12 junio 2017

CELEBRACIÓN DEL RAMADÁN EN LOS JARDINES DEL TRIUNFO DE GRANADA. UNA REFLEXIÓN..

Resultado de imagen de celebracion ramadan en la plaza del triunfo granadaEn Granada se ha desatado una polémica importante, a mi modo de ver. El ayuntamiento de la ciudad ha cedido un importante espacio público bastante céntrico, Los Jardines del Triunfo, a la comunidad musulmana de Granada, para que celebren la ruptura de su ayuno. La polémica ha actuado en varios frentes: que se ceda un espacio público para le celebración de esta manifestación a los practicantes de esta religión y que se haya hecho en un espacio que cuenta con diferentes esculturas católicas y cristianas. Esto último se ha interpretado como una provocación.
Y, claro, yo tengo mi opinión. En primer lugar, repasemos lo que dice el artículo 16.3. de la Constitución:  Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. A la luz de este artículo, se concluye que el Estado es aconfesional y no debería de mantener ninguna relación con la Iglesia Católica y las demás confesiones, más allá de la cooperación. Pero, ¿es cooperar ofrecer los espacios públicos para manifestaciones religiosas? No sabría qué decir. Se ceden para manifestaciones católicas y muchos podrán considerar que también que se han de ceder para otras religiones.
Ahora bien, desde mi punto de vista laico, se ha de interpretar que la cooperación con la Iglesia Católica parece estar en un primer lugar, si se lee de manera interpretativa este artículo. Y eso es porque nuestra sociedad occidental se fomentó —para bien o para mal, que ahí no entro- en el catolicismo y, por ende, en el cristianismo. Y porque —también opino— nuestra religión occidental hace tiempo dejó de formar parte de los gobiernos democráticos occidentales y de contar con posturas radicales. No es el caso aún de la religión musulmana, toda vez que muchos Estados que así se proclaman no distinguen entre su poder político y su poder religioso, algo similar a lo que ocurría en Occidente siglos atrás. Además, hay también algo preocupante: el fanatismo, que luego conduce al terrorismo, nacido de las mezquitas.
Dicho esto, considero que una religión puede tener igual derecho a utilizar o no utilizar los espacios públicos (derecho con el que soy crítico y discrepo) si se tratara de una religión inocua, es decir, de una religión que sea tan solo lo que la fe de sus seguidores quiere que sea, sin otras manifestaciones. Sin embargo, cuando se trata de una religión intolerante —y a mí me parece que la musulmana lo es por muchos motivos y no solo por la discriminación hacia la mujer—, que solo considera validos sus principios religiosos, siendo muchos de sus practicantes fanáticos y, en algunos casos, terroristas, me parece mucho más preocupante. Y lo de la intolerancia no lo digo yo, lo dicen muchos de sus imanes con sus manifestaciones, toda esa aseveración de acabar con la fe occidental cristiana para imponer la suya.

Sí amigos, soy crítico con la religión musulmana y este tipo de actos públicos. Es una religión que me parece medieval en un mundo de derechos conquistados. Una religión que desea eliminar los valores occidentales para imponer los suyos propios. Y eso, se diga como se diga, es una actitud excluyente e intolerante.

11 junio 2017

ROMA, LA CIUDAD ETERNA (V)

   
Perspectiva de los FOROS Imperiales. En primer término el de Trajano,
tal vez, el mejor conservado.
 Capítulo aparte merecen el foro o, en puridad, los foros. Es todo un galimatías que no es fácil entender. Tendremos que situarnos históricamente. Inicialmente estaba el FORO en estado puro, el de la primera época romana, la republicana. El FORO era lo que son ahora las plazas principales de los pueblos y ciudades. Lugar en el que confluye todo lo importante de la ciudad, desde los negocios hasta la religión. Pero no debemos confundir el FORO con los FOROS Imperiales. Estos están más o menos juntos al otro, separándolos el Coliseo (Anfiteatro de Flavio) tradicionalmente atravesados por la Vía Sacra, pero hay más restos de foros repartidos por la ciudad. Sí, un galimatías, ya digo. Los foros Imperiales son éstos: El de César, el de Augusto -quizá el mayor-, el de Nerva -desde mi punto de vista, quizá, el más bello- y el de Trajano -nuestro emperador hispalense, quizá, el más conservado-. Al parecer estaban unidos al FORO republicano, pero los "listos" del periodo de Mussolini, crearon una calle o carretera entre medias. ¿Cómo hacer sombra a un dictador? Toda esta extensión es enorme y hay que recorrerla andando (por tanto, amigos, hay que ir en buena forma a Roma), partiendo desde la magnífica y enorme Piazza de Venecia te puedes perder hasta -si tienes forma y no hace mucho calor- el Palatino o, incluso hasta las Termas de Caracalla. Y más lejos aún. Ya sabemos que todos los caminos llevan a Roma. 
    ¿Y qué verás en el FORO o en los FOROS? Muchos verán piedras; otros verán piedras con historia, si van bien empollados o han contratado una visita guiada (es mi consejo), y otros verán belleza arquitectónica. ¿Pero qué vio este viajero? Os puedo asegurar que piedras no, aunque las había por doquier; vi belleza y mucha, mucha historia. Alguna la había empollado (llevo mucho tiempo leyendo historia romana, desde que me enganché con el Derecho Romano en la facultad) y otra me la explicó muy bien la guía italiana que contratamos, una chica espabilada y muy informada, que nos contó cosas que no suelen aparecen en los libros de historia. Así da gusto. 
    Pero este viajero, que es fiel a su mismidad y soledad, no podía dejar pasar la oportunidad (porque no lo hace en ningún sitio que visita y le gusta), de contemplar todo aquello en soledad, los días posteriores. Recrearse en esa historia, en todas esas piedras que tuvieron vida y todas esa vidas que ahora no son más que aire, huesos lo más. Contemplar todo ese "genio" romano, con sus muchas virtudes y sus muchos defectos, que nos fue legado y configuró lo que hoy somos, para bien o para mal. Todo eso se coció ahí, a pocos metros de mis narices, y por eso decía en una de estas crónicas, que a Roma, tarde o temprano, hay que ir. Ir como el que busca a su madre o a sus ancestros, como el que busca explicarse sus propias costumbres, leyes, hábitos y cultura. Nuestra cultura occidental que no nos debe ser arrebatada, heredada directamente de la Gran Grecia de nuestros amados y sabios filósofos. Porque Roma, y antes que ella Grecia y Esparta, fomentaron lo que somos. Pusieron en su sitio a quien intentó arrebatarnos esa entidad e imponer su propia cultura, en mi opinión mucho más ancestral y oscura. Fueron asesinos y sangrientos, sí, y eso es deplorable. Sometieron a otras nacionalidades, cercaron a los arévacos de Numancia durante más de veinte años. Mataron, violaron.. Para al final dejarnos su literatura, su ingeniería, su cultura, su arquitectura, su arte, su literatura, sus leyes, sus obras civiles, incluso sus corruptelas, en fín lo que somos. Nada seríamos sin eso. Siempre ocurre. Cuando una civilización se sabe superior a las otras, no la explica, sencillamente la impone. Así ha sido siempre y es posible que así siga siendo. 

09 junio 2017

COMIDA ANIMAL VERSUS COMIDA VEGETARIANA-VEGANA

Resultado de imagen de comida animal, comida vegetarianaResultado de imagen de comida animal, comida vegetariana     Cuando en mayo de 2015 decidí no comer más animales muertos -que es en definitiva lo que supone ser vegetariano o vegano- me hice la siguiente pregunta: ¿cuántas de las personas que deciden dar ese paso lo hacen por ética animal y cuántas por motivos de salud u otras? No he accedido a estadísticas que lo aseveren, si es que las hay, aunque sí lo tuve claro en mi caso: mi opción era la primera, aprovechándome también la segunda, porque conocía que no todo alimento animal es bueno para la salud. Y cuando dí ese paso, sabía que no bastaría con él sino que tendría que dar otros muchos más difíciles que la mera decisión, que en definitiva no es nada sino viene apoyada por una acción coherente con la decisión misma. 
     Porque somos resultado de una cultura. Vivimos imbuidos en ella, hasta el punto que es muy difícil discernir qué es lo correcto de lo que no lo es. Comer carne en nuestra sociedad occidental está casi en nuestros genes (no tanto en otras) y ese ha sido el factor principal que generación tras generación pocos se cuestionen si es legítimo alimentarse de animales que son sacrificados -brutalmente, en muchos casos-, para ese fin. La sociedad, la industria, el gobierno o nosotros mismos, siempre han sabido "ocultar" todo ese sufrimiento y centrar el objetivo tan solo en ese plato condimentado de carne. De hecho, a mucha gente que come carne de manera habitual le produce rechazo ver un animal muerto colgado en un matadero o una carnicería y aún así lo come  con fruición cuando sale del horno sin dudarlo.
     Yo era una de esas personas. Una de los que creía pensar -más que pensaba- que era horrible que mataran animales para que yo me los coma, pero que no era otra cosa que un mal necesario para poder alimentarme, dando por sentado que no podría hacerlo sino era así. Es el primer error y la primera puerta que se cierra cuando decidimos salir de esa dinámica. Pero hay salida, si bien no todo el mundo la interpreta de igual forma. Todo dependerá de qué signifiquen para nosotros los animales; de qué nivel de sensibilidad tengamos. Como en todo, hay personas que cuentan con un nivel de sensibilidad muy alto y otras que tienen ese nivel por los suelos. A estos últimos les será muy difícil 'abrir los ojos' y, por lo general, tampoco serán críticos con las corridas de toros, la caza o los festejos en los que se maltratan a animales de todo tipo. No obstante, es posible que los veas cuidando a su perro como si se tratara de uno de los miembros más importantes de su familia. Sin embargo, los que están en el grupo de "altamente sensibles" acabarán, tarde o temprano, por adoptar una alimentación lo menos dañina posible contra los animales y muchos de ellos acabarán haciéndose vegetarianos o veganos. Puedo afirmar casi con total seguridad que me hallo en ese grupo, a pesar de que mi cultura y educación desde niño -como nos ocurre a la mayoría- no me haya ofrecido oportunidades apenas discernir.
     No obstante, la gran batalla -por llamarle de alguna manera- está en esas personas sensibles 'a secas' con los animales. Esas personas que gustan de todos, más allá de su mascota. Es quizá en ellos en los que radique una esperanza futura para que acaben por apartar de su dieta animales. Viven en un difícil equilibrio y les falta ese empujón, que hoy día vienen dando Internet y las Redes Sociales, con información a raudales sobre ese maltrato y la alternativa de la comida vegetariana. Pero por encima de todo esto, está la educación, esos mataderos de cristal que deberían de existir en palabras del Nobel de Literatura Coetze que permita conocer a las personas cómo sacrifican a los animales que luego irán troceados a su mesa. Estoy convencido de que si existieran, tres cuartas partes de la humanidad abrazaría en serio la posibilidad de apartar animales muertos de su plato. Y lo que considero definitivo es que exista esa opción en los primeros ciclos educativos, desde la más tierna infancia, pero mucho me temo que los gobiernos, la potente industria cárnica y la sociedad misma no lo van a permitir jamás porque hay otros intereses en juego.    

08 junio 2017

ROMA, LA CIUDAD ETERNA (IV)

La Guardia Suiza del Papa es
como una especia de "Star System"
de la Ciudad del Vaticano. 
    Es cierto que el turismo vulgariza las ciudades. En mayor medida, las más bellas. Sin embargo, no tuve esa sensación en la Ciudad Eterna. O al menos, no como en otros sitios. Pareciera que el inmenso turismo -descomunal, ya dije- se moviera a través de las muchas bellezas artísticas de la ciudad a través de una invisible pared que lo separada de éstas. A pesar de que visitar lugares como la Ciudad del Vaticano se convirtiera en algo casi cómico, dada la ingente cantidad de grupos turísticos con visita guiada, en su mayoría, que confluyen en los mismos espacios. Visitar los Museos del Vaticano era similar a visitar El Corte Inglés el primer día de rebajas: las miríadas de gentío te arrastran como si se tratara de una marea humana babélica y corrías el riesgo dramático de perder a tu guía. Ese hecho, se convierte en tragicómico en la Capilla Sixtina, en la que, unido a la multitud de gente, cada minuto una voz crepuscular surgida de un micrófono exigía no hacer fotos. Casi esperpéntico, la verdad.
     Pero ese gentío es mucho menos apreciable en los lugares abiertos. Por ejemplo, el foro -o foros, depende como lo interpretemos-; pero para eso hará falta algo de imaginación, y que pudiera pasar por el mismo ajetreo que debió de tener la Roma Republicana e Imperial un día cualquiera, toda vez que era el centro administrativo, social, político y comercial de la ciudad, que pudo tener, en su mayor momento de apogeo, un millón de habitantes, una auténtica barbaridad para cómo eran las ciudades hace dos mil años. Por su parte, el inmenso volumen del Anfiteatro de Flavio (Coliseo), que se trata, tal vez, del monumento más visitado del mundo, podría igualmente pasar por ser una de esas jornadas de "Panem et Cirquense", tan propio de la Roma, tanto republicana como Imperial. Ver estos enormes restos arqueológicos de otra manera sería contraproducente dado el gentío existente. Gentío que a este viajero no llegó a agobiar demasiado en estos dos lugares (gracias a esa pizca de imaginación), pero sí en otros lugares como el referido Vaticano, ya digo. Pero no en muchos más, si excluimos el volumen de gente en sitios como la Plaza de Trevi, minúscula para soportar tanto público.   
     Porque hay que decirlo desde ya: el Vaticano podrá ser muchas cosas (eso dependerá de la visión de cada persona), pero sobre todo es un negocio terrenal muy próspero, montado con el material y los elementos de lo espiritual. No otra cosa le inspiró a este viajero el centro universal de la fé cristiana. No experimentó ninguna mutación espiritual ni se sintió especial dichoso por pisar el sagrado lugar donde la tradición sitúa el asesinato, por parte del ejército de Roma y, tumba del primer Papa, el Apóstol con mayor ascendencia sobre Jesús de Nazareth, Pedro. Y es que el Vaticano, al margen de su representación espiritual es un Estado o un Barrio-Estado (nueva acuñación, oigan) dentro de las mismísima Roma, algo muy apreciable en la distinta configuración y limpieza de sus calles y plazas con respecto a Roma. Un Estado con su propia organización, como cualquier Estado. Si los principios básicos del Derecho Internacional Público establecen que para que un país pudiera considerarse Estado ha de contar con estos tres elementos: territorio, organización y población, el Vaticano los cumple, a pesar de que lo haga en dosis minúsculas. Cuenta con su organización política, su policía, su cuerpo funcionarial y hasta su Jefe del Estado, que es el mismísimo Papa. Y unido a ello, goza de una excelente financiación. Por tanto, no hay motivos para pensar que no sea uno de los Estados más prósperos del mundo que, incluso, cuenta con su propia banca. Sí, todo bastante grandioso, dentro de su pequeñez, si bien fue lo que menos interesó a este viajero, al margen del valor artístico de sus esculturas, pinturas, legajos y libros y monumentos. Roma deparaba muchas más sorpresas. (CONTINUA EN ROMA, LA CIUDAD ETERNA (V)      

05 junio 2017

ROMA, LA CIUDAD ETERNA (III)

Calle típica del Trastevere
     Pero también está la Roma decrépita y sucia. Decrépita, no solo por su antigüedad, sino por las diversas trabas administrativas con las que cuentan sus edificios del centro histórico para ser reformados. Este viajero se hospedó en un apartamento que forma parte de un palacio de principios del siglo pasado y las muchas trabas permitían únicamente la reforma del interior del apartamento, eso sí, preservando en el techo un maderamen antiguo, que en verdad, era fantástico.
      Y sucia, quizá, por la mala gestión municipal, que según nos decían sus habitantes era caótica, como suele ser propio en la política actual, donde los cargos de las grandes ciudades no son más que la catapulta a puestos de más realengo dentro del Estado. Y en ese aspecto Italia -sobre todo Italia- no es ninguna excepción.
      Pero también es una ciudad caótica, como antes se decía, devorada por el inhumano tráfico y, en esencia, la nefasta educación en la conducción. Una ciudad en la que los pasos de cebra pasan por ser adornos de las calzadas, sin que tengan otra utilidad. En ese sentido, resultaba casi cómico comprobar cómo los turistas pertenecientes a países más respetuosos en cuanto a normas de conducción se lanzaban a cruzar calles y avenidas por esas líneas blancas -totalmente respetadas en su lugar de origen- mientras los cientos de coches y las miles de motos (Italia es el país de las motos tipo scooter, no en vano inventó la famosa Vespa) los sorteaban como podían. En los pasos de cebra no daban paso ni los propios "carabineri". Podría suponer un importante ahorro de pintura si se propusiera.   
     Este viajero, sorprendido los primeros días, al final sospechó el motivo de esa lógica irrespetuosa, que no era otra que la imposibilidad de dar paso a las miríadas de turistas en grupo que pueden pasar por delante de las narices de un conductor a lo largo del día, no digamos ya un taxi o un autobús público. Sería una espera interminable. Por tanto, el ayuntamiento siguiendo esa lógica ha decidido no dotar con demasiados medios el tránsito de personas, a pesar del enorme volumen de éstas. Son pocos los semáforos para atravesar una vía o avenida y estrechas son también las aceras. Por tanto, si sumamos todo: afluencia masiva de turistas y ciudadanos, volumen de tráfico y esa falta de medios, en ocasiones, andar por Roma se convierte en toda una aventura. Incluso por sus calles más comerciales como pueden ser la vía del Corso o Condotti, de aceras demasiado estrechas para lo que estamos acostumbrados en España en este tipo de calles. Capítulo aparte merecería la convivencia de personas y tráfico en el centro histórico de calles estrechisimas o en el popular barrio del Trastevere, morada de este viajero en este viaje, donde es posible ver la típica imagen de la Vespa sorteando a turistas y propios en calles que parecen heredadas de la Roma Imperial, imagen que siempre ha visto este viajero en anuncios de reclamos turísticos o películas. Sin embargo, esas estrechas calles suelen morir en plazas generosas y totalmente peatonales, porque Roma, ciudad de enormes contrastes,  podría pasar por ser una de las ciudades europeas con las plazas más amplias y artísticas; tanto las plazas en sí, como sus suntuosas y artísticas fuentes, aspecto del que hablaremos más adelante. 
     Sumado a ese caos de tráfico y calles estrechas, habría que incluir lo que también merecería un capítulo propio: el transporte público. Roma cuenta con cuatro medios de este tipo: taxi, autobuses, metro y tranvía (por no incluir los innumerables bus turísticos, que en todo caso son medios privados). Y todos y cada de uno de ellos es en cierto modo un fracaso tanto para propios como para extraños. Los taxis son caros y los taxistas pícaros; los autobuses, impuntuales y masificados; el metro escaso y breve, dada la imposibilidad de acometer obras subterráneas por la riqueza arqueológica; y el tranvía escaso en cuanto a líneas. De esas cuatro opciones, este viajero daría el oro al tranvía, a pesar de su corto recorrido. Unido a ello, tanto el autobús y el tranvía cuentan con un argumento en su contra que nada ayuda: su gratuidad. O mejor dicho, no su gratuidad en esencia, sino la facilidad con la que propios y extraños pueden viajar sin pagar un euro. Al parecer, faltan revisores, a pesar del esfuerzo -que puede leer  o me contaron- que estaba llevando a cabo el ayuntamiento para cerrar esa sangría económica, salpicada también por múltiples corruptelas, amiguismo y un enorme absentismo. (CONTINÚA EN ROMA, LA CIUDAD ETERNA IV)

IDEAL: GRANADA EN LA CALLE (4/6/2017)

Por José Antonio Flores Vera

Granada ha debido caer a lo más hondo de un pozo para que sus ciudadanos decidan alzar la bandera de la reivindicación. Lo que demuestra que la acción política profesional —si la hubiera— no es suficiente. Es más, es insuficiente. Serán los ciudadanos medios quienes al final deban exigir lo que los representantes votados en las urnas no han conseguido, bien por omisión o por una acción errónea, apática o inexistente. Por tanto, procede en este momento hacerse la siguiente pregunta: ¿para qué fueron elegidos? Es la pregunta que llevamos haciéndonos hace algún tiempo en esta provincia tras observar que muchas limítrofes o cercanas avanzan, pero ésta, cada vez más, cae en el olvido. Y esto lleva a otra pregunta incómoda: ¿habrán optado nuestros políticos a sillas en Madrid y Granada, tan solo para tomar asiento? Un asiento perpetuo en muchos de los casos, si observamos la miríada de empresas públicas, consorcios u otros entes seudoadministrativos ocupados por aquellos que fueron elegidos para luchar por esta diezmada provincia pero que, al parecer, se entretuvieron demasiado tiempo luchando por su asiento. Una especie de recompensa por los servicios prestados, quizá, a mi entender, por no hacer demasiado ruido en las sedes casi pastorales de los grandes partidos, porque siempre es incómoda la exigencia permanente en favor de la tierra que te ha catapultado políticamente, demostrando además una especie de coherencia desconocida en política que ignora la preocupación por no salir en la foto. No, eso no es de agrado en los partidos.
            Pero ahí están siempre los ciudadanos para intentar arreglar el desaguisado. Como siempre ha ocurrido. Desde la vieja Roma hasta nuestros días. Si la chusma en aquélla era una fiera, la chusma de nuestros días somos los ciudadanos que vemos como nos roban la tierra que pisamos para transportarla a lugares de más interés económico, político o social, que no lo sé con seguridad.
            En alguna red social le he leído algún comentario a uno de esos políticos —o esas políticas—, hoy día cómodamente instalado en una empresa pública, acerca de que era necesaria esta acción ciudadana y me he sonrojado. Él o ella no, pero yo sí. Y he comprendido una vez más que hay quien sirve para seguir en la brecha sin despeinarse y quién no. Así ha funcionado siempre el mundo.
            Porque hemos de decirlo con claridad: si el ciudadano de esta provincia ha salido a la calle, no ha sido porque sea especialmente conflictivo ni le guste ocupar la Gran Vía cada dos por tres, nada de eso, lo ha hecho porque ya no tenía más remedio que hacerlo, eso sí, empujado por personas como este tal Spirimán, que ha sabido hacer de su reivindicación sanitaria sobre los dos hospitales una especie de catalizador, que probablemente ya no tenga fin. Será hoy el robo sanitario, el ferroviario o el de las sedes judiciales, pero tal vez mañana, se tomará conciencia de otros robos pasados, presentes o futuros y será una sola voz la que salga a la calle. Por tanto, no nos serán tan necesarios los políticos profesionales y la democracia se reconvertirá en la voz del pueblo, que es lo que siempre debió ser.              

03 junio 2017

ROMA: LA CIUDAD ETERNA (II)

   
Plaza principal del foro y palacio senatorial republicano.
Pero Roma es Roma. Y lo será siempre, a pesar del debate eterno en la ciudad entre preservar su historia o apostar por la modernidad. Al parecer, el debate ahora está equilibrado y desde las altas instancias se intenta que convivan ambas posturas. Porque Roma es una ciudad en la que viven casi dos millones ochocientos mil actuales romanos, propios o adoptados, llegados desde todos los rincones del planeta, pero es también la ciudad que acoge cada año a millones de turistas de todo el mundo, los cuales acuden al lugar en el que se asienta de manera definitiva nuestra cultura occidental, al tiempo que es la ciudad que alberga el centro de la fe cristiana mundial. Esos elementos hacen que no pertenezca en exclusiva a sus moradores sino, de alguna manera, a toda la humanidad. Ese hecho favorece en gran parte que aún podamos ver y advertir en sus monumentos y arqueología la metrópoli que albergó el imperio que dominó el mundo conocido. Un dominio que aún destila por los poros de sus piedras en gran parte de su configuración arqueológica, y eso jamás defraudará al viajero, a pesar de que sus foros, su palatino, su anfiteatro de Flavio, su área sacra y sus muchos iconos, que hacen reconocible esta ciudad, no sean más que ruinas en muchos de sus casos, las cuales han debido ser alzadas por medio de delicadas restauraciones.
    Pero está la historia. Pocos hallazgos arqueológicos están tan confirmados en el mundo gracias a esa historia escrita de manera transversal por sus mucho historiadores, escritores, juristas y filósofos o, incluso, algunos de sus notables y emperadores. De ahí que la historia de Roma sea la de su arqueología y sus escritos o viceversa.
     Por lo pronto, este viajero necesitó varios días para hacerse una idea embrionaria de esa magnitud. Varios días para que su mente pudiera conectar la configuración de sus ruinas arqueológicas con su pasado histórico. Porque por mucho que sepamos de Roma, poco sabemos en realidad, por más que hayamos leído acerca de ella o el cine nos haya transportado a sus palacios, villas, foros o vías, en más de las ocasiones necesarias de una manera romántica y sesgada.
     Uno acude a Roma con temor a sus multitudes. Te lo han contado o lo has leído de una manera o de otra, pero eso jamás podrá imaginarse hasta que no transitas por sus calles y plazas. Es una experiencia completamente personal. Elaboras estrategias, buscas en el calendario, pero ninguno de los doce meses que lo pueblan será propicio para encontrarte una ciudad vacía. Ese adjetivo no existe en Roma. Por tanto, te conformas con alejarte de la coincidencia de la Semana Santa o de los meses tórridos. Ese sol traicionero mediterráneo azota como en pocos sitios en esta ciudad que está apenas a cuarenta kilómetros de la costa. Ya lo escenificó Sorrentino en la película 'La gran belleza" -a la que este viajero volverá una y otra vez-, cuando en pleno mirador del monte Gianicolo un turista japonés cae estrepitosamente al suelo con los rayos del inclemente sol por testigo.   
     Porque Roma es cine y es literatura, además de historia y arqueología. Pero sobre todo arte. La ciudad que más arte alberga a nivel mundial. Un arte que está en la calle, escenificado en sus iglesias, basílicas y monumentos, pero también en el diseño de sus diversos foros y estatuas de todas las épocas. Y un arte más exquisito encerrado en sus Museos Capitolinos y dentro de cualquier iglesia, basílica, villa o "palazzo". (Continúa en Roma, la Ciudad Eterna III)   
        

28 mayo 2017

ROMA: LA CIUDAD ETERNA (I)


Una frase retumbó en mi mente una vez acabado el viaje a Roma: "A Roma hay que ir alguna vez". No sé por qué surgió. No existió una reflexión previa para que así fuera, pero la frase estaba ahí. Y ha estado durante varios días. Era algo que ya barruntaba. Presentía que ese viaje podría ser experimental, que la experiencia quizá fuera única; sin embargo, hay que dejar siempre paso a la realidad y que ésta se impusiera.
     'A Roma hay que ir". Es una frase redonda, asertiva. No obstante, también necesita ser matizada. Se podría hacer afirmando que hay que ir si perteneces a la religión más practicada del mundo y si eres devoto fiel; o, tal vez, afirmando que hay que ir por el mero hecho de pertenecer a occidente. Cualquiera de esos dos motivos podrían ser válidos y cada cual elegirá el suyo. 
     Dentro de Roma -lo sabemos todos- está el Vaticano, Ciudad-Estado minúsculo con un inmenso poder, no sabemos si celestial -está por demostrarse aún-, pero sí terrenal. Y al Vaticano van los católicos, igual que los musulmanes van a la Meca o los judíos a Israel, su patria divina. Y en Roma también está el germen más sofisticado de nuestra civilización occidental, heredera directa de la Grecia de los grandes filósofos. Por tanto, sea por un motivo o lo sea por otro, esa visita siempre es debida.
     Y así lo deben de entender los millones de turistas de todo el mundo que cada año atascan las calles de la vieja "Ciudad Eterna" y llenan sus monumentos, por no hablar de sus trattorias, restaurantes y pizzerías. Todo es excesivo en esta ciudad, doy fe. Todo ello convierte a Roma en una ciudad de excesos. Excesos en cuanto a patrimonio histórico, arqueológico y artístico; excesos en cuanto a masificación; excesos ante suciedad; excesos ante el endiablado tráfico...Hay tantos excesos que no se podrían enunciar en unas cuantas líneas. Una ciudad que parece vivir a gusto y en perfecta armonía a pesar de ellos; una ciudad en la que todo parece improvisación y al mismo tiempo perfecta organización; decadencia y modernidad; mala y buena educación; ruido y silencio...Todos los extremos se dan en ella. Pareciera que sus miles de años de historia hayan dejado una impronta permanente, que la ciudad clásica y antigua no se quiera ir del todo para dejar paso a la modernidad de la nueva, como si el subsuelo pidiera constantemente ser desenterrado para que la ciudad pueda seguir viviendo sus años imperiales.
     Las piedras de los foros imperiales o republicano, del Palatino, de su orgulloso anfiteatro de Flavio (conocido como Coliseo) pugnan por ganar protagonismo a todo lo demás, y si eso no fuera suficiente, siempre encontrarán apoyo en cientos de ruinas que surgen por doquier casi en cualquier parte. Pero no es solo la ciudad republicana anterior a Jesucristo ni la imperial de los césares, no, porque por encima surge la ciudad medieval, la judía, la bizantina, la renacentista... Surge el orgullo de sus palazzos, de sus lujosas villas, de sus infinitas y ostentosas basílicas e iglesias, todo surge al mismo tiempo y en no demasiado espacio físico, haciendo válido el dicho de que son necesarias varias vidas para conocer Roma. Varias vidas que sean bien aprovechadas, diría yo, que de lo contrario tampoco daría demasiado tiempo a conocerlo todo, si es que eso es posible.
     El viajero se sorprenderá de todo ello. Despotricará de su caótico transporte público, del incivismo de sus conductores, maldecirá el pasotismo de sus funcionarios, pero al mismo tiempo, si observa con ojo avizor, comprenderá que quizá no haya otra forma de funcionar, que pesa la historia, el tiempo, el carácter, que todo se une de manera natural y surge un producto tan novedoso, una manera de ser y vivir que ni tan siquiera, nosotros, sus vecinos españoles, tan iguales y tan distintos, podemos comprender.  (Continúa en Roma, Ciudad Eterna (II)

CINE: FRANTZ (Francia, 2016)


Frantz es una película sentimental con mucha hechura artesanal. Una película que ahonda en los sentimientos encontrados o residuales que siempre dejan las guerras (en este este caso pos 1ª Guerra Mundial). Historias de amor triangulares que no dejan un sabor empachoso en el espectador y eso ya resulta un enorme mérito de su director François Ozon, muy curtido ya en este tipo de película (suya también es la conocida 'Dans la maison', que a mí me dijo poco). Una película que juega con el blanco y negro de los clásicos del cine y con el color elegante cuando hay cierto repunte de esperanza y felicidad, que son pocas veces. Por tanto, es una película triste, que como si de vasos comunicantes se trataran no mezcla la tristeza, la melancolía, la nostalgia y el perdón, que de todo hay. También es una película entrañable que hace que la lentitud de las escenas sean saboreadas con delectación. Eso siempre es un riesgo, ya que la lentitud mal planteada puede convertirse en algo aburrido si no hay una mano firme que dirija y unos intérpretes que sepan entrar bien en su papel. Y, por suerte, todo eso consigue de manera muy brillante en este filme francés de época. 

Hay que decirlo ya: Frantz es una pequeña joya, que a pesar de tener algunos premios parciales importantes, como es el César francés a la mejor fotografía, podría -o debería- ser merecedora de más premios prestigiosos, sobre todo porque no existe demasiado cine preciosista en la época en la que estamos. No hay nada de sexo -que es algo muy recurrente cuando algo se viene abajo en una película- ni tampoco violencia morbosa, a pesar de tener un trasfondo bélico. Incluso el odio entre dos países vecinos, pero enemigos en la Gran Guerra (Alemania y Francia), no se muestra de manera violenta ni tan evidente. Sí destila por alguno de los poros, porque es lógico que así sea, pero no como un argumento principal. Todo eso convierte a esta buena película en un territorio de perdón y comprensión. El amor lo puede poder todo, pero no siempre lo consigue y tampoco ha de acabar como en un cuento de hadas por mucha escena de beso y despedida en el andén de un tren, que es un recurso inagotable del buen cine y la buena literatura.
Una película muy aconsejable, a mi atender.   

05 mayo 2017

CINE: MANCHESTER FRENTE AL MAR (USA, 2016)


Lo diré desde las primeras líneas: "Manchester frente al mar" es una película sobresaliente, extraordinaria. En tiempos de héroes, antihéroes, efectos especiales, divas y divos, encontrar una película de esta hechura no es común. El espectador asistirá a cine sin florituras, sin un gramo de efectos especiales ni tropelías visuales mareantes. Un cine de autor en el que los minutos y los días transcurren como en la vida real y las personas tienen problemas, defectos, alegrías y tristezas como en la vida real. No hay sonrisas "Profiden". Las cosas son como son y para que sean mejores se ha de establecer un baile sin máscaras. Por tanto, es lo contrario al teatro.

La textura de la película es intensa sin necesidad de eliminar los planos cortos; y en los largos, el espectador verá mar, calles, nieve, campo...Igual que vemos a diario en todas las partes del mundo.
Porque la vida es hiperrealidad y el cine pocas veces la muestra; la vida se cuenta por minutos y por horas y por días y es un ir y venir de atrás para adelante y de adelante para atrás. La vida son personas débiles y fuertes; personas que viven y mueren y que tienen trabajos de mierda...Todo eso es la vida. Y por eso es tan buena está película.
Se aprecia la mano de un director (Kenneth Lonergan) que también es guionista y se aprecia la proverbial actuación de sus actores y actrices, con un espléndido Casey Affleck. Sin esas interpretaciones tan soberbias esta película no sería posible. En ella pones a actores mediocres y se cae el edificio. He ahí la importancia de las actuaciones.
Por tanto, a esta película no hay que perderla de vista jamás, porque será una de esas que siempre lleves en tu zurrón, si es que te gusta este tipo de cine, que a pesar de tener más de dos horas de metraje no se hace pesada en ningún momento y eso, hoy día, es muy difícil de mantener, sobre todo si no hay efectismos artificiales, escenas de sexo o tipejos malvados. Y esa esa también es otra enorme virtud de esta película. 

02 mayo 2017

IDEAL: EL LORO DE SCARPONI (2/5/2017)

EL LORO DE SCARPONI

Por José Antonio Flores Vera

              Uno agitaba sus hermosas y coloridas alas al viento y el otro volaba a lomos de una sofisticada bicicleta. Ambos eran amigos y entrenaban cada día por los alrededores de Ancona, su desconocido pueblo italiano. Y ahora un loro solitario dicen que espera y espera, sin que pueda comprender qué ha ocurrido para que ya no pueda volver a desafiar al viento junto a su amigo humano. Ha muerto otro ciclista. Otro más. Y con su muerte también fenece de alguna manera su compañero de entrenamiento, un loro que parecía ir marcando el ritmo de su compañero, como si de un dron de plumas se tratara, aunque en esa fatídica mañana poco pudo hacer por él. El ciclista se llamaba Michele  Scarponi y el loro se llamaba Frankie.
 
            No significaré aquí que Michele Scarponi era un campeón, ya que eso importa poco cuando la parca nos toca y nos iguala. Lo que sí significaré es que es demasiada la gente que muere montada en bicicleta y algo habrá que hacer. Esta tragedia que está demasiado presente en el día a día de los ciclistas -profesionales o no- no debería pertenecer a este mundo, supuestamente, civilizado. Demasiadas muertes, demasiadas imprudencias. Ocurre que la sociedad y la tecnología avanzan a distinta velocidad. Cada vez hay menos espacio —a pesar de que cada vez parecer haber más— para quien desea alejarse de los ruidosos y contaminantes motores y pasear o entrenar al ritmo redondo del pedaleo con el solo motor de sus pulmones y su corazón. La vía pública parece haberse hecho en exclusiva para esos artilugios mecánicos de todo tipo, que manejados por ciertos individuos se convierten en verdaderas armas letales. No discutiré aquí que existan ciclistas desaprensivos —pocos, he de decir—, pero sí, porque lo observo cada día, individuos que respetan demasiado poco esa línea divisoria y fronteriza que hay que dibujar cuando adelantamos a un ciclista, que es tan vulnerable como vulnerable es el cuerpo humano. Porque hay quienes sentados cómodamente en su sofisticado vehículo ven el exterior como un juego, sin que parezca que lleguen a apreciar que todo lo que hay a su alrededor (personas, animales, cosas) es vulnerable a su paso, sobre todo cuando se va a una velocidad inadecuada, que son las más de las veces. Lo veo cada día en las carreteras, cada fin de semana cuando voy en coche; igual que lo observo cuando voy en bici o corriendo. Observo que hay demasiado poco respeto por la vida de los demás. Es más, cuando en la carretera un domingo cualquier —que es el día en el que suele haber más acumulación de ciclistas— veo que muchos automovilistas, camioneros, conductores de autobús y demás conductores con vehículos a motor, cuando veo, decía, que pierden la paciencia cuando circulan detrás de un grupo de ciclistas y adelantan sin guardar la distancia mínima, siento ganas de convertirme en un Guardia Civil de Tráfico vengativo y sin escrúpulos y comenzar a incautar vehículos sin ton ni son. Por eso, cuando leo cada poco que un nuevo ciclista ha muerto me arrepiento de no haberme convertido en ese agente de la autoridad que deseo ser en esas ocasiones.
            Lo he dicho en muchas ocasiones —e incluso lo he escrito en este medio—, una de las mayores asignaturas pendientes que tienen los gobiernos de todo pelaje es una legislación mucho más rigurosa que la actual relacionada con la circulación de vehículos a motor. En el caso de Scarponi, se trató de una inadvertencia de una señal de tráfico por parte del conductor del vehículo mortal, pero muchos son los casos en los que la causa son la ingesta de alcohol o de drogas; de hecho, suelen ocurren muchos de ellos los domingos por la mañana que es cuando el deportista suele encontrarse con el anónimo autor de su fatídica muerte, que exprime su motor en retirada tras una noche excesiva. Por tanto, falla la norma y falla el control de la misma. Lo único que no falla y va en aumento es la muerte en la carretera de cada vez más ciclistas, esa perpetúa película de Juan Antonio Bardem cuyo título no deja de repetirse.      


       

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...