17 agosto 2014

DEL CIVISMO Y LA EDUCACIÓN

España, como sabemos, es una país donde la educación y civismo están a niveles bajísimos. Escribo esto mientras que por la ventana de mi estudio entra un ruido ensordecedor de los cuatro parquecitos -vaya invento del demonio- que el ayuntamiento o las constructoras han colocado en mi calle aglutinados en un espacio corto, a pesar de que la calle es larga y podrían haberse colocado de manera más salpicada. Pero en fin, pedir sensatez a esta alturas es inútil.  Justo enfrente, al lado de uno de ellos, hay un bar que tiene varias mesas en la puerta. Los padres se toman su bebida mientras que sus hijos se desgañitan el gaznate gritando lo más fuerte posible, sin que reciban ni la más mínima reprimenda y sin importar que haya personas que quieren estar tranquilos en sus casas o tengan que madrugar para trabajar (¡por Dios es que ninguna de esta gente le apetece llevar a cabo una actividad silenciosa y satisfactoria como, por ejemplo, leer un buen libro!) . Total es la calle y ésta no es de nadie, como dijo del dinero público aquella política analfabeta. 
El pasado fin de semana estaba en un chalet de unos familiares, en una bucólica urbanización a las afueras de Granada y dos casas más abajo había unos individuos con una verdadera discoteca montada que impedía que se pudiera ni tan siquiera hablar. Me ofrecí a hablar con ellos y, sí, desconectaron la música, pero me cuentan que hoy han vuelto a ponerla más alta si cabe.
Hace algún tiempo, le recriminé a un conductor su incorrecta maniobra -a mí también me la recriminan cuando la hago, lógicamente- y el individuo se ofendió tanto por mi llamada de atención que estuvo un buen rato echándome sapos y culebras con su claxon y, seguramente con su boca. Me pregunté que hubiera ocurrido si la maniobra incorrecta la hago yo.
Esta mañana me encontraba en Fonelas, tras correr su segundo trail y un individuo literalmente nos arrolló a unos cuantos al abalanzarse a coger un refresco o agua o lo que fuera. 
En fin, son sólo cuatro casos vivenciales, pero podría tirar de neuronas y encontrar muchos más recientes, que esto es una plaga. Y me temo que de esa vorágine incívica se salva poca gente porque pareciera que se tratara de una enfermedad contagiosa.
¿A qué se debe, pues, que seamos tan mal educados en este país? ¿A la escuela? ¿A la telebasura? ¿A la falta de cultura? ¿A la deficiente educación de determinados padres para con sus hijos? ¿La falta de respeto hacia los semejantes? Puede ser que se deba a un poco de cada cosa. Pero ocurre que cuando ese hábito se implanta en un país es muy difícil erradicarlo. Lógicamente, no quiero decir que todos los individuos sean o seamos unos mal educados, que esto, como sabemos, va por barrios, niveles educativos, expectativas y no funciona igual en todos los lugares de España. 
He viajado por todo el país y no todas las regiones y ciudades tienen el mismo nivel de mala educación. Por ejemplo, en Granada, que es donde habito, cuesta Dios y ayuda a que un coche se detenga en paso cebra; sin embargo, en otros lugares de Andalucía, como es la ciudad de Cádiz, me sorprendió en su día que se detuvieran hasta los carricoches cuando una persona pisa la raya blanca o amarilla de un paso de cebra.
En el País Vasco, detecté que los padres están mucho más pendientes del comportamiento de sus hijos, más pendientes de que no molesten a los demás. Lógicamente, no se puede generalizar, pero sí fue una impresión contrastada. En cambio, en Andalucía, existe mucha más permisividad en ese aspecto. Lógicamente, lo que unas regiones tienen a favor otras lo tienen en contra. Y viceversa.
Constaté también, ya que me refiero a niveles de educación por regiones, que en Castilla-León se habla bajo en los restaurantes y bares, pero no en otras regiones. O que en los restaurantes asturianos sus dueños y empleados son mucho más francos que en otros lugares de España. Por ejemplo, no te hacen esperar si saben que no habrá una mesa libre en un buen rato (y si la va a haber tampoco te mienten). Diez minutos allí, son diez minutos; en Andalucía, por ejemplo, esos diez minutos puede ser hasta una hora. 
Detecté en Valencia que la gente, a pesar de ser servicial, habla muy fuerte en la calle y nos le importa gritar si es necesario (¡Oye, nens!), pero en otros sitios como Galicia casi te cuesta escuchar lo que te dicen cuando preguntas por una dirección. 
Y si saltamos nuestras fronteras (lo de saltar es una decir, que no está ahora el horno para bollos en Ceuta y Melilla), me sorprendió la extrema educación que demuestran los habitantes de Londres. El 'excuse me' y el 'I'am sorry' surge de sus labios de una manera tan espontánea que cuesta comprenderlo, sobre todo, cuando provienes de España. Un pequeño roce, una indecisión de por dónde tirar en una acera, lo más mínimo, se contempla como una obligación de pedir disculpas o perdón, aunque también conlleva el mensaje subliminal de guardar las distancias, que es algo muy británico. Aún así, esa actitud me parece adecuada.
Recuerdo que en un mismo día, en el aeropuerto de Gatwick, a pesar de su caos y su enorme gentío, todo el mundo respetaba el paso de los otros; al llegar a Málaga, sin embargo, me sentí arrollado, incluso, por esos turistas británicos que se tuestan en la Costa del Sol. 
En Dublín, advertí que no existe especial cuidado de hablar bajo por las calles. Y sí es en fin de semana, siempre escucharás los alaridos de los muchos alcohólicos desenfrenados que encuentras por las calles. Sin embargo, son verdaderamente cálidos y educados en sus pintorescos pubs y es habitual que se dirijan a ti si entienden que pueden ayudarte.
En Portugal, por ejemplo, se conduce como el culo, pero con el tiempo observas que no se hace por fastidiar al otro, simplemente, conducen mal. En ese sentido recuerdo una anécdota. Nos habíamos perdido en Lisboa y preguntamos por la salida a la autovía que conducía a Oporto. El individuo al que preguntamos, lejos de indicarnos, nos dijo que le siguiéramos, que él iba a salir a la autovía. Una vez encontrada la autovía le di las gracias con la mano y descubrí casi conmocionado que ese mismo individuo me estaba adelantando en la misma pista de salida a la autovía, de un sólo carril. Había sido amable en indicarme la salida y grosero en la maniobra automovilística.                               

16 agosto 2014

BUEN ENÉSIMO CONCIERTO DE MEDINA AZAHARA

Foto de J.A. Flores
El pasado miércoles, trece de agosto, el grupo Medina Azahara actuó en la ciudad de Maracena con motivo de sus fiestas patronales. Me enteré de casualidad, leyendo Ideal, y me dije que no debía desaprovechar la oportunidad de volver a ver a la veterana banda cordobesa, sobre todo cuando no iba a tardar más de veinte minutos andando desde mi domicilio. Sin embargo, sabía que al ser una actuación gratuita para los habitantes de Maracena y muy barata para los que no lo eran y en plenas fiestas de una ciudad que está ya en casi veinticinco mil habitantes iba a ser una tarea algo estresante. Porque para mí siempre lo es acudir a citar multitudinarias, pero ésta lo sería aún más, supuse.
Es un grupo que ya había visto ya en varias ocasiones -incluso lo contraté cuando yo era Concejal de estas cosas en mi pueblo- y presuponía que nada iba a cambiar demasiado con respecto a actuaciones anteriores. En su contra, los sempiternos temas de siempre, con algunas incorporaciones nuevas lógicamente. A su favor: el buen directo, el emocionante directo, gracias a que atesora buenos músicos solventes, muchos de ellos premiados. Así que saqué fuerzas de flaqueza y me dirigí al buen anfiteatro de esta localidad -un acierto, oye- sitio en el que ya había visto con mis buenos amigos concejales de corporaciones anteriores a célebres artistas, algunos de ellos ya tristemente desaparecidos como es el caso de Carlos Cano.
La sorpresa fue comprobar que la entrada al recinto -con aforo para mas de cuatro mil quinientas personas, rezaba un cartel- no estaba franqueada por taquilla alguna; es decir, que era libre incluso para los foráneos. Luego, pensé, aquí se va a concentrar todo tipo de gente, al ser una actividad gratis total en el primer día de fiestas de la ciudad: personas mayores, que siempre conocen con antelación suficiente la gratuidad de los sitios, olfatos que se afinan cuando se posee una pensión ridícula y, además, se tienen a su cargo un buen número de parentela, que es algo muy común por estas tierras, dado el fuerte paro, la desintegración, etc., etc.; ésos, decía, ya estarían allí desde la puesta de sol. Pugnando en número le iría a rebufo las familias con hijos pequeños, muy abundantes, con sus carrillos de bebé cuatro por cuatro y toda la parafernalia; de cerca, les seguiría grupos de animosos amigos del pueblo que, aunque no les interesara demasiado el grupo, no iban a desaprovechar pasar un buen rato, porque a nadie la amarga un dulce y son las fiestas de mi pueblo y tal; y ya en buen número también, los verdaderos seguidores del grupo, gente venida de otros sitios de la provincia de Granada dispuesta a abonar su entrada, que importándoles un bledo lo que allí se cocía con anterioridad al concierto de su banda favorito, se iban situando en foso del anfiteatro, justo enfrente del escenario, que es donde mejor se escucha el sonido, al tener los altavoces de frente y no haber apenar distorsión. En fin, que entre unos y otros, el aforo estaba al límite, si no superado.
Lógicamente antes, que para eso eran sus fiestas, este foráneo, debió contemplar con un ojo al menos, todo un cuadro flamenco de la escuela de la localidad, supongo; pero lo que ya no esperaba -y juro que tuve que hacer de tripas corazón- era el pregón, pasadas las doce de la noche, que en teoría es cuando debía comenzar su actuación Medina Azahara. Como tampoco esperaba que antes el alcalde socialista de la localidad, con la excusa de presentar al pregonero, una persona mayor que había sido concejal de cultura y que yo conocí hacía ya bastantes años, no tuvo problema alguno en lanzar allí una arenga-mitin: que si esto ya no es pueblo, sino una ciudad; que si estamos acometiendo tal cosa y las de más allá; que todo esto es por vosotros; que disfrutéis de vuestras fiestas, en fin, yo pensé que a esas alturas ya se iba a olvidar de presentar al pregonero. Pero al final lo hizo, porque seguramente su concejal de fiestas ya le estaban dando toquecillos.
Pero, en fin, me dije, debía de admitirlo, yo allí era un foráneo al que habían posibilitado ver gratis total al grupo Medina Azahara, pagado con los impuestos de toda aquella gente que se congregaba allí. Así que me fui a por una 1925 y un pinchito, a la espera de que se fuera preparando el escenario para los cordobeses. Sin embargo, cuando regresé, el pregonero aún estaba ante el micro entonando unas coplillas y recordando cómo eran las fiestas del pueblo en su infancia, que es a lo que aluden casi siempre los pregoneros -eso sí, si son de allí, porque si no lo son siempre dirán que esas fiestas eran sus preferidas-. Me pregunté que qué diría yo si alguna vez -caso harto improbable- me llamaran y yo aceptara -cosa que dudo- dar un pregón en mi pueblo (cuando yo era concejal recuerdo no haber designado jamás a pregonero alguno; lo hacía el alcalde o alguien de la comisión). Posiblemente también hablaría de cómo eran las fiestas de mi pueblo cuando yo era niño, no me iba a poner hablar de la novela 'Los detectives salvajes' de Roberto Bolaño que estoy acabando.
En fin, entretenido como estaba con esos pensamientos tan extraños que a veces me asaltan - y que luego tengo la desfachatez de escribir aquí-, el pregonero se despidió de golpe, tras entonar una última cancioncilla y antes de lo que yo ya creía -mentalizado a que el concierto comenzaría mucho más tarde-, a eso de las doce y media de la noche pasadas, se apagaron las luces del escenario e hizo aparición Medina Azahara. Contemple algunos rostros de la gente mayor que allí permanecía estoicamente sentada con su Fanta de limón en la mesa -ellas- y su cubatilla -ellos, a pesar de tu tensión alta, Paco- y no sé por qué leí en su expresión que les hubiera gustado que hubiera seguido hablando el pregonero, que ahora iban a tener que aguantar a esos melenudos -aunque ya más que maduritos- con esa música estruendosa y tal -¿qué hubiera pasado si el grupo hubiera sido , no sé, Obús?-. Sin embargo, los rostros de los fans del grupo eran todo lo contrario, rostros iluminados e ilusionados.

Foto de J.A. Flores

¿Y qué decir del enésimo concierto en directo de Medina Azahara?

Me temí lo peor; temí que a pesar de la emoción que suscita su directo me aburriera como las ostras, escuchando de nuevo las mismas cantinelas de libertad propias de los primeros años de autonomía, antes de que todos supiéramos los artistas que iban a comandarla, antes de que barruntáramos la llegada de los Chaves, los Zarrías, en fin, todos esos que ahora están encausados por el asunto del latrocinio en masa y en cadena de los ERES falsos y que espero que la jueza Alaya y la providencia descubran de una puta vez la verdadera cara de esta gente.
Pero no nos perdamos del objetivo principal de esta entrada. Tras un comienzo normalito, recurriendo a los viejos temas de siempre, comprendí que el grupo, a medida que iba sumando temas al repertorio, estaba haciendo un esfuerzo innovador.
En primer lugar, con la incorporación de un nuevo batería y un nuevo bajo, al que acompañaban la guitarra del incombustuble Paco Ventura, uno de los mejores guitarristas de España, según medios especializados, y el teclado del orondo Manuel Ibañez, seis veces proclamados mejor teclista de España. Me pareció, no obstante, que la voz de Manuel Martinez no era lo preclara y potente que le había escuchado antes, pero poco a poco ésta se fue aclarando. La razón la encontré no ya en la voz -que puede que esté ya más cascada tras tantos años y bolos- sino en el sonido, que poco a poco fue mejorando.
Pues, oye, que aquello se fue animando y ganando en calidad. Porque a pesar de que el grupo cordobés no introducía temas nuevos, sí que la forma de tocarlos y la puesta de escena era francamente atractiva, tanto en instrumentalización, luces, y multimedia. Aquello, en verdad, fue ganando enteros, por lo que me dije que la veterana banda había comprendido que no podía ir por los escenarios de España y también de latinoamérica haciendo siempre lo mismo. Se percibe sin duda la mano de algún productor con ideas modernas y renovadas porque por allí sonaron 'sólos' de todos sus instrumentalistas, alargues de notas musicales, improvisaciones, cierres de temas con elementos distintos a los ya conocidos. Sí, era otra Medina Azahara, a pesar de que seguía siendo la misma.
Por tanto, dos horas de concierto, amenísimo a partir de la última hora y la gente -no sé si los mayores y las mamis con sus hijos en el carrito cuatro por cuatro- solictando otra y otra, algo que esta banda atiende largamente.            

04 agosto 2014

IRIHS, EL PAÍS DE LOS CELTAS (II)

Zona The Temple (Foto de J.A. Flores)
A poco que observe, el viajero descubre pronto que en Dublín hay mucha vida, animación y posibilidad de empleo. Eso lo aprecia rápidamente. Tan rápido como aprecia que es una ciudad bastante sucia al no existir una concepción diaria de la limpieza, pero al mismo tiempo plagada de grandes avenidas, grandes parques y bonitos puentes sobre el río Liffey, que atraviesa la capital del país. Asimismo comprobará que son abundantes los enormes y bellos edificios neoclásicos. Una ciudad con bastante impronta europea. Y también muy joven, una de las más jóvenes de Europa si consideramos los datos oficiales. Eso hace que la ciudad se vuelque a la calle buscando animación, básicamente a la zona de The Temple, lugar de marcha, diversión y comidas, repletos de pub con música tradicional en vivo. El pub más famoso es el que da nombre al barrio. Cuando te cuentan que en uno de estos sitios puedes pedir tu pinta de  Guinness, O'Hara's, Murphy's, Smithwick's  -hay que intentar probarlas todas, pero eso no es fácil-, entre otras, escuchar la música o contemplar sus danzas y sentirte un irlandés más es totalmente cierto. A eso ayuda que el carácter irlandés lo posibilita al ser sociables y atentos con el de fuera. Porque a pesar de que son gente por lo común bebedora, se suelen portar (bueno, hay excepciones como en todas partes) y los jóvenes parecen apegados a sus tradiciones. De ahí que la convivencia en los pub sea para el irlandés medio una forma de entender la vida y las relaciones sociales. 

     

(Foto de J.A. Flores)
  Porque beben hasta extenuarse. No en vano la marca de cerveza más famosa del mundo es de allí y también una de las más famosas de güisqui, el buen Jameson. ¿Y por qué beben tanto?, creo que llegué a preguntar a alguien. Porque es un pueblo que ha sufrido mucho, me contestan. Supongo que también por el clima, supuse internamente. Y no es que el frío sea gélido como lo es en otros lugares de Europa, pero lo hace y, además, está el aire y la sempiterna lluvia. De hecho, no ver un paraguas retorcido y doblado por alguna de las calles de Irlanda es difícil, lo que hace preguntarte el por qué la gente no invierte en buenos paraguas británicos en vez de comprarlos baratos a cualquier proveedor chino, el cual, supongo, se estará poniendo las botas.

    Todo, se ha de suponer, conforma el carácter y los hábitos de los habitantes de los países. De ahí que muchos piensen que en Irlanda la Guinness más que una cerveza es una religión.

     Lo aprecias cuando visitas su 'storehouse', la fábrica original, que hoy es un enorme edificio de siete plantas con el que hacen su agosto el actual titular y detentador de Guinness, el grupo empresarial británico Diageo (es paradójico que la marca-símbolo de un país de sentimiento tan antibritánico la ostente una empresa de ese país). En mi opinión, siete plantas totalmente pensadas para hacer caja con el turismo. Poco más que algún que otro reclamo para turistas y, eso sí, esa degustación de una pinta en su bar 'Gravity' de la última planta, con excelentes vistas a Dublín. Qué menos que se inviten a una pinta por la elevada entrada que cobran. No obstante, hay que decir que tampoco se come mal allí, si bien la comida no es el fuerte de estos países de impronta anglosajona como todos sabemos, adorándose por encima de todo el 'zumo de cebada, lúpulo o malta', a pesar de su alto precio. En ese aspecto uno echa de menos España.

    

     
(Foto de J.A. Flores)
Pero el viajero no debe de olvidar una cosa allá por donde vaya, por muy recóndito que crea estar el lugar visitado: en una sociedad tan hiperinformada y tan globalizada el turismo no es otra cosa que un invento que tiene básicamente dos caras opuestas: ayuda sobremanera a que todo el mundo pueda ver las cosas, pero al mismo tiempo 'prostituye los sitios' y les resta encanto. Otra cosa muy distinta es que el viajero sepa detectar esos otros lugares interesantes, lugares recónditos en los que el acaramelado brazo del turismo pase por alto. Los hay en todas las ciudades. En ésta encontramos alguno, siendo uno de ellos el 'Dublín Writers Museum', porque no en vano esta ciudad está declarada por la Unesco ciudad literaria.
Joyce, Beckett, Wilde, Switf, Yeats, Behan, Shaw y tantos otros. Como bien dicen los propios irlandeses es el país de su tamaño y población con más literatos internacionales. Además, la casualidad quiso que la victoriana ventana de la habitación de nuestro hotel diera a Great George St, la misma calle en cuya casa se inicia el periplo de un día de Bloom el singular y carismático personaje de la novela 'Ulises' y que actualmente acoge el centro de documentación sobre la figura de James Joyce. Son reductos de paz y recogimiento.

          Porque para sumergirse en turismo acaramelado y masivo hay suficientes lugares en Dublín, como suele ser habitual también en cualquier otra ciudad que lo merezca. Uno de estos sitios es, como antes decía, precisamente el que representa uno de los símbolos de este peculiar país: su cerveza Guinness. Pero no es el único: visitar el libro de Kells en la Old Library de la Trinity College es casi tarea imposible dadas las largas colas, a pesar del remanso de paz que suponen algunos lugares de la universidad más antigua de la República de Irlanda. 

          Y es que Guinness está indeleblemente unida a Dublín y a las 'Irlandas'. Es el claro ejemplo de una entidad privada que asume labores de símbolo nacional y público. No comentaré aquí nada de la historia de este cerveza porque hay miles de referencias en Internet, pero sí cómo percibí la visita a ese megaedificio denominado 'Guinness Storehouse' ubicado en la zona del barrio más medieval, el barrio de origen vikingo. Siete plantas de edificio que pasa por ser la atracción turística más importante de Dublín y del resto de la República de Irlanda. Nadie que haya visitado Dublín ha dejado de visitar este lugar, ya que se trata de una visita de las denominadas obligadas en cualquier guía. Otra cosa muy distinta es que cumpla con las expectativas previas que se tengan. 

          Como todos los grandes montajes específicamente pensadas para el turismo de masas el Guinness Storehose se ajusta a esos parámetros. Un lugar pensado como atracción turística con claro ánimo propagandista y crematístico. Eso es algo que aprecias nada más llegar.

          Por sus alrededores ya ves de vuelta a decenas de visitantes con su bolsa de papel de su enorme y cara tienda, y ellos mismos te van mostrando la senda que has de seguir para no perderte. Antigua fábrica de Guinness (la actual está en la zona del puerto de Dublín y puede que repartida por más lugares de Irlanda, no estoy seguro), el lugar recuerda a esas bodegas de rancio realengo que hay tanto en España como en la zona de Oporto. Un lugar que denota que allí hubo industria, pero que ahora todo está reformado y reciclado con ojos puestos en el turismo. Otra cosa es que lo que vayamos a encontrar dentro sea provechoso.

          Para este viajero no lo fue. Muestras estandarizadas de elaboración de cerveza -con grandes colas en los lugares más simbólicos- y mucha publicidad en torno al fundador de la marca, Sir Arthur Guinness. A lo sumo -siempre en mi opinión, claro está-, como antes decía, lo más apreciable es la pinta de cerveza Guinness que regalan con la cara entrada en el bar Gravity, que ocupa toda la séptima planta y que posea diáfanas vistas a la ciudad de Dublín. Eso sí, si no te importa degustar esa buena pinta con varios cientos de personas. En realidad te sientes guiri en este lugar, pero supongo que así debe ser.

          De ahí que en nuestros viajes siempre intentemos alternar estas necesarias visitas turísticas con las hechas a lugares de la ciudad alejadas del turismo que es donde realmente se aprecia el pulso real de la ciudad. Nada me parece más grato que patear un barrio alejado del turismo de una ciudad que no conoces. Contemplar sus calles, sus casas, sus gentes, su cotidianidad. Nada me parece más grato que poder tomar una cerveza o saborear un plato en uno de esos lugares anónimos. Siempre intentamos buscar espacios para ese fin. En algunos lugares es más viable que en otros, pero en el caso de Dublín, gracias a sus múltiples pub, poder saborear una buena pinta alejado del turismo rodeado de naturales es harto posible, y he de decir que una de las mejores experiencias.

          La República de Irlanda es un país católico, pero esta confesión religiosa no ostenta demasiado poder. Eso es algo muy visible en sus templos. Al contrario de lo que ocurre en otros países católicos como España o Italia, sus templos no son lugares en los que se exhiba la fuerza de la iglesia católica, al contrario, de lo que se pueda suponer no existen demasiados símbolos religiosos como suele ser habitual por estos lares. De hecho, la Catedral más antigua de Dublin, la denominada Christ Church, está consagrada a la religión anglicana y por sus pasillos es fácil ver a mujeres sacerdotisas, que es algo que choca a los ojos del viajero en un país católico. Cuenta con la cripta más grande tanto de Irlanda como de las Islas Británicas y en la misma hay espacio suficiente para la coqueta tienda de recuerdo, una pequeña cafetería y una colección de trajes de los Tudor, entre otras cosas. Me pregunté cuántas horas de luz verían al días los abnegados empleados y empleadas de esta cripta.       

          Por su parte, la vecina catedral nacional, la Catedral de St. Patrick, está consagrada al catolicismo y a falta de motivos religiosos -los hay, pero escasos-, encontramos un sin número de tumbas, placas y estatuas de héroes y personajes que han desempeñado un papel importante en la historia del país. Desde militares que han dado la vida por Irlanda hasta escritores, como es el caso de Jonathan Swift, en cuyo lugar está enterrado, ya que autor de 'Los viajes de Gulliver'  fue deán de esta catedral entre 1713 y 1745.

         

      
Ruinas del monasterio cisterciense
de Monasterboice,  (Foto de J.A. Flores)

  Pero siempre debemos tener en cuenta que Irlanda debe ser valorada principalmente por su limpida y verde zona rural, la cual conforma gran parte de la isla.

          Alejados de Dublín y su entorno, el viajero no va a volver a ver ciudades tan grandes y tan cosmopolitas. Si omitimos Belfast y el norte de Irlanda, de soberanía británica, la República de Irlanda cuenta con pocas ciudades de importancia poblacional: en el oeste encontramos Galway y Limerick y en el sur Cork, como ciudades con mayor entidad al margen de Dublín. El resto de la isla lo conforman ciudades de menor entidad y multitud de pequeños núcleos rurales en los que estriba el mayor encanto de este país, un encanto que intentan acrecentar con el idioma gaélico o irlandés que lees en todas las indicaciones públicas, a pesar de que es hablado por poquísima gente -algo similar a lo que pueda ocurrir en las provincias vascas con su idioma propio-. Lugares unidos por estrechas carreteras, totalmente respetuosas con el entorno, en las que no es fácil que dos vehículos de gran tamaño -autobuses, camiones- puedan cruzarse sin dejarse recuerdos en sus respectivos chapados. En uno de esos entornos bucólicos se encuentran los acantilados de Moher, no lejos de Galway.

          El viajero, lógicamente, no querrá salir del país sin ver una de las maravillas naturales del mundo, que es a su vez uno de los símbolos de Irlanda, pero a cambio deberá de hacerlo rodeado de cientos de congéneres. No habrá opción. Lugar privilegiado, en nuestra sociedad tan globalizada, significa lugar muy visitado. El turismo de masas, ése del que todos formamos partes, lo afea todo, pero al mismo tiempo ese mismo turismo presiona en el sentido de que estos lugares puedan ser visitados gracias al buen acondicionamiento. Se trata de una dualidad que hay que asumir.

          Estando allí y pensando en lo que ahora escribo, intenté imaginarme aquello con los ojos de los primeros pobladores, con los ojos de quienes pudieron disfrutar de todo esto con anterioridad a la llegada del turismo.                

                         

31 julio 2014

IRISH, EL PAÍS DE LOS CELTAS (I)

Los impresionantes acantilados de Moher en la costa atlántica, cerca de Galway. (Foto de
J.A Flores)
              
       




  





          'Un trozo verde y llano rodeado de un azul inmenso'. Eso me dijeron.  Y es cierto.
          Esa es la primera visión que tienes de Irlanda desde el avión. Eso sí, si tienes suerte y no está completamente encapotada por las nubes, cosa harto probable. Pero no lo estaba, por lo que finalmente fue posible ver esa pieza, como de puzle, rodeada de ese azul inmenso que componen el océano Atlántico al oeste, el Irish sea al este y el Celtic sea al sur. Las mismas aguas para tres denominaciones, dos de ellas de alto contenido nacionalista. 
          Tras contemplar el primer trozo de esta gran isla verde desde la escueta ventana del incómodo avión, te sorprendes de que exista tierra tras la inmensidad del océano. Un rato antes, el trozo suroeste de la gran isla imperial británica, justo enfrente, ya había hecho presencia, pero aún así me sorprendió ver esa otra isla más pequeña a la que nos dirigíamos, como perdida en la mitad de la nada. Más perplejo te quedas cuando recuerdas que mucho más al norte hay otra, mucho más perdida: Islandia, pero eso ya es otra historia. De todas formas, me pregunté, qué cosas son los continentes e islas, por grandes que sean si no trozos de tierra, ante la inmensidad de los océanos y los mares.
         Haciendo abstracción de su cerveza, sus típicos pubs y su güisqui, Irlanda nos hace recordar a todos básicamente dos cosas: el controvertido asunto del IRA y el no menos controvertido del rescate por parte de la UE, el segundo país rescatado tras Grecia. Después vino Portugal y, España, que no lo fue en la práctica, pero me temo que sí en la teoría. Pero ambas cosas son muy distintas cuando te las explican desde dentro; muy distintas a cuando te las explican desde fuera.
Lugar de nacimiento de Kevin Barry
primer republicano Irlandés ejecutado
por los británicos en 1920. Actualmente
hay una sede y tienda del Sinn Féin
.
(Foto de J.A. Flores)
          El Ejercito de la República Irlandesa, que responde a las siglas IRA -Irish Republican Army, en inglés-, es algo que está aún muy presente en la historia de las 'Irlandas' -mucho más en la del norte, lógicamente, de soberanía británica- y a todos nos suena a algo así como ETA, pero la historia es mucho más compleja me temo. No entraré ahora en ella, pero sí pincelaré algo.
          Fue creado en 1919 por el parlamento secesionista irlandés para preparar la lucha nacionalista contra los detentadores antiguos de la actual República de Irlanda, que no es otra que la corona británica. Por tanto, fue clave en la independencia de este país. Otra cosa es lo que ahora nos conminan a pensar las siglas IRA -y del que todas las facciones se autoproclaman herederas- tras los abundantes episodios terroristas tan sangrientos llevados a cabo en la segunda mitad del siglo XX y primeros años del XXI . Esos actos terroristas acabaron por atomizar el grupo en múltiples escisiones muy complejas y que sería arduo explicar aquí. Lo importante es que el IRA, el denominado provisional, se cuente como se cuente, es considerado el brazo armado del Sinn Féin, partido que busca la unidad de Irlanda -la República con la del Norte- y, lógicamente, también la independencia total de Irlanda del Norte, actualmente bajo la corona británica. No obstante, se trata de un partido muy representativo, mucho más en el norte, pero que también cuenta con catorce diputados en el parlamento -Oireachtas- de la República de Irlanda. En fin, todo bastante complejo.
          Tanto como la historia del país. O las leyendas, porque es probable que las leyendas en este país estén a la par, si no por encima, de la propia historia. Seguramente se deba a que los primeros textos escritos sobre la historia no llegan hasta el siglo V de nuestra era, gracias a la introducción de la escritura por los monjes druidas, una especie de sabios que lideraron la comunidad y que fueron respetados por ésta. Y eso se debe, en gran parte, a que no es una país romanizado. El genio de Roma empleó violencia para someter allá por donde iba, porque llegaban para explotar los recursos y apoderarse de ellos, pero también supuso avance y civilización. Por ejemplo, en países fuertemente romanizados como España, la impronta cultural, lingüística, jurídica e infraestructural se debe a esa invasión. Acabaron con tradiciones nativas de fuerte valor antropológico, pero a cambio introdujeron la modernidad allá por donde fueron. Gracias a eso en España contamos con múltiples y buenas vías -antiguas calzadas- infraestructuras acuíferas, instituciones consolidadas a pesar de la corrupción que siempre ha reinado, un idioma de calidad de raíz latina y todos los demás avances que todos conocemos. En cambio, Irlanda no experimentó esos avances al importarle muy poco a Roma lo que allí se pudiera encontrar. Nulos recursos naturales -carbón, entre los primeros- y un territorio climatológicamente hostil. De ello le llamaron Hibernia. Le pusieron el nombre y a continuación se fueron y esa ida-fuga se aprecia en la actualidad. De hecho, no existen vestigios romanos ni en el plano lingüístico, monumental, infraestructural o genético. De ahí que muchos se afanen en considerar a la República de Irlanda como los verdaderos detentadores -junto a la hermana Escocia- de la historia, tradición y raza celta, la cual tiene una origen indoeuropeo, pensando muchos investigadores que su origen se encuentra en el norte de la península ibérica, anterior a la romanización. 
          El segundo asunto por el que nos viene Irlanda a la cabeza -además de la Guinness, el Jameson, su música y danzas, su extraño fútbol gaélico y potente rugby- es por el asunto del rescate, del que ya se han desenganchado. Pasó de denominarse como  'tigre celta'  a 'gatito celta'. Fueron muy prósperos, uno de los países con más crecimiento del mundo, pero un buen día las cuentas no le salían y necesitaron euros y una reestructuración bancaria feroz.
          Y es que básicamente no es un país que cuente con industria -la mayoría está en la zona de Belfast, bajo la corona británica-, pero sí con mucho asentamiento de grandes multinacionales, sobre todo pertenecientes a la industria farmacéutica. La clave me la contaron allí mismo: una enorme disminución del impuesto de Sociedades y mucha facilidad para la implantación de éstas, las cuales están básicamente en su capital Dublín. Esa política ha creado y sigue creando mucho empleo, que es algo que muchos jóvenes españoles sin oportunidades aquí han sabido aprovechar.
           El resto del país vive sobre todo de la agricultura y la enorme ganadería. La República de Irlanda cuenta con más cabeza de vacas que número de personas. Eso lo aprecias en cuanto das un paseo por sus zonas rurales. Hay tantas vacas que no te imaginas el paisaje sin ellas.
          Otra cosa que el observador atento apreciará es la cantidad de mujeres jóvenes embarazadas y/o con hijos. Parece haber ansia en ese afán procreador. De hecho es habitual ver por la calle de Dublín a una mujer arrastrando a un par de niños que apenas saben andar, otro en un carrito y de nuevo embarazada, una imagen que en España ya apenas se ve y parece más propia de la época del 'baby-boom' que se instaló en España y otros países europeos hace bastantes lustros. Muchas de estas mujeres son corpulentas y con el cuerpo asimétrico de tanta procreación en tan poco margen de tiempo. Por tanto, es inevitable presumir que existen programas sociales que favorezcan a tantas madres. Y sí, así es. Sobre todo para las madres que lo son en plena adolescencia. A éstas el Estado las protege sobremanera dándoles piso, dinero y costeándoles los estudios. Una mala política, me dicen, que acabará creando parasitismo, sobre todo cuando el resto de la población ha de pagar caro por el acceso a la atención sanitaria. De hecho, es habitual que los padres de adolescentes con embarazos no deseados se desentiendan de las hijas al saber que el estado se encarga de su manutención; y no sería extraño suponer que muchas jóvenes que quieren emanciparse opten por la vía rápida del embarazo. Políticas sociales peligrosas, sin duda. Me dije que si todos los programas sociales van en esa línea no sería extraño que en un par de años la República de Irlanda necesite un nuevo rescate económico, algo similar a la feliz ideal del infame Zapatero con aquellos dos mil quinientos euros por hijo nacido. Pero aún así, la República de Irlanda no cuenta con demasiada población -algo más de cuatro millones y medio- y un tercio de ella está congregada en Dublín y su área de influencia. Debemos considerar que llegó a tener ocho millones de habitantes muchos años atrás y se dice que descendientes de éstos puede haber en torno a los ochenta millones en todo el mundo, más de la mitad en EE.UU., lugar en el que la comunidad irlandesa es muy importante, sobre todo en New York y Boston. (SEGUIR LEYENDO)  

19 julio 2014

UN ENTRENAMIENTO ESTIVAL (Y CONTUNDENTE)

Se repiten las opciones. El año pasado por estas fechas ya me encontraba entrenando a través de los duros e irregulares carriles entre olivos, preparándome para esa prueba de Fonelas, que vuelve a la agenda este agosto.
Y es que las opciones que me planteo o impongo suelen funcionar casi siempre de la misma forma. El año de la subida al Veleta, la decisión fue rápida e inmediatamente comencé a hacer test de subida para ir comprobando mi estado de forma e ir acostumbrándome a las fuertes rampas. Con cada test bien hecho ganaba en confianza y eso me posibilitó presentarme en la linea de salida. Ocurrió más o menos igual cuando decidí participar en dos ocasiones en la Media Maratón de Montaña de la Ragua. Y el año pasado se presentó la opción de correr en Fonelas e intuí que esa prueba -a pesar de que se anunciaba como trail- me iba a gustar. Inmediatamente me compré las Brooks Cascadia y a sumergirme por terrenos pedregosos con subidas y bajadas. Todo salió mejor de lo que esperaba.
Pero no tenía muy claro que este año pudiera repetir en condiciones similares, dado el comienzo de año tan atroz por el que he atravesado y del que estoy recuperándome mejor de lo que esperaba. Así que el pasado jueves me dije que este sábado debía sumergirme de nuevo por el mar de olivos, por esa ruta de dieciocho kilómetros, con fuertes subidas y carriles destartalados e inestables. Porque lo que estaba intentando decirme es que este año también tengo el propósito de correr en Fonelas en agosto. 
Y no lo pensé demasiado. Este sábado, 19 de julio, minutos antes de las diez de la mañana, ya estaba comenzando mi entrenamiento que tienen su salida y llegada en el campo de fútbol de Pinos Puente. Y aquí está expuesto para mayor conocimiento:


UN ENTRENAMIENTO CONTUNDENTE  

Para intentar que el hipotético lector -corredor o no- pueda sumergirse en la crónica de entrenamiento estival que voy a relatar, nada mejor que imaginarse un terreno seco totalmente plagado de olivos, con un carril principal y cientos de carriles que salen por todas partes. Un terreno en altura, que va elevándose hacia la zona de los Montes Orientales, porque será hasta esa zona hacia la que me dirigiré, la zona de la provincia de Granada con más número de olivos y unas de las más de Andalucía. Eso lo explica todo.
En total, nueve kilómetros de ida y nueve de vuelta, siendo los primeros seis los más duros con diferencia. 
Y aunque es cierto que no hace el calor de los días previos -parece que la ola ha remitido bastante-, no hay que olvidar que estamos en mitad del verano, en julio, quizá el mes más caluroso. Así que hay que protegerse de alto factor y llevar hidratación suficiente porque no va a ser posible encontrarla en ningún momento de la ruta: no se pasa por cortijo alguno y, por lo general, en estas fechas no se ve un alma. Ni tan siquiera se escuchan los pájaros, como mucho, reptiles agazapados debajo de rocas, a los que espero no ver.
Escondido en las gafas de sol deportivas y todo dispuesto, comienzo a dar las primeras zancadas.
Instalaciones deportivas, cementerio viejo, cementerio nuevo, campo de fútbol ya abandonado y, de pronto, el camino a la derecha, el cual va ascendiendo poco a poco. Ya no dejará de hacerlo durante los primeros seis kilómetros.
No se trata de una cuesta ininterrumpida, sino una constante subida que va fatigando las piernas, con la presencia de dos o tres subidas fortísimas pero cortas, a lo que hay que añadir la dificultad de pisar por el destrozado carril, obra de las torrenteras de invierno y los tractores que por allí transitan. 
De todas formas, no encuentro demasiadas dificultades para pisar y en esa labor ayudan sobremanera las Cascadia, gracias a su aguerrida suela. Es más, apenas noto las piedras cuando las piso. De ahí que tan sólo piense en superar la cuesta que toca subir y no pensar en la siguiente.
Compruebo que el terreno se va elevando bastante cuando miro para atrás y observo el pueblo y la Vega bastante abajo. Es más, estoy al mismo nivel, si no más alto que la explanada más alta del Cerro de los Infantes, lugar de civilizaciones remotas que me parece aún más maravilloso y misterioso desde esa inusual posición. 
Miro el GPS no tanto para saber el ritmo, sino para ver cuántos kilómetros llevo ya hechos ya que quiero detenerme a hidratarme en el kilómetro cinco, con independencia de que tenga sed o no. Eso es básico.
Así lo hago. Llego al kilómetro cinco de la ruta y me refugio bajo las sombras del olivo más grande que encuentro. Bebo poca agua ya que hay que dosificarla. Quedan trece kilómetros aún. 
Reanudo la ruta y advierto que he cometido un error táctico. Al detenerme en el cinco no reparo que los siguientes quinientos metros son de subida. Hubiera sido más inteligente haber parado en la cota más alta y no tener que subir esos quinientos metros 'en frío'. Pero ya puedo hacer poco. Como mucho no detenerme demasiado tiempo y subir esa rampa. Percibo cansancio en las piernas por lo que lamento haberme detenido. 
Cuando llego a arriba ya el terreno es muy otro. No existe un descenso en toda regla, pero el terreno es más suave. Posteriormente, sobre el kilómetro siete a nueve habrá algo de subida, pero no es equiparable a la de los primeros seis kilómetros. Así que voy tranquilo, por debajo incluso de los cinco el mil. Me encuentro bien y no me ha pasado demasiada factura subir esa rampa 'en frío'. 
A partir del kilómetro siete debo extremar la atención. Por no haberla extremado el año pasado acabé en un lugar en el que no quería acabar, tal y como conté hace poco y en su día. Acabé haciendo cinco kilómetros más, sin agua y sufriendo más calor. Así que cuando paso por el punto kilométrico en el que se penetra en otro carril que parece más principal, fijo la referencia kilométrica, pera no perderme en la vuelta: siete kilómetros y cuatro cientos metros. Con una sencilla operación sabré en la vuelta qué carril tomar. Y es que dentro del mar de olivos todos los carriles parecen idénticos y yo jamás he sido un prodigio de ubicación. Reconozco que me he perdido en lugares tremendamente fáciles.
Atravieso dos rampas largas y llanas, desde las que hay una bonita vista del Castillo de Moclín, para, finalmente, alcanzar, en el kilómetro nueve, tal y como ya sabía, el lugar en el que me detendría y me daría la vuelta, justo en el cruce de la pequeña carretera que une Olivares y Colomera, en el mismo cruce del Cortijo Berbe Bajo. 
No hace demasiada calor, a pesar de que sin las gafas de sol, el camino posee un color amarillo que da miedo. Me hidrato con isotónico, que está fresquísimo, gracias a que ha pasado toda la noche en el congelador. También refresco con agua, fresquísima también, distintas zonas fundamentales del cuerpo para evitar un golpe de calor: frente, nuca, cuello y muñecas. Soy generoso y también refresco las piernas, que son las que están trabajando más. 
Me deleito con el atractivo paisaje de olivos y disfruto de las sensaciones, así como de la importancia que tiene para mí haber podido llegar -y espero regresar- hasta aquí. Me voy percatando que este año se parece mucho al anterior en cuanto a forma física, a pesar de la discontinuidad. 
Regreso. Y regreso con la alegría de saber que la vuelta es mucho más fácil. Eso será si no me pierdo. Pero no lo hago. Miro el GPS y compruebo que el punto kilométrico está donde calculé debía estar: kilómetro diez y seiscientos metros. Compruebo también que alguien ha anudado una tira de plástico a la rama del olivo que está justo en el cruce de caminos. Algún ciclista, supongo, harto de extraviarse.
Subo una pequeña cuesta y otra corta pero con más dificultad y observo que ya estoy en un punto en el que ya casi todo es bajada o terreno llano. Si es así, ya debo estar en el kilómetro trece más o menos. Miro el GPS y así es. El silencio es hiriente y disfruto con ello. Ya habrá tiempo de escuchar toda la tarde y toda la noche a los vociferantes nenes y a sus permisivos padres en los múltiples parquecitos infantiles de mi moderna calle que te cagas. 
Voy bien, bastante bien. No tengo las piernas cansadas y mi respiración es buena. En definitiva, no estoy cansado. Pero eso no quiere decir que no deba hidratarme. Lo hago en el kilómetro catorce y setecientos metros, a poco menos de tres kilómetros y medio para llegar a mi destino. Agoto todo el líquido isotónico y vuelvo a refrescarme con agua las zonas corporales antes indicadas y observo que al reanudar la marcha voy mucho más ligero, o al menos tengo esa sensación. Se debe tanto al terreno como a llevar las cantimploras vacías en la correa de hidratación adosada a mi cintura. Voy feliz, disfrutando del paisaje. El ritmo ya lleva tiempo que está entre 4'30'' a 4'45'' el mil. Por tanto, los kilómetros cunden mucho. Cuando vuelvo a consultar el GPS ya estoy casi en el diecisiete, a tan sólo un kilómetro de la llegada. 
A esa llegada se accede por el conocido camino que suelo utilizar cuando hago un Caparacena-Pinos Puente. Es el mismo por el que he entrado en la ida. El camino, de no más de 600 metros, desemboca de nuevo en el campo de fútbol abandonado. Segundo cementerio, primer cementerio e instalaciones deportivas. Ya veo a lo lejos el coche, bajo un sol de órdago y me digo: bueno, esto ya está acabado, sabiendo que no apostaba demasiado por hacerlo. El test fuerte, digamos, ya está hecho. Me iré de viaje y volveré con la convicción que demasiado mal debo de venir para no asumir bien esa prueba de Fonelas. No obstante, aún tendré tiempo en agosto para volver a esa ruta.     

Espero que hayáis 'disfrutado' del entreno, tanto como yo lo he hecho.              

17 julio 2014

LA DECADENCIA DE LOS MITOS (IDEAL, 17/7/2014)

              Se podría decir que la decadencia es al mito como la temida senectud a la diva del cine. En su apogeo, el tiempo parece detenerse de forma permanente, sin vocación de continuidad. De ahí que el mito sólo pueda caer de manera estrepitosa y definitiva. No hay otra solución para ese final.
          Si el mito es humano, toda explicación sobre él no hace otra cosa que hundirlo y todo conocimiento intrínseco lo sitúa en algo demasiado vulgar al tiempo que vulnerable. Y eso es así porque el mito no nace para ser comprendido, ni tan siquiera para ser conocido. Eso es lo que explica que en la actualidad cada vez caigan más mitos, como si se tratara de un attrezzo de cartón piedra de un modesto estudio de películas de bajo coste. Tampoco resisten esas duras pruebas los mitos materiales e inmateriales.
          En tiempos de poca o nula interconexión, las máscaras, las caretas, lo artificial, lo impostado, encontraban su mejor caldo de cultivo en el desconocimiento, pero en los tiempos en los que vivimos, en lo que todo se quiere -y se puede- explicar y conocer al detalle, en gran parte por la irrupción de las redes sociales y esa necesaria interconexión diabólica denominada Internet, caen a diario muchas máscaras, muchos mitos.       
          En la Grecia antigua la tradición mitológica decidió que los dioses habitaban cómodamente ubicados en el Olimpo y esa creencia era tan oficial y válida que nadie, que no quisiera jugarse la vida, se atrevía a cuestionar que los dioses vivieran en mansiones de cristal allí en las alturas. El mito no admitía explicación y tan sólo el tiempo se encargaría de desmoronarlo, pero para ello ha debido transcurrir tiempo, mucho tiempo. Hoy día, al margen de los excelsos valores literarios y poéticos del lugar, el Olimpo no es otra cosa que la montaña más alta de Grecia, además de un parque natural protegido por las leyes. Sin embargo, en su época cumplió su función y sirvió para alimentar muchos espíritus a la vez que para poner a raya a poderosos y a ejércitos, por no hablar del populacho, siempre tan irascible.
          Los mitos nacen para esos fines. Se adaptan tanto a una cosa como a su contraria y cuentan con la ventaja de parecer auténticos en el momento histórico en el que nacen. Pensemos, por ejemplo, en los mitos religiosos -de cualquier confesión-, nacidos y alimentados tanto para justificar guerras, hacer fortuna o amedrentar al pueblo. La historia está repleta de ellos.
          Por ello el mejor aliado del mito siempre va a ser la contemporaneidad. En ésta se apoyan para evitar ser cuestionados. Básicamente porque forman parte del ideario colectivo y cuentan con la ventaja de ser alimentados a diario por instituciones, entidades o personas, en teoría, creíbles y serias. Con el tiempo esos mitos -como todos- caerán pero para entonces ya habrán cumplido con creces con la función para la que nacieron. Posteriormente, ya llegará su correspondiente decadencia, que dará paso al nacimiento de otros.


          Sin embargo, y contra todo pronóstico, en la actualidad estamos asistiendo a la caída de muchos mitos de nuestro tiempo, ya sean deportivos, económicos, sociales, políticos o monárquicos. Caídas que de forma inexplicable se están adelantando a su tiempo estipulado de inevitable decadencia.     

                                                                     Por José Antonio Flores Vera

15 julio 2014

EL CALOR: TU AMIGO, TU ENEMIGO

Por mucho que lo intente, no puedo evitar envolverme en el calor de los caminos y correr bajo el encendido astro de fuego en estos meses. Es algo que sin saber por qué me aporta energía al tiempo que sensaciones épicas.
Cuando el pasado sábado, a bastante más de treinta grados y rebasadas las once de la mañana, ese lagarto de proporciones generosas se me atravesaba en el soleado camino de la Vega, me dije: sin duda hace mucha calor. El reptil se encontraba plácidamente detenido -con esa inquietante inmovilidad que características a estos bichos- tomando su merecido baño de sol tras un invierno para olvidar y yo hube de frenarme un poco hasta que él se percatara que estaba sobrando allí en medio de la nada. En cuestión de segundos desapareció y yo pude seguir mi ruta sin más. También me ha pasado con pequeñas serpientes de agua y jamás hemos tenido conflicto alguno. Pero he de reconocer que a esas infaustas horas de color, su derecho de presencia es mayor que el mío, pero no puedo evitar invadirlo.
Aunque no suelo hacerlo durante mucho tiempo porque no es prudente. No obstante, hay temporadas que suelo entrenar con fuerte calor de manera consciente si de lo que se trata es de aclimatarme para alguna prueba que así lo exija. Eso ocurrió hace unos años cuando hice la subida al Veleta y ocurrió el año pasado cuando decidí inscribirme en el trail de Fonelas, que se celebra a mitad de agosto. Entonces, en esos casos, suelo hacer rutas con fuerte calor y por terrenos agrestes. 

Una ruta habitual de entrenamiento entre olivos

El año pasado -lo conté aquí- semanas antes de correr en Fonelas, hice varias rutas a través de descarnados carriles de olivos a horas en la que la prudencia aconseja estar en casa bajo el aire acondicionado o en una buena piscina a la sombra. Entonces me sumergí por este terreno y percibí que correr por estos lugares y a estas horas es algo especial, pero también peligroso. Principalmente, cuando en uno de esos entrenos, perdido en un mar de olivos, en el que todos los carriles eran idénticos, me perdí y acabé haciendo ocho kilómetros más de los estipulados, es decir, a los dieciséis previstos hube de añadirle ocho más, acabando en pleno agosto a más de la una del mediodía y habiendo agotado el líquido que aportaba en la correa de hidratación.
Pero supongo que eso me hizo fuerte para afrontar esa prueba en Fonelas, en la cual sufrí pero que también disfruté. 
Este año el reto, aunque en condiciones físicas peores, será similar y el próximo fin de semana volveré a esa ruta seca y dura de los olivos. Que las fuerzas me acompañen y, como dice la leyenda ordenó S. Patricio en Irlanda,  los reptiles se aparten de mí.     
   

11 julio 2014

MÚSICA: WarCRY ( ASTURIAS, 2001-ACTUALIDAD)

Cuando escuché por primera vez cantar a un tipo llamado Victor García, comprendí que era una de las voces claves del metal español. Eso fue a finales de los noventa y estaba en un buen grupo que fue popular durante su existencia en los escenarios metaleros españoles, su nombre 'Avalanch'. Eran bastantes buenos, en parte, gracias a la voz de este asturiano. 
Posteriormente. como suele ser habitual en la estética de estos grupos, salió de manera bastante atormentada de 'Avalanch' y junto a otro amigo miembro también de 'Avalanch' montó el grupo al que ahora me refiero. Su nombre WarCRY. 
Ahora escuchar a WarCRY es escuchar a aquel 'Avalanch' ya que la concepción vocal de estos grupos es básica en cuanto a su definición. Sin embargo, no sólo hay voz -considerada de las mejores del género en España-, también hay enormes instrumentalistas: guitarra principal -en ocasiones dos-, guitarra-bajo, teclados y batería. La única diferencia de unos grupos con otros del género Power metal y Progresivo, como es el caso de WarCRY, es poca en cuanto a instrumentación; de ahí que sea tan importante una voz personal. En cambio, cuando hablamos de Trash nos referimos mucho más a una labor de conjunto (véase el caso de Metallica). 
Victor García, por lo escuchado, sigue fiel a sus letras épicas, epopeyas antiguas y medievales, que es algo que se le da bastante bien como ya demostró con su grupo anterior. Ahora con WarCRY parece contar con músicos más sólidos y, verdaderamente, se disfrutan bastantes sus temas y el instrumentalismo por separado y en conjunto.
Es un grupo que abarrota los espacios en los que actúa, es muy seguido. Y lo es tanto en España como en muchos países hispanosamericanos, además, de ser uno de los grupos españoles -hay pocos- que más actúan en los difíciles escenarios europeos, donde hay tantas bandas míticas y existe tanta cultura metalera. Por tanto, celebro que este buen vocalista con su estilo tan particular y registros tan medievales, pueda seguir haciendo lo que tanto le costó con el desaparecido 'Avalanch'. 
Inserto un corte de Youtube, quizá uno de los mejores: 'El guardián de Troya', perteneciente al multitudinario concierto denominado 'Omega', que ofrecieron en el Palacio 'Vistalegre' de Madrid en 2012 y que se convirtió en un trabajo de DVD y CD del grupo. Sugiero escuchar a este grupo y este tema con interés porque tienen mucha calidad, tanto en música como en letra.           

07 julio 2014

MICRORRELATO-FÁBULA (RATA COMÚN): LA PRIMA REMOTA

Alejandra no soportaba ver esa fotografía, la cual guardaba como paño en oro en su baúl de la esperanza, pero al mismo tiempo era tal la fascinación por ella que no podía evitar contemplarla un par de veces al día. 
En la misma aparecía su prima Indira, su prima hindú que ella no conocía en persona. Le fascinaba comprobar su suave y limpio peaje blanco, sus bigotes perfectamente alineados y armoniosos, sus finas uñas limpias y pulcramente tratadas con la más delicada manicura, su delicada cola, su mirada cándida y limpia..., pero lo que más admiraba de su remota prima era la ternura que se adivinaba en la fotografía. 
Sabía por sus padres que Indira había triunfado en la difícil y clásica sociedad de la India, donde la buena casta -si no se poseía- tenía por fuerza que ser suplida por la belleza. Y de ese último aspecto, Indira, estaba más que sobrada.
Sin embargo, la fascinación que sentía por su prima no hacía más que acrecentar su tristeza y desdicha, sobre todo cuando tras contemplar por enésima vez la fotografía, pasaba ante cualquier espejo y apreciaba cómo su triste y deslucido pelaje gris, sus tiesos y arrugados bigotes y su descarnada y rectilínea cola, le anunciaban con severidad y contundencia el lugar tan insignificante que ocupaba entre el común de los roedores.  



LEE LOS ANTERIORES MICRORRELATOS FÁBULA: 

CUCARACHA

HIENA

SERPIENTE

ELEFANTE

LORO

LOBO

BUITRE

LEÓN


05 julio 2014

MÚSICA: MAGO DE OZ (Madrid, 1988-Actualidad)

Un grupo muy apropiado de escuchar en esta época es Mago de Oz. Su metal folk es alegre, desenfadado y cuentan con una espectacular puesta en escena. Además, utilizan muchos músicos e instrumentos, muchos de éstos, por lo general, no utilizados por bandas adscritas al heavy metal: violín, distintas tipos de flauta (travesera, dulce..), acordeón, buen número de sintetizadores, teclados y las siempre imprescindibles dos guitarras, bajo y batería. Todo eso les convierte en un grupo muy seguido, pero no siempre ha sido así.
Comenzaron a funcionar con mucho esfuerzo en 1988 y tras varias idas y venidas de miembros, se consolidaron en torno al grupo principal, encabezado por el batería Txus, que pasa por ser el mentor de la banda. También fue muy carismática la figura de su cantante José Andrea -doy fe que buen conversador- hasta su marcha hace unos años. Un cantante venido del conservatorio que es capaz de asumir diversos registros de voz y tonos. Eso era muy importante en la banda y está claro que tras marcharse 'Mago de Oz' no es lo que era.
También recibieron muchas malas críticas de sus aguerridos y fieles seguidores cuando un tema suyo 'Fiesta pagana' acabó formando parte de la lista de los 40 principales, asunto que se lleva muy mal en este sector musical.
Pero aún así, han hechos cosas de mucho mérito y han creado escuela con su estilo, música y letras. Probablemente el grupo de heavy metal español con más proyección internacional, sobre todo en hispanoamérica donde son seguidos por legiones de seguidores, principalmente, en México.
En España comenzaron haciendo bolos, como todos, y acabaron ofreciendo en 2004 un famoso concierto en Las Ventas, lugar que no todo el mundo llena ni se atreve a actuar y donde convirtieron el escenario en un enorme galeón de estética pirata. Profetas en su tierra. Con el conceptual 'Jesús de Chamberí' -probablemente su mejor disco, el Mago de Oz más heavy y auténtico-, se abrieron mucho camino y se consagraron con la trilogía, -sobre todo con el primero- 'Gaia', otro conceptual muy elaborado y esplendido. También brillaron con 'La leyenda de la Mancha' -un disco conceptual excelente- y Finisterra, en el que se acercaron a sus raíces musicales. Después, en mi opinión, no han hecho grandes cosas o, al menos, no con el nivel de estos cuatro trabajos.  
Cuando en 1995, mi amigo Pepe López, colaborador mío, me sugirió que los contratara en aquel incipiente 'Piorno-Rock' (lo que se hace ahora no tiene nada que ver con aquello), ya comenzaban a ser conocidos, pero aún su proyección era modesta. Meses antes habían actuado con mucho éxito en aquel fallido 'Barbarian' de Pinos Puente. Ahí los conocimos.   Volvieron a los dos años muchos más endiosados porque ya iban vendiendo discos, llenando conciertos y abarcando fama. En las tres ocasiones dieron conciertos memorables. 
Aún siguen arriba, pero la ida de su cantante les ha hecho caer bastante. Ocurre siempre que se va alguien carismático, sobre todo si se trata de la voz, que es una seña de identidad de este tipo de bandas y muy particularmente de ésta. 
Por tanto, si en el lugar de vacaciones os enteráis de que actúan por la zona, yo os sugeriría que fuerais al concierto, a pesar de que ya no es el mismo cantante. No os vais a arrepentir. 

Inserto aquí el concierto completo de las Ventas en 2004 por gentileza de YouTube, que nunca nos falte: 



      

01 julio 2014

COMO UN NOVATO

VEGA
El sábado pasado salí a entrenar por la tarde. Ya eran las siete y media de la tarde, pero el calor en la Vega a esas horas aún era desmesurado. Suelo salir más tarde en verano, pero las circunstancias impidieron que pudiera hacerlo: habíamos quedado con unos amigos. 
Y me deshidraté. No esperaba que ocurriera, pero era probable porque se daban todas las circunstancias. Tracé un itinerario de doce kilómetros y no había ninguna fuente en el mismo. Par acceder a alguna había que extender el kilometraje y no tenía tiempo para ello. Tampoco llevé correa de hidratación porque consideré que si bebía suficiente agua antes de salir, sería suficiente. Para colmo la ruta apenas tenía sombras, apenas vegetación alta.
O sea, que actúe como un novato. 
Comencé a sentir los síntomas pronto, sobre el kilómetro seis, pero pensé que sería una pájara pasajera. Sin embargo, ésta fue en aumento y me forzó a detenerme en varios puntos de la ruta, entre otras cosas para reflexionar sobre qué me estaba pasando. Además, iba demasiado rápido. Fue un mal presagio que se atravesara un lagarto de veinte centímetros en mi camino, pero no quería reconocer que había cometido un error. Estaba en la mitad de la nada, y el único agua a la que podía acceder era la de las acequias, pero no quería arriesgarme a cambiar la deshidratación por una gastroenteritis. Así que cuando llegué al kilómetro ocho de la ruta, opté por una ruta en la que pudiera encontrarme algún cortijo y deseché la ruta cercana a las obras de AVE, tal como había previsto, toda vez que es una ruta totalmente desierta. Me detendría en alguno de los varios cortijos de esa zona que lleva a Torreabeca y pediría un poco de agua. Entonces fue cuando vi un coche que venía en mi dirección y le pedí que se detuviera. Todo un riesgo para los tiempos que corren y que no suelo hacer jamás, pero mi estado era lamentable y el escenario no era peligroso: un tipo corriendo que te pide que te detengas no parece ser que sea un asesino en serie. Se trataba de una pareja que había rebasado la mediana edad y no parecieron sorprenderse. Cuando el hombre detuvo el coche y bajó la ventanilla, inmediatamente, sin dilación, le pedí por favor si llevaba un poco de agua. Es habitual que así sea en la Vega. La mujer, presta, confió que aún pudiera estar la botella que llevaba en el coche desde hacía un par de días. Yo creo que va a estar muy caliente, dijo algo preocupada. No se preocupe por eso, le dije. Buscó en el asiento de atrás y sacó una botella de plástico medio llena e me invitaron a que me quedará con ella. Bebí y les dije que me vendrá mal llevármela porque es una molestia para correr (intenté ser amable, pero no sé si lo conseguí). Por mantener alguna conversación de agradecimiento les dije: me he deshidratado. Llevo nueve kilómetros pero aún me quedan tres, por tanto, me han salvado la vida. Sonrieron satisfechos. Muchas gracias. No hay de qué, pero aún estás a tiempo de llevarte la botella, dijo el hombre a modo de despedida. Negué con la mano cuando comencé a correr.
Ese agua, en realidad, me salvo, tal vez no la vida, pero sí que pudiera concluir los tres kilómetros que me quedaban. El calor era infernal. Además, al tratarse de agua con gas, las sales minerales me vinieron de maravilla. 

Pero lo más curioso de este entrenamiento no sólo fue la deshidratación. Lo sé, se trata de algo que un corredor veterano como yo debería evitar, pero jamás aprendemos. Lo más curioso decía es que tenía muchas ganas de correr. Lo hacía con facilidad y aun ritmo que me costaba fuera superior a los cinco minutos el mil, por mucho que intentara frenanrme. Lo normal, pensé, es que en ese estado hubiera ido arrastrando las piernas, pero no. Por tanto, había una total disociación entre la mente y el resto del organismo. Aquélla quería correr y se encontraba muy bien con esas buenas sensaciones, pero a éste la faltaba una materia prima básica: el agua.    
Pero aún me sorprendió mal que la media de los doce kilómetros no hubiera superado los cinco minutos el mil. Son días extraños que a veces se cruzan. 

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...