19 enero 2017

NO ES PAÍS PARA PERROS (IDEAL 19/1/2017)

NO ES PAÍS PARA PERROS

Por José Antonio Flores Vera

Realmente, en España ningún animal tiene motivos para sentirse a gusto. Pero hablemos del perro por ser, quizá, -junto al gato- el animal más cercano al humano. Lo está desde hace decenas de miles de años o quizá más, pero aún no hemos aprendido a respetarlo como es debido. Y si no lo hacemos con el can, nuestro amigo, nuestro compañero de viaje, poco o nada podemos decir del respeto a otros animales, en teoría, más lejanos a nosotros, a los que tan solo le damos un determinado rol, ya sea alimentarnos, trabajar para nosotros, usar su piel o maltratarlos en plazas o festejos, sin que sean estos actos excluyentes de otros.
La expresión más clara de esa falta de respeto al perro son el abandono y el comercio, circunstancias que están más relacionadas de lo que se supone. Dos caras de una misma moneda, de consecuencias indeseables.
            Los refugios en este país no suelen ser públicos, sino montados por asociaciones de particulares, que dedican su tiempo libre y su dinero para socorrer a perros y gatos abandonados. Además, no suelen contar con financiación estable alguna y rara vez obtienen subvenciones públicas. Por tanto, la única posibilidad de poder seguir subsistiendo es a través de donaciones de particulares, rifas, venta de almanaques, camisetas u otros objetos y poco más. Por su parte, las instalaciones tuteladas o financiadas por las Administraciones Públicas (básicamente diputaciones y ayuntamientos), suelen considerarse perreras, lugares también hacinados, pero no tanto como los refugios, toda vez que cada poco tiempo los perros y gatos allí residentes acaban siendo sacrificados si no son adoptados. Y ahí entroncamos con otro problema generador del abandono: la compra de perros de raza. Ese mercantilismo sin sentido es muy nocivo en varios sentidos: 1) No favorece la adopción de perros abandonados, por lo general, mestizos. 2) Se trata de una actividad que fomenta el maltrato animal al obligar a las hembras a reproducir constantemente y a los perros a aparearse de manera obligada, al margen de los signos de la naturaleza. Por tanto, contamos con otra asignatura pendiente en España -una más-: la eliminación del mercantilismo con perros de raza, gatos y otras especies animales, porque es amplio el catálogo con los que se comercia. También la caza es un fuerte factor generador de abandono de perros, cuando éstos, por su edad y desgaste, ya no pueden cumplir la misión que de ellos espera el cazador.

El abandono se está limitando o eliminando por completo en algunos países de nuestro entorno, más avanzados en este aspecto. Medidas como la limitación o prohibición del comercio, más otras como la esterilización de los animales, la persecución eficaz en cuanto a la obligatoriedad legal del chip identificativo, así como una política favorecedora de la adopción de perros abandonados por parte de los poderes públicos está conllevando el sacrificio cero de perros y gatos y la disminución o eliminación definitiva del abandono, tal como ya está ocurriendo en Holanda y Alemania. De hecho, una buena parte de los perros abandonados en nuestro país, acaban siendo adoptados por ciudadanos de Alemania, principalmente. En España, ya se están dando algunos pasos gracias a una mayor sensibilidad de las nuevas generaciones y la irrupción de opciones políticas emergentes, que cuentan con catálogos de derechos animales, pero el camino por recorrer está aún recién comenzado. De hecho, en el plano legal aún siguen considerándose cosa, encuadrándose dentro de lo que reza el artículo 333 del Código Civil al establecer  que: “Todas las cosas que son o pueden ser objeto de apropiación se consideran como bienes muebles o inmuebles”, a pesar de que el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europa  en su artículo 13 reconoce a los animales como seres sintientes, es decir, seres vivos dotados de sensibilidad, y algunos Códigos Civiles de nuestro entorno (Francia, Austria, Alemania o Suiza, entre otros) ya han modificado el carácter de cosa dado a los animales, otorgándoles el significado de seres vivos dotados de sensibilidad. Porque estoy convencido que una sociedad que cuida a sus animales, evitando su sufrimiento, una sociedad que protege a sus seres más vulnerables, siempre será más avanzada y sostenible.

20 diciembre 2016

ESPÍRITU NAVIDEÑO (IDEAL, 20/12/2016)

ESPÍRITU NAVIDEÑO    

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                                                                                                              Por José Antonio Flores Vera

El espíritu de la Navidad. Todo el mundo habla de él en estos días. Pareciera que solo trabaja en estas fechas, algo similar a esa ocupación temporal de los desaliñados Santa Claus, mitad vagabundos, mitad pendencieros, que vemos por doquier en las películas americanas de este género. ¿Pero qué es en realidad eso del espíritu navideño? Lógicamente, la respuesta será muy variada en función de a quién se le haga la pregunta. Un niño podría decir que es ilusión. Eso sí, si no ha entrado ya en la vorágine consumista de todo el año y confunda ilusión con consumo. ¿Pero qué dirá un adulto? Y ahí ya pinchamos en hueso. Su respuesta puede ser tan compleja y desigual como lo sea su vida. Porque la Navidad, a pesar de que el término ya casi sea un sinónimo de consumo, encierra otras cosas que están en la órbita de lo más íntimo del ser humano. Y no me estoy refiriendo ni por asomo a cuestiones religiosas, sino a una época en la que mucha gente parece hacer un repaso de su existencia. Y, claro, cuando el saldo de ese repaso es deudor -como suele ser habitual, ¡ay! - a pocos les gusta ver falsas sonrisas beatíficas en los rostros de sus semejantes, como si estuvieran representando una farsa indigerible. De ahí que muchas personas odien estas fechas. Algo así a advertir que los sentimientos -los buenos y los malos- están a flor de piel y se tema por un estallido emocional sin precedentes. De ahí que se suela decir esa frase casi hecha de “no me gusta la Navidad”, argumentando que es todo hipocresía, consumo, reuniones familiares forzadas en la que sus miembros apenas se ven en todo el año (no en todos los casos, ¡eh!), comidas de empresa en la que puedes coincidir con gente a la que ni que conoces, no tragas o con la que ni te has cruzado un saludo en tu vida (aquí, sí, en casi todos los casos).
                Me pregunto -siempre lo he hecho- si no será ese desaforado consumo una especie de alivio, una especie de elemento que actúa como barrera protectora ante tanto sentimiento encontrado. Obviamente, ese consumo no es nada nuevo y pareciera que estas fechas lo conllevara. Lo sabemos por la literatura, por el cine, por la música, por la pintura…Todas las artes que han aludido históricamente a la Navidad se han representado casi siempre como momentos de mayor goce culinario, entreno de prendas, más consumo en la calle y un sinfín de hábitos que poco a poco han ido forjando las señas de identidad de esta celebración, a la que pocas culturas y religiones ya son ajenas. Por tanto, podemos estar de acuerdo en que poco o nada ha cambiado, por más que se diga que antaño se vivía la Navidad con otro espíritu. Podría parecer que era así, pero no, quizá lo que ocurría es que se vivía con muchos menos recursos, y cuando éstos son escasos el pretendido espíritu navideño parece que se hace un mayor hueco entre la chimenea y la mesa repleta de viandas. Luego, habría que sostener que poco o nada ha cambiado el ser humano, si acaso, gozamos en la actualidad de mayores recursos a los que solemos denominar, con cierto cinismo, espíritu navideño.           

28 noviembre 2016

LA DEMOCRACIA TAMBIÉN ERA ESTO (IDEAL, 28/11/2016)

LA DEMOCRACIA TAMBIÉN ERA ESTO

                                                                       Por José Antonio Flores Vera

Para mucha gente, tres duros golpes han sido infligidos a la democracia en un poco margen de tiempo: la nueva victoria del PP en España, en su momento más álgido de causas judiciales abiertas relacionadas con la corrupción, el Brexit británico, en uno de los peores momentos de la Unión Europea, por mor de la lastrante crisis, la inmigración y los problemas de cohesión, y la victoria del ultraliberal Trump en Estados Unidos, en una época convulsa en el mundo en cuanto a relaciones geopolíticas. Duros golpes avalados por muchos millones de votos, a los que habría que sumar los obtenidos por los representantes más radicales de países democráticos de medio mundo, pero principalmente europeos. Se supone que la democracia también era esto.
            Y es por eso por lo que conviene hacerse las preguntas adecuadas. Sobre todo, para intentar comprender cómo millones de votos de países con democracias consolidadas avalan lo que parece denostado por otros tantos millones de ciudadanos, incluidos los que habitan en estos países, y medios de comunicación generalistas de medio mundo.
            La democracia es un salto al vacío, en ocasiones sin paracaídas. Porque de eso se trata, de que no haya andamiajes ni estructuras que impidan esa libertad de voto, para cumplir la máxima que siempre ha ido unida a este sistema político de un hombre, un voto, por muy contrario que pudiera parecer a los intereses generales esa decisión elegida libremente en las urnas. De lo contrario, pudiera convertirse en un sistema amañado, en el cual solo es posible que el voto válido sea el impuesto por una mayoría políticamente correcta, que en ocasiones es más acartonada de lo que estamos dispuestos a creer, si no manipulada o tergiversada.
            En democracia hay que admitir los resultados que provienen de las urnas, siempre y cuando el sistema electoral se compruebe limpio y acorde con la ley. De lo contrario, se violenta el principio más sagrado de este sistema político, que parece ser es al que aspiramos la mayoría de los ciudadanos del mundo. Otra cosa es despotricar sobre la deriva del mundo, la falta de valores, de cultura, de compromiso…Son otras cuestiones distintas que necesitarían una valoración diferente.
            Quizá, lo más honesto y sensato sería preguntarse por qué medio mundo vota de manera tan sorpresiva para el otro medio. Por qué una mayoría de españoles decide que siga gobernando un partido inmerso en casos de corrupción tan graves, o un gran número de británicos aboga por alejarse de la Unión Europea, o millones de estadounidenses eligen dar la espalda a políticas de más calado socialdemócrata y optan por políticas ultraliberales. Porque no siempre la respuesta está en el análisis demoscópico de la intención de voto, sino que también hay que buscarla en los motivos que han provocado dar la espalda a otras opciones políticas, en teoría, más comúnmente aceptadas o, tal vez, no tan denostadas. Es importante en este aspecto que las opciones perdedoras comiencen a hacerse planteamientos serios sobre sus fracasos políticos y electorales, incluso antes de despotricar sobre esos millones de votos alejados de sus intereses. Preguntarse por qué sus opciones políticas son menos atractivas que las que ofrecen otros actores políticos con aparentes intereses contrapuestos a la mayoría. 

            Porque, insisto, la democracia también era esto.      

15 noviembre 2016

¿JUSTICIA FISCAL O ÁNIMO RECAUDADOR? (IDEAL, 15/11/2016)

¿JUSTICIA FISCAL O ÁNIMO RECAUDADOR?

Por José Antonio Flores Vera

Cuando el ciudadano común -acostumbrado a ser víctima de todo el poder junto o aislado- se indigna ante el desfalco que sufre su bolsillo, de manera casi invariable piensa en el poder económico y corporativo de los grandes bancos, los cuales cuentan con el privilegio de ser protegidos (rescatados) por el poder político, que más veces de las que debieran se dan la mano, si no es que no van de la mano casi siempre como inseparables compañeros de viaje.
            Sin embargo, ese ciudadano indignado casi nunca piensa en la amenaza para su bolsillo que suponen las Administraciones Públicas. Sí en los políticos de turno, que se supone son quienes las dirigen, pero casi nunca en esos grandes leviatanes de múltiples cabezas que son las Administraciones. Pero resulta que esos grandes monstruos también nos desfalcan cuando lo precisan, que es casi siempre. Lo hacen por las vías ya consolidadas y a fuerza de mucha y diversa propaganda institucional, casi siempre respetada solemnemente por la ciudadanía, que ve en el tributo una formula antigua, consolidada y justa. Eso es así en un plano teórico, además de avalado por los estudios más sesudos en derecho tributario, pero nadie debe dar por sentado que todo lo que jurídicamente es aprobado deba ser justo. Ni por asomo jurídico es siempre igual a justo. Los justo o injusto, quizá, pertenece más a la esfera del sentido común, mientras que lo jurídico o no es más propio de un artificio, un consenso político, no lo olvidemos.
            La teórica justicia fiscal, que busca o dice buscar no otra cosa que una redistribución de la riqueza, en más ocasiones de las debidas no es más que la improvisación de unos pocos, unas meras cuentas hechas con el único fin de atender los gastos de un estado, una autonomía o un ayuntamiento. Y si el gasto es desmesurado y pródigo, el tributo se elevará en la misma proporción. No espere el ciudadano que las más de las veces el tributo consista en una proporción justa que sirva para esa redistribución. Nada de eso. Y si a eso unimos la facilidad con la que se implanta, se recauda y se embarga (sin necesidad de intervención del Poder Judicial), tendremos las claves perfectas para preguntarnos si existe en realidad una verdadera justicia fiscal -y social en última instancia- o tan solo un ánimo recaudador.
            Podría considerarse que el ciudadano medio ve saciada su inquietante sospecha cuando verifica que la Administración en la que deposita su dinero por la vía impositiva, hace un verdadero esfuerzo para administrar esos fondos tributarios; cuando observa que existe un verdadero interés redistributivo, proponiéndose esa Administración como ejemplo de austeridad y gestión eficaz. Aunque también podrá suceder, al contrario: ese ciudadano podrá aumentar su inquietante sospecha cuando no ve otra cosa que despilfarro, deficiente gestión, parasitismo, ejércitos de asesores y políticos retribuidos por encima de su capacidad. Es entonces cuando comenzará a dejar de creer en la naturaleza jurídica del tributo, en el argumento de la redistribución y en todos esos tecnicismos que parecen hechos para ocultar la verdadera razón del tributo, que probablemente haya perdido ya a estas alturas su verdadero fin y no sea otra cosa que el instrumento depredador que utilizan las Administraciones para sostener ese gasto infinito, casi siempre absurdo y las más de las veces injusto. De hecho, es fácil constatar que una mayor carga fiscal casi nunca lleva aparejada una mejora de los servicios públicos, los cuales necesitan de otro tipo de financiación para que sigan funcionando, llámesele copago, multas, tributos parafiscales u otro tipo de ajustes, casi siempre a cargo del ciudadano que los demanda.    

             

25 octubre 2016

ATRAPADOS EN LAS REDES (IDEAL, 25/10/2016)

                                                                      
                                                           ATRAPADOS EN LAS REDES

                                                                                   Por José Antonio Flores Vera

Vivimos en un mundo cambiante. Y el cambio ya no es cíclico. Es mucho más inmediato y cada vez más urgente. Un mundo cambiante, cuya explicación teórica siempre llega tarde. Y cuando llega, ya es el momento de volver a explicarlo porque han cambiado las reglas y los hábitos. Arduo trabajo para los sociólogos, que supongo no darán abasto.  
            En todo ese cambio está jugando un papel decisivo la irrupción de las redes sociales, las cuales cada vez ocupan más espacio en nuestras vidas hasta el punto de parecer estar atrapados por ellas.  No solo a niveles básicos de entretenimiento, sino también a niveles trascendentales. Quítenle a las nuevas generaciones (y a las no tan nuevas) las redes sociales y les estarás quitando parte de su existencia. La comunicación, la información, los hábitos de consumo, las relaciones personales…Casi todo se sustenta en ellas. El mundo se comprende mejor a través de ellas. Para muchos, sin su impronta, el mundo es mucho más incomprensible, porque basan su éxito en hacernos creer que están diseñadas a nuestra medida.
            Pero, ojo, que hay trampa. Al margen de teorías conspirativas, que se circunscriben en el ámbito del control que se quiere ejercer sobre la humanidad a través de las redes sociales, lo que sí parece claro es que la visualización del mundo real a través de éstas jamás podrá ser una solución. El mundo físico, ya sabemos todos que es complejo, cambiante, inabarcable, inexplicable casi siempre y no será el mundo cibernético de Internet y sus múltiples efectos el que logre explicarlo. Por lo pronto, un individuo normal como nosotros, a lo largo del día, tendrá ocasión de ver miles de imágenes a través de los diversos dispositivos con conexión a Internet. Imágenes que pretenden transmitir algo, ya sea ideológico, lúdico o testimonial. Una información que nuestra mente no podrá procesar en absoluto y que nos apartará de tareas que exigen concentración -aunque a priori no lo percibamos- como es la lectura, el estudio o una charla íntima con los amigos o la familia. Tal vez ése sea el efecto más pernicioso y perjudicial de todo ese mundo digital que nos atosiga, en el que todo el mundo tiene ocasión de plasmar sus ideas y sus gustos a través de palabras o imágenes. Toda esa vorágine diaria, probablemente, nos aparta de lo que, quizá, no debería jamás desprenderse el ser humano y que tantos siglos ha tardado en conquistar. Me refiero a la lectura. En mi opinión, una de las acciones humanas más trascendente. O, incluso, la contemplación de una obra de arte o la visualización de una magnífica película clásica, por poner algunos ejemplos. Sí, sin lugar a dudas, toda esta vorágine digital -que lejos de detenerse va en aumento- nos va apartando de esos actos esenciales para la formación del individuo como tal. De hecho, la propia literatura, el arte y el cine, por hablar de tres elementos fundamentales en nuestras vidas, cada vez se adaptan más a esa era digital, convirtiéndolas en otra cosa distinta a lo que eran. Una literatura de consumo efímero y digitalizado o una contemplación artística a través de los píxeles de la pantalla, son cosas distintas, habría que denominarlas de otra forma, pero no de manera similar a como se denomina la sensación que produce el tacto de un libro o la contemplación de una obra de arte original en una pinacoteca.    

              

12 octubre 2016

¡SEAN MUNÍCIPES, NO PARTIDISTAS! (IDEAL, 11/10/2016)

¡SEAN MUNÍCIPES, NO PARTIDISTAS!

                                       Por José Antonio Flores Vera

Formar parte de una sociedad en la que toda decisión política sea partidista no es tarea fácil. El ciudadano medio observa con sentido común que algo va mal en su ciudad e instintivamente piensa en el poder correspondiente, que suele ser el municipal. Y es posible que actúe en consecuencia y exija un arreglo o una solución al problema que le afecta, porque el ciudadano, por muy asqueado que esté de la situación política, por muy escarmentado que esté del partidismo político, siempre es menor de edad en cuanto a esperanza, ilusionado porque algo tenga, al final, solución. Pero no, se dará de bruces, siempre se dará de bruces.
            Y viene a cuento esta reflexión por lo que uno observa a diario en esta ciudad. Digamos, que hay tres o cuatro proyectos importantes que tienen que ver la mayoría de ellos con las infraestructuras y equipamientos públicos. No apuntaré con detalle cuáles son porque están a diario en las páginas de los medios de comunicación como éste y sería una tautología enumerarlos. Algunos de esos proyectos se deben a iniciativas estatales y otros a autonómicas; y sabemos que en pocas ocasiones ha habido coincidencia de partidos en ambos poderes territoriales. Por tanto, siendo eso así, la guerra está servida. Si el signo político del consistorio está en la línea del estatal, se defenderán los estatales y se criticarán los autonómicos; pero también puede ocurrir lo contrario. En Granada, en poco tiempo, ha sido muy visible ese partidismo al haberse sucedido un extraño cambio político en el ayuntamiento, inédito hasta ahora. Si hace unos cuantos meses, los proyectos que estaban en la agenda del consistorio granadino como prioritarios era el soterramiento y la estación del AVE, dirigiéndose las críticas hacia el PTS o el Metropolitano, ahora ocurre todo lo contrario. Todos estos proyectos están resultando desastrosos o inacabados, pero eso no parece importar a los munícipes granadinos. Lo importante no es otra cosa que la defensa de los proyectos que emanan de organismos dirigidos por su respectivo partido.
            Desde luego, todo esto no lo interpreta el ciudadano medio como algo serio. Es más, lo interpreta como un nuevo descrédito hacia la política. Sobre todo, porque se trata de algo que debería de estar por encima de opciones partidistas; se trata de la ciudad en la que vivimos, la que hemos construido entre todos. Los proyectos pueden ser buenos o malos, necesarios o no, pero jamás deberían ser partidistas. Un alcalde, un concejal, cuando opta a un cargo debería vestirse con la chaqueta institucional y no con la del partido, a pesar de que eso sea un riesgo para su permanencia y futuro en el mismo. La gravedad del cargo, la responsabilidad del mismo, debería ser más que suficiente para indicarle al partido que lo importante es mi ciudad. Ha habido casos así en España, casos destacados e históricos en los que el munícipe ha brindado con los ciudadanos los éxitos y los fracasos y no con el partido. He conocido y me he documentado sobre algunos casos concretos y he constatado que ese alcalde, unido al pueblo y no a su partido, ha obtenido más victorias y más amplias y mayores parabienes que el que ha optado por seguir los dictámenes de su partido. Porque, en realidad, quien pone y quita alcaldes no es el partido en sí, es el pueblo soberano, que deposita cada cuatro años su papeleta en la urna y que, a pesar de que no exista un sistema de listas abiertas en el ámbito municipal -ni en ningún otro-, el candidato a la alcaldía es siempre el visible e importante. La no observancia ciega de los dictámenes del partido siempre se premia en democracia.

            Lamentablemente, eso no está ocurriendo en Granada y podría ser una de las causas de lo complicado que es poner en marcha un proyecto serio en esta ciudad.         

04 septiembre 2016

TRES COMENTARIOS ANTIESPOILER DE MIS ÚLTIMAS TRES PELÍCULAS VISTAS: AGENTE CONTRAINTELIGENTE, BATMAN V SUPERMAN: EL AMANECER DE LA JUSTICIA Y EL NOVATO.

Hago tres  breves comentarios antiespoiler de tres de las últimas películas vistas:

AGENTE CONTRAINTELIGENTE (UK, 2016)

Antes de ver esta película conviene saber que se trata de Sacha Baron Cohen. Y esa información ya nos debería inmunizar lo suficiente para tener el arrojo de verla. Ya sabéis, humor fresco -a veces muy bueno-y escatología salvaje, desagradable casi siempre, no apta para estómagos sensibles. Ese es el estilo de este humorista británico. Al que se ha dedicado de manera exitosa la mayor parte de su irrupción en el cine, tanto como guionista como de actor. O se toma o se deja. Lógicamente, alguien tiene que hacer este tipo de cine, medio friki, medio humorístico. Y quién mejor que Sacha, que lo borda, como ya nos ha demostrado con Borat o El dictador. No obstante, es un actor con registros porque se le puede ver como actor de reparto en películas 'más serias'. 
En Agente contrainteligente se parodia el prestigio de los agentes del M16 británico tan recurrente, tanto para cine serio como para cine humorístico (Superagente 86, Johnny English). Muy divertida, a pesar de que han tenido la ocurrencia de que salga Penélope Cruz, perdón, Pen. 





BATMAN V SUPERMAN: EL AMANECER DE LA JUSTICIA  (USA, 2016) 

He reconocer que hay dos tipos de espectadores: a quienes les gusta la pelis basadas en cómic y a los que no. Yo soy de los primeros, si bien no fui capaz de terminar la última de Los Vengadores. Pero ésta me ha interesado sobremanera. Pero no por las escenas de acción, desde mi punto de vista, lo más vulgar de la película (tal vez, porque ya estamos saturados de ellas y de tantos efectos especiales). De esta película me interesa el significado interno y la estética. Pero lo que más, el inquietante asunto del bien y del mal, que no llega del subsuelo, como siempre hemos creído o nos ha contado el catolicismo, sino de arriba, de otros mundos, algo que cada vez es más frecuentes encontrar en cine y en vídeos conspiranóicos de Internet. Mantengo la idea de que los guionistas de cine cuando escriben su libreto no siempre tienen tanta imaginación (eso es también inquietante). De todas formas, siempre me ha interesado el tratamiento que da el cine de Hollywood a los superhéroes de Marvel y más si aparece de por medio los inquietantes relatos de Gotham, basados en la obra gráfica de Alan Moore. No es la mejor película de superhéroes, advierto, pero merece también la pena.




EL NOVATO (FR, 2015) 

Magnifica película. Muy seria y arriesgada. Un producto muy bien conseguido: la adolescencia difícil vista desde detrás de una cámara. Que nadie se engañe, no se trata de la típica comedia norteamericana de adolescentes atribulados, consentidos y aburridos (o todo junto). Es otra cosa. En primer lugar, se trata de cine europeo, cine francés consecuente, que no aspira a dar mensaje moral alguno (es quizá lo que más me ha interesado de esta película), sino que deja fluir situaciones de cualquier adolescencia hasta penetrar en la nuestra propia. De hecho, su joven director (¡es su primer largo!) se aparta de la familia como unidad, para centrarse en la vida de chicas y chicos en, quizá, su edad más difícil. Un aprendizaje del mundo y de las relaciones que define muy bien cómo de buenas personas o de malas personas, cómo de frívolos o profundas, como de consecuentes o inconsecuentes, seremos en el futuro. Un canto a los valores y al libre albedrío. Muy, muy interesante esta película, que aconsejo ver.        

29 agosto 2016

EL TEBEO DE ENRIQUE. (ideal, 29/8/2016)

EL TEBEO DE ENRIQUE   

                                                                       Por José Antonio Flores Vera
                                                                                                   
                                                                                  



   

    Mi corazón reposa
    Junto a la fuente fría.
    Llénalo con tus hilos
    araña del olvido.                                                                 
                                                                                         

Así denomino a este artículo porque sé que, a su autor, Enrique Bonet Vera, le gusta utilizar el término tebeo. A mí también. Luego, ¿a qué me refiero con el tebeo de Enrique? Lo diré rápido y breve: una obra enorme. Una obra mayor. Pocos se atreven a tratar en un cómic una temática tan honda como ésta, pero él sí se ha atrevido y ha salido más que airoso. Diría más, mucho más consagrado de lo que ya lo estaba como exitoso autor de cómic.                                                                                                                          Además, es granadino, por mucho que haya nacido en Málaga. Pero no hablaré aquí de Enrique (al que conocí por medio de un amigo común, Paco Cid, en la presentación de mi primer libro), a pesar de que podría dedicar diez artículos a ese menester, dada su calidad como persona y como escritor y dibujante. Hablaré de ‘La araña del olvido’, su última obra, cuyo prólogo, a cargo del escritor granadino Juan Mata, es muy clarificador.
            El escritor norteamericano de origen español, Agustín Penón vivió dos años en Granada (1955-1956) para tratar de conocer el cómo y el porqué del asesinato de Federico García Lorca, un mes después de la sublevación militar que provocó el estallido de la Guerra Civil española, y el sitio exacto de su enterramiento, en algún lugar entre Víznar y Alfacar. Intentar conocer tan solo eso ya resulta fascinante, pero la fascinación no queda ahí. Sobre todo, cuando uno se pregunta cómo sería esa Granada cerrada de mediados del siglo pasado que encontró el escritor norteamericano, aún marcada por una cruenta guerra -como toda España- y estigmatizada por el asesinato del poeta universal y la incertidumbre del lugar de enterramiento.
            Marta Osorio, fallecida hace pocos días, fue testigo de excepción de aquella Granada cerrada y muda como actriz que iba a protagonizar el papel de alcahueta en la representación de la versión que hizo Martín Recuerda de La Celestina y que fue prohibida por el gobernador civil de Granada a instancia del obispado. Por tanto, a excepción del escritor e investigador, ya fallecido, nadie mejor que ella pudo contar en su libro ‘Miedo, olvido y fantasías. Crónica de la investigación de Agustín Penón sobre Federico García Lorca (1955-1956)’, todo ese legado construido por Agustín Penón y que le fue entregado por Willian Layton, el gran amigo del escritor, una vez muerto éste. Legado que fue durante años guardado en esa maleta cada vez más abultada de documentos, fruto de la investigación que el escritor apasionado en la obra de Lorca cosechó en esa difícil Granada de los años cincuenta. Posteriormente, la autora granadina publicó también ‘El enigma de una muerte’, que recoge la correspondencia mantenida entre Agustín Penón y Emilia Llanos, que es un episodio que tiene gran protagonismo en el cómic de Enrique Bonet.
            Las obras literarias cuentan con la virtud de ser únicas y por eso la recreación que hace el escritor y dibujante granadino de los días vividos por Agustín Penón en Granada, basándose principalmente en la obra de Marta Osorio, es única también. En esos dibujos surge una nueva historia, o al menos, una nueva forma de contar las peripecias vividas por el escritor norteamericano en Granada. Sumergirse en estas historietas es regresar a la ciudad de mediados del siglo pasado. Lo será para quien la haya vivido, pero también para quienes no la hayamos vivido por razón de la edad. Lugares comunes que conocemos -o incluso ya desaparecidos- visionados a través la magia del cómic o tebeo. Sin embargo, no es solo eso. Es mucho más. Se trata de la recreación de ese ambiente granadino con el trasfondo de la muerte del poeta menos de veinte años atrás, cuando aún la herida supuraba por todas partes. Se trata de conocer de primera mano a personajes reales relacionados directa o indirectamente con ese cruel asesinato y su posterior enterramiento.

            Hay en ese ejercicio un equilibro perfecto. Una perfección que tiene mucha más importancia al tratarse de un asunto tan delicado que se desarrolla en pleno apogeo de la dictadura franquista, con las heridas aún demasiado abiertas, en una ciudad en la que todo corrillo, toda conversación, por velada que fuera, todo exabrupto anormal, podía ser visto y perseguido. En ese ambiente hostil y cerrado se conduce la intensa investigación de Agustín Penón a lo largo de dos años y que ha sabido recrear perfectamente Enrique Bonet en esta obra.          

10 agosto 2016

USTED PUEDE SER PROPIETARIO, Y LO SABE (IDEAL 10/8/2016)

USTED PUEDE SER PROPIETARIO, Y LO SABE

                                                                       Por José Antonio Flores Vera



A poco que observemos, llegaremos a la conclusión que nos va la propiedad, sentirnos dueños de las cosas que nos rodean. Es probable que no sea culpa nuestra sino de nuestros orígenes, nuestra forma ancestral de organizar y entender la sociedad. Desde siempre ha existido esa inclinación, si bien fue el genio jurídico romano quién asentó las bases legales de las distintas formas de adquirir la propiedad. De hecho, el brillante jurista romano Gayo supo ver que una de esas formas -fuera la propiedad pública o privada- podía darse si existía la suficiente voluntad y la paciencia necesaria. A esa institución jurídica se le denominó usucapio, que se conceptúo como una forma legal de adquirir la propiedad mediante la posesión continuada en el tiempo. Una institución que nuestro Código Civil -artículos 1930 a 1960- recoge bajo el nombre de usucapión, también llamada, prescripción adquisitiva o positiva.
            Y de todo ese mecanismo jurídico somos muy conscientes. Quizá no sea tan conocido el concepto jurídico-técnico, más centrado en el ambiente judicial, pero sí existe entre las gentes ese saber antiguo e innato que les indica que hay cosas que jamás podrán cambiar. Son las leyes de la lógica y el sentido común. Es algo que observas en la calle, en el comportamiento de todos nosotros. Hay como una especie de conocimiento impreso en los genes que nos dice que la posesión de algo de manera continuada y sin que nadie reclame su propiedad, con el paso del tiempo, pasa a la nuestra. Se intenta casi siempre, si bien no siempre se consigue porque se han de dar ciertos requisitos jurídicos, claro está. En la antigua Roma era aconsejable que esta institución existiera, porque las largas ausencias de muchos de los propietarios -soldados involucrados en invasiones de otras naciones- aconsejaba que la propiedad pudiera pasar a manos de otro si el propietario no regresaba (de hecho, muchos no lo hacían y creaban ciudades como Emérita Augusta), propiedad que también incluía a la propia esposa, la cual se postulaba con su símbolo fálico anudado – o no- al cuello.
            Pero, aunque pudiera parecer poco lógico que esta institución aún exista en los tiempos actuales, lo sigue haciendo porque la condición humana no ha cambiado demasiado en los últimos dos mil años. Hay infinidad de ejemplos de esa condición. Uno muy sonado en estos meses veraniegos y de playa: la propiedad del espacio de arena que mucha gente se arroga, bien clavando el palo de la sombrilla, como si se tratara de poner una pica en Flandes o demostrando una constancia diaria en el uso y disfrute a prueba de bombas. Nada más gráfico que la anécdota que me contaba hace poco un amigo sobre el hábito de una amplia familia que desde hace lustros instala sus reales siempre en el mismo espacio de una playa granadina a primeras horas de la mañana. Los demás conocen esa práctica y nadie osa ya ocupar ese espacio, ni tan siquiera si un buen día los usufructuarios no hacen uso del mismo. Es la costumbre; y la costumbre es una fuente de creación jurídica.
También es común en estas fechas el abuso excesivo que hacen las terrazas de los bares del espacio público, que lejos de adecuarse al número de mesas pactado con el respectivo ayuntamiento, alargan su frontera hasta el infinito. De hecho, ese achicamiento hace que muchos ciudadanos desistan de pasar por ese espacio público al existir tan solo un intimidante pasillo que para sí lo quisiera la pasarela Cibeles, lo que conlleva que proliferen aún más mesas. Con relación a esto último, convencido estoy que los locales situados en calles con anchas aceras o plazas cotizan mucho más, sabedores del uso de ese espacio público abusivo.

Pero no se trata tan solo de esos dos ejemplos. Los hay por doquier. Desde el comerciante que baliza un par de aparcamientos junto a su comercio hasta la ocupación de bancos de las plazas públicas, en los que apenas hay alternancia de sujetos; o la lectura prolongada de periódicos, como éste, en los bares; o el aparcamiento en el espacio común de la moto o el coche en cualquier comunidad de vecinos que se precie. Pero observen y encontrarán muchos más.

01 agosto 2016

¿QUÉ ES PROGRESO? (IDEAL 1/8/2016)



¿QUÉ ES PROGRESO?

 Por José Antonio Flores Vera

¿Qué es en realidad progreso? Es la pregunta que me hacía hace unos días cuando, desolado, veía que mi soñada vega, en el entorno de Pinos Puente, era fraccionada por un enlace de autovía. Un año antes, cuando comenzaron las obras, aun no queriendo creer lo que estaba por venir, las excavaciones de cimentación de un puente dejaron al descubierto lo que, al parecer, fue un amplio taller de cerámica tardorromano, según pude informarme. Me gustaba pasar corriendo por allí e imaginar cómo sería todo aquello dieciséis o diecisiete siglos atrás. Pero nada queda ya de todo eso. Tan solo la estructura de un robusto puente que elevará la autovía para dejar existir un camino asfaltado que comunica con los cortijos y hazas de la zona. Todo lo demás, el territorio fértil por el que pasará el enlace de la autovía, será arrasado por esa gran lengua de hormigón que creará dos bandos diferenciados. Una especie de muro de Berlín para la fauna, flora y las muchas personas que por allí pasean, hacen deporte o trabajan sus campos. Me pregunto si habrá habido algún estudio de impacto ambiental que aconsejara elevar todo el tramo de autovía por medio de puentes para evitar arrasar ese vergel que es la vega. A eso le denominan progreso.
La Real Academia Española de la Lengua en su primera acepción define el progreso como ‘Acción de ir hacia adelante’; y en su segunda acepción como ‘Avance, adelanto, perfeccionamiento’. Conceptos demasiado genéricos que, entiendo, no sirven para comprender en su integridad qué puede significar el progreso que, se supone, se ha de entender como mejora en la calidad de vida de las personas a las que, en teoría, va dirigido. Sin éste, nuestras vidas no hubieran mejorado tanto como lo han hecho en los últimos siglos. Eso no es discutible. Pero afirmado esto, es necesario reflexionar acerca de si llegado a un punto ese progreso no es más que involución, un ir hacia atrás. Por ejemplo, en el caso que citaba del enlace de la autovía. Las preguntas que levitaban sobre mi cabeza al ver ese leviatán de hierro y cemento eran las siguientes: ¿es necesario un enlace de autovía que posibilitará que pasen más coches y que conllevará dentro de pocos años la necesidad de otra autovía, que también propiciará más coches? ¿Es más importante la implantación de la obra pública que lo que destruye? Es probable que no nos hagamos esas preguntas con demasiada frecuencia tan mediatizados como estamos por el buen nombre del progreso, pero es necesario reflexionar sobre ello, porque un progreso excesivo y embrutecido podría suponer a la larga dar muchos pasos hacia atrás. Porque progreso también es preservar lo que nos ha regalado la naturaleza, la cultura o la historia.
Similares preguntas debemos hacernos cuando -otro ejemplo real- una superficie comercial da al traste con unos importantes restos romanos, perdiendo para siempre la oportunidad de saber qué fue y cómo fue el origen de una determinada ciudad. Para muchas personas unos restos arqueológicos no deben impedir ese progreso, pero me pregunto también qué seríamos, en realidad, si no conocemos lo que la historia nos ha legado. Porque poder presenciar los restos de hace dos mil años de una determinada ciudad es cultura; y la cultura -insisto- también es progreso. En este caso que comento, ni siquiera se han molestado en construir una estructura de cristal en el suelo que permita recordar esos restos, una formula bastante usada en ciudades históricas, incluida, Granada.
No se me escapa que para muchos sectores el progreso es tan solo construir y construir (lo que conlleva casi siempre destruir y destruir) sin mirar atrás, si bien, siempre serán los mismos sectores de siempre los que opinen así: los económicos y, en gran parte, también los políticos. Ambos se amparan -y mienten, en la mayoría de las ocasiones- en la creación de empleo y riqueza. Y, lógicamente, cuando se pronuncian esos términos tan absolutistas, que no admiten opinión en contra, poca gente se atreve a cuestionarlos, a pesar de que en muchas ocasiones ni ha habido creación de empleo ni, por lo tanto, riqueza. Solo ha quedado la excusa que ha permitido llevar a cabo el proyecto; megalómano, la mayoría de las veces.

   Pero, ¿y los ciudadanos? ¿Qué papel representan en todo esto? Ciudadanos a los que jamás se les pregunta sobre si consideran necesaria una autovía o un centro comercial o, bien, preservar un espacio de vega o unos restos romanos. Se supone que el voto cada cuatro años (últimamente cada seis meses) lo valida todo, pero no debería ser así. De hecho, hay ejemplos de países, como es el caso de Suiza, en los que antes de acometer alguna obra pública de calado lo suelen consulta al pueblo. Aquí, en cambio, solo sabemos de ella cuando comienzan a atronar las máquinas sobre nuestras indefensas cabezas.

BREVES COMENTARIOS NO ESPOILEADOS DE OPERACIÓN U.N.C.L.E, ABSOLUTAMENTE TODO Y CIEN AÑOS DE PERDÓN.

OPERACIÓN U.N.C.L.E (EE.UU. 2015) 

Excelente película ésta dedicada al espionaje y a la guerra fría de los años 60. Hemos visto muchas películas sobre estas temáticas, pero Operación U.N.C.L.E es bastante atípica y rompe los moldes preestablecidos en este tipo de películas. Repleta de acción -pero acción comedida- con una antiguo conocido: Napoleón solo. Además, no está exenta de humor. Recrea muy bien la estética vintage de los años que retrata y cuenta con una BSO, a cargo del joven compositor Daniel Pemberton que, particularmente, me ha encantado. 
Con esta película el buen director, el ex de Madonna Guy Ritchie, nos vuelve a deleitar con su buen cine, si bien poco o nada que haga en el futuro podrá superar a la mítica Snatch, cerdos y diamantes. 
Por tanto, una buena película que nos hará pasar un buen rato, si lo que queremos es ver una peli que nos divierta y nos haga pasar una mejor tarde de sopor y calor.     




ABSOLUTAMENTE TODO (U.K. 2015)

Cambiamos por completo de registro y comento esta película británica Absolutamente todo, que, creo, merece la pena, siempre y cuando sepamos qué vamos a ver.
Me gusta todo lo que hace Simon Pegg, uno de los comediantes cinematográficos británicos de cabecera, el cual ya parece desligado de su álter ego cómico por naturaleza: Nick Frost, con el que parece no trabaja desde aquella irregular Bienvenidos al fin del mundo. De todas formas, siempre tendremos en la retina la mítica Zombies Party. 
Simon Pegg tiene la virtud de no hacer solo papeles cómicos sino que se pone serio también, tal y como ha demostrado en las últimas Star Treck y Misión Imposible. No obstante, siempre le veremos su lado cómico, tal vez, porque es a lo que estamos acostumbrados en él. 
Por tanto, ¿qué vamos a ver en Absolutamente todo? Pues nada más y nada menos que una película muy divertida, con guión disparatado y un tanto friki. De hecho, algunos de sus gags son realmente deliciosos. Una peli que sienta muy bien ver en una noche de fin de semana cuando el día ya nos haya apartado de otras obligaciones más onerosas y tengamos solamente ganas de abrir una cerveza fresca, dejar la habitación a oscuras y disfrutar de las ocurrencias del bueno de Pegg y su perro parlanchín. 



CIEN AÑOS DE PERDÓN (ESPAÑA, 2016)

Cien años de perdón está dentro de esa hornada de películas de género negro españolas de los últimos años, que sin estar a la altura de otras como la Isla Mínima, Grupo 7, Celda 2011 o, incluso, No habrá paz para los malvados, se trata de una gran película 'Made Spain'. 
Cuenta con los ingredientes necesarios para estar a la altura o superar a muchas con mucho más presupuesto del otro lado del charco, a pesar de que se trata de una temática muy recurrente en el cine de medio mundo: el robo de un banco. Es lo que pensé. Creí ver al principio de la misma que nada iba a variar y que era una película que habíamos visto mil veces. Pero no. Hay matices en ella e historias internas que la hacen distinta y especial. Hay que decir que además de contar con un guión coherente y de una pieza, hay una excelente fotografía y buena BSO, además de buenas interpretaciones. En ese sentido, contar con Luis Tosar es siempre una garantía. 
Uno de los elementos más especiales que hace que esta película de habituales robos de bancos sea peculiar es la introducción de la corrupción. Y si hablamos de Valencia y corrupción es fácil que veamos una fuente de inspiración muy importante de la vida real de los últimos años: el PP valenciano y, por añadidura, el nacional. Por tanto, ese elemento, sumado a otros relacionados con las relaciones entre los protagonistas hace que este film español sea harto aconsejable, pudiendo convertirse en lo mejor que se pueda ver a lo largo de 2016. Porque sigue vigente el refrán -y más en los tiempos que corren-, que dice que 'Quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón'.

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...