y los diálogos, excelentes diálogos. Una dirección y un guión que no cae en un sentimentalismo empalagoso, pecado de otras con temática racial. Todo lo contrario, se expone tal y como es, o como debió ser: una masa amorfa y cerrada que no quiere saber nada de negros y unos cuantos blancos con un enorme sentido común y muchos gramos de coherencia. Una lucha racial de hace aún pocos años que a día de hoy no ha visto su final en Estados Unidos por mucho presidente negro que haya tenido. 
    Una peli muy entretenida, bien hecha, bien interpretada (fabuloso Harrison Ford) y muy aconsejable para el fin de semana (o cualquier otro día).   

16 noviembre 2017

KEPLER, EL GENIO INTUITIVO

Resultado de imagen de kepler     Johannes Kepler el genio intuitivo. Cuando leí la excelente biografía que escribió Koestler sobre este gran personaje nacido en Alemania el 27 de diciembre de 1571, en cada página mi admiración se multiplicaba. Su impresionante e intuitiva teoría sobre los movimientos elípticos de los planetas alrededor del sol, cuyo esfuerzo intelectual hubo que compartir con la constante inventiva para alejar a su madre de la hoguera, dada la mujer a nigromancias y pócimas, al parecer, en una época muy turbulenta de la historia de la vieja Europa. Que Poe reparara en él y su obra en Eureka no es más que una construcción perfecta de esos anillos intuitivos. Y leo en estos días que también compartió su afanoso tiempo con la escritura de una novela "Somnium", a la que dedicó parte de su vida.
Resultado de imagen de kepler de koestler     Kepler, como intelectual y como científico siempre me ha impresionado. Escapa en buen grado al típico científico encerrado permanentemente en su estudio o lugar de observación. Como persona con enorme intuición se dejó arrastrar por otros aspectos ajenos a la ciencia, por ejemplo, la literatura y la religión. Todo eso me quedó muy patente cuando leí esta magnífica biografía literaria, pero sobre todo la constatación del genio que intuye e imagina previamente lo que otros años más tarde confirman. Esa, en mi opinión, es el verdadero hecho diferencial de este astrónomo y matemático con otros genios contemporáneos suyos o no. Y gracias a esa intuición, hoy día una estrella -en realidad una Supernova- recibe su nombre, la cual pudo ser vista a simple vista durante mucho tiempo en su época, gracias a su aportación. Fundamental también es su capacidad de predecir el tránsito del planeta Venus.
     Pero como decía, hubo de enfrentarse en varios tribunales a través de varios alegatos, para defender a su madre acusada de brujería, en una época en la que la radicalización religiosa en Europa era sobresaliente. Uno puede imaginar al genio encerrado en su interior mental observando el universo cada noche, mientras que de día debía de reservar fuerzas para convencer a varios tribunales de que su madre no era la bruja que éstos afirmaban que era.
     Toda esa trayectoria vital está perfectamente explicada en este libro del escritor húngaro. Una de las mejores biografías literarias que he leído y que aconsejo.          

15 noviembre 2017

CORRER Y CORRER, COMO CONCEPTO EXISTENCIAL


Comenzaba esta tarde el rito anual de "recuperar" la ropa técnica de invierno y guardar la de verano. Este rito, observo, lo llevo a cabo en los últimos años mucho más tarde. Recuerdo cuando lo iniciaba recién comenzado octubre, pero ahora hay que entrar casi en diciembre. Otro dato empírico que demuestra lo cierto del cambio climático. Y, sin embargo, aún no significa que deba utilizar mallas y chubasqueros u otras prendas que abriguen del frío. Puedo juraros que el otro día tuve la ocasión de cruzarme con un corredor que iba enfundado en ropa de invierno avanzado y casi me dio calor al verlo. Yo, en cambio, vestía el mismo pantalón corto técnico de verano y tan solo una primera capa de manga larga, y aún así me sobraban las mangas. O el caso del del primer domingo de noviembre, con motivo de la celebración del Medio Maratón de Motril, en el que pude correr cómodo con la misma ropa técnica que he utilizado en julio y agosto. Y de eso quería hablar en esta entrada -no de la ropa, que tan solo ha servido como introducción- sino de ese medio maratón y la importancia que tuvo para mi fuero interno haber participado en él y haberlo acabado con buenas sensaciones, aún a sabiendas de que mi marca iba a estar muy por encima de la habitual -como así fue-, pero eso no importaba en absoluto.
   Importancia que años atrás no vislumbraba y eso es así porque el correr no es solo una actividad deportiva, sino un concepto de vida que se te pega a la misma allá donde vayas, casi como el respirar. O si no como el respirar sí como una aseveración que forma parte de tu psicología y la percepción que tienes del mundo, es decir, de tu filosofía ante el mismo. De ahí que fuera tan importante que estuviera en esa carrera. Algo así como si te hubieran entregado hace años varios boletos, sin los cuales no podrías sobrevivir, y observas de pronto que se te van agotando y necesitas ir a por más. Así que yo fui a por más a esa carrera y, sí, me traje conmigo un buen puñado que si bien no me servirán eternamente, sí para seguir sobreviviendo otro tiempo. Hubo un tiempo en el que me sobraban boletos. Es más, los regalaba de tantos que tenía, pero últimamente no puede tener esa prodigalidad.     
     Podría parecer que necesitara demostrarme a mí mismo que necesitaba acabar un medio maratón tras haber corrido en lo que llevamos de año -y ya está finalizando- tan solo uno allá por el mes de marzo, pero no se trataba de eso, entre otras cosas porque a estas alturas es absurdo que deba demostrarme a mí mismo que puedo acabar bien físicamente tras veintiún kilómetros. No, el asunto era mucho más complejo. Más espiritual. Más filosófico, como venía a decir antes.
   Algo así como quien siendo bailarín toda su vida, necesitará saltar a la pista de baile para volver a reencontrarse. Porque hemos de saber que lo que se consiguió no se hizo para siempre y que la vida no es otra cosa que una constante pérdida. De ahí que cuando la organización colgó mi foto de la entrada a meta optara por mirarla una y otra vez casi con ternura y emoción en la mirada, cuando años atrás eso no era más que una cursilería egocéntrica y rutinaria.     

03 noviembre 2017

NUEVO PROYECTO LITERARIO A LA VISTA: UN POEMARIO

    Amigos, os expondré aquí, de la forma más breve posible en qué consiste este proyecto de poesía, que ya está completamente acabado y listo para enviar a la editorial. Cuando digo: listo para enviar a la editorial, no significa que lo estén esperando como agua de mayo, entre otras cosas porque tan solo me he puesto en contacto con una, que edita de manera tradicional y que tras leerlo el editor todo fueron parabienes en la más de media hora de conversación telefónica. Pero hemos de tener en cuenta varias cosas: se trata de poesía, quizá el género literario que menos se venda y que es un poemario de un autor desconocido en este mundo poético -yo- y muy poco conocido en el ámbito literario. Por tanto, ¿qué editor va a querer gastarse los cuartos ante semejante panorama por muy sobresalientes que sean los poemas (éstas últimas, palabras del editor)? Panorama que también es triste en el ámbito literario general en este país, en el que la mayoría que escribimos no vendemos demasiados libros. Por tanto, solo quedan dos opciones: que lo publique esa editorial con una tirada inicial de mil ejemplares y distribución en todas las librerías importantes del país -insisto a la única a la que me he dirigido- con la que tendría que colaborar comprando equis ejemplares o bien, seguir con mi formula inicial de hacer una edición personal numerada con una tirada bastante reducida. Porque, ¿para qué 1000 ejemplares cogiendo polvo en los anaqueles de las librerías o lo que es peor, en el fondo más triste de un almacén? No, nada de eso. Mejor adaptarse a los nuevos tiempos y optar por la segunda vía, que conlleva la posibilidad muy interesante de poder imprimir todos los ejemplares una vez se agota la primera edición -si es que eso ocurre-, bajo demanda y a un precio muy razonable. Por tanto, dicho esto, paso a explicaros la esencia de esta obra, por si fuera de vuestro interés: 

     El título no ha sido fácil de determinar, suponiendo que ya esté determinado. Han sido muchos los quebraderos de cabeza para encontrarlo, dada la manía mía de buscar el título entre los versos del poemario, algo que también ocurre con los títulos parciales de cada una de las cinco partes del mismo. Tras barajar varios títulos y consultarlos en las redes sociales -gracias por vuestra colaboración- con amigos, con mi mujer y con la almohada, he optado por éste: 

ME IRÉ CON EL PRIMER VIENTO 

     Sí, es poético. Pero también conlleva algo que está muy dentro de mí, que es la constante manía de irme -metafóricamente hablando- y reinventarme. No es completamente seguro que sea el definitivo, pero casi. Como decía, el libro contará con cinco partes o libros, cada uno con un título que es un verso extraído de alguno de sus poemas. Así que tendrá un total de 80 poemas -algunos más largos que otros y otros seriales- y contará la inestimable colaboración de Roberto Torices, fotógrafo muy imaginativo y creativo y cuyas fotografías en blanco y negro me gustan sobremanera. Cada libro o parte llevará una fotografía relacionada con el título del libro en la medida que eso sea posible y, probablemente, también la portada podría llevar una fotografía en color. Además, me atrevido a insertar un dibujo propio, yo que no tengo ni idea de dibujar. Por tanto, os cuento: 

   LIBRO PRIMERO: ¿De quién hablo si no es de ti?

     En este primer bloque que cuenta con un total de 23 poemas, se podría decir que es el primigenio. Es decir, la poesía que estaba en su mayoría previamente escrita.

 LIBRO SEGUNDO: Hoy la lluvia no dejará que observes tus manos
(Descubriendo al poeta renacentista Florensi Della Ponte)

     En este segundo bloque o libro hay todo un descubrimiento, que no es otro que mi 'after ego', un poeta que comenzó a aparecer por las redes sociales y que rebuscando en su origen, podría ser un antepasado renacentista. Contará con 18 poemas, casi todos muy recientes.


LIBRO TERCERO: Tan solo el crepitar de mis zapatillas al hender las hojas secas

     Como la mayoría de mis lectores sabe, el correr y yo como corredor está siempre presente en mis obras. Es raro que esté en la poesía, pero está. No me digáis cómo lo he conseguido, pero han salido seis poemas, uno de ellos -Salid a correr-, ya publicado en mi anterior obra "Corriendo entre líneas". 

LIBRO CUARTO:  Habladme de otros mundos

     No es un libro fácil de calificar. Y eso es porque es posible que no sea muy calificable. Otros mundos en un sentido metafórico o, tal vez, real, nunca se sabe. Otras dimensiones, otras creencias, otras inquietudes, muy simbólico... Es el más extenso, ya que consta de 29 poemas.   

LIBRO QUINTO:  Estrafalaria.

Este libro surgió casi como necesidad. Me explico. Había un puñado de poemas -cinco solo- que no quería dejar de publicar, pero que contaban con el inconveniente de no "casar" bien con el resto. Son humorísticos, sarcásticos, estrafalarios...De ahí el título del libro. Y sé que sorprenderán.


Hasta ahí puedo contaros. Ya solo falta que se concrete con portada, maquetación, ISBN y todas esas cosas necesarias que hacen que se convierta en un libro físico, si bien también contará con una versión digital.
Espero que esta información os haya aportado algo acerca de cómo será  este nuevo libro y que, por su puesto, espero sea de vuestro interés. 


      

29 octubre 2017

COMO DORIAN GRAY (TEXTO INCLUIDO EN CORRIENDO ENTRE LINEAS -EDITORIAL LEIBROS. 2017-)



     Tras la cuarta salida a los caminos después de la última lesión, parece que mi faceta como corredor se está normalizando. Después de la última salida del mes de octubre, el pasado viernes, primer día de noviembre, volvía a hacer treinta minutos por los caminos y carril─bici paralelos a la circunvalación de Granada.
     Al día siguiente, pasadas las dos de la tarde del día dos de noviembre, me atrevía con una ruta más dura y más larga que transcurre desde el pantano del Cubillas a Caparacena, para volver por el mismo camino. Nueve kilómetros que han supuesto una prueba de fuego a mis dolencias, siendo éstas, por ventura, inexistentes. De ahí que ya pueda ir entonando una nueva victoria contra las lesiones, sin que aún deba entonar la canción demasiado alta.
     Otras facetas del correr están ausentes, lógicamente: la falta de ritmo, la irregular respiración.... Todas esas cosas que se pierden fácilmente tras meses de inactividad. Pero es placentero volver a trazarse una nueva meta y seguir avanzando. Lo peor que le puede pasar a un corredor es lesionarse. Todo lo demás: la falta de forma, la falta de tiempo, la falta de ganas, la climatología, el ajuste de comidas... Todos esos aspectos mundanos no importan ni impiden poder correr. En cambio, las lesiones te dejan completamente seco y vacío.
     Yo podría firmar ahora mismo un hipotético pacto con el diablo, y erigirme en un nuevo Dorian Gray, en el que renunciaría a competir o a no hacer tiradas kilométricas largas, a cambio de que se me permitiera correr casi a diario ¿No creéis que sería un buen pacto?
     Porque poder correr, poder hacer deporte, para muchos de nosotros, es un antídoto contra muchas cosas que nos rodean. Y si nos eliminan ese antídoto, nos hallamos inermes. Todos los que corremos sabemos que correr es sinónimo de libertad. Desplazarse a través de senderos, de caminos, de calles, es un privilegio en los tiempos que vivimos.
     Muchos otros preferirán lucrarse, corromperse, castigarse el hígado o los pulmones, amasar fortuna por mero placer. En cambio, para nosotros lo importante es que no nos falte ese antídoto. Cuestión de gustos.


25 octubre 2017

LIBRO: NOVELA DE AJEDREZ (1941). AUTOR: STEFAN ZWEIG.

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     Stefan Zweig (Viena, 28 de noviembre de 1981- Petrópolis -Brasil-, 22 de febrero de 1942) fue un escritor e intelectual judío nacido en Austria. En la Austria que ocuparon las tropas nazis de Hitler. Por tanto, ni que decir tiene que hubo de salir por piernas, dado que ya es conocido que los regímenes dictatoriales procuran atenazar en primer término a intelectuales, escritores, artístas y otras personas de alma y expresión libre, las cuales -como es lógico- son las más críticas y contrarias al régimen opresor. Por tanto, nuestro buen escritor hubo de coger las maletas, por su doble condición de intelectual y judío. Por aquel entonces ya contaba con un enorme prestigio en Europa y el continente americano, que  fue donde acabó, curiosamente en Brasil, lugar en el que se suicidó, al parecer, al comprender que no había salida para Europa tras la invasión nazi, aunque sí la hubo, como todos sabemos. 

    Su obra es amplia, no ingente, pero sí amplia, dado que como buen intelectual no solo se dedicó a escribir sino también a arengar con conferencias e intervenciones públicas. Una de sus novelas más famosas es la que vengo a glosar aquí "Novela de ajedrez", una novela corta de no más de cien páginas que escribió un año antes de fallecer, que he devorado en un par de tardes y que en consonancia con la crítica es merecedora de elogios por mi parte. Una técnica narrativa muy depurada y un asunto, con el ajedrez de fondo, que engarzar con dos mundos opuestos: el del un campeón mundial en la ficción llamado Mirko Czentovicz, negado para toda actividad intelectual que no sea el ajedrez, y el misterioso Señor B., un tipo curioso, perteneciente a una alta estirpe familiar austriaca perseguida por la GESTAPO y que arrastra una relación con el ajedrez neurótica harto curiosa. Relación que el buen escritor austriaco desarrolla muy pormenorizadamente en esta breve novela que responde a la máxima que la calidad literaria nada tiene que ver con la extensión. Por tanto, si estáis interesados en la literatura europea de la primera mitad del siglo XX, no debe faltar entre vuestras lecturas esta novela, que a mí a nivel personal me ha parecido muy interesante, además de ilustrativa sobre un periodo histórico concreto que hay que superar, pero no olvidar.  

24 octubre 2017

LA DESPEDIDA (RELATO INCLUIDO EN EL LIBRO CONVERSACIÓN EN LA TABERNA Y 41 RELATOS)

LA DESPEDIDA 

     Cuando Roberto miró para atrás comprendió que no tenía que haberlo hecho. Fueron tantos los recuerdos que se agolparon de pronto en su mente que tendría que haber evitado que afloraran. Pero no pudo evitarlo. Se dijo que tan sólo lo haría una vez: echaría un pequeño vistazo y, luego, no volvería a mirar de nuevo. Pero bastó con esa sola mirada breve para que el torrente salvaje de los recuerdos se le agolpara de pronto en las sienes y las hicieran casi estallar. En ese momento no quiso mostrar ningún tipo de debilidad porque siempre había odiado mostrar sus sentimientos en público. No por el hecho de haber nacido hombre, nada de eso. Tan sólo se trataba de una simple convicción estética. Cuando era pequeño había visto a mucha gente exponer ridículamente sus emociones en público y siempre había visto todo eso con desagrado. Principalmente, siempre le había parecido poco estético mostrar esos sentimientos en los cementerios. Era comprensible llorar a lo que se marcha, a lo que se marchita, a lo que ya jamás se va a volver a ver, pero de ahí a montar un espectáculo delante de conocidos y desconocidos había un abismo. Y él, precisamente, se encontraba en ese momento en un cementerio; y fue en ese lugar, cuando ya salía hacia el exterior, en el que había osado mirar atrás,no pudiendo evitar soltar alguna lágrima. Habían sido tantas las horas juntos, tantas las aventuras y las desventuras,tantos los viajes realizados en su compañía,tantas las visitas al taller...,para acabar siendo desguazado en aquel triste cementerio de coches a la salida de la ciudad.

22 octubre 2017

CORRIENDO ENTRE LÍNEAS (EDITORIAL LEIBROS, 2017): PRIMER CAPÍTULO ÍNTEGRO



Amigos, es para mi un placer poner a vuestra disposición lectora el capítulo I íntegro de Corriendo Entre Líneas", el cual está dividido en CINCO textos independientes:
         ·         No hay tiempo para el deporte
         ·     Soy corredor
         ·         Hasta donde el correr te lleve (o la magia de correr)
         ·         El “oficio” de corredor
        ·         El correr y su grandeza

               ¡ Espero que sea de vuestro interés!



NO HAY TIEMPO PARA EL DEPORTE

     Cuando llega el momento de los reconocimientos médicos en mi centro de trabajo, en ocasiones, aparece el pánico, la decepción o la frustración. En esos días todo el mundo sale algo tocado e, invariablemente, los médicos aconsejan ejercicio, dieta hipocalórica y vida sana en general. No estoy rodeado de obesos o dilapidadores de salud ─aunque alguno que otro hay─ pero, sí, en muchos casos ésta deja mucho que desear. Y es, entonces, cuando llegan las inquietudes, las propuestas e intenciones de hacer más ejercicio y llevar una vida más saludable, aunque, lamentablemente ese impulso no dura más de una o dos semanas. Y, claro, al año siguiente vuelven las malas noticias, aderezadas además de más alarmismo porque se es un año mayor y, en ocasiones, se está algo más ancho.
     Al poco tiempo de iniciar un plan sano, casi todo el mundo vuelve a su rutina diaria y si se anduvo durante unos días o se nadó e, incluso, ─en el menor de los casos─ corrió, todo eso pasa pronto al olvido, justificando la mayoría no tener tiempo para hacer deporte. Es decir, ¡que no se dispone de media hora diaria y una hora los fines de semana! Ésa es una frase preconcebida que cada día creo menos. Todo el mundo dispone de tiempo para hacer deporte si su motivación es alta y su hábito estable, pero ocurre que siempre se posterga ese rato dedicado al mismo y, en cambio, se da prioridad a lo más ínfimo, entre lo que se incluye estar haciendo zapping durante más de media hora o lo que es peor, incluso, deteniéndose un rato en Tele5, por aludir tan sólo a los casos más extremos.
     Se piensa ─o al menos a mí me lo dicen─ que los que corremos por afición lo hacemos porque estamos dedicados a ello. Pero no es verdad. Ni estamos dedicados a ello por obligación o profesión alguna, ni nadie nos obliga. Nos obligamos nosotros mismos. Es más, en ocasiones, ─suelo decir─, en mi caso, para poder sacar una hora para correr tengo que salir a horas intempestivas o no habituales y renunciar a otras cosas importantes. De hecho, sin ir más lejos, hace poco, sabedor de la complicación de la agenda, corrí durante once kilómetros a las tres de la tarde, no bajando el termómetro de los treinta grados. Pero lo más curioso es que corriera esa distancia en menos tiempo del previsto, a pesar del fuerte calor. Si yo puedo, todo el mundo puede hacerlo o al menos intentarlo, aunque me temo que eso debe formar parte del libre albedrío de cada persona, de su debate interior. Es lo que siempre me decía cuando me encontraba en los albores atléticos. 

SOY CORREDOR
     Comentaba en algún sitio que lo importante es que llegue el día en el que digas sin fisuras y con convicción espartana: soy corredor. Pero ese momento no llega ni de manera automática, ni como resultado de una metamorfosis mental inmediata. Ese día llega porque así lo has experimentado y así lo sientes como consecuencia de un proceso continuado. Antes de eso, todos hemos jugueteado en alguna ocasión con esa presunción, afirmando en la primera ocasión que se nos ha presentado: “soy corredor”; probablemente porque haciéndoselo saber a nuestros interlocutores nos reafirmamos más en ese papel que anhelamos. En otras ocasiones, cuando aún estamos en esa fase indiciaria previa a ser corredor, nos hemos acercado a alguna tienda especializada y nos ha elevado sobremanera vernos inmersos en viva charla con otros corredores que sí lo son. Hemos preguntado por una marca y modelo de zapatilla técnica y cuando nos ha sido entregada, nuestras cejas se han enarcado como queriendo transmitir criterio y conocimiento acerca de la mercancía solicitada. Incluso, es posible que a la primera de cambio nos hayamos sorprendido intercambiando opiniones sobre carreras que, en algunos casos, no hemos corrido pero que pretendemos hacerlo en breve. Hemos escuchado a dos corredores hablar de la última maratón en la que han participado y en nuestro fuero interno nos hemos sincerado con nosotros mismos diciendo que aún estamos lejos de esas metas.
     En otras ocasiones hemos acudido a comprar algún producto idóneo a algún herbolario, de esos que a veces solemos comprar los corredores, y no hemos dudado un segundo en decir al dependiente o dependienta que nos dedicamos a correr. O, incluso, en ese afán de convertirnos en corredores rápidamente hemos sido presuntuosos con nuestra delgadez cuando alguien nos ha comentado que nos ve más delgado. “Es porque soy corredor”, solemos responder. Son fanfarronadas inocentes e útiles que ayudan a crecer, como siempre mantengo.
     Y qué decir cuando nos hemos ido apartando de manera voluntaria de fastos y farras, ante la extrañeza de nuestros amigos o pareja por nuestra decisión de prescindir de aquella fiesta o esta boda, esbozando una sonrisa, al tiempo que diciendo aquello de que “no voy a ir porque no bebo y, además, me es muy molesto el humo del tabaco. Es más, mañana tengo que entrenar”. Y eso no es ficción, ya que a todos los corredores (o a casi todos) tarde o temprano nos ocurre. Un conocido mío, gran corredor, incluso pactó con una hermana si habría sala de no fumadores en un evento familiar.
       Y también ocurre otro tanto con las comidas. Lo perciben tus compañeros de trabajo en los desayunos o en las cervezas del mediodía. Del suizo mixto que pedías habitualmente pasas a la media tostada de pan integral con aceite; y del tubo de cerveza pasas a la cerveza sin alcohol. Y claro, ellos que aún no saben que corres de manera cada vez más regular acaban por preguntarte el porqué de tus nuevos hábitos alimenticios.
      Y toda esa travesía del desierto es la que, sin tu saberlo, paso a paso, te va convirtiendo en corredor, así que cuando ya lo eres todos esos hábitos inusuales, que quienes te rodean a veces censuran, son tu mejor carta de presentación.
     Es con el movimiento, la dedicación y el ejemplo cuando todos comprenden y acaban por respetar que eres corredor, con todo lo que eso conlleva. 


HASTA DONDE EL CORRER TE LLEVE (O LA MAGIA DE CORRER)


Hasta donde el correr te lleve. Esa es la frase que mi mente buscó la otra tarde cuando me disponía a recorrer mi ruta de diez kilómetros. Y no es porque haya leído ─ni creo vaya a leer─ la exitosa novela de Susana Tamaro: “Donde el corazón te lleve”, sino porque hay días en los que correr se convierte en algo extraño y misterioso. Es como si un hipotético disco duro interno perdiera de pronto su memoria y se pusiera a cero. Tal vez una siesta demasiado extensa, una noche corta por mor del buen cine y la buena lectura o el calor propio del duro verano, que te golpea como un mazo. Fuere el motivo que fuere, lo cierto es que correr en condiciones tan adversas se convierte en un duelo titánico. En estas circunstancias, corres porque debes, no porque quieres. Las piernas pesan casi tanto como el alma, duelen las rodillas ─algo que en mi caso pocas veces ocurre─, sientes pinchazos en los gemelos ─algo que en mí caso sí es frecuente─, duele hasta el cuello y, probablemente, hasta las cejas. Es entonces cuando pongo el piloto automático (piloto automático: dícese cuando eres consciente de que tu cuerpo y tu mente no funcionan y dejas llevarte con voluntad nula por un mecanismo invisible) y delegas en el camino para que él guíe tus pasos (delegar que el camino guíe tus pasos: dícese cuando consciente de que tu voluntad es nula y ya has accionado el piloto automático, dejas que el camino sea el que te lleve a su manera). Y es eso lo que hice. O eso o detenerme y dar la vuelta, porque en estos días te sientes el corredor en ciernes que fuiste y como el disco duro se ha reseteado ya no recuerdas ni lo que has corrido ni durante cuántos años lo llevas haciendo. Y, claro, correr en estas circunstancias donde el olvido se apodera de todo es una tarea casi imposible. 
     En días así, mis pasos son torpes y no alzo apenas las piernas; de hecho, voy arrastrando cualquier piedra del camino por poco protuberante que sea y comienzo a comprender que el paso de los kilómetros no va a solucionar nada, mientras que el Forer[1], que tienes programado para que emita un agudo sonido cuando vas por encima de los cinco minutos y cuarenta segundos el mil[2], comienza su particular banda sonora. Definitivamente, te sientes el corredor más miserable sobre la tierra. Hasta que movido por una necesidad fisiológica ─en verano siempre me detengo a hacerla a los dos o tres kilómetros de iniciada la ruta, porque me atiborro de isotónico para hidratarme cuando no llevo correa de hidratación─, te detienes en la mitad de la nada, con más ánimo de reflexionar que de cumplir con la necesidad fisiológica. Observas el paisaje a tu alrededor, en el que las altas alamedas y los campos de cultivo de la Vega[3]  se arremolinan en torno a las frescas y correosas acequias de trazado nazarí, y saciada la necesidad fisiológica vuelves al camino. Detectas entonces que la mente ya va rigiendo y que las piernas se van alzando. Van desapareciendo los micro dolores de rodillas y gemelos y el piloto automático se desconecta por su cuenta; y la tarde que es oscura porque el sol ya casi ha perdido el pulso con el ocaso, de pronto se vuelve resplandeciente. Llegan las buenas sensaciones y con ellas la reconciliación. El sonido agudo del GPS desaparece de pronto y pareciera que ya no existieran piedras en el camino. Ya no pesan las cejas ni el alma. Quedan tan sólo cuatro kilómetros de ruta, pero éstos se convierten en deliciosos. Una vez más la magia de correr se ha impuesto. Y renuevas tu pacto con este deporte.
  
EL “OFICIO” DE CORREDOR

     Llega un momento en la vida del corredor en el que la actividad de correr casi forma parte de su ADN y lleva a cabo su cometido de manera tan espontánea como cepillarse los dientes. En mis inicios, tuve la ocasión de entrenar algunas veces con un corredor que atesoraba mucho oficio en sus piernas. Mientras corría llevaba a cabo varios ritos simultáneos: sacaba un pañuelo para enjugarse la nariz, conectaba su aparato de audio portátil como lo haría estando cómodamente sentado en un transporte público, se ajustaba la cintilla del pantalón técnico; y todo ello al mismo tiempo que hablaba conmigo, como si estuviera dando un plácido paseo, de manera que mientras yo iba algo más que tocado tras ocho o diez kilómetros recorridos, él estaba tan fresco que pareciera comenzara a rodar. Así que me pregunté con sinceridad descarnada si algún día podría yo llegar a interpretar esa forma de correr, que es muy similar a una forma determinada de interpretar la vida.
     Y pensaba en ello en la tarde de ayer por las circunstancias que ahora me dispongo a contar. La idea era llevar a cabo entre quince y dieciséis rocosos kilómetros en una ruta previamente elegida, pero lo cierto es que me encontraba bastante cansado y me quedé dormido como un lirón tras comer frugalmente, de manera que cuando desperté a las seis menos cuarto de la tarde constaté que ya no sería posible hacer esa ruta porque mientras me preparaba e iba desde mi domicilio en Granada hasta Pinos Puente[4] transcurriría más de media hora. Así que, casi vistiéndome por el camino, opté por hacer otra más corta, la que transcurre entre Pinos Puente y Caparacena[5], con una distancia entre ida y vuelta de nueve duros kilómetros. Posteriormente, sí aún clareaba el día, podría añadir un par de kilómetros más, incluyendo un irregular y roto camino entre olivos. Y fue en esas circunstancias cuando comprobé que ya este corredor va atesorando algo de oficio porque sin él es muy difícil soportar la presión psicológica de pasar de la nada más absoluta, y aún adormilado, a hacer casi once kilómetros, teniendo en cuenta que ya sería de noche alrededor de las siete horas y diez minutos de la tarde en esa época del año. Probablemente sería por ese motivo por el que sentía las piernas livianas y la energía intacta, a pesar de que la digestión no había acabado de hacerse por completo. Así que cuando volvía de Caparacena, en el kilómetro cinco, aún veía en el horizonte los últimos rayos de sol porfiando con su brillo y remisos a abandonar el día, valoré que con suerte aún podría añadir esos dos kilómetros por entre medio de los olivos que tantas satisfacciones me dieron en su día cuando los descubrí y aún creía que correr consistía en rodar algo más de cuatro o cinco kilómetros, dos o tres veces por semana.
     Por lo tanto, al comprobar que la tarde había sido provechosa, a pesar que pintaba mal al principio, me sumí en una amalgama de excelentes sensaciones y disfruté enormemente de esta faceta que supone correr, y a pesar de que rodaba a un ritmo bastante vivo, incluso, por debajo de cuatro minutos treinta segundos el kilómetro en muchos tramos, agradecí la visión que me ofrecía la puesta de sol, por detrás de las casas más altas de Pinos Puente, al tiempo que pensaba en aquella milenaria tierra que se abría ante mi paso. Desde luego que ayudó y estimuló el excelente trabajo del grupo español de heavy metal, Avalanch, que en ese momento tronaba en el iPod.
     Y así se lo conté a mi amigo Paco[6]  ─que su afición futbolera le está apartando por ahora de las carreras dominicales─, sabedor que estas sensaciones y estos lugares que elegimos para correr le son tan próximos y queridos como a mí.
     Cuando volvía en coche hasta Granada, mientras escuchaba la BSO de la tercera película de la trilogía de “El Señor de los Anillos”, pensaba que los corredores contamos con un preciado don, que estando tan al alcance de la mano de todos nosotros resulta increíble que la mayoría de la gente no lo aprecie, por desconocimiento o por inanición.
     Mañana estaré en Loja[7] y será una carrera dura de unos trece kilómetros, si bien a estas alturas de la tarde tengo dudas de cómo la plantearé. Lo más importante es que sirva para el entrenamiento planificado que estoy llevando a cabo para el Maratón de Madrid, pero qué duda cabe que si percibo buenas sensaciones la abordaré competitivamente, intentando bajar algo la marca de la edición anterior, si bien las cuestiones sobre marca y crono están siempre en un segundo plano cuando hay tanto disfrute de por medio. 

EL CORRER Y SU GRANDEZA

     No sé si somos de otra pasta, como decía Rafa Bootello[8]. Pero, sí, es cierto que no somos demasiado normales. Una persona normal ─que también lo somos en esencia en casi todo lo demás─, por lo general, no suele madrugar un domingo, haga calor o frío, y coger el coche para desplazarse a otra ciudad o pueblo con el fin de correr a lo largo y ancho de cuarenta y dos, veintiún, quince o diez kilómetros. De hecho, tampoco es muy común hacer esos kilómetros sin que ni siquiera exista la necesidad de desplazarse. 
     Cuando compraba pan y unas tortas en Guadix[9] tras recuperarme de su exigente Medio Maratón del Melocotón, recién acabada, la dependienta que me atendía reconoció en mí que venía de correr y se interesó por la carrera. “¿Cuántos kilómetros son?”, fue la pregunta que me hizo desde el mostrador de su tranquilo comercio. “Veintiuno” le contesté. “Desde El Bejarín[10] al cruce de Benalúa,[11] debe ser duro”, aseveró la dependienta. “Sí, en esta prueba y en estas fechas aún calurosas de mediados de septiembre todo es duro, pero entrenamos para esto”, ratifiqué finalmente. No era más que una breve conversación entre una persona que no se dedica a correr y otra que sí, aunque sea por mera afición. 
     Paseé un rato por la bella ciudad de la Alcazaba[12] de origen musulmán, de la Catedral[13] barroca, del recuperado teatro romano, del buen pan y de los buenos churros, y pensé en aquella breve conversación; una ciudad que apenas acababa de despertarse, una panadera que vende su pan aún caliente y unos cientos de corredores y corredoras que corren veintiún duros kilómetros. Pero no todos habían acabado aún de hacerlo. Mientras me dirigía al coche a dejar la bolsa de pan y las tortas caseras que había comprado, se daba el hecho casual que junto a donde estaba aparcado mi vehículo se ubicaba el kilómetro veinte de la prueba y que por él aún pasaban con cuentagotas algunos corredores. Eran los que iban a acabar en torno a las dos horas y quince minutos o treinta minutos. Lógicamente, se les veía cansados, muy cansados, pero ilusionados por llegar, ajenos al dios Cronos y a otras cuestiones menores. Animé a cada uno de ellos, y cada uno de ellos me lo agradeció. En particular, recuerdo a una chica bastante gruesa. La observé dando sus agónicos pasos, sin apenas levantar las piernas del suelo y le dije que ni tan siquiera le faltaba un kilómetro ─ocultándole que era uno de los más duros─. Esa chica, con bastante sobrepeso, pero consciente de ello ─de hecho, estaba allí corriendo, tal vez por ese poderoso motivo─, me inspiró heroicidad y convicción, pero también ternura. A esa hora, casi las doce y media de una mañana de domingo y con más de treinta grados, la mayoría de la gente estaba recién levantada, probablemente acicalándose para desayunar tardíamente, o bien, tomarse las primeras cañas, coger relajadamente la prensa del día y sentarse en una vistosa terraza de un bar y ver pasar la mañana dominical. Sin embargo, ella ya llevaba levantada varias horas y allí estaba luchando contra la onerosidad de su cuerpo y su durísimo último kilómetro. Me pareció algo entrañable. Al poco, reconocía a un corredor que vestía la equipación de mi club Esquí-Atletismo Caja Rural de Granada[14]. Se trataba de un conocido, con una edad aproximada a los setenta años, que con paso firme y estiloso se dirigía a culminar su enésimo medio maratón. El crono no importaba. Le saludé y me devolvió el saludo alegremente. A lo lejos les vi a ambos. La chica ya subía en dirección a la Catedral y el compañero de mi club iniciaba la curva hacía la derecha para enfilar los últimos ochocientos metros. Dos héroes silenciosos, que en una calurosa mañana de domingo y por un terreno duro estaban a punto de culminar una gesta.  
     Mientras tanto, en algún lugar, alguien sin mérito alguno ─un político, un monarca o algún otro parásito del sistema─, probablemente a esa hora, ante una cámara de televisión, se bañaba en multitudes a cambio de contar mentiras y hundir aún más el país. Y pensé con tristeza lo injusta que es, en ocasiones, la vida.









[1] Dispositivo GPS denominado Forerunner de la marca Garmin.
[2] En el mundo del corredor es muy habitual utilizar estos parámetros, tipo: cinco minutos, cuarenta segundos el mil. Significa que es el promedio de tiempo necesario para correr a lo largo de un kilómetro dentro de una ruta establecida.  
[3] La Vega de Granada es una amplia comarca de la provincia de Granada. Limita al norte con otra comarca denominada Los Montes Orientales, al este con la comarca de Guadix, al sureste con la Alpujarra granadina, al sur con la comarca del Valle de Lecrín, al suroeste con la comarca de Alhama de Granada y al oeste con la comarca de Loja. Está formada por 41 municipios, incluido el de Granada capital. La mayoría de ellos forman parte de la concentración urbana de Granada (futura área metropolitana).
     En el plano agrícola, se trata de una zona de regadío en la que se ha cultivado tradicionalmente tabaco, lino y cáñamo, si bien sus fértiles tierras han sido válidas para cultivos de patatas, ajos, cebollas, y una amplia variedad de legumbres y frutales.   

[4] Pinos Puente es un municipio de la provincia de Granada de 10.605 (Datos del Instituto de Estadística de Andalucía. Año 2015) habitantes, con una extensión superficial de 92,9 kilómetros cuadrados y con una altitud sobre el nivel del mar de 576 metros. Ubicado a 16 kilómetros al Noroeste de la capital. Su término municipal se encuentra en la comarca de la Vega de Granada, justo en el límite con la comarca de los Montes Orientales. La localidad principal -Pinos Puente- es la capitalidad del municipio y además cuenta con los siguientes núcleos de población: Casanueva, Zujaira, Fuensanta, Trasmulas, Ánzola, Cantarrana-Buenaviesta, Alitaje, Torrehueca-Torreabeca y Búcor. En 2014, el antiguo anejo de Valderrubio, que poseía el estatus de Entidad Local Autónoma, se convirtió en municipio, dejando así de formar parte del término municipal de Pinos Puente.  Su patrimonio arqueológico es antiguo y se concreta en los escasos restos de la ciudad y necrópolis ibero-romana de Ilurco, ubicada en el Cerro de los Infantes, en algunos restos prehistóricos aparecidos en el hoy denominado Polígono Industrial La Molaina y los distintos restos de origen romano y árabe aparecidos en distintos puntos de su término municipal. Lo más reciente ha sido el descubrimiento de, al parecer, un taller de alfarería del Siglo IV o V de nuestra era (en el momento de escribir esta nota aún no hay datos concretos), descubierto con ocasión de la construcción de la conexión de la autovía de Córdoba, en plena vega, junto al conocido como Puente de Alitaje.  
                En el Cerro de Los Infantes, tuvo lugar en el año 1319, la batalla entre las tropas castellanas de Alfonso XI de Castilla y las del rey musulmán de Granada, Ismail I.
                El monumento más importante de la ciudad es el puente árabe sobre el río Cubillas, el cual podría tener origen visigodo y romano. Este lugar también entra en la historia debido al encuentro en este sitio de un emisario de los Reyes Católicos con el navegante Cristóbal Colón. El emisario tenía como misión comunicar al descubridor que Isabel de Castilla y Fernando de Aragón (los cuáles se encontraban a pocos kilómetros, en el lugar que hoy ocupa la localidad de Santafé,  apostados junto a sus tropas a la espera de la rendición y entrega del Reino de Granada por parte de Boabdil, último rey nazarí, también conocido  como el Rey Chico), habían reconsiderado su negativa inicial a capitular en cuanto al viaje que el navegante tenía proyectado hacer para llevar a cabo el descubrimiento de un nuevo mundo que, como sabemos, consistió en el descubrimiento y colonización del continente americano.   
                Es en este pueblo donde nace y vive durante bastantes años el autor de este libro.
[5] Caparacena es un núcleo de población pequeño, dependiente del municipio de Atarfe. A lo largo de su historia ha sido municipio independiente y también ha pertenecido al de Pinos Puente del que dista tan sólo cuatro kilómetros. También a cuatro kilómetros, en dirección norte se encuentra el Embalse del Cubillas.
                Caparacena ha sido un lugar relevante a lo largo de su historia, tanto por tomar el nombre de un título nobiliario, el Vizcondado de Caparacena, otorgado por el Rey Felipe IV en el año 1624 a Antonio Álvarez de Bohórquez y Girón como por su estratégica situación en la Guerra Civil española al estar junto a las elevaciones que forman parte de Sierra Elvira (Cordillera Bética), situada en la comarca de la Vega de Granada. También existen referencias de la existencia de un caudillo árabe de nombre Sawwár h. Hamdún al-Muháribí, natural de esta población durante el auge de la antigua Madinat Elvira (S. VII-X), capital de la Cora de Elvira, cuyos restos arqueológicos se han hallado en los términos municipales de Atarfe y Pinos Puente, no lejos de la propia Caparacena. 
[6] Francisco Cid Alcalá, amigo personal del autor, también natural de Pinos Puente, con el que comenzó a rodar en los comienzos y con el que ha compartido, comparte y compartirá multitud de cosas, ésas que sólo se comparten con los mejores amigos. Aparecerá en varias ocasiones, porque este libro se sustenta en la memoria y es en ésta donde están presentes las personas que rodean al que evoca.
[7] Municipio de la comarca del Poniente granadino. Su amplio término municipal cuenta con más de 20.000 personas censadas y es una de las ciudades más históricas de la provincia de Granada. Patria chica del intelectual e historiador musulmán del Siglo XIV Ibn-Al- Jatib. Localidad ubicada, a mitad de camino de las ciudades de Granada y Málaga. Su prueba de fondo, que es organizada cada año, es de las más apreciadas por los corredores de Granada y provincias limítrofes, pero también una de las más exigentes.
[8] Corredor veterano granadino enamorado de este deporte, a la par que del Granada C. de F.  Buen amigo del autor.
[9] Municipio granadino de 18.928 habitantes (datos del Instituto de Estadística de Andalucía de 2015), ubicado en la parte centro-norte de la provincia de Granada, en la comarca Accitana. Se trata de un enclave con un enorme protagonismo en la historia ya que ha sido lugar habitado por diversos pueblos antiguos a lo largo de la historia. En su suelo se han hallado restos de distintas civilizaciones, siendo de vital importancia la recuperación del Teatro Romano. Posee una enorme riqueza monumental, destacando su Catedral Barroca y su Alcazaba de origen musulmán, además del recuperado teatro romano.   
[10]  Localidad perteneciente al municipio de Purullena (Granada) por la que cual transcurre la prueba.
[11]  Municipio de Granada, a escasos kilómetros Guadix, enclavado en la Hoya del mismo nombre y en la confluencia del Río Fardes.
[12]  Alcazaba de Guadix, construida en torno al S.XI, en pleno periodo de dominio musulmán.
[13] Catedral de Guadix, cuya construcción se inició en el S.XVI y se culminó a mediados del S. XVIII. Estilo barroco.
[14] Club al que perteneció el autor de este libro durante bastantes temporadas. 


El libro está disponible en bastantes sitios. Algunos de ellos son: 


LIBRERIAS PICASSO

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Y si vives en Granada lo tienes en las siguientes librerías:  

NUEVA GALA

LIBRERÍAS PICASSO

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