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04 junio 2012

ESOS ARROGANTES A LOMOS DE SUS COCHES OFICIALES





Leía hace un par de días en el diario El Mundo de Andalucía una amarga carta de una empleada pública de Córdoba, denunciando el espectáculo tan ridículo y al mismo tiempo despilfarrador de la visita del Presidente de la Junta de Andalucía a un acto de esos que ellos se montan para su mayor gloria. Y denunciaba esta funcionaria la indignación de la ciudadanía recortada ante ese batallón de coches negros de alta gama de políticos de tres al cuarto que llegaban allí tras las faldas del Presidente a rendirle pleitesía. Y que todo eso lo hacían sin importarles obstaculizar el tráfico del casco histórico de Córdoba. Les da absolutamente igual, porque así se lo dicta su soberbia y su arrogancia. Son superiores.
Sí, razón no le falta a esta ciudadana cordobesa, porque  lamentablemente, los ciudadanos en alguna ocasión nos hemos topado con calles cortadas y el tráfico endemoniado en horas punta o no, por mor, de todos esos politiquillos que bien retribuidos de sí mismos se pavonean ante los ciudadanos que les votan, como si se tratara de una república de esas llamada bananera o de un país africano a años luz de la democracia. Y ante ese espectáculo, nosotros, ciudadanos medios -en absoluto tan importantes que esos señores y señoras- hemos vomitado en secreto y hemos seguido nuestro camino perjurándonos que ya no votaremos más a estos hijos de puta que, total, para lo que hacen con nuestro dinero, mejor no darles ni la más mínima  ventaja. Pero, claro, llegan las elecciones, nos bombardean con consignas o programas que jamás se van a cumplir o, lo que es peor, todo el mundo conspira para echar al que está gobernando, sin que no detengamos a pensar que lo que estamos haciendo es apoyar a alguien aún peor. Es la democracia. O, al menos, es la democracia que quieren que creamos que existe. 
En España -y existe en otros países- hubo un momento histórico en qué existió lo conocido como Parque Móvil, es decir, un puñado de coches que se utilizaban racionalmente sin uso oficial exclusivo (había que solicitarlo con tiempo suficiente a una central), sin que existiera esa aberrante adscripción de un coche o varios a cada politiquillo. El concepto de Parque Móvil era un servicio público que racionalmente buscaba un mayor ahorro con relación al gasto que podría representar un alquiler permanente de coches u otros medios. No existía una patrimonialización del coche como ocurre ahora que, incluso, en muchos casos, es utilizado para uso personal el resto del día y los fines de semana (llevar niños al colegio, ir de compras la señora o el señor, comprar pasteles para una fiesta como hizo la infame Bibiana Aído, utilizar el coche y a su conductor para comprar cocaina e ir a puticlubs, en el caso del Director General de Empleo de la Junta que ahora está en chirona...u otros casos que ni tan siquiera conocemos)
Fui concejal de un pueblo -ni grande, ni pequeño- durante algunos años y recuerdo con nitidez que no había ni un sólo coche oficial en el Ayuntamiento, a pesar de que la situación económica era más boyante que la de ahora. Todo lo más, los coches de la Policía Local y Protección Civil, que eran usados exclusivamente para sus respectivos servicios. Así que cuando teníamos que hacer algunas gestión oficial en la capital, en otro pueblo del municipio o fuera de la provincia, cogíamos nuestro coche particular (yo tenía un Ford Orion, bastante desvencijado -eso lo saben mis conocidos de entonces-), el autobús, el tren y hacíamos la gestión sin cortapisas. Es más, recuerdo -y ahora casi me arrepiento- jamás pasé un ticket de gasolina en mis desplazamientos oficiales a pueblos del municipio. Pagaba la gasolina de mi bolsillo porque me daba no sé carga al Ayuntamiento lo que yo entendía era mi deber. Pero no escribo esto como mérito ni ejemplo de nada, porque también tuve defectos como cualquier hijo de vecino, lo escribo porque ahora caigo en la cuenta que en su momento jamás caí en esa cuenta de que fuera necesario ir en coche oficial. Que yo no estaba allí para eso. Pero sí vi desfilar mucha gente en coche oficial, desde los Reyes hasta delegaduchos ínfimos de la Junta y, curiosamente, guardo un recuerdo mucho más desagradable de la soberbia y el uso de los coches oficiales, precisamente, de los carguillos más insignificantes y  poco representativos, que se pavoneaban en su coche oficial de alta gama ante los ojos de muchos vecinos -y de nosotros mismos, alcalde y concejales- que pensábamos estaba llegando en ese momento alguien importante.
Por eso, lleva toda la razón esta ciudadana cordobesa en su carta al periódico. Pero sólo queda, ya digo, echar la pota y seguir caminando sin que merezca ni más mínimo a ver ese desagradable espectáculo de despilfarro y megalomanía, porque si te quedas unos minutos eres capaz de sacar la recortada. 

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...