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29 agosto 2020

99 DÍAS QUE PODRÍAN CAMBIAR EL MUNDO: PRÓLOGO (AMAZON, 2020)


Amigos, ya está disponible en Amazon mi último libro, en formato eBook: 99 días que podrían cambiar el mundo.



Prólogo del autor

 

 

Tal vez, la función de escribir y la del escritor sea crear un testimonio directo sobre sucesos extraordinarios, bien personales, bien colectivos o, tal vez, una mezcla de ambos. El ser humano ha sentido, desde siempre, esa pulsión de dejar testimonio directo de lo vivido, mucho más si ha entendido que ha sido algo extraordinario. No siempre ha podido o ha sabido utilizar la palabra escrita, pero desde que dominó esa técnica siempre ha sido el medio más utilizado y, por qué no decirlo, el más expresivo, quizás por encima de las imágenes y otras formas expresivas distintas a la palabra.

            El catorce de marzo de 2020, así como los días previos, ya se sospechaba que algo estaba pasando en el mundo. Hubo un revuelo mediático impresionante y tan solo nos dijeron que se trataba de un virus que, al parecer, derivaba de China y que, como la pólvora, se estaba propagando a través de todo el mundo porque tenía la cualidad de ser muy contagioso y letal.

            El mundo que hemos creado, basada en la movilidad sin límites, era el espacio idóneo para que un virus de esas características pudiera extenderse a sus anchas y pronto muchos comenzaron a interpretar que, además de la existencia del virus, alguien poderoso estaba moviendo los hilos para que el orden mundial cambiara. No había mucha más información que ésa y ante la falta de información siempre es dable que comiencen las especulaciones, sobre todo porque ni los propios gobiernos sabían (o no querían) dar respuestas. Entonces, de repente, todo comenzó a ir muy rápido. Se cerraron fronteras en medio mundo, pero sobre todo en los países occidentales, se decretaron estados de alarma y de alerta, se comenzaron a elaborar normas de confinamiento… Muchas generaciones no habían visto nada igual hasta el momento.

            El virus -al que denominaron COVID-19, como acepción más técnica, pero Coronavirus, como denominación más vulgar por tener una especie de corona alrededor de su microscópica masa-, comenzó a azotar con fuerza en algunos países, entre ellos España, que es el lugar desde donde he escrito este diario que se expone a continuación de este prólogo. De hecho, España, junto a Italia y unos cuantos países más, fue el sitio en el que más repercusión contagiosa tuvo el Coronavirus. Con la extensión increíblemente rápida de los contagios en todo el país, comenzaron a llegar las primeras muertes y el gobierno no tuvo más opción que tomar medidas drásticas, siendo la principal decretar el Estado de Alarma, a partir de las cero horas del día 15 de marzo, sobre todo al comprobar que la histeria colectiva exteriorizada a través de la compra masiva en supermercados, era cada vez más preocupante, así como el temor al colapso del sistema sanitario público.

            Entonces, comencé a escribir este diario, cuyas primeras palabras subí a Facebook. Me movía la necesidad de plasmar y comunicar cómo veía esta situación novedosa, sobre todo para poder explicarme a mí mismo qué estaba ocurriendo. Con el paso de los días, y sin saber -porque nadie lo sabía- cuánto duraría esta situación, comprendí que necesitaba elaborar un diario en el que intentar plasmar mis sensaciones al tiempo que plasmar también los hechos objetivos que considerara más importantes cada día con relación a la pandemia, concepto que ya se había exteriorizado oficialmente. Poco a poco comprendí que ya no podía dejar de escribir cada día, con independencia del tiempo que durara la situación, así como mostrar una óptica personal. De manera inopinada me había sumergido en un diario.

            Y un diario es un instrumento que conecta con la sinceridad mostrada a través de las palabras de quien lo escribe en ese justo momento, que siempre tiene una vocación privada. Esa es precisamente su esencia: plasmar las inquietudes, sensaciones, reflexiones y emociones del momento, sin que esas palabras escritas, digamos, en caliente, sufran modificación alguna. De lo contrario, se convertiría en una obra de no ficción (o incluso de ficción)  fría y aséptica. De ahí, que en la revisión en profundidad que he llevado a cabo para su publicación no haya alterado ni un ápice de lo escrito cada, centrándome tan solo en la mejora estilística, ortográfica y gramatical.

            No sé si lo habré conseguido, pero apreciados e hipotéticos lectores, puedo aseguraros de que ese ha sido el propósito.

            El título que he decidido darle, Noventa y nueve días que podrían cambiar el mundo, es el cómputo de los noventa y nueve días oficiales del Estado de Alarma inicial y sus sucesivas prórrogas en España, es decir desde el quince de marzo al veintiuno de junio de 2020. No obstante, también incluyo el diario del día previo, el catorce de marzo, que a partir de una determinada hora vespertina se travistió de preliminar Estado de Alarma, a pesar de que éste aún no estaba en vigor. Esta situación fue muy similar en la mayoría de los países de la Tierra por lo que he considerado que la suma general de tan extraordinaria situación en todo el planeta ofrece argumentos sólidos para que pudiera cambiar el mundo.  

 

            Granada, surcando la canícula de agosto de 2020      

 

23 agosto 2020

99 DÍAS QUE PODRÍAN CAMBIAR EL MUNDO (DE PRÓXIMA PUBLICACIÓN): OCTOGÉSIMO OCTAVO DÍA


Amigos, inserto aquí el aparece en mi diario como octogésimo octavo día de mi libro 99 días que podrían cambiar el mundo. Espero que lo disfrutéis:



Veo una película y consigo no ver los anuncios gracias a la facilidad que ofrecen las modernas plataformas de televisión a través de la red. Pero en un intermedio me descuido y comienza un avance informativo y todo me parece de otra realidad distinta a la mía. Veo al presidente del Gobierno de España hablando con una mascarilla y la impronta distópica de estos meses que creía ya olvidada vuelve a surgir. No sé de qué está hablando porque he suprimido el sonido, pero parece estar convenciendo a sus colegas en el Congreso. Me cuesta comprender todo lo que me rodea, tal vez porque he perdido el hábito de seguir las noticias, incluso de leer los periódicos. No sé a qué ritmo va el mundo, tan solo percibo el ritmo de las cosas que hago cada día sin necesidad de asomarme apenas a la calle. Este periodo me ha enseñado muchas cosas o, al menos, yo he intentado aprender, y lo que he aprendido sobre el comportamiento de las personas no es nada positivo, en general. He asistido o he conocido casos muy puntuales de gente honestísima que ha sabido ver con sentido común las cosas y ha actuado en consecuencia, pero me sorprende que sean tan pocos. Por el contrario, he visto hordas en los supermercados en los primeros días de confinamiento y personas ansiosas haciendo cola para coger una mesa en alguna terraza de un bar como si se tratara de algo imprescindible en sus vidas, u otros incumpliendo las distintas normas que dictaban las autoridades en las distintas etapas. Nada de eso me ha gustado. Todo lo contrario, ha creado en mí un fuerte desánimo sobre la condición humana al haber comprendido que estamos mal diseñados como seres humanos o simplemente como seres vivos. Sin lugar a duda el reino animal se ha comportando con mucha más sensatez: han ocupado espacios que no ocupaban en años por la presencia humana; han poblado los campos compenetrándose con el medio ambiente; han llegado desde altar mar para pasearse junto a puertos y playas; han bajado elevados riscos para conocer cómo vivimos en nuestras cómodas ciudades; han volado desde grandes distancias para posarse en nuestros árboles urbanos…Son tantas las cosas sensatas que han hecho los animales durante nuestro confinamiento que solo de ellos he aprendido.

15 julio 2020

UNA PUBLICACIÓN PENDIENTE SOBRE UNA ÉPOCA EXCEPCIONAL

Estoy trabajando en el diario que he escrito cada día que ha durado el Estado de Alarma y sus sucesivas prórrogas. No lo hago con una ilusión torrencial como sí ha ocurrido con otras publicaciones. Me mueve más el testimonio (es posible que para mí mismo, aún no lo sé) que la publicación de esas cincuenta mil palabras de las que consta.
Lo reviso con lentitud casi desesperante, intentando no cambiar nada que modifique la impresión de cada día. Tan solo reviso incoherencias gramaticales y alguna falla ortográfica. Incluso ya he diseñado la portada y el título es completamente nuevo, mucho más impactante que el provisional.
Pero me cuesta acabarlo y sé que aún me costará algo más a medida que me vaya alejando en el tiempo. Por eso quisiera que esté preparado pronto.
Lo que leo aún me es muy familiar, sobre todo lo último. Sin embargo, me parece extraño lo que escribí los primeros días de confinamiento, como si lo hubiera escrito alguien ajeno a mí, como si esos días transcurridos no hace tanto tiempo pertenezcan a otra época lejana o los hubiera escrito alguien que nadie ha conocido.
Y por eso tiene importancia para mí esta publicación.
La situación de los libros, ya sean físicos o digitales, cada vez es más patética y no puedo evitar pensar que llegará el día en el que comprar un libro y leerlo se convierta en algo casi utópico, algo similar a lo que ahora ocurre cuando alguien compra un cedé o un vinilo. Todo el mundo lo mirará como a un extraño preguntándose por qué hace tal cosa pudiendo piratear la música o, en el peor de los casos, escucharla en streaming.
E igual que ocurre con la música, lo que se leerá será mayoritariamente de un género o un par de géneros muy concretos. El resto de lo escrito, como ocurre con el resto de la música que pasa bastante desapercibida, desaparecerá por falta de lectores, como ya está desapareciendo cierta música por falta de oyentes.
Y eso es, quizá, lo que me desanima para seguir corrigiendo este diario porque sé que agonizará en su particular travesía por el desierto, a la espera de que alguien lo encuentre de improviso y lo lea y lo guarde como un testimonio directo de una época muy concreta.


05 abril 2020

UN DIARIO SINGULAR PARA UNOS DÍAS SINGULARES

El diario que cada día escribo desde que se decretó el Estado de Alarma que obliga al confinamiento, con motivo de la irrupción del virus COVID-19, es un diario singular. El diario como ejercicio memorístico es un instrumento que ha existido desde siempre, desde aquellos que se escribían con pluma (quién sabe si muchos siglos atrás con cincel sobre piedra) hasta los más modernos, escritos digitalmente en ordenadores, tablet o incluso móviles de pantallas gigantes. 
     Yo inicié este diario singular (e inesperado) el primer día del Estado de Alarma y lo fui publicando en mi cuenta de Facebook cada día y así fue hasta el día undécimo, pero me detuve. Es decir, detuve la publicación en la red social pero no detuve la escritura diaria del diario, el cual tengo intención de publicar en un eBook autopublicado en Amazon junto a mis otros nueve libros (en puridad, siete libros y dos relatos cortos o cuentos). Escribir cada día un diario no es fácil en estas circunstancias, sobre todo porque todos los días son prácticamente iguales, incluso las noticias casi lo son, pero desde el primer día me he esforzado en darle un cariz distinto a cada día, vertiendo impresiones personales junto a alguna noticia relevante y que no se haya repetido como una comida indigesta. 
     La idea, como se supone debe ser la de todos los diarios, es plasmar las impresiones personales que se poseen en un momento concreto, pero debe ir más allá: aderezar esas opiniones con una noticia objetiva que surja. Por decisión personal, he decidido alejarme lo máximo posible de la intoxicación informativa que abunda por doquier, de ahí que visite poco las redes sociales, tal vez las más intoxicadas, pero tampoco me parecen demasiado fiables las noticias de los medios de comunicación. No obstante, hay formas de informarse sobre lo más básico sin necesidad de empacharse de información vana.
  Cuando comencé este diario consideré, como muchos consideramos, que no habría que escribir más de quince días, pero el diario se podría convertir en tres veces más extenso de lo inicialmente previsto, tal vez más. Por lo pronto, está cantado que hasta el día veintiséis de abril, pero es posible que vaya más allá, y esa será la principal dificultad a la hora de escribirlo, sobre todo para no caer en la repetición. Algo se repetirá, por supuesto, pero, en mi caso, intentaré que sea lo menos posible, porque es viable ver los días diferentes dentro de la repetitividad a la que asistimos.
       Otro elemento que me parece ilusionante es su publicación, que será autopublicación en Amazon. La idea no es que se venda mucho ni mucho menos, sino dejar constancia de una mera impresión personal que con el paso del tiempo se pueda cotejar con otras impresiones. Eso sería bonito. Bonito e interesante. Además, quienes escribimos, casi nos vemos impelidos a plasmar por escrito la realidad que vivimos cada día, mucho más cuando se trata de una época tan singular. 




UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...