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06 noviembre 2023

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

 



Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos, procesos ambos que me han llevado años, si entendemos que comienza la cuenta desde el momento en el que se escribe la primera palabra, me he quedado un poco huérfano. Acostumbrado a teclear todos los días (pocos he fallado, y casi siempre por asuntos ajenos a mi voluntad), a lo largo de los últimos meses, y a la espera de que el mecanismo de publicación busque su ritmo y opte por la opción más ventajosa, decía, me sentía huérfano. No obstante, siempre dispongo de proyectos en marcha. De hecho, hay uno muy avanzado de alrededor de 20.000 palabras ya escritas, que versa sobre la visión de alguien que comía carne y luego dejó de comerla. Sin embargo, he decidido dejar  este proyecto, que quiero enfocar como novela (aunque también tendrá algo de ensayo), un poco apartado, para sumergirme en uno de alto riesgo, sobre todo porque exige mucha documentación: se trata de una novela histórica, de la que tenía escritas alrededor de 4.000 palabras y que he decidido retomar. Apasionado como siempre he sido por el pueblo íbero y teniendo muy cerca de mi lugar de nacimiento dos poblados que lo fueron, he decidido que la historia de la novela viaje a antes de la invasión romana, a esos fantásticos y casi desconocidos pueblos que habitaban nuestro solar hispano y que vieron cómo dos potencias de alto nivel, Cártago y Roma, los anexionaron a su civilización en distintos momentos históricos, civilizaciones mucho más potentes militarmente. Como fondo estará la construcción de un puente y, lógicamente, varias historias que contar, buscando las fuentes de estos dos poblados íberos, que no son abundantes, dado que se trataba de un pueblo (en este caso turdetano y bastetano, depende de la opinión de diversos estudiosos), que no dejó apenas nada escrito, todo lo más, las fuentes epigráficas encontradas, casi siempre bajo las ruinas romanas, pero también en convivencia con éstas. De hecho, a día de hoy nadie ha logrado descifrar el idioma y las fuentes escritas del mismo que utilizaban. Es un reto y como tal lo asumiré, sin esperar otra cosa que trabajo y algo de inspiración, si es posible.

20 octubre 2023

SOBRE MI TERCERA NOVELA: MI LUGAR EN ESTOS MUNDOS

 



La que será mi tercera novela escrita -que no publicada: publicada está sólo una: Equis quería correr (Amazon, 2019, en papel y digital)-, de título ya definitivo Mi lugar en estos mundos, ya está muy cercana a conclusión, sin perjuicio de que suelo reescribir con bastante frecuencia mis trabajos con el fin de pulir todo lo posible. 
Se trata de una novela distinta a las otras dos anteriores, si bien siempre está presente la transformación operada por el héroe, en el concepto del personaje principal de una narración. Alguien corriente que comienza una historia de manera casual y no sabe cómo acabará, si bien transformará su existencia o la visión de su mundo. 
Mi lugar en estos mundos, curiosamente, surge de un relato incluido en mi primer libro Conversación en la taberna y 41 relatos (Editorial Luhu, 2015, Editorial Estratega, 2017, Amazon -formato eBook, 2018). Releyendo este relato, titulado un Mensaje desconocido consideré que su final era muy abierto (como muchos de los que escribo y publico) y daba juego para continuar la historia. En principio, consideré que podría alargarse hasta completar una novela corta (en torno a las 35 000-40 000 palabras), pero disfrutaba escribiendo la historia, que se iba multiplicando y de la que surgían personajes por doquier, y acabará con una extensión doblada a la prevista, es decir, unas 80 000 palabras. 
En la segunda reescritura, que es la que estoy culminando en estos días, sigo disfrutando con la historia, y eso es lo importante. 
Daré más detalles más adelante, pero decir que en esta historia se mezclan hechos normales y paranormales, los cuales tendrán como fin que nuestro héroe experimente un cambio profundo y que su visión del mundo (al menos del mundo tal y como lo percibía) cambie en el transcurso de unos pocos meses. Siempre intento en mis novelas y relatos que el lector disfrute de las primeras páginas y que la historia que lee le permita seguir haciéndolo hasta el final, si bien soy consciente que eso es muy difícil conseguirlo en todos los casos. 
Seguiré hablando en próximos post sobre esta obra.

08 octubre 2023

LA ESENCIA DE LA NOVELA Y ALGUNOS APUNTES SOBRE MI NOVELA DONDE LOS HOMBRES ÍNTEGROS.

 Existen muchos tipos de novela, pero en todas ha de existir un desarrollo argumental y varios personajes. Además, conviene que exista una introducción, un nudo y un desenlace, pero no todo tiene que ser en un orden preciso, porque las hay que a partir del desenlace se cuenta la historia anterior, es decir, la introducción y el nudo. 
Una novela puede ser de muy diverso tipo, desde aventuras hasta fantástica, pasando por la novela realista, psicológica, filosófica, romántica, contemporánea, histórica, policial y un largo etcétera, porque el género siempre se está reinventando. En mi primera novela, Equis quería correr, hay una mezcla de diversos géneros. Siendo contemporánea, penetra en el realismo, en lo psicológico, en lo existencial, en lo romántico, para acabar con un personaje principal (Equis) que comienza de una forma y acaba de otra muy distinta, porque eso es también muy propio de la novela. 
La siguiente, ya acabada, y en fase de pulido y probable publicación, Donde los hombres íntegros, no es fácil de clasificar, pero conecta con la novela de aventuras -en el sentido del trayecto vital del personaje, como ya ocurrió en la anterior, pero también con lo realista, con lo psicológico, con lo existencial y filosófico, con lo histórico, por la parte que le toca, y con lo contemporáneo, porque es la base de la novela: la época actual en la que vivimos. Pero, de todo, me gusta destacar que el personaje que narra en primera persona es alguien que se transforma a lo largo de la historia; una transformación no buscada a nivel consciente, pero sí probablemente a nivel subconsciente, porque en la novela es fundamental que exista una transformación, sobre todo del personaje principal. 
Los personajes que lo acompañan, podrán ayudar o no a esa transformación, que es algo que el lector deberá de averiguar poco a poco a lo largo de argumento, el cual virará en varias ocasiones o contará con subargumentos paralelos u opuestos, para llegar a un final inesperado para todos, incluso para el personaje principal. Es ese camino argumental el que hará que el lector se anime a seguir leyendo hasta el final, como ya ocurrió con mi novela anterior. 
Finalmente, hay una transformación del personaje, que es lo que se busca por lo general en la novela como género, pero esa transformación podrá ser eficaz o fallida, y eso se deja al propio criterio del lector, porque, en mi caso, siempre prefiero dejar los finales, si no abiertos, al menos, no absolutamente cerrados, como ya me solía ocurrir con los relatos.

 

02 octubre 2023

MIS DOS ÚLTIMAS OBRAS ACABADAS O CASI Y OTRAS REFLEXIONES NECESARIAS

   Se suele referir el escritor de manera habitual a la necesidad que tiene de escribir, que lo necesita como respirar. En realidad, como respirar no se necesita apenas nada, pero es comprensible que a quienes nos gusta escribir tengamos alguna necesidad, aunque fuera remota, de escribir cada día o casi cada día. Es algo que yo, en particular, he ido apreciando con los años; es decir, que me ha ido ocurriendo poco a poco. 
   En mi caso, el placer de escribir cada día si me es posible está por encima de otras muchas cosas de la existencia e, incluso (es algo que observo cada vez más), el hecho de escribir sin estar pensando permanentemente en circunstancias posteriores, como puede ser la publicación y todo ese mecanismo editorial tan estresante y arriesgado. En ese sentido, me siento bastante afortunado. Afortunado por tener esa tendencia a imaginar y escribir historias y penetrar con facilidad en ellas desde la pantalla del ordenador. Sí, eso es un privilegio, que a mi me ofrece muy buenas sensaciones, casi idénticas a las que me ofrece correr, mi otra gran pasión. 
   Y por eso escribo cada (o casi) cada día. Ese suele ser mi rato de soledad que comparto con trotar por los caminos, que también es un rato de soledad placentero. 
    Así que ese cada día da mucho juego para crear historias. Y es de esa manera, que no es nada milagrosa, sino persistente, como he podido acabar mi novela Donde los hombres íntegros, bastante larga, la cual comencé a escribir hace ya muchos años y que luego abandoné centrándome en otros proyectos. Y, también, gracias a esa dedicación ya está prácticamente terminada la primera reescritura de una novela comenzada mucho más tarde: Mi lugar en estos mundos, que es la continuación larguísima de un relato integrado en mi libro Conversación en la taberna y 41 relatos. Y, por qué no decirlo, ya hay esbozos más o menos importantes de tres novelas más y algún que otro proyecto literario de no ficción, lo que da juego para ocupar el tiempo en los próximos tres o cuatro años, siempre que el ritmo de escritura no decaiga y lo permitan los dioses. 
    Pero como decía más arriba, eso no tiene mucho que ver con publicar. Se ve mucho mejor cuando observamos la labor de un pintor. Coge su caballete y se va a la mitad del campo, alejado de la ciudad, y allí se pasa horas, días, semanas, meses, años... Posteriormente, podrá exponer o no esas pinturas, pero no es lo que piensa cuando deja volar su imaginación y sus ojos para posarlos enseguida en su lienzo. Bueno, pues así es como concibo escribir. Y muchos diréis con razón que si la opción no es, necesariamente, publicar, si no se va a compartir con otras personas las historias que inventas, para qué escribir. Bueno, yo lo veo como procesos independientes. Me parece mucho más puro escribir por el placer de escribir, que escribir con el fin exclusivo de publicar. Se aprecia mucho en los textos que lees quién lo hace por un motivo y por otro. Hoy  día, lamentablemente, la opción principal es la segunda. Hay demasiadas prisas por publicar y así sale lo que sale. Publicar un libro es hoy día lo más fácil del mundo si puedes pagarlo. Hay miles de empresas que se dedican a esto sin que les interese lo más mínimo el contenido del libro. Por tanto, cualquiera que garabatee algunas palabras puede publicar un libro. Pero otra cosa distinta, es publicar algo publicable, con independencia de que se publique en editorial tradicional o se autoedite. Al contrario de lo que se cree hay libros publicados con editorial tradicional con mucho menos calidad literaria y de edición que otros publicados mediante autoedición. Cuando ésta es de calidad iguala o supera a una buena edición tradicional, si bien hay que reconocer que todavía existe la idea que autoedita quien no consigue publicar con editorial tradicional. Eso es cierto en parte, pero no hay que olvidar que hay gente que ha regresado a la autoedición desde la edición tradicional y otra que prefiere asumir por su cuenta el proceso de edición de su obra por completo, además de no perder el control sobre ella. Me encuadro bastante en ese grupo, a lo que hay unir que me produce una pereza enorme publicar con una editorial tradicional, donde los problemas siempre crecen. Lo sé porque lo he vivido en una editorial tradicional pequeña y me costaría volver a pasar por ahí. 
    Pero no pretendo irme por las ramas y retomo el asunto de las dos novelas que ya están o casi preparadas para publicar, aunque no sea mi opción prioritaria en este momento. Es normal que cuando comienzas a publicar cometas errores por la precipitación y la emoción de ver tu libro publicado, pero cuando ya llevas varias obras publicadas la opción es esperar todo lo que sea necesario para publicar con garantías y la máxima calidad posible; de lo contrario, nada mejor que dejar la obra en un cajón y esperar que llegue su oportunidad. Como solía referirse Alfred Hitchcock aplicado a las películas: ha nacido muerta. Exacto, hay que intentar evitar que un libro ya nazca muerto. Ya tendrá tiempo de morir por su cuenta con el paso del tiempo (aunque hay libros que siempre están vivos, nunca mueren).
   Por tanto, para no hacer demasiada larga esta entrada, posteriores hablaré de manera más extendida de cada una de estas dos obras que he citado más arriba: Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos. 
   
    


07 septiembre 2023

NOVELA: DONDE LOS HOMBRES ÍNTEGROS

  Acabo de terminar mi segunda novela, a la que he titulado (título que ya será definitivo, a no ser que un hipotético editor me dé sobradas razones para cambiarlo) Donde los hombres íntegros. Hablaré un poco de esta obra, sin destriparla, por supuesto. 
  Comencé a escribir Donde los hombres íntegros, hace ya mucho tiempo. Comenzaba su recorrido a buen ritmo y se detenía de pronto; y de por medio surgían otros proyectos, algunos de ellos también comenzados y otros totalmente novedosos. A Donde los hombres íntegros se le adelantaron muchos proyectos, incluido el de la novela anterior Equis quería correr, ya publicada. Soy de los que piensan que cada proyecto tiene su tempo y no hay que forzarlo. Así que no lo forcé, dejé que la novela quisiera llamar a la puerta para retomarla. Y eso lo hice no hará muchos meses, si bien ha sido el último agosto cuando he sudado la gota gorda (no solamente dicho en sentido figurado), para acabar de poner el punto y final a la reescritura, tal vez, el último día de este tórrido mes. 
    Realmente una novela nunca deja de escribirse. Siempre que acudas a ella -incluso cuando ya esté leída por los lectores 0 y corregida profesionalmente- habrá algo que quieras cambiar, alguna historia que quieras trastocar, algún personaje que quieras desarrollar algo más... Sin embargo, hay un momento para todo, e igual que el sol ha de dejar paso a la luna y la luna al sol, llegar el momento en el que debes de poner el punto final definitivo y olvidarte del libro escrito. 
    Esta novela surge en una época en la que la corrupción en España ocupaba cada día todas las portadas, si es que no sigue siendo así. Harto de leer tantos casos de corrupción, pensé en la posibilidad de escribir sobre gente que se corrompe por unas causas nobles o bien por motivos alejados de lo meramente material, que siempre me parecido terriblemente vulgar y nada original. A ello uní mi interés por la Revolución francesa. Había leído bastante sobre este periodo que, en mi opinión, cambió la forma de entender el Estado, la Política, la Justicia, la Moral y la Ética. Sabía que los revolucionarios querían ser reconocidos por su incorruptibilidad, competían por ello, pero no siempre fue así. Por tanto, unir casos de corrupción excepcionales con algo que tuviera que ver con la Revolución francesa me pareció una idea buena, así como la de crear una sociedad secreta que surgiera en los albores de esta Revolución, cuyo principal fin fuera estudiar los casos de corrupción para intentar erradicarlos. Y esa idea quería vincularla al mundo del derecho, por lo que decidí que sus principales protagonistas pertenecieran a este mundo; de hecho, Isaac Croser, el principal protagonista es un abogado aún joven que ejerce en la ciudad de Granada, porque quería, también, ubicar el hilo argumental en la ciudad donde resido, porque es una ciudad muy literaria, y que aparecieran en las novela lugares reales que conozco, tanto de la capital como de la provincia. Posteriormente, la novela fue creciendo (hasta llegar a las 108.000 palabras) y fueron apareciendo muchos más personajes principales y secundarios y muchos más lugares geográficos. 
    Por tanto, una vez escrita, debe reposar. En estos momentos está en poder de dos lectores 0 y cuando escrute el mercado editorial, complicadísimo, cada vez más, le buscaré un lugar para que vea la luz. 

27 diciembre 2022

18 junio 2021

ACERCA DEL PRIMER BORRADOR DE UNA NUEVA NOVELA DE TÍTULO PROVISIONAL: UN MENSAJE DESCONOCIDO

Ayer, día 17 de junio, escribí la mágica palabra «FIN» a una de las novelas en las que estoy trabajando, de título aún provisional Un mensaje desconocido.

Esta novela comenzó a fraguarse hace algunos años y pretendía ser una novela corta continuadora del relato de mismo título publicado en mi libro Conversación en la taberna y 41 relatos. Fue creciendo, extralimitando los muros de lo que podría considerarse una novela corta, para convertirse en una de tamaño medio: cuenta en su primera redacción con cerca de 72.000 palabras, que para un libro de tamaño estándar supondría unas 350 páginas. 

Se trata de una novela que aborda elementos sobrenaturales y misteriosos, impregnados de la cotidianidad normal de que me gusta impregnar mis relatos y novelas.

Como es preceptivo, ahora reposará algún tiempo antes de comenzar el trabajo, desde mi punto de vista más importante: la reescritura. 

Me considero un autor que suele ser bastante fiel a la redacción original de un texto literario, pero es inevitable que sufra modificaciones, muchas de las cuales serán importantes. En una primera escritura no es conveniente detenerse demasiado en estructura y posibles incoherencias, así como en un desarrollo no completo de los personajes, entre otras muchas cosas. Todas estos elementos quedan para esa reescritura, que sufrirá una segunda antes de ser enviada a un grupo selecto de escritores cero y, posteriormente, a revisión profesional. Si, finalmente, acaba en una editorial es inevitable que pase por el matiz y filtro de ésta; de lo contrario, si se publica en Amazon de manera independiente, que es como estoy publicando mis últimos libros, ese filtro se detendrá, además de lo que se admita como válido de las sugerencias de los escritores cero, en la revisión profesional a la que será sometida. Un proceso arduo que suelo asumir con bastante tranquilidad. Son pasos muy estrictos y delicados que hay que dar para que el producto literario cuente con la calidad suficiente en el mercado literario. 

Por lo pronto, queda el disfrute de haberla escrito y del que vendrá, junto a grandes rasgos de sufrimiento, en la reescritura. 


17 junio 2021

RELATO: LAS CUATRO ESQUINAS (INCLUIDO EN EL LIBRO PÉRDIDA Y OLVIDO)

Siempre suelo decir que mi creación literaria no bebe de la memoria, y esto es cierto por lo general, aunque no siempre. Por ejemplo este relato sí bebe de aquélla o, al menos, de lo que mi memoria actual conserva. Este relato se titula: 

LAS CUATRO ESQUINAS*


Aunque la taberna Las Cuatro Esquinas no abría hasta las cinco y media de la madrugada, era habitual que Andrés ya tuviera amarrada su vieja mula en la fuerte argolla de hierro incrustada en la fachada encalada, a las cinco. Encendía el tercer celtas cortos y ordenaba mientras abría el zurrón, en el que portaba los aperos de labranza y el almuerzo, que no era más que un trozo de tortilla de patatas que había sobrado de la cena, que su mujer le guardaba, añadiendo si acaso unos trozos de queso en aceite y pan. Sabía que era dado a la comida frugal porque, Andrés, siempre había preferido beber. Es por eso por lo que estaba ansioso y comenzaba a mirar el reloj, cada vez con más insistencia, porque era raro que Manuel abriera la taberna después de las cinco y media. Manuel ya sabía quién le estaba esperando, tras repetirse esa escena casi todos los días, hasta el punto de preocuparse si algún día llegaba a la calle solitaria para abrir su establecimiento, pero no estaba Andrés esperándolo. Por suerte, llegaba a los pocos minutos, mientras él encendía las luces, conectaba la cafetera y abría la otra puerta que daba a la calle más ancha. En varias ocasiones, Andrés no apareció, pero era su mujer, Rosario, la que, sin entrar, asomaba la cabeza a la puerta de la taberna, aún casi vacía, y anunciaba a Manuel que su esposo había pillado la gripe, pero aun en esos días febriles, Andrés sacaba fuerzas de aquel cuerpo pequeño y brioso y acudía a la taberna, a eso de las ocho de la mañana, una hora intempestiva para él. No obstante, eso ocurría muy poco; acaso, un par de veces cada dos o tres años, porque lo habitual era que ya estuviera tomándose su primera copa de anís fuerte a las cinco y media de la mañana, que él mismo se servía, casi siempre, mientras Manuel llevaba a cabo todos esos preparativos para poner el negocio en marcha.

Solía decir a todos los clientes (en realidad, todos amigos), sin dejar la copa en la barra ni un segundo, que esa mañana tenía que regar alguna de sus hazas en la vega, quitar las malas yerbas, escaldar la tierra o abonar, en función de la época del año; y si era verano, mas valía que lo hiciera antes de las once de la mañana, porque después sería imposible, cuando el sol estuviera por encima de su cabeza, abrasándole con los casi cuarenta grados que acostumbraban a marcar los termómetros en aquella parte del sur de la Península. Pero, daban las siete de la mañana, y Andrés aún seguía asido a su enésima copa de anís, viendo cómo entraban y se marchaban raudos todos los campesinos y la- bradores, clientes habituales de Manuel, que tomaban el café de un sorbo y se llevaban dos o tres medidas de aguardiente o coñac, en botellas de cerveza de un quinto de litro. En ocasiones, les pedía a sus vecinos de predio que le fueran abriendo la compuerta de la acequia, para que se fuera regando su haza, que él llegaría en unos minutos. Pero casi nunca llegaba. Y como ya lo conocían, era habitual que sus propios vecinos de finca regaran por él. Sabían que, cuando volvieran al bar de Manuel a tomar unas cervezas o unos vinos, una vez concluidas sus tareas agrícolas, él aún estaría allí; no ya con una copa de anís en la mano, sino con un vaso de vino para el que rechazaba la tapa, y agradecido por la labor de sus vecinos en su haza, los agasajaba hasta cansarlos, no dejándoles pagar ninguna de sus consumiciones ni dejándolos marchar. Incluso, era habitual que alguno más piadoso, acarreara con la mula y la llevara al establo de Andrés, para que el pobre animal no tuviera que sufrir la penuria de las muchas horas atada, dócil y silenciosa, a la argolla de la fachada de la taberna, sobre todo, en los meses del estío. Pero eso se solucionó fácilmente, cuando Andrés cambió la anciana mula, que pasó sus últimos días en un picadero, por una mobylette, ciclomotores eficaces y útiles, que estaban comenzando a llegar al pueblo y que era como una bicicleta con motor. Entonces, ya no había razón para que no pudiera estar en la taberna de Manuel todo el tiempo que quisiera, refiriéndose sin parar, con una copa de anís o un vaso de vino perenne en la mano, a las muchas tareas que tenía que hacer en el campo esa mañana y para las cuales madrugaba cada día.


* Las cuatro esquinas está incluido en el libro de relatos cortos Pérdida y olvido, disponible en Amazon. Puedes acceder desde aquí a la página del libro. Disponible en eBook y papel.


15 septiembre 2020

UN PROYECTO DE NOVELA QUE AVANZA

 Con 60 000 palabras iniciales doy por concluida la primera redacción de mi novela de título provisional Un mensaje desconocido, que es la continuación (una continuación atípica) del relato de igual título publicado en mi libro de relatos. 

No suelo terminar el borrador sin un final definitivo, pero en este caso era necesario porque a lo largo y ancho de esas 60 000 palabras iniciales la novela da giros diversos que podrían no conectar demasiado bien con un final incoherente con ellos. Por tanto, he decidido emprender ya la ardua labor de la reescritura (segunda escritura) del borrador con el fin de evitar entrar en más giros y vericuetos que pudieran desnaturalizar la idea argumental iniciar. 

Este segundo proceso será mucho más lento porque, en teoría, debería de marcar los tempos verdaderos del argumento de la novela, así como los giros definitivos, desarrollo de los personajes, afinación de los diálogos y todo lo conlleva crear un cuerpo narrativo lo más sólido posible. 

Posteriormente será entregada a unos pocos lectores cero que me darán sus sugerencias y opiniones; y de ahí pasará al corrector profesional, sin aun pensar en cómo publicarla. Eso será decidido posteriormente. Será una decisión que no tomaré hasta que totalmente concluida y ese día aún está por llegar. Y no llegará pronto. Me temo. 

Seamos sinceros: hoy el mercado está saturado de novelas y la posibilidad de que una novela sea visible no es fácil, con independencia de que se autopublique o sea haga con una editorial grande (mucho más difícil si es autopublicada). Sobre todo si no se trata de una novela de crímenes, romanticismo/sexo o histórica, que son los gustos lectores hoy día.

Y de nada de eso trata.

Luego, ¿de qué trata? Mis novelas siempre se refieren a individuos anónimos y cuentan su proceso vital, sus grandes dudas y decisiones. Pero nunca la expongo de manera directa, sino que las, digamos, maquillo a través de otras historias paralelas o argumentos enmarcados en esas historias. En Equis quería correr, la historia que enmarca es la actividad y el anhelo de correr y en ésta en la que ahora trabajo hay cuestiones un tanto misteriosas, distópicas y misteriosas, pero siempre la razón vital del ser es el trasfondo.

Es lo que intento, pero siempre será la soberanía inalienable del lector la que tenga la última palabra.



06 septiembre 2020

ACTUALMENTE TRABAJO EN TRES NOVELAS Y OTROS PROSAICOS ASUNTOS

Actualmente trabajo de  manera desigual en tres novelas, algo que es una enorme contradicción porque, por su propia naturaleza, no es posible trabajar en tres novelas al mismo tiempo cuando hacerlo en una sola ya es sumamente arriesgado y complicado. Por tanto, enmendemos la aseveración: tengo comenzadas tres novelas, dos de ellas muy avanzadas. Me pregunto por qué vuelvo a la novela tras la dureza que supuso para mí escribir Equis quería correr y los pocos resultados que ha cosechado. Seguramente será por algo relacionado con el masoquismo.
Además, antes de que acabe el año tengo la intención de subir a Amazon una nueva recopilación de relatos cortos inéditos, si bien es cierto que algunos ya han sido publicado en libros de antologías y concursos, algunos de ellos de cierta importancia. Incluso me estoy planteando una publicación independiente de relatos navideños (algunos de ellos inéditos) para esta próxima Navidad, que intentaré ponga gratis Amazon, si bien eso no depende de mí. Es lo mágico que tiene para un autor independiente como yo publicar en Amazon: de vez en cuando alguien a miles de kilómetros valora tu obra y a la vuelta de la esquina no la valora nadie. Es más, no sabe que escribes y si lo saben guardan silencio. De ahí que esta plataforma nos encante a autores que como yo han decidido no publicar, por ahora, con editoriales, aunque es cierto que tampoco es que llamen a mi puerta las importantes, aunque sí he tenido la opción de publicar en otras más pequeñas y es posible que de relativa importancia, no esto seguro. El caso es que me da mucha pereza el asunto de los editoriales porque suponiendo que quieran publicarte, hacerlo efectivo pasa por una serie de filtros, condiciones, tijeretazos a la obra y otras cosas que no van con mi carácter independiente y es posible que hasta indómito. Muchos dirán que es una excusa la mar de ocurrente para justificar la no publicación de mi obra en editoriales de gran calado. Sí, es posible, pero para eso siempre es fundamental enviar la obra para que la valoren. Y nunca lo hago.
Así que todo lo que publique, por ahora, será en Amazon o no será. Y publicando en la enorme plataforma, que es el futuro, si no el presente, pueden pasar dos cosas: una: la más probable, que nadie encuentre tu libros dentro de la selva o bien que los encuentren y no les interese; dos: que por las causas que sean se descargue mucho, aunque eso exige otras cosas que también me dan pereza. Así que lo único que hago es subir los libros a la plataforma y que Dios provea. Es un dicho cristiano en el que no creo, pero viene bien decirlo en este caso. Que es lo he hecho y hago con todos mis libros más grandes y más pequeños subidos a Amazon, un total de diez ya.
Por tanto, volviendo al asunto de las tres novelas, esbozaré muy brevemente para no aburrir la situación de cada una. Todas tienen títulos provisionales, pero de alguna forma hay que llamarles hasta que se publiquen con el definitivo: 

1. Donde los hombres íntegros. 

Es la más antigua de las tres y consta ahora de unas 80 000 palabras, porque también es la más larga. No sé muy bien por qué no la he acabado aún, a pesar de que ya dispongo de un final (más o menos). Seguramente porque la quiero hacer demasiado perfecta. Y eso es siempre un error paralizante.

2. Un mensaje desconocido.

Es la continuación de un relato de igual título incluido en Conversación en la taberna y 41 relatos. Contando con lo escrito ayer mismo, el número de palabras, hasta ahora, se eleva a 55 000. Me divierto mucho escribiéndola y no sé hasta dónde llegará, si es que llega a algún sitio.

3. Cuando fui carnívoro. 

La comencé en la pereza de agosto y no estoy seguro si llamarle novela o novela-ensayo. La técnica que he decidido es la narración en primera persona. y alterna lo que recuerdo de la infancia y juventud en cuanto a la relación con la comida procedente de animales y la relación con estos en general con lo que pienso en la actualidad. Adquiere un contenido crítico en contra de la comida y el maltrato de animales, como buen vegetariano que soy, por lo que el hipotético lector que tendrá, si algún día se publica, será sectorial, aunque yo siempre aconsejaré que la lea todo el mundo. Actualmente es la menos avanzada, contando con algo más de ocho mil palabras.
Y es que escribir y poder hacerlo en libertad sin ataduras de editoriales ni presiones para poder comer de ello es lo que realmente me ofrece estímulo para poder hacerlo. Es posible que no pudiera hacerlo de otra forma.
Y porque me divierte hacerlo a la vez que me transporta a otra realidad que casi siempre me gusta más que la actual.


04 agosto 2020

LOS BLOGS NUNCA MUEREN

He comprobado (o me he ratificado) que los blogs aún no han muerto y tienen su importancia. Es posible que aún más importancia. 
Resulta que –como muchos amigos conocéis– yo vengo del mundo del blog y que, tras la irrupción de las redes sociales, como nos pasó a muchos, lo abandoné (aunque nunca del todo). Así que hace un mes decidí retomarlo, haciendo lo contrario a lo que había hecho: dar un paso atrás en las redes sociales. Y el resultado no ha podido ser más interesante. Cuando decidí retomarlo, justo el treinta de junio, las estadísticas de visitas eran algo más de 2500 al mes, resultado de las búsquedas aleatorias en Google casi siempre de temas que el blog incluye (cine, música, reflexión, etc.). 

8574 (número), la enciclopedia de los números
Tras un mes de actividad y 17 entradas julio ha arrastrado una estadística de más de 8574 visitas, más del tiple de los datos que arrojaba hasta entonces, un dato exponencial que demuestra que cuando un blog se actualiza las visitas se disparan. Nunca fue mi fin competir en este aspecto y escribir para que las visitas se disparen (de lo contrario escribiría sobre Belén Esteban y los hermanos Matamoros) sino de intentar introducir contenidos originales e imprimirles la máxima calidad de la que sea capaz. Cuando me siento a escribir una entrada en el blog, me muestro igual de concienzudo que cuando me pongo a escribir un libro. Eso no puede ser artificioso en absoluto. O escribes en serio o no escribes, no hay otra opción. Al menos, en mi caso. Porque intento ser concienzudo, incluso, hasta para escribir un guasap. 
No obstante, dejé abierto el canal de mi página de autor en Facebook para compartir los contenidos del blog, que suelen ser del orden de dos a cuatro semanales, porque a diferencia de las redes sociales los contenidos en los blogs permanecen y suelen ser más largos y trabajados, por lo que no conviene ser demasiado prolijo en entradas, si bien es cierto que hay veces que escribo una cada día, todo depende de la temática, la extensión, la inspiración, el tiempo disponible y las ganas.
Tampoco ha sido mi fin último que los comentarios en el blog sean infinitos. Es cierto, que en esta etapa son muchos menos (aunque los que hay son extraordinarios) que en la época dorada de los blogs en la que los comentarios mismos, en ocasiones, oscurecían la entrada, creándose verdaderos debates de alto nivel, pero espero que poco a poco vayan llegando más. Es decir, ir consiguiendo atraer a amigos de las redes sociales hacia el blog porque creo, sinceramente, que a quienes nos gusta escribir y leer con mayor profundidad, el blog nos brinda verdaderas experiencias de conocimiento y comunicación. 
Por lo tanto, satisfecho por la decisión tomada ese treinta de junio pasado. 
Y muchas gracias por vuestro seguimiento.

01 agosto 2020

MÚSICA: Judas Priest (UK, 1969-Actualidad) - Nostradamus (2008)

Mientras reviso los últimos días de junio de mi diario sobre todo el periodo que ha durado el Estado de Alarma y sus sucesivas prórrogas escucho el álbum conceptual Nostradamus, de Judas Priest. 
Judas Priest es una banda británica que cultiva el heavy metal con más de cincuenta años en el escenario. Es decir, que se trata de una banda mítica del género, que en 2008 irrumpieron con este maravilloso trabajo conceptual grabado en dos cedés dedicado al visionario francés que vivió en el siglo XVI. 
     Se trata de una música que me ha servido tanto para correr como para escribir. Posee ese toque melódico que no te dispersa en la actividad que estás llevando a cabo, a pesar de las incursiones metaleras que siempre ha de tener toda banda que cultive el género y se precie y que yo celebro. Es posible que me sugestione bien para estas actividades solitarias tanto por el equilibrio de sus duras guitarras como la vitalista voz del veterano solista de la banda Rob Haldford, que cuenta con sesenta y ocho años y es fundador de la banda, a pesar de que estuvo algún tiempo alejado de ella. 
Escribir con música siempre ha sido una decisión para mí muy equilibrada y en función de lo que esté escribiendo así será el sonido elegido. Si escribo una novela, que necesite de la vitalidad necesaria para intentar que el ritmo no decaiga, siempre opto por música de fuertes decibelios, y si necesito algo más de introspección, siempre estará la música clásica o étnica suave. Pero la música aparenta muy distinta en función de en qué tipo de aparatos de reproducción la escuches. Una excelsa melodía de música clásica puede sonar como una lata rodando cuesta abajo por mor de un fuerte viento si se escucha en un aparato de reproducción barato o con unos auriculares de esos que te dan el AVE. En cambio, un sonido mediocre puede sonar a las mil maravillas si utilizas aparatos de alta precisión. Yo procuro escuchar todo lo que escucho con unos buenos auriculares concebidos para la música HI-FI, pero no siempre escribo con música reproducida en mi cadena HI-FI sino la que está en el disco duro del ordenador, cuya calidad de la tarjeta de sonido no se puede igualar al de reproductores especializados. Por suerte, el mercado cuenta con soluciones magistrales: los DAC, que son pequeños aparatos portentosos (y caros, si queremos que sea de calidad), que convierten la música digital extraída del ordenador en analógica, sonando como si estuvieras escuchando esa música en un aparato especializado concebido para la música de alta fidelidad. Es una suerte que así sea porque, en mi caso, que necesito escuchar música para escribir, la solución perfecta es escuchar la que sale del ordenador, que no solo será la que esté enlatada en el disco duro sino la proveniente de las plataformas de música en streaming, que cada vez son más y más avanzadas. 
Por supuesto, dedico otros ratos a escuchar esa música u otra en mi aparato de alta fidelidad, para lo que uso un par de auriculares también de alto nivel. En esos ratos me detengo más en las notas y en los sonidos que cuando escribo (porque ya no corro con música), que suelo estar más concentrado en el texto. 
A continuación os inserto algo del Nostradamus de Judas Priest en directo, por si no conocéis el trabajo y os pudiera interesar. 




26 julio 2020

"RECUPERAR" EL BLOG: GRAN DECISIÓN

Blog La Palabra Texto - Imagen gratis en Pixabay"Recuperar" el blog ha sido una de las mejores decisiones posconfinamiento (considerando quizá este como una nueva era). Alejarme de las redes sociales, a excepción de lo imprescindible y orgánico, ha sido otra; o tal vez, el requisito previo. Las redes sociales son una cosa y los blogs son otra, y yo siempre he optado por esto último. Es ahí donde comenzó todo, donde se fue desarrollando toda mi obra literaria y a eso jamás se le puede ser desleal. Las redes sociales no me han perjudicado, he de decir, porque siempre he sido cuidadoso en cuanto a qué amigos elegir y en qué "jardines" meterme. He conseguido llegar a gente que sin estas no hubiera conocido y mi obra ha llegado a territorios que sin estas hubieran sido inexplorados. Pero las redes sociales son más bien de usar y tirar, concebidas para otras cosas que a mí, particularmente, me interesan menos. Cumplieron su función y ahí están; y perdurarán los buenos amigos atesorados. A quienes conocía físicamente, siempre estarán ahí porque no han necesitado de nada virtual para que lo sigan siendo; a quienes no, se convirtieron en una versión muy similar a los primeros y también estarán siempre ahí. Espero.
Pero decidí volver a centrarme en el blog de toda la vida, que nunca llegó a morir, y estoy muy satisfecho por ello.
Principalmente porque lo que escribí hace cuatro, cinco, diez o trece años o más aún perdura, y aún perduran los comentarios sensatos y trabajados de toda aquella gente que me siguió durante tantos años. Con algunos sigo en contacto, con otros no, pero seguirán ahí...
La gran importancia que tienen los blogs, tal y como hoy día están concebidos –que es como siempre lo han estado, eso no ha variado–, es que aún hay gente que lee lo que escribiste hace tantos años desde cualquier lugar del mundo. El buscador de Google y otros buscadores son así de generosos. Por tanto, aprovecho yo también para leer esas lecturas que aún se hacen de entradas de años atrás. Y con las lecturas de estas entradas vuelvo a vivir lo que creía ya olvidado. Aquello que yo escribía sobre tantos asuntos fueron plasmando mi ideario. Algunas de las cosas no las comparto ya, o no las comparto de la misma forma, pero en otras me ratifico y hasta añado. Leo comentarios de gente que siempre estuvo ahí y vuelvo a agradecer la enorme dedicación que muchos mostraron hasta el punto de que en opinión de muchos la bitácora se convirtió en una herramienta vital de comunicación y exposición de ideas y puntos de vista, ya se tratara sobre correr (que fue el origen), política, música, cine, literatura o reflexión pura y dura. Es mágico que todo eso aún esté ahí, un privilegio que las redes sociales, efímeras y pasajeras, no poseen. Y por eso, entre otras razones, decidí abandonarlas. 
También es un privilegio poder exponer en el blog mi obra ya publicada o por publicar.
Como muchos autores, consideré que las redes sociales eran la única correa de transmisión entre mis obras y los lectores, pero resulta que no es así. Miro las estadísticas y datos de mis libros en Amazon cada tiempo y observo que lo poco o mucho que se puedan descargar mis libros, nada tiene que ver con una continua presencia de estos, y de yo mismo, en las redes sociales. Los libros siguen teniendo sus descargas (modestas en mis casos) y opiniones tanto en España como en otros países –sobre todo México, gran aliado de España en cuanto a permeabilidad literaria–, al margen de la promoción en redes, con la cual jamás me sentí cómodo. El resultado final es que ya no promociono nada, tan solo hablo de contenidos de mis libros en mi blog. Es suficiente para estar ahí, aunque sea mínimamente, comprobando que cada día va a más en cuanto a número de visitas. Es un nuevo trabajo de reconstrucción que asumo gustoso.
Sí, amigos, una gran decisión la que tomé a los pocos días de la terminación del Estado de Alarma; una decisión que necesitó su tiempo y su momento –que no son la misma cosa–. Pero el momento llegó cuando tuvo que llegar.  Y, por cierto, refiriéndome al Estado de Alarma en España, de más de tres meses, el diario que he escrito cada día, desde el quince de marzo hasta el treinta de junio de 2020, será mi próxima publicación en Amazon, la cual estará colgada dentro de unos quince días, a disposición de cualquier lector interesado de cualquier parte del mundo.

15 julio 2020

UNA PUBLICACIÓN PENDIENTE SOBRE UNA ÉPOCA EXCEPCIONAL

Estoy trabajando en el diario que he escrito cada día que ha durado el Estado de Alarma y sus sucesivas prórrogas. No lo hago con una ilusión torrencial como sí ha ocurrido con otras publicaciones. Me mueve más el testimonio (es posible que para mí mismo, aún no lo sé) que la publicación de esas cincuenta mil palabras de las que consta.
Lo reviso con lentitud casi desesperante, intentando no cambiar nada que modifique la impresión de cada día. Tan solo reviso incoherencias gramaticales y alguna falla ortográfica. Incluso ya he diseñado la portada y el título es completamente nuevo, mucho más impactante que el provisional.
Pero me cuesta acabarlo y sé que aún me costará algo más a medida que me vaya alejando en el tiempo. Por eso quisiera que esté preparado pronto.
Lo que leo aún me es muy familiar, sobre todo lo último. Sin embargo, me parece extraño lo que escribí los primeros días de confinamiento, como si lo hubiera escrito alguien ajeno a mí, como si esos días transcurridos no hace tanto tiempo pertenezcan a otra época lejana o los hubiera escrito alguien que nadie ha conocido.
Y por eso tiene importancia para mí esta publicación.
La situación de los libros, ya sean físicos o digitales, cada vez es más patética y no puedo evitar pensar que llegará el día en el que comprar un libro y leerlo se convierta en algo casi utópico, algo similar a lo que ahora ocurre cuando alguien compra un cedé o un vinilo. Todo el mundo lo mirará como a un extraño preguntándose por qué hace tal cosa pudiendo piratear la música o, en el peor de los casos, escucharla en streaming.
E igual que ocurre con la música, lo que se leerá será mayoritariamente de un género o un par de géneros muy concretos. El resto de lo escrito, como ocurre con el resto de la música que pasa bastante desapercibida, desaparecerá por falta de lectores, como ya está desapareciendo cierta música por falta de oyentes.
Y eso es, quizá, lo que me desanima para seguir corrigiendo este diario porque sé que agonizará en su particular travesía por el desierto, a la espera de que alguien lo encuentre de improviso y lo lea y lo guarde como un testimonio directo de una época muy concreta.


02 diciembre 2018

EBOOK: RELATOS Y ARTÍCULOS DE VIAJES: ROTHENBURG



Si nadie le cuenta al hipotético lector nada sobre el pueblo de Rothenburg no habrá forma de imaginarlo a pesar de haber llegado ya a su pequeña estación de tren, de presencia tan poderosa en cualquier rincón de Alemania. Una estación correcta, ni nueva ni vieja, y un paisaje a su alrededor que le dice poco al viajero. Y aunque nada sepa de esta población, de casi once mil habitantes, es posible que alguien le pueda filtrar que se trata, quizá, de la urbe alemana más visitada por turistas japoneses. Ese dato lo pondrá en guardia porque es conocido que nuestros lejanos vecinos de la tierra del sol naciente eligen los rincones del planeta, por muy recónditos que estén, en función de su atractivo fotografiable. Por tanto, el viajero se dirá que debe estar ante un lugar verdaderamente singular.
Y lo está.
El viajero ya iba arengado por la singularidad del sitio, pero eso no fue suficiente. Es una población que, quizá, ya se haya soñado y, tal vez, no se sepa (porque de todos es conocido que la mayoría de los sueños se olvidan al despertar). Una población que ya se ha visto en la imaginación o en alguna película o se ha imaginado leyendo algún cuento medieval. Pero nada será comparable a ese elixir que correrá por sus sentidos cuando el viajero alcance a contemplarla con sus propios ojos. Lógicamente, ayuda mucho el hecho de verla totalmente ataviada de adornos navideños, pero según le contó su acreditada acompañante, también en primavera es una ciudad-espectáculo. Probablemente, lo sea todo el año.
La mayor parte de pueblo —es posible que todo—, está dentro de una antigua fortificación, que conserva sus murallas y su exquisita puerta de entrada, que también existe en la parte suburbial. Ambas puertas —ignora el viajero si habrá una tercera— son tanto de entrada como de salida y al contemplarlas es posible imaginarse, en tiempos ancestrales, el acceso o la salida de los carruajes medievales tirados por caballos pecherones propios de Baviera. No cuesta mucho hacerlo. Incluso, por muy poco desarrollada que esté la imaginación del visitante que mire con ojos asombrados.
Quiso el destino –o su belleza— que Rothenburg no fuera destruido por los países aliados durante la liberación de la Segunda Guerra Mundial, gracias —le cuentan al viajero— al parentesco de un señor de la guerra norteamericano con alguien de la ciudad. Es un privilegio del que gozaron muy pocas ciudades alemanas. Pero también mucho habrá que deber a sus gestores, los cuales han sabido conservar su estado primigenio, hasta el punto de parecer detenido en el tiempo.  Por tanto, sumergirse en ese entorno es vivir como en una especie de cuento; es como vivir dentro de un pueblo de juguete y durante toda la visita el viajero, su pareja y su acompañante no dejan de preguntarse por el momento de sus vidas en el que ya han creído ver este lugar, aunque tan solo fuera en visión onírica (el viajero insiste mucho en ese hecho, pero esas fueron las notas que tomó in situ). Lógicamente, no es tarea fácil saberlo, como nunca lo es acordarse de todo lo que se ha soñado, como ya se ha comentado.
Una vez traspasada la puerta amurallada de entrada, presidida por dos coquetos tejados terminados en punta, que le recuerdan a los que coronan muchos de los edificios del Madrid de los Austrias mayores, una empedrada calle repleta de comercios, elegantemente ataviados con sus productos y motivos navideños, los deposita en su curiosa plaza central, la cual está presidida por un enorme árbol natural de Navidad, repleto de pequeñas guirnaldas de diversos colores. Además, para la ocasión, la plaza está rodeada por pequeños puestos navideños, en los que se venden artículos y productos propios de la época, y se dispensan salchichas cocinadas al estilo bávaro, licores y el siempre presente vino caliente, que tan bien sienta a los helados cuerpos e impresionados espíritus de los visitantes.
La plaza mayor o principal, enclavada en una leve pendiente, no es circular pero tampoco rectangular. Se podría decir que no tiene una forma geométrica definida. El aspecto que presenta invita—consideró el viajero— a embriagarse del ambiente y de paso iniciar el ritual que cientos de personas a esas horas de la tarde ya están llevando a cabo: tomar un vino caliente y alguno de esos fuertes licores bávaros, líquidos contenidos en unas pintorescas jarras decorativas —que pueden ser adquiridas como recuerdo o recuperar el dinero que se deja a tipo de fianza—. Por tanto, bien abrigados y con las jarritas en sus manos, el viajero y sus acompañantes comienzan a deambular por todas y cada una de las calles que surgen desde la misma plaza. En esos momentos, no son las piernas las que caminan: es la imaginación y la infinita capacidad de asombro. Todo lo que ven los atrapa. Se detienen ante el escaparate de una repostería y cuando aún no lo han decidido ya están dentro del comercio comprando alguno de sus exquisitos dulces con forma de bola; se detienen ante el escaparate de motivos navideños y cuando aún no está decidido ya están dentro guiados por sus sentidos y sus ojos, asombrándose con todo lo que ven: figuras de madera de todo tipo, adornos de belenes y árboles navideños inimaginables e infinitos, relojes cucús de todos los tamaños y formas.... Nada parece faltar en las abigarradas y decoradas tiendas. Pero, aun así, todavía no sospechan lo que se van a encontrar a continuación, algo que supera con creces a todo lo que han visto hasta ahora en cuanto a decoración y motivos navideños. Se trata de la fastuosa tienda museo Käthe Wohlfahrt. Advirtamos previamente que el disfrute de este sitio conlleva poseer, al menos, unos gramos de espíritu navideño. Y si esos se poseen, dejarse llevar por sus laberínticos pasillos, perfecta e inimaginablemente decorados, puede ser una de las mejores experiencias propias de esta época jamás vivida. Un pasillo conduce a una sala enorme, y de esa sala enorme salen nuevos pasillos que desembocarán en otro gran espacio en el que se podrá contemplar un árbol de Navidad gigantesco, abigarrado de todos los motivos y luces navideñas posibles junto al cual se señorea un trineo a escala real repleto de regalos en el que se sienta una figura de Papá Noel también a escala real y que es arrastrado por renos de tamaño natural que parecieran labor de taxidermista.
Por tanto, a estas alturas del recorrido el viajero ya se encuentra tan atrapado y embebido por el espíritu navideño que se plantea quedarse a vivir allí. Hasta ese momento creía que este tipo de cosas tan solo se veían en las películas navideñas hollywoodienses de alto coste que inundan nuestras pantallas en estas fechas.
Cuando salen de aquel sitio, aún con los ojos repletos de la infinita plasticidad que acaban de ver, les aguarda el espectáculo de la noche en las empedradas y coquetas calles de Rothenburg. Y, entonces, se abre ante ellos una nueva perspectiva. Las luces de las calles, las guirnaldas de sus árboles y la exquisitez de sus comercios los invitan a patear de nuevo los lugares que ya habían visto a pleno luz del día, sin que a ninguno se les ocurriera ni tan siquiera referirse al momento de despedirse de ese mágico pueblo de la Baviera alemana.
Pero había que hacerlo si querían llegar a buena hora para apurar sus últimas horas en Würzburg y dar buena cuenta de una inolvidable última cena. Así que cuando salían por el arco por el que habían entrado unas horas antes, el instinto les decía que era mejor que no miraran atrás, como suele ocurrir en las sentidas despedidas. O quizá, en los mismos sueños. Una vez en el tren de regreso comprendieron que ese lugar ya iba a formar parte de sus recuerdos más selectos. Probablemente, para el resto de sus vidas.  

El viaje a Würzburg está incluido en Cuatro ciudades bávaras del ebook: Artículos y relatos de viajes, disponible en Amazon

29 noviembre 2018

EBOOK: RELATOS Y ARTÍCULOS DE VIAJES: NÙREMBERG


La ciudad bávara de Núremberg está marcada por la historia reciente. Citar a Núremberg conlleva, necesariamente, referirse al largo proceso judicial que allí tuvo lugar entre el veinte de noviembre de 1945 y el uno de octubre de 1946 contra funcionarios, responsables y colaboradores del régimen nacionalsocialista dirigido por Adolf Hitler.
El Derecho Penal Internacional no estaba todavía asentado, pero aún así las naciones aliadas, vencedoras de la Segunda Guerra Mundial (EE. UU., URSS, Gran Bretaña y Francia), decidieron juzgar a quienes cometieron crímenes contra la humanidad, basándose en un documento jurídico denominado la Carta de Londres que posibilitaba la creación de un Tribunal Militar Internacional compuesto por avalados juristas de estos cuatro países. Porque, para asegurar la futura convivencia, no era posible ignorar este tipo de crímenes.
Sin embargo, la segunda ciudad más importante del länder bávaro es mucho más que eso. Es innegable que su protagonismo, antes, durante y posterior a la Segunda Guerra Mundial le añadió una impronta que antes no poseía, pero también lo es que esta ciudad atesora una historia propia que se remonta al año mil cincuenta de nuestra era (año en el que aparece el nombre de la ciudad citado por primera vez documentalmente), pero que data desde la existencia del Imperio Romano de Occidente, dato fundamental para comprender el porqué de la elección de esta ciudad como uno de los puntos geográficos fundamentales de la obsesión hitleriana.
El hecho de que la urbe, verdaderamente, florezca a partir del Siglo XI conlleva que su trazado histórico aún conserve el diseño medieval, a pesar de la devastación infligida por la aviación aliada. Sin embargo, el tesón alemán y las grandes sumas invertidas por las naciones vencedoras de la Segunda Gran Guerra permitieron que resurgiera de sus cenizas basándose en los planos originales del Medievo. Ciudad también marcada por la Reforma Luterana, conserva aún su creencia protestante a la vez que la católica, ambas en perfecta armonía. No en vano el contribuyente alemán auspicia con sus impuestos a ambas confesiones de forma generosa.
Cuando el viajero contempla Núremberg por primera vez comprende que está ante una ciudad que cuida su pasado, su historia y sus tradiciones. Y si esa visión coincide durante el periodo del Adviento todo puede convertirse en mágico. Eso sí, se ha de estar dotado de un saneado espíritu navideño o, al menos, no estar en conflicto con este periodo. Y si se cumplen esos requisitos básicos, el disfrute de las calles, plazas, monumentos y comercios es máximo. No en vano, su Christkindlesmarkt (mercado de Navidad) pasa por ser el más famoso del mundo y uno de los más antiguos que aún permanece. Lógicamente, ayuda que el entorno esté tan cuidado y que posea uno de los cascos históricos peatonales más grandes de Europa.
Pero pongámonos en situación: el español celebra la Navidad aupado por la tradición. Decora su vivienda, sus espacios comerciales, sus calles, plazas y edificios, pero eso no bastará para comprender la impronta navideña que se respira en cualquier ciudad alemana. El ciudadano español, por lo general, cuida los detalles navideños, no lo duda el viajero, pero eso no bastará para pugnar con cómo los cuida el ciudadano alemán.
Se observa claramente en sus calles, en sus comercios, en sus casas. No sabe el viajero bien por qué, pero tiene la sensación de que pocos países en el mundo interpretan la Navidad como se interpreta en Alemania. Pero si la imaginación del hipotético lector de este relato —que no haya visitado aún Núremberg en esta época— tuviera a bien realizar un mayor esfuerzo, nada de éste podrá aún ni acercarse a la impronta navideña que sus sentidos captarán cuando se asome a esta ciudad bávara, imaginación que le servirá para guiarse por las distintas ciudades que irán apareciendo en estas crónicas viajeras de este länder. Una Navidad que ya hemos presentido en nuestro subconsciente pero que aún no conocemos; y cuando ya la hemos conocido, sabemos a ciencia cierta que era la que dormitaba en ese subconsciente.
Pero no se trata tan solo de la Navidad. Veamos, por ejemplo, sus bares y restaurantes. No es fácil para el viajero resumir cómo son ni, tan siquiera, le es fácil hacer una somera exposición del servicio que en ellos se recibe. Tan solo podría decir algo que, tan solo de forma atribulada, podría acercarse a una definición torpe: tradición. Tradición en la comida, en la cerveza, en sus diversas viandas servidas de forma especial. En la propia configuración de las —por lo general— amplias estancias. Pero ya habrá lugar de hablar de estos templos gastronómicos, aprovechando esas visitas a las cuatro ciudades que integrarán estas crónicas.
O, por poner otro ejemplo de tradición y amor a sus raíces, la renovada y permanente memoria de uno de sus hijos más dilectos: el pintor y escultor Alberto Durero. De hecho, su Casa-Museo parece haberse detenido en el tiempo, tanto como el entorno. Y no sería exagerado afirmar que el espíritu de su figura eminente aún transita por las calles y plazas de Nùremberg —su querida ciudad, en la que nació, vivió y murió—, y que esto se concibe como un orgullo pequeñopatrio para el ciudadano.
Definitivamente, una frase vino a la mente del viajero cuando paseaba por la ciudad: verdaderamente esta ciudad parece de juguete. Sin duda, una apreciación torpe, que en una exposición más amplia podría significar que se patea por una ciudad recién sacada de un cuento; una ciudad de esas en la que no se concibe que haya suciedad, excrementos varios, coches y ni tan siquiera avances modernistas. Una ciudad que podría ser un decorado y, a la vez, un lugar para vivir en sí, porque el diseño de sus muchas calles empedradas, sus medievales puentes y edificios y su calmado río Pegnitz, que rompe en dos su casco histórico, así lo manifiestan al cielo. De ahí que saltar de esa ciudad ensoñadora a la terrible realidad que atesora no sea un ejercicio fácil, aunque sea inevitable. Porque inevitable es conocer la megalomanía nazi de su colosal sede congresual a imagen y semejanza del gran circo romano y su ajada tribuna del Campo Zeppelin. Y es en ese aspecto en el que hay que loar la compleja y meritoria objetividad teutona a la hora de abordar en sus museos tanto la documentación que se baraja de la presencia nazi en la ciudad como la exposición detallada de lo acaecido en los procesos celebrados en su aún vigente Palacio de Justicia. Un chute de historia sin parangón.

El viaje a Würzburg está incluido en Cuatro ciudades bávaras del ebook: Artículos y relatos de viajes, disponible en Amazon

25 noviembre 2018

EBOOK: RELATOS Y ARTÍCULOS DE VIAJES: WÜRZBURG


Würzburg 


Cuando el viajero llega a Würzburg —ubicada a unos cien kilómetros al noroeste de Núremberg—, ya en noche cerrada, se encuentra ante una ciudad solitaria. Una estación de tren, propia de una urbe media de unos ciento treinta mil habitantes —contando todo su término municipal—, conduce a la avenida principal en la que afloran múltiples comercios y algunas grandes superficies.  
La calle está partida por las vías del tranvía en sentido doble y es utilizada indistintamente por vehículos privados y las sempiternas bicicletas. A lo lejos se aprecian altas torres de múltiples iglesias. Nuestra acreditada cicerone, que con tanta gratitud nos acoge en su domicilio y allí residente desde hace algunos años, nos cuenta que es una ciudad con muchas iglesias.
No podría afirmarse que le pareciera al viajero una ciudad triste ni que el frío fuera considerable en ese momento para tratarse de una ciudad ubicada en el noroeste del länd de Baviera, en la región de la Baja Franconia. Un posterior callejeo le abre una ciudad mucho más amplia, dotada de un esplendoroso y alegre alumbrado navideño, el cual contrasta con la soledad de sus calles y plazas. Sin embargo, los puestos del mercado navideño, silentes y ya clausurados a esas horas, no le ofrecen argumentos para creer en esa alegría. Pero, unos metros más allá, el romántico y solitario —a esas horas ya tardías para una ciudad alemana— puente de Carlos sobre el río Meno, el cual desembocará en el Rin, le sorprende por su belleza y lo invita a unas vistas nocturnas protagonizadas por la fortaleza de Marienberg, que se corona orgullosa a la izquierda, y un cauce fluvial amplio y caudaloso. El resultado del agradable callejeo por el centro de la ciudad lo convence de que se trata de una ciudad próspera y que, a pesar de la casi total destrucción infligida por la aviación británica durante la Segunda Guerra Mundial, hoy día conserva ese sabor antiguo propio de esta zona de Alemania. Esa idea permanece en su mente y la corrobora la visita al agradable restaurante en el que tiene mesa reservada en compañía de su pareja y su acompañante, que ya dijo era una acreditada cicerone.
El Backföfele, que así se denomina el restaurante, está ubicado en un antiguo barracón o amplia cuadra, cuidadosamente restaurado y decorado. No es el tipo de restaurante que se tenga la oportunidad de ver a diario. Repleto de detalles y esmerada decoración, se adereza con los elegantes motivos navideños. Las mesas, repletas de comensales, se ubican arracimadas sin una estructura ordenada, pero al mismo tiempo, exentas de improvisación. Se compone de varios comedores perfectamente comunicados y dotados cada uno de ellos de una decoración algo distinta, pero encuadrada en una misma categoría de decoración de impronta rústica. Unos espacios cuentan con más iluminación que otros, pero eso tampoco forma parte de la improvisación. A estas alturas del viaje, el viajero comienza a comprender que existe toda una vocación detallista en los restaurantes alemanes, algo a lo que ya se ha referido y, seguramente, lo seguirá haciendo. Otro elemento a tener en cuenta en la restauración alemana es el buen servicio. Así que, en poco tiempo, el viajero y sus acompañantes son atendidos por una camarera que les indica con amabilidad que no todos los platos están ya disponibles. Son más de la diez de la noche y a esa hora no es fácil que los restaurantes alemanes ofrezcan todas las viandas de su carta ya que van cerrando su cocina de manera paulatina. Aun así, hay mucho donde escoger: carnes cocinadas de distintas formas, amplias ensaladas generosas en verduras, quesos fundidos y guisos diversos. Quien acompaña al viajero y a su pareja, familiar de ellos —que aún no lo había mencionado— y, como ya ha dicho, residente en la ciudad, va traduciendo la carta y en pocos minutos la pequeña pero coqueta mesa que ocupan se llena de diversos manjares. Pero la cerveza en este país siempre merece una atención especial. Se trata de Alemania y no es fácil decantarse por alguna en concreto, sobre todo para un cervecero vocacional como es el viajero: Pilsen, tostada, de trigo, negra..., todas las imaginables abundan y de todas las marcas. Así que continúa su particular festival de cerveza, ya comenzado en Núremberg y que ya no acabará en todo el viaje. Un comensal vecino, comprendiendo la buena impresión del viajero y sus acompañantes, quizá orgulloso de su ciudad y sus restaurantes, se ofrece para hacerles una foto. Lógicamente, aceptaron. Porque es bastante habitual que en cualquier ciudad alemana sus ciudadanos se dirijan al visitante con absoluta espontaneidad, haciendo añicos el mito de la frialdad de trato teutona.  
La misma ciudad, que por la noche la encuentra el viajero serena y tranquila, por la mañana es otra. Lo aprecia enseguida cuando baja a comprar pan recién hecho, que en este país es mucho más que una rutina diaria. La panadería de enfrente de la casa en la que se hospeda está a rebosar en ese momento, tanto de clientes como de variedad panificadora. Por mucho que ya haya observado estas fastuosas panaderías que abundan por doquier en cualquier ciudad alemana, jamás podrá acostumbrarse al espléndido espectáculo de las estanterías repletas y perfectamente ordenadas de panes de todo tipo, tamaño y color. Es algo que forma parte de la cultura alemana y una de las cosas que mayormente disfrutará el viajero que visite este país. Las calles a hora temprana ya están repletas de gente que, junto al abundante comercio e incesante paso de los tranvías de atrevido colorido, forman un espectáculo único. El viajero vuelve a tener la misma sensación que ya tuvo en Núremberg: parece una ciudad de juguete. Piensa también que una nueva versión moderna de Canción de Navidad de Charles Dickens podría encontrar aquí su mejor decorado si se le añade nieve.   
Él y su pareja —ya sin su cicerone, que trabaja ese día—, callejean distraídos por la ciudad en busca de sus lugares más emblemáticos y en breve se topan con la Residencia de Würzburg, una impresionante mole de estilo barroco, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y cuya función principal fue servir de residencia de los obispos de la ciudad.  No lejos de allí, también se topan con la vistosa catedral de San Kilian, de estilo románico, que consta de dos amplias naves. Su concepción es muy sobria, pero elegante. En su puerta principal hay un enorme árbol de Navidad (porque como ya ha dicho en el relato sobre Núremberg estamos en plena fecha de Adviento) y al fondo de la animada calle, repleta de comercios, se atisba el puente de Carlos, formando todo ello una estampa idílica. Le recuerda un poco al de Praga, con el que comparte nombre y que ya conoció unos años antes.
En pleno centro de la ciudad, está ubicado su Christkindlesmarkt, que ya lo vio cerrado la noche anterior. Mucho más pequeño que el de Núremberg, se trata de un mercado navideño muy coqueto. Sus puestos guardan una gran armonía entre sí y cada uno de ellos parece obedecer a una especialización temática. Cerrando el mercado, se ubica un puesto de mayor tamaño que dispensa todo tipo de viandas propias de la gastronomía alemana: salchichas de todos los tamaños, carnes guisadas de distintas formas y el siempre preciso vino caliente propio de estos climas tan extremos. El mercado está muy concurrido de ciudadanos de Würzburg y visitantes. Entran en un pequeño puesto, repleto de motivos navideños, y vuelve a sorprenderlo su cuidada decoración. Todo parece tener vida propia. Asimismo, comprueba que los dueños de los distintos comercios que frecuentan son amables y se desviven por atender. Está claro que este país posee una enorme tradición en cuanto al fomento del pequeño comercio, algo que en España es cada vez más difícil de apreciar, piensa para sí.
Una nueva visita al puente de Carlos, en esta ocasión de día, y la contemplación de parte de la ciudad y su gran río convence al viajero de que está ante una de las ciudades más privilegiadas de Baviera, algo que se debe en gran parte a su prestigiosa universidad pública, una de las más valoradas de todo el país.
Por la noche, vuelven de nuevo a las andadas gastronómicas y observan que es muy difícil encontrar mesa si no se ha reservado con antelación. Debemos considerar que se encuentran en una de las zonas más ricas de Alemania, algo que se aprecia. Además, son días casi festivos. Finalmente, la encuentran en un coqueto restaurante que está atendido por camareras ataviadas con los vestidos tradicionales bávaros. Deben compartir mesa con un hombre de mediana edad, que dice ser austríaco, y que resulta ser un tipo agradable y parlanchín. En muchos países europeos es normal que se haya de compartir mesa con personas desconocidas, experiencia que resulta interesante, a pesar de las reticencias iniciales que en España se posee de esta práctica. Lógicamente, quienes comparten siempre acaban conversando. Comer une mucho y eso suele ser siempre una experiencia agradable como ya expondrá el viajero en sucesivas crónicas. 
El restaurante, como ya ha contado de otros, está provisto también de una cuidada decoración, aderezada por la navideña. Y la alta temperatura, las amplias viandas, la presencia colosal de la cerveza y la vestimenta de las camareras que los atienden con amabilidad, producen en el viajero y sus acompañantes unas inolvidables sensaciones; y la fuerte convicción de sentirse en lo más esencial y tradicional de la vieja Europa, cuya cultura ancestral tanto representa para el viajero. 

El viaje a Würzburg está incluido en Cuatro ciudades bávaras del ebook: Artículos y relatos de viajes, disponible en Amazon

14 noviembre 2018

EL CUENTO DE NAVIDAD

Cuento de Navidad en Cadiz, Casa Palacio Aramburu: Horario y Entradas
 Desde que aquel británico de nombre Charles y apellido Dickens nos deleitara con su Canción de Navidad, muchos autores han querido seguir sus pasos y adscribirse a este género -porque es un género en sí- del cuento de Navidad, una época muy propicia para alegrar y entristecer con las palabras, porque ambas cosas hay en este género universal de la literatura.
El cuento de Navidad, como tal, está circunscrito a un periodo concreto. Descansa durante once meses y se levanta de su letargo el último mes del año. No diré que no haya lectores que gusten de leer en época no navideña, que los habrá, pero lo dudo. Lo que sí parece más claro es que quienes lo escriben parecen sentirse más inspirados en esta época. Es mi humilde caso. Los que he escrito, casi siempre -sino siempre-  en fechas cercanas o inmerso ya en periodo navideño. El motivo está claro: es cuando el espíritu se siente más conmovido e inspirado.
De hecho, este año también me he sentado al ordenador a escribir uno -es posible que salgan dos-, pero no es siempre así. Hay años en los que no encuentro inspiración o temas que abordar en un relato que, por lo general, no suele superar las dos mil palabras.
Es posible que no existe un mapa concreto para escribir un cuento o relato navideño, pero sí deben estar presentes motivos navideños para que pueda considerarse como tal. Y motivos navideños hay muchos. Están los materiales: la nieve, los adornos, las comidas familiares, los árboles de Navidad, los belenes... Pero también los hay internos, tal vez, muchos más. Unos están relacionados, como decía al principio, con la alegría y otros con la tristeza. Además, está la soledad, la nostalgia, la melancolía.. Sentimientos que parecen estar ocultos el resto del año -en ocasiones no tan ocultos- y que afloran en esta época. Por tanto, sigamos adorando este género, que perdurará mientras nosotros queramos que perdure.

09 noviembre 2018

LIBRO: LOS MEJORES POEMAS DEL XXV PREMIOS DE POESÍA DE TARIFA


Hoy al llegar a casa, me encontré en el buzón este pequeño y precioso libro que recoge los mejores poemas de los XXV Premios de Poesía Luz, convocado por el Ayuntamiento de Tarifa y editado por la editorial ImagenTa. Un buzón, que debido a la irrupción del mundo digital, ha quedado para poco más que para facturas y publicidad buzoneada, pero que aún guarda un rincón de sueños con correspondencia propia de otra época no tan lejana. 
La pequeña historia de mi relación con este concurso poético es peculiar, entre otras cosas, porque yo no soy poeta, o al menos, no me considero tal, sino una persona que le gusta escribir sobre casi todo y en ese todo se encuentra la poesía, que la concibo como un mundo de imágenes, síbmolos y palabras. El caso es que un buen día, acabado mi poemario, Me iré con el primer viento, deseché varios poemas. Todos sabemos que los concursos solicitan poemas inéditos, no publicados. Por tanto, si el libro iba a ser publicado (aún está en esa fase de espera o duda o ambas cosas), esos poemas ya no podrían presentarse a concurso alguno. Pero, como digo, había desechado algunos. Tal vez, los que me gustaban menos, los que consideraba menos trabajados y, sobre todo, todos esos temáticos que podrían ver la luz algún día en otro poemario, insisto, temático, como es el caso de los poemas relacionados con correr.
No soy dado a presentar cosas a concurso, pero un día vi anunciado este de Tarifa, sobre el que leí que era prestigioso a nivel nacional, por lo que alcanzaba un elevado número de participantes, algo que se corrobora en la contraportada del libro que he recibido. Así que me dije: no tengo nada que perder. Y envíe un poema corto (a vuelapluma creo que es el más corto de los seleccionados en el libro), uno de los que no consideraba demasiado trabajado, la verdad. Su título: Tiempo dormido. Pasaron los meses y olvidé el concurso. Está claro que si no se ponen en contacto contigo es porque no has ganado o, ni tan siquiera, te han seleccionado en la antología a publicar, que se anunciaba en las bases del concurso. Por tanto, como digo, pasó al olvido, hasta el punto que he tenido que 'tirar' de memoria para recordar por qué venía un poema mío en este libro. Han sido unos segundos de zozobra, sí, y confusos. No me habían notificado nada con antelación, he ahí el motivo de la confusión. 
Tras leer los dos poemas ganadores (muy buenos ambos, sobre todo el segundo premio) y otros a salto mata (los leeré todos, claro está), he comprendido que el nivel es enorme, que no se trata del clásico panfleto en el que pretendidos poetas garabatean unos versos, nada de eso. Puedo decir que yo, que no soy dado a sorprenderme fácilmente por lo que escriben otros y menos en poesía, he quedado gratamente sorprendido.
En fin, que no me enrollo más y os remito a las fotos del libro y de mi poema por si queréis echar un vistazo.
Estoy contento, sí, porque a veces llegan cartas...  

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