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23 noviembre 2014

III MEDIA MARATÓN 'CIUDAD DE ANTEQUERA' (23/11/2014)

Hay muchas cosas que se pueden hacer y ver -sobre todo ver- en Antequera y no sólo correr. 

Calle típica de Antequera con la Alcazaba al fondo. (Foto de J.A. Flores) 
Yo antes iba con bastante frecuencia a Antequera para ver su patrimonio histórico, conocer su historia y comer su porra -antequerana-. Pero jamás había ido a correr.
Hasta el año pasado. Un poco frustado por no haber podido correr la Media Maratón de Córdoba, busqué en el calendario alguna que tuviera un recorrido orográfico similar y que me permitiera ir y venir en poco tiempo y fue así como hallé la que iba a ser la segunda edición de la Media Maratón de Antequera. Así que me apunté, auspiciado por su recorrido, por su cercanía y porque cada vez me atraen más las pruebas que no pasan de mil corredores (y si son menos, mejor, como es el caso). 
Me gustó la prueba y me salió bien, mucho mejor de lo que tenía previsto. A años luz de la de este año, que es algo que sí tenía previsto. Mi diferencia de forma entre el año anterior y éste es, si no abismal, muy distinta. El año pasado competí bastante y no tuve lesión alguna hasta el mes de diciembre, por lo que pude rendir a buen nivel casi todo el año, tanto a nivel de competición como de entrenamientos. Incluso hacia series con regularidad y ese entreno se apreciaba en competición.
Sin embargo, este año ha sido otra historia. No levanté cabeza desde la lesión de diciembre y para colmo en marzo pasé por el quirófano de vascular; así que entre la lesión, la operación y la posterior recuperación no comencé a entrenar hasta Semana Santa, pero no a competir. A pesar de eso fui osado y me presenté en la linea de salida de una muy exigente carrera de montaña a finales de agosto, como ya conté en su día. 
Posteriormente vinieron mejores entrenamientos. Todo el verano entrené bien, pero competí poco. Sólo lo hice tras el verano en una corta pero meritoria carrera urbana de pocos kilómetros previa a la Media de Granada y la Media Maratón de Motril, que resultó un fracaso.
Esta última prueba es la culpable de que volviera a competir en Antequera, no por despecho ni para sacar la espina del fracaso de Motril sino para ver cómo iba en medias maratones una vez intensificado el entrenamiento, que tampoco está siendo especifico para correr distancias largas. Acaba el año y quería probar. Así que nada mejor que competir en esta media maratón que por características y fechas me parecía la más estratégica. 
El año pasado rodé a 4'22'' el mil. Este año a 4'44'' el mil. Como se puede observar una diferencia notable, pero aún así estoy satisfecho del rodaje de este año una vez analizadas las circunstancias pasadas. Un rodaje, que a pesar de ser mucho más lento que el del año pasado, me ha hecho sufrir mucho más. Los últimos kilómetros de la Media de Antequera de este año, me han recordado en parte a los últimos de Motril. En la costa granadina la humedad y el calor a finales de octubre fue bestial y finalmente claudiqué. En Antequera no  ha habido humedad -nunca la hay en estas latitudes de interior- y ha hecho una excelente temperatura para correr, casi calor; es más, la lluvia que caía en los últimos kilómetros fue casi una bendición de los dioses, pero las dificultades entre los kilómetros dieciséis y diecinueve me han deteriorado físicamente, mermando de manera exponencial la media de rodaje que llevaba hasta el quince. 
Las pequeñas pero molestas rampas de entrada a la ciudad y en las mismas calles del casco antiguo de la ciudad han supuesto un suplicio, y a pesar de que el último kilómetros es en bajada no he logrado recuperarme, llegando a meta muy tocado.
Hasta el kilómetro diez rodé a 4'35'' el mil; e incluso, en el quince el rodaje no iba más allá de 4'39'', pero los últimos seis kilómetros fueron para mi casi indigeribles. Por las molestas rampas, como decía y porque -somos lo que entrenamos- no estoy haciendo entrenos demasiado largos.
Aún así, el resultado final ha sido mucho mejor de lo esperado y por eso considero que he cumplido el fin que me había propuesto. 
¿Y qué decir de esta joven media maratón? Prácticamente todo positivo. En particular a mi me viene de perlas porque me coge a tan sólo a una hora en coche. Además, es una prueba muy cómoda a nivel organizativo. Todo está a pedir de boca: facilidad de aparcamiento, impresionantes instalaciones para vestuarios, duchas y ropero, que es el lugar de llegada (en el interior) y de salida (en el la explanada exterior). Se trata del Centro de Tecnificación de Atletismo 6º Centenario, una instalación formidable, centrada en exclusiva en el atletismo.  
La señalización y el control de los pasos y cruces es perfecta, contando con la presencia de voluntarios, Protección Civil, Policía Local de Antequera y Guardia Civil. La señalización kilométrica es excelente y los avituallamientos también.
El recorrido, hay que decir, no es demasiado atractivo. Largas rectas entre naves industriales e insultas carreteras comarcales. Pero es algo que no se puede considerar como una crítica, toda vez que trazar veintiún kilómetros en una ciudad media no es nada fácil y, finalmente, hay que correr por los alrededores. En algunos lugares, estos alrededores son atractivos, pero no en Antequera. 
La prueba gana en atractivo en los últimos seis kilómetros, que coinciden con la entrada a la ciudad, pero ocurre -nada es perfecto- que son los que menos se disfrutan, toda vez que la mente ya está en otras cosas. El paso por el casco antiguo es atractivo, como es el casco en sí y la llegada a meta, en las tripas mismas del Centro de Tecnificación es de las más atractivas de las medias maratones que he corrido en mi vida deportiva. 
A destacar también la bolsa del corredor, que ha sido mucho mejor este año que el anterior. Se ha compuesto de: mochila, camiseta técnica Brooks amarilla y azul de manga corta (una de las más bonitas que me han dado hasta ahora, como se puede apreciar en la fotografía), dos molletes y un mantecado antequerano -como no podía ser menos- lata pequeña de aceitunas, bolsita de pan 'tipo colin' y un dulce. Nada mal, si consideramos que las bolsas del corredor han caído enteros desde la crisis o poniendo la crisis como excusa.
En definitiva, si nada ocurre en las ediciones futuras y siguen la trayectoria actual, se convertirá con el tiempo en una de las más importantes de Andalucía. Entonces se masificará, pero eso ya es otra historia.              

19 octubre 2014

UN MEDIO MARATÓN PARA OLVIDAR

La pregunta que me hago ahora no es sobre el por qué de mi peor media maratón desde que compito, sino de cómo he podido llegar a meta en el estado físico en que me encontraba.
No haber ido a correr a Motril, en modo alguno puede ser la respuesta. Sabía que iba en mal estado porque no me había recuperado de la gastroenteritis o lo que fuera acechara a mi estómago el día anterior -sábado-. 
Pero comprendí la misma mañana de la prueba que no era normal haber perdido casi un kilo y medio en un día sin actividad alguna y que siendo la cara el espejo del alma, como dicen, algo no funcionaba.
Pero aún así me encontraba animoso por correr esta prueba como afirmé con arrojo en un tuit. 
En el transcurso de una prueba pueden pasar muchas cosas. A más larga es la prueba, por el mero juego de las probabilidades, más cosas pueden pasar. Un esguince, una microrrotura fibrilar, una pájara..pero de todo, lo que peor llevo es una afección estomacal. La sufrí en una edición de la prueba de las Dos Colinas en Granada y ha ocurrido ahora en Motril. En aquella ocasión decidí aguantar porque la prueba era más corta, pero en esta ocasión, decidí sufrir lo mínimo. No era necesario. 
Retirarse no es la opción porque es muy incómodo a nivel logístico. Lo sé por experiencia porque me pasó en la Media Maratón de Los Palacios, hace ya algunos años. Aquello fue una microrrotura y no había otra opción que esperar el coche escoba, que resultó ser un autobús. Pero en esta ocasión, podía continuar, tan sólo bastaba con alternar el correr con el andar. Era la única vía posible para llegar a meta, corriendo si era posible. 
Cuando allá por el kilómetro dieciocho comprendí que ya no podía correr más, decidí ponerme a andar. Antes había intentado orinar en dos ocasiones. La primera no lo conseguí, pero la fuerte ventosidad sobrevenida me calmó algo (por eso siempre es importante alejarse de la ruta, por si acaso. Que lo escatológico siempre es mejor en soledad); en la segunda, después de esperar más de dos minutos, lo conseguí. Llevo muy mal orinar en ruta. No me concentro, me agobio. Estábamos ya en el kilómetro quince más o menos. Pero tras volver a ruta y con más tiempo perdido, ya sabía que no podría continuar corriendo a lo largo de los seis kilómetros que restaban. A esas alturas ya no me importaba nada el tiempo, pero sí mi estado físico. 
Sin fuerzas, mucha debilidad y con extrañas sensaciones en la zona del estómago es muy difícil correr en una media maratón de estas características, en la que ha hecho un fuerte calor, a pesar de estar casi en el mes de noviembre. Eso nos ha desarmado a todos, desde el primero hasta el último. 
Lo curioso es que hasta el kilómetro once me encontré bastante bien. Con molestias y debilidad, sí, pero controlando bien el ritmo medio, cómodo. En esos primeros once kilómetros rodé a una media que podía llevar sin problema alguno: entre 4'37'' y 4,40'' el mil. Pero sabía que ése no iba a ser el ritmo medio con el que iba a acabar como así fue. Los problemas serios comenzaron cuando decidí detenerme por primera vez a orinar. Se produjo el efecto contrario. Ya no era el mismo. Además coincide con el tramo menos vistoso: el de las rotondas y las urbanizaciones. 
A la vuelta, la suave brisa del mar y algunas zonas con más arboleda fueron un buen elixir, pero eso sólo iba a servir para mantenerme. Además, como ya había vaticinado, el ritmo medio ya se había ido a 4'46''-4'48'' el mil. Pero también sabía que tampoco iba a poder continuar a ese ritmo porque los problemas estomacales iban en aumento, el calor cada vez más intenso y la debilidad -ya en en todo el organismo- mucho más perceptible. Cuando me detuve a orinar por segunda vez, cerca de la playa, sabía que podía pasar lo peor o lo mejor. Así que tenía que intentarlo. Pasó lo peor: ya no cogí ritmo. Éste se fue a 5' minutos el mil y cada vez fue cayendo más y más.  Así, hasta llegar a los 5'19'' con los que he atravesado la meta. La peor media maratón de mi vida como corredor. Peor, incluso, que la primera que hice en 2006, la Media de Granada de aquel año. Con razón titulé mi anterior entrada como: Mi primera media maratón. 
Posteriormente vino la alternancia entre andar y correr y eso ya rompe por completo todo tiempo predecible. Ahora lo importante era llegar, así que no me importó en absoluto esa alternancia. Básicamente porque me sentaba bien. Eso era lo importante en esos momentos. Mejor eso que no llegar.

No obstante, sabía a lo que iba. Iba a correr mi primera media maratón de este año, y a pesar de que los últimos entrenamientos han sido buenos, no podía contar con esa anomalía física de última hora. 
No importa en absoluto. Ahora lo importante es seguir creciendo. Olvidar esta prueba (aunque sí atesorar lo que ha enseñado) y concentrarse en la Media Maratón de Jaén,  la que presumiblemente correré, como he hecho en los últimos años. 
Pero de todo, celebro haber compartido el viaje de ida con mi ámigo y Álter, Jesús Lens, compartiendo miles de temas, a pesar de que siempre nos falta tiempo para abordarlos todos. Él también ha sufrido por mor de un gemelo.

18 agosto 2013

PRIMER TRAIL 'RUTA DE LOS BADLANDS' DE FONELAS (18/08/2013)

LogoUna prueba que se calificara de Trail y que respondiera al exótico nombre de 'Badlands' a celebrar en un inusual 18 de agosto en el interior de la provincia de Granada tenía toda la vocación de ser anotada en mi agenda. Tenía cierta hambre de competición y los entrenamientos estaban saliendo bien, amén de tener las lesiones alejadas de mi cáliz. 
¿Pero dónde está Fonelas? me pregunté. Por la zona de Guadix, eso lo sabía, pero ¿dónde exactamente? Repasemos un poco de geografía y tiremos de Wikipedia: datos más importantes a tener en cuenta: 1. Municipio de 1085 habitantes -según el censo de 2012-, ubicado en la Hoya de Guadix. 2. Importante por ubicarse en su término yacimientos paleontológicos de grandes mamíferos, además de la 'Necrópolis megalítica de Fonelas', de cuyo lugar procede la conocida 'Estela de Fonelas' que ilustra tanto su escudo como su bandera y que se encuentra expuesta en el Museo Arqueológico y Etnológico de Granada. También se han localizado algunos dolmenes. 
Por ese lugar de la prehistoria hemos corrido.     

Cuando acudimos a correr a un sitio del que no conocemos su recorrido, intentamos visualizarlo. Pues bien, mi visualización -ayudado por referencias e imágenes, lógicamente- ha coincidido en gran medida con la realidad: paisajes abruptos y secos en la mayor parte del recorrido, pero suavizados también en otros tramos por frondosos y frescos árboles junto al río Fardes a cuya orilla izquierda se encuentra la población.
Una organización perfecta como ha sido la de esta carrera se aprecia ya desde que llegas a la población: zona de aparcamiento especial. No demasiado grande, pero lo suficiente para que una parte importante de los vehículos de los corredores pudieran aparcar sin problemas, facilitando además que los que no pudieran aparcar en ese lugar no sufrieran el embotellamiento que a veces se sufre en poblaciones pequeñas que organizan pruebas de atletismo. Un ejemplo a seguir sin duda. Esa organización perfecta, posteriormente se confirmaría en todos los aspectos que engloban una prueba: entrega de dorsales, puntualidad, seguimiento por megafonía de los aspectos importantes de la prueba, avituallamiento, que ha sido más que atento y de calidad en cuanto a la temperatura del agua y demás productos que dispensaban, excelente señalización kilométrica y de control de cruces, abundancia de voluntarios -con excelente humor y buen carácter- en la entrega de la más que generosa bolsa del corredor con vistosa camiseta técnica roja incluida, abundancia de bebida y alimentos en la zona de refrigerio....no exagero si afirmo que ha sido una de las pruebas en las que me he encontrado más cómodo y mejor atendido. Hay que decir que ayudaba el hecho de que no fueran muchos los corredores y senderistas, pero ese argumento está vacío de contenido si rememoramos el nivel organizativo de otras pruebas en poblaciones de similares características. Se percibía que esta prueba ocupaba un lugar importante en la agenda de las fiestas de agosto de la localidad. Había ilusión por parte de sus organizadores para que saliera todo bien. Y sí, ha salido todo bien, muy bien. 

LA PRUEBA
























Hay que decir dos cosas básicas antes de analizarla: 1. En puridad, a pesar de que la mayor parte de su recorrido es por camino de monte, podría pasar por no ser un Trail en sentido estricto y esa denominación podría no ser compartida por los más avezados y puristas de esta disciplina, como me venía a decir Javi. 2. Es una prueba dura, aspecto que será explicado convenientemente. 
Los primeros seis kilómetros son agradables y en ellos se puede adoptar un buen ritmo auspiciados por la benignidad del terreno, la aún frescura de las piernas y la agradable temperatura en los dos primeros de esos seis que emana de la frondosidad de la abundante arboleda del entorno del Río Fardes. Nadie me discutiría si dijera que esos dos primeros kilómetros son casi paradisíacos. Ahora bien, todos esos atributos positivos irán desapareciendo como 'lágrimas en la lluvia', a medida que pasan los kilómetros y penetramos en las tierras áridas, en las 'badlands'. No obstante, hasta el kilómetro 6,5 todo son parabienes, los kilómetros pasan raudos y es posible coger buenos ritmos sin muchos problemas. Pero, de pronto, alguien que conoce la zona dice: 'se acaba lo bueno'. Y es entonces cuando a partir ese punto kilométrico comienza una hostil subida que conducirá hasta la ermita de San Torcuato. No se trata de una subida muy larga pero sí del tipo de las que hacen añicos el corazón y las piernas y la recuerdas durante todo el recorrido. Un carril muy vertical y muy escarpado, situación que agrava la pisada de los corredores y la hace aún más intensa y dura. Superada la infernal rampa, de pronto, el terreno comienza a suavizarse, a pesar de que se aprecia aún una ligera inclinación más que llevadera. Eso será así hasta el paso por la Ermita de San Torcuato, situada en el ecuador de la carrera. 
A partir de la ermita, el terreno ya es muy otro. Una enorme meseta abrupta y árida en la que no se aprecian más que solanas nos acompañará un buen rato. Me quito las gafas  de sol Adidas para contemplar el inusual paisaje y consigo hacerme a la idea a la perfección de la prehistórica presencia de grandes mamíferos, los cuales, sin lugar a dudas, contarían con amplias lagunas para asegurar su ciclo vital y, probablemente, un Río Fardes más generoso en líquido elemento. A partir de ese momento, aprecio que comienza una fuerte bajada por inhóspitos caminos en los que tienes que reparar bien si no quieres sufrir un percance. El terreno es tan extraño que sobrecoge y algunas bajadas son de una intensidad que casi da vértigo. 
La bajada sigue siendo continua y en ocasiones se alterna con tramos llanos. Incluso cuando se sale a la zona de asfalto en torno al kilómetro 11,5 de la prueba el terreno es suave y se adentra de nuevo en el entorno del Río Fardes por lo que se circula por una pequeña carretera en la que la arboleda y la frescura climatológica son como dos piernas más. Minutos antes, en la bajada, ya se podía ver la población de Fonelas. 
Pero tenía pendiente de explicar la dureza, parcialmente ya explicada con la rampa salvaje anteriormente descrita. Ahora es el momento. 
Podría sostenerse que esta prueba es bastante asequible - a pesar de la rampa salvaje- si todo el terreno que quedase hasta llegar a meta fuera de similares características; de hecho, siguiendo por esa agradable carretera local en el entorno del río se llega directamente a la población (debe ser el paseo natural que los lugareños frecuentan en las frescas tardes de verano) en apenas un par de kilómetros. Sin embargo, no todo es tan prosaico como pareciera. 
Yo voy confiado -como supongo que irían la mayoría de los corredores-, las sensaciones son buenas y la bajada te ha recuperado de la rampa salvaje. Realmente no conoces el terreno y no sabes si esa carretera local será suficiente para completar los 18,5 kilómetros que tiene la prueba. Confías en que así sea. Los músculos van relajados y comienzas a percibir esa especie de vacío propio de las bajadas; es más, piensas que ese terreno llano en el entorno del Río Fardes te ha venido de perlas porque ya te estabas cansando de tanta bajada que, además, agota. Vas más o menos liado en esa línea de reflexión, cuando de pronto un cartel amarillo de los muchos que encuentras en el recorrido, te escupe a la cara informándote que hay que volver a pisar tierra; que hay que volver a subir rampas; que has de olvidarte de las sombras y fresquito de la frondosa vegetación; en definitiva, que hay que volver a sufrir. Ahí radica -a mi entender-,la dureza de la prueba. Porque eso ocurre justo en el kilómetro 13,6 de la misma, cuando espoleado por las reflexiones a las que antes me refería y el aumento del calor, no sabes cómo subir esas rampas intensas, que no llegando a la categoría de salvajes si suponen un rompepiernas de gran calibre, toda vez que las has de asumir cuando aún están activos los músculos de la bajada y, por lo tanto, dormidos ya los de la subida. Un corredor que había estado haciendo una especie de tirabuzón conmigo durante varios kilómetros y que finalmente se aleja de mí unos metros, durante la subida, me comenta defraudado ese hecho. Es uno de esos puntos de inflexión vitales que se presentan de vez en cuando en algunas pruebas de considerable recorrido.
Eso hace que muchos corredores decidan subir esos carriles intensos andando. Yo lo pensé varias veces pero finalmente decidí bajar el ritmo paro no echar a andar. Eso hubiera sido peor. Por suerte, unos cientos de metros antes del kilómetro 15 el terreno se suaviza profusamente y ya desde el 17, tocando ya las primeras casas de Fonelas y hasta la meta el terreno se estira en una suave y cómoda bajada.
Particularmente, logré cumplir el objetivo marcado que era entrar en torno a la hora y media y por debajo de los 5' el mil. Por lo tanto, satisfecho. 

07 julio 2013

XV PRUEBA DE FONDO 'RÍO DÍLAR' (7/7/2013)

Competir es divertido. Y puede ser muy divertido si el corredor aficionado acude a las citas para eso, para divertirse. Creedme si os digo que esa es siempre la opción más sensata e inteligente y a la que se llega cuando uno ya tiene decenas de carreras a sus espaldas. 
Divertirse y mantenerse en forma. Sentir que pasan los años y uno puede seguir haciendo circuitos exigentes; sentir que todo va como tiene que ir. Entrenas bien y medio te respetan las lesiones, el médico te ha dicho que estás sano y que no tienes colesterol ni triglicéridos, tu entorno te ve sano y delgado, te compraste la última camiseta técnica que te gustó....Por lo tanto, no exijas más, tan sólo disfruta. Vive el momento para cuando no sea posible hacerlo. 
Compruebo que me estoy poniendo trascendente, pero no es mi intención; y mucho menos un siete de julio en el que el sol acompaña casi hasta que te vas a la cama y se vislumbran unos buenos meses de bajada de inactividad y/o vacaciones. Pero ocurre que esto del correr ha de tener sus reflexiones y sus respuestas, ya que no se trata tan sólo de ponerse unas zapas y dar zancadas por esos caminos de Dios. Ha de haber algo más entre el cielo y la tierra.
Y lo hubo esta mañana en Dílar. O por lo menos a mí me lo pareció ya que sin proponérmelo me sentí congraciado y compenetrado con la ruta, con esos exigentes 16 kilómetros que transcurren por los municipios de Dílar, Otura, Ogíjares y Gójar. En pocas palabras: me sentí bien, muy bien. 
Seguramente había planificado bien mis entrenamientos, había descansado lo suficiente, el olivo-trail estará aportando cosas buenas, lo que fuere, pero el caso es que en pocas ocasiones me he sentido tan bien en una prueba exigente como ésta, a pesar del fuerte calor y a pesar del terreno. 
Así que consciente de ello, decidí disfrutar cada kilómetro y no echar por la borda las buenas sensaciones con cambios de ritmos innecesarios que nunca llegan a buen término. Reconozco que al entrar a meta hubo un momento de reproche: he sido demasiado conservador. He llegado demasiado entero. Debí haber expuesto más. Todo eso me dije. Pero inmediatamente deseché las dudas: había hecho la carrera que la mente me había dictado: cómoda y con buenas sensaciones. 
Porque siempre lo digo: las buenas sensaciones son las que posibilitan afrontar nuevas pruebas y entrenos con mejores perspectivas; con más seguridad y optimismo; con más motivación. 
De hecho, no es la primera vez que me ocurre en esta prueba. Recuerdo nítidamente que hace dos años fue aquí (con salida en Ogíjares) cuando decidí apuntarme a la Subida al Veleta. 

UNA PRUEBA EXIGENTE 

Decía antes que ser trata de una prueba exigente. Una prueba larga y organizada en unas fechas muy críticas. Es más, tampoco sale demasiado temprano (deberían de pensar que hay muchos corredores que necesitan en torno a las dos horas para completar la ruta). Por tanto, no considero que sea una prueba que deba hacer cualquier corredor que no tenga un mínimo de kilómetros en sus piernas. Es algo que vi en los rostros de algunos cuando yo me dirigía al coche y ellos y ellas subían los últimos metros de la última rampa para llegar a la meta. No estaría mal que al igual que ocurre en otras disciplinas aeróbicas (es común en el senderismo y en el montañismo, por ejemplo) se difundiera con antelación el nivel de exigencia de todas y cada una de las pruebas. Nadie debería de exponerse a un sobreesfuerzo que posteriormente pudiera pasarle factura. Opino.

MI CONCURSO 

Prácticamente lo expongo en las primeras líneas, ya que se puede resumir en lo que decía: buenas sensaciones. Percibía los kilómetros sin sensación de haberlos hecho y casi daba lo mismo que fueran hechos en llano, bajando o subiendo. Cuando las buenas sensaciones acompañan, el terreno siempre se distingue menos. Eso lo sabemos todos los corredores. 
Saliendo desde muy atrás, como vengo haciendo últimamente y sin el Forer -por decisión propia- en la muñeca, me complacía en la visualidad del circuito, en el paso por las calles de las localidades, de las urbanizaciones, de las zonas de arboleda y, también, por los pasos en los que el sol golpeaba como un puño de hierro. Nada era ajeno a mis sentidos porque las piernas no pesaban. Como decía antes, la opción podría haber sido el haber imprimido más velocidad a las mismas, ya que éstas claramente la exigían, pero no era una opción importante en mi esquema de carrera. Así que iba adelantando a corredores -algo que es muy habitual si sales desde muy atrás- e iba disfrutando de mi lugar en la prueba. Nada más. Y nada menos. 
Gracias a haber elegido esa opción, puedo hoy escribir esta crónica en sentido positivo; de lo contrario, podría haber sido una crónica tremebunda; o sencillamente, la podía no haber escrito.   
Nota final: siento mis piernas más frescas que nunca. 
                             

19 mayo 2013

CARRERA 'LAS DOS COLINAS' (19/5/2013). SEUDOCRÓNICA

Mientras escribo estas palabras -no se le puede denominar ni tan siquiera crónica- alterno las teclas con el WC. Casi lo mismo que ayer, jornada en la que pase la mayor parte del tiempo en ese lugar íntimo que nuestros antepasados denominaban 'sanitarios', porque debían pensar que eran artilugios para mejorar la salud. Razón no le faltaban ahora que lo pienso y ahora que lo experimento.
De la jornada de ayer, tan sólo recuerdo el paso del tiempo en ese lugar. A veces leyendo a Murakami; otras navegando en el Ipad; e incluso, creo recordar, que leyendo algo de historia sobre la conquista española en lo que se vino en llamar el nuevo mundo. Por suerte, al final ya de la tarde, pude hacer unos cuantos abdominales -siempre los hago antes de una carrera- comprobando que no me sentaron nada bien.
Por la noche, mientras veía la original película británica 'Tamara Drewe' el hambre no afloraba. Había planeado comer algo de hidratos -apenas había comido en todo el día- porque aún no siendo una carrera larga sí exigía esfuerzo añadido, pero eran las doce de la noche y el hambre no afloraba. Es más, lo poco que digerí -algo de jamón, que no son hidratos- convirtió de nuevo el estómago en un torbellino de pesadez. Así debió sentirse el lobo del cuento de 'Caperucita', pensé. Para solucionarlo organicé la enésima visita el WC, pero a esas alturas se había convertido más en un hábito que una necesidad real. 
Ha debido ser una colitis o como quiera que se llame esa bacteria, algo de lo que se ocupó de recordarme la breve tostada con aceite y el café que tomé -como siempre- una hora y media antes de la carrera. Pero aún así, me dirigí a las instalaciones militares del acuartelamiento Cervantes sin percibir a priori demasiada debilidad para correr la prueba de 'Las Dos Colinas'. Ésta la comencé a percibir a mitad de la subida de la Cuesta de Gomérez. No soy un especialista en cuestas por mi envergadura. Para eso habría que pesar menos de 70 Kgr. y tener diez centímetros menos. Mi peso es de los denominados medios, pero aún así en los últimos años y gracias a las pruebas en cuesta que he corrido, no se me da demasiado mal ese terreno. Me canso como todo el mundo, pero en mi interior sé diferenciar cansancio de debilidad. Hoy era debilidad. 
Una debilidad que fue en aumento por las callejuelas del Albayzín. De hecho, un poco antes, aún no había podido recuperar en la zona del Sacromonte, a pesar de que era un terreno propicio. Fue en ese momento cuando sabía que debía bajar el ritmo -ya de por sí no demasiado alegre- si quería llegar entero a las últimas rampas.
Justo en este lugar pensé en abandonar (Foto de Google Earth)
Pero no llegué entero. Es más, a la altura del mirador de S. Nicolás, pensé en retirarme. Calculé brevemente el recorrido que tendría que hacer en solitario y andando hasta la parada más próxima de autobús, para el que no llevaba un céntimo. Optaría por un taxi y le pagaría cuando llegara al lugar en el que estaba aparcada mi Kymco Super Dink. Cogería el taxi en el mismo Albayzín...Dediqué unos minutos a valorar todos esos aspectos y lo descarté. Descarté retirarme. Sabía que ya había pocas rampas porque el terreno que quedaba ya era casi todo en bajada o llano y en ambos terrenos  las fuerzas no me abandonaban tan estrepitosamente como lo hacían en las abundantes subidas. Comprobaba que cada vez era mayor el número de corredores que me rebasaban, pero eso no me preocupa en absoluto. Bastante tenía ya con preocuparme conmigo mismo. De hecho, miraba la media kilométrica en el Forer y éste marcaba ya 5'02'' el mil, nada que ver con los tiempos de 2011. Pero eso tampoco importaba.
Incluso me sentí débil en la bajada por Calderería Nueva, pero presentía que podía salvar algo el honor cuando en la llana calle Elvira mi ritmo iba en aumento y percibía para mi sorpresa que la debilidad ya no era tanta. Curiosamente, me sentí con fuerzas en esos dos últimos kilómetros  y pico totalmente llanos. Tal vez se tratara de la necesidad de llegar cuanto antes. Y gracias a esa necesidad y a esa menor debilidad el crono se detuvo en un discreto 4'55'' el mil, que para lo vivido y experimentado desde ayer sábado, doy por bueno. 
Opté por abandonar el cuartel nada más llegado a meta, pensando que hoy tocaba ingerir todo el líquido posible -incluidas cervezas- y todo lo sólido posible porque la balanza -como ya preveía- ha anunciado unos números descendientes preocupantes. Pero cómo explicar todo esto a un fornido soldado bien armado con un enorme 'cetme' o algo así, que se negaba a dejar pasar a nadie hasta que no acabara la prueba, a pesar de que a ésta le podía quedar aún más de media hora (es mucha la gente que hoy ha corrido). Intenté convencerle, pero ya sabemos todos lo que es la disciplina castrense, así que aproveché un corte en la prueba y de manera indisciplinada atravesé a trote en busca de la salida para vestir ropa de abrigo guardada en la moto. Por un momento me sentí un ciervo al descubierto en una dehesa de caza. 

14 abril 2013

XXIV PREMIO DE FONDO 'COMARCA DE ALHAMA' (14/4/2013)

Alhama de Granada, es un pueblo alto. Está a 895 metros sobre el nivel del mar; es decir, que es 157 metros más elevada que Granada. Y alta es su iglesia mayor, de estilo renacentista con decoración barroca, del siglo XVI. Pero aún así, la serpiente multicolor -que es un argot prestado del ciclismo- en que se han convertido las carreras populares, puede ver el tejado de esa iglesia. No me estoy refiriendo en estas primeras líneas a latitudes ni alturas, ni tampoco a monumentos, estoy intentando situar al lector -sobre todo al ajeno- sobre las fuertes subidas a las que se enfrenta el corredor en este histórico y vistoso pueblo del Temple granadino. 
Además, Alhama está lejos; a nadie le coge cerca. Es un pueblo estratégicamente situado por las distintas civilizaciones que lo han ido poblando y, aún hoy, en pleno siglo XXI, los accesos son malos. No me estoy refiriendo a su situación histórica y geográfica sino al importante esfuerzo que ha de hacer cada corredor para acudir allí, con independencia del rincón de Granada de donde proceda (o de la provincia de Málaga, porque a muchos de por allí he visto, ya que es tierra fronteriza con esta provincia; de otras provincias ya ni hablamos). 
Esfuerzo para acudir y esfuerzo para subir. Es el precio por enfriar esta pasión desenfrenada por correr y participar en pruebas de competición. 
Recuerdo que hubo años en los que acudíamos a Alhama unos muy pocos cientos, ahora son muchos los cientos. En esos años, se contemplaba un delgadísima línea que subía a paso continuo por esas rampas; ahora es una serpiente multicolor, como antes decía. Es la victoria del cuerpo sobre la materia; el ejercicio versus colesterol; el triunfo de las masas sobre la minoría. No obstante, jamás he visto tanta gente andando por esas rampas. Es lo que tiene: el deporte popular llega a todos -debe llegar a todos-, pero también se paga.

Y yo también he vuelto. Siempre vuelvo en esta carrera.
La cosa viene funcionando más o menos así: corro la primera de Armilla, me lesiono y ya no vuelvo hasta Alhama. Es un estricto código que últimamente está llevando a cabo mi organismo, que ya no suele volver a llamar la atención hasta comienzos del siguiente año. Si así lo quiere él, así lo admito yo. 
Pero reconozco que correr con prevención tiene sus ventajas. Te pones en el furgón de cola y no te preocupas de nada más que de seguir la estela de la serpiente. Si tus piernas te lo piden, las estiras y las alzas más; si no te lo piden te dejas llevar. Así de fácil.
Ese correr con prevención te impide sufrir menos también, porque en dos meses de parón se gana en prevención pero no se pierde mucha forma anaeróbica. Y no niego que así da gusto correr. Sufres lo justo; y lo justo es sufrir poco cuando estás recién recuperado. 
Además, es la mejor forma de reconciliarte con la carretera y con las pruebas populares. La mejor forma de saborear el suave elixir del deporte popular. Poder decir cuando has acabado tu prueba: he estado ahí y he disfrutado. La mejor forma de encontrar las sensaciones y las ganas para la próxima. 
Por cierto, feliz ocurrencia de ofrecer una camiseta técnica (excelente, por cierto). Si no me equivoco es la primera ocasión en que se desechan aquellas ásperas camisetas de algodón. Lo siento por el polvo de los muebles.

ACTUALIZACIÓN

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25 noviembre 2012

28ª MEDIA MARATÓN DE CÓRDOBA (25/11/2012)

 CÓRDOBA, LEJANA Y SOLA


Córdoba siempre vale una visita; aunque esté lejana y sola como cantó nuestro poeta de Fuentevaqueros. Y su Media Maratón merece ser corrida por muchos motivos: buen terreno, buena organización, uno de los eventos más importantes de la ciudad califal.... 
Además, esa soledad de Córdoba ya se ve muy aliviada por su muy completa red de comunicaciones. Por tanto, poco o nada impide ir a Córdoba, visitar su impresionante judería, contemplar su impresionante Mezquita y puente romano, comer su salmorejo y su rabo de toro y contemplar cómo el Gualdaquivir sigue siendo el mismo río que penetró en la cultura de romanos, judíos, árabes y cristianos. Porque todo eso es Córdoba. Una ciudad que en el S. IX ya fue considerada como una de las de mayor esplendor y población del mundo conocido. 
Cuna de Séneca, Averroes y Maimónides y capital del Imperio Omeya  de occidente -Al-Andalus-, que tanta impronta dejó en la Historia de España. Una civilización ésta capaz de construir y destruir con la misma grandeza (una metáfora de ello es el esplendor y la decadencia de Medina Azahara a las afueras de la ciudad). 
Motivos no faltan para pasar unos días en Córdoba. Y siendo corredores como somos, ¿qué motivo importante podría impedir correr en la, tal vez, más tumultuosa media maratón de Andalucía. 

UNA MEDIA TUMULTUOSA 

Tres mil quinientos cuarenta y nueve corredores llegados a meta de los cuatro mil inscritos. Una pléyade de zapatillas que impedían en los primeros kilómetros ver el asfalto. Si el correr está de moda, correr la Media de Córdoba ser convierte en una filia.         
Todos sabemos que supone cierto inconveniente para todos correr los primeros kilómetros con tanta gente, pero se queda solapado si de lo que se trata es que cada vez más gente corra y aleje a la sociedad de sus mayores males. Está claro que el correr en sí no soluciona nada, pero no me cabe ninguna duda que muchas cosas irían mejor si el correr formara parte de nuestras agendas. Y así lo debe de entender cada día más gente de todas las edades y condiciones.  
Pensaba en ello, mientras aguardaba el pistoletazo de salida intentando evitar ser pisado lo menos posible por esos molestos corredores que intentan  a toda costa ganar unos puestos en la línea de salida, que es una labor casi imposible en carreras como ésta. Aguardas allí enlatado aguardando con anhelo que se disponga la salida y a partir de ahí intentar buscar un lugar cómodo para correr.
Pero eso era imposible en los primeros cuatro o cinco kilómetros. Pero gracias a que las avenidas en Córdoba son amplias, la diáspora cada vez se alarga más y ya se va poniendo más fácil correr. 

MI CONCURSO

Y con esa cada vez más fácil desconcentración, observo que pronto comienzo a fijar mi ritmo. Lógicamente llevo unas previsiones, pero no hay certeza de que éstas se puedan cumplir. 
Por lo pronto, observo que me encuentro bien de respiración y fuerza; y que la climatología es excelente para correr. No hace frío ni tampoco calor; no hay una brizna de aire y la lluvia no va a aparecer según todos los partes meteorológicos; luego, con esas premisas los kilómetros pasan rápidos a un ritmo medio de 4'17''-18'' el mil; y eso gracias a que algunos kilómetros posteriores al uno los fijo prácticamente en tiempos de serie, lo que hace que esa media inicial absorba la lentitud del primero en el que es imposible correr por debajo de 4'45'' si no quieres ir arrollando a corredores o que seas tu mismo el arrollado. 
La media de 4'17''-18'' consigo llevarla hasta el kilómetro trece, inclusive, pero observo que desde ese mismo kilómetro hasta el quince la frescura va evaporándose de mis piernas y me cuesta algo más respirar. Comprendo entonces que no pasa nada si la media kilométrica se sitúa en el 4'19'' o 4'20''; es más, casi lo prefiero, porque uno a estas alturas sabe que el buen o mal tiempo en una media te la juegas a partir de esos kilómetros. 
Sin embargo, observo que al llegar al dieciséis el Forer se eleva a los 4'21'' de media. No esperaba ese mal resultado, pero no había otra opción. Ya no llevaba una frescura intacta y los noventa minutos ya se habían ido para siempre, a pesar de que llegué a acariciarlos antes de llegar al trece. No obstante, sabía que sólo una catástrofe podría hacer que acabara en los noventa y cinco minutos. Para hacer ese tiempo, no hubiera sido necesario que te esforzaras tanto en los trece primeros kilómetros, me dije.
Pero ocurre que las pruebas de competición cambian de aspecto en breves minutos. Desde que te derrumbes físicamente en los últimos kilómetros hasta que aparezca algún dolor o lesión sobrevenida. Esa idea pasó como un fantasma por mi mente, pero al comprobar que llegaba al diecisiete con opciones claras de los noventa y dos o noventa y tres minutos, comencé a contemplar Córdoba con otro color. Además, el terreno en esos puntos kilométricos era muy bueno. Así que tan sólo se trataba de apretar los puños, alzar el mentón, subir las piernas y dejar que éstas te acercaran a las instalaciones deportivas de 'El Fontanar', a pesar de que el Forer ya se había ido a los 4'22'' el mil. Ahora lo que importaba a esas alturas no era ya bajar la media sino mantenerla. Y así fue hasta la llegada a meta. 
De esa manera -con tiempo oficial de 1 hora 32 minutos y 19 minutos- se ha fraguado, en la ciudad califal, mi MMP. 
Nada más que añadir. Tan sólo enviar desde aquí saludos a los únicos conocidos y amigos que pude ver: Victor Bernier, que hubo de venirse de Nueva York sin poder correr su mítica Maratón y a mi compañero de club José María Suárez-Varela, que ha hecho una extraordinaria carrera.   Preveo que con esta media -que es la quinta, desde septiembre- cierro el programa que me planteé  hasta final de año, allá por el mes de septiembre. Pero la carne es siempre débil.    

Por José Antonio Flores Vera    

04 noviembre 2012

XXX MEDIA MARATÓN DE GRANADA (4/11/2012)

La MEMA de Granada nunca deja de sorprenderte. Te desarma, le da la vuelta a las expectativas y nunca, nunca descansa. 
No ocurre así con otras medias, mucho más predecibles por el terreno más uniforme o más predecible. Pero en Granada es distinto. Todo es distinto (y no sólo en el plano atlético). 
Conoces la ciudad, vives aquí, conoces las calles que vas a atravesar; algunas de ellas, incluso, las tienes cerca de tu domicilio y has entrenado por ellas, pero aún así, como si se tratara de una gitana de la Alcaicería, siempre te acaba engatusando a pesar de tus reticencias. 
Un engatusamiento que viene determinado por el olvido. Un no recordar que en esta prueba hay tramos que podrían romper el ritmo al mismo Gerbselessie. Y esos tramos están ahí, año tras año. 
¿Por qué, de qué manera se puede denominar a ese tramo que irrumpe entre el kilómetro 18 y 19; ¿o esos picados entre el 10 y medio  y casi el 14? Tramos que están ahí acechantes, a la espera de encontrar en el corredor la más mínima debilidad para atacarle. Y magnifico esto porque nadie en su sano juicio podría llamarles estos tramos cuestas en sí, como puedan ser las de la Avenida de Madrid o de Andalucía, en Jaén. Nada de eso. Por eso creo que esos tramos los pone ahí el demonio. 
El caso es que no hay nadie con quien hables y no te hable de ellos; y un servidor que ya ha corrido -creo- seis ediciones de esta prueba tampoco acierta a interpretarlos. Dirá el corredor que no haya corrido esta prueba que exagero -y es posible que también lo diga quien la haya corrido-, pero no, no exagero. 
Ocurre que en la MEMA de Granada no hay terreno que ayude. Me explico. Por ejemplo, en Jaén hay duras rampas, pero hay también terreno que ayuda. En cambio, en Granada, por su morfología, ubicada en la Vega pero ya insinuando los picos más altos de la península, cualquier calle tiene nostalgia de altura, aunque eso, en apariencia, no se nota. Pero sí se nota. No, no es una media fácil. 
'Hasta la calle Arabial (que pasa por ser una calle llana) está picada' me decía mi buen amigo Bootello antes de la salida. Y es que como buen granadino y conocedor de esta ciudad, razón no le falta. 
Por ese motivo, es difícil hacer marca personal en Granada. Sí en otras medias, pero no en Granada, a pesar de que -qué duda cabe- algunos la han hecho. 

Foto debida a Paqui
Como es mi caso. Hice MMP en 2011, pero no se ha revalidado en 2012, cuando en mis cálculos todo estaba previsto para que así fuera. Sin embargo, se me han ido seis segundos por kilómetro (4'30'' el mil en mi GPS) con respecto a 2011, algo que ya barruntaba cuando en el  kilómetro 10 pasaba en 44 minutos, con muchos problemas de fuerza. Y si eso es así en el 10, la situación lógicamente tendría que ir a peor porque los kilómetros peores llegan a partir de ese punto kilométrico.  Y así fue. Sin fuerzas y enfrentado a lo peor de la carrera. Correr así es un infierno. Pero lo peor son las malas sensaciones, ese pasar calles  sin disfrutar un ápice, deseando que aquello acabe. 
Realmente, esa es la grandeza de correr. Si todo fuera más sencillo, si todo fuera más predecible, si todo fuera más calculable, se perdería lo imprevisible y con ello la ilusión y la sorpresa. 
¿Y qué decir de la MEMA de Granada cómo gran evento deportivo? No cabe duda que cada año va a más y así lo atestigua el cada vez mayor número de inscritos (muchos de fuera de Granada), algo que es bueno para la ciudad y para este deporte pero que también cuenta con sus inconvenientes. Por ejemplo, la salida. Una verdadera tortura, en la que algunos llegamos hasta perder alrededor de un minuto y medio -en función de donde estuvieras colocado-. Normalmente esto ocurre en todas las pruebas en las que participan tres mil corredores -ese era el límite de inscritos en Granada y se agotó-, pero también existen las medidas correctoras. Entre ellas, se demuestra como poco útil la señalización de tiempos previstos. Hoy en Granada esa señalización existía en la salida, pero me da la sensación que poca gente lo sabía (Emilio y yo nos sonreímos al vernos en la que indicaba 1 hora y 15 minutos); también está la opción de los globos que funciona bien en otras pruebas; y si nada de eso se usa, al menos habría que dar la opción de que el corredor conozca su marca personal, datos que arroja el chip, pero que como muy bien observó Roberto, es un servicio que hay que pagarlo. Lógicamente, lo más económico es siempre dar tiempos intermedios, que no son reales, a pesar de que ese asunto está prácticamente solucionado por el sofisticado servicio que prestan los GPS personales, cada vez más infalibles. Por tanto, mucho que hacer tiene pendiente el Ayuntamiento de Granada aún si quiere que su MEMA sea una de las más vistosas de Andalucía. 

En ocasiones la tecnología eléctrica hace malas pasadas (Foto debida a Paqui)













En otros aspectos organizativos nada que objetar. Bien el personal en los cruces y en los avituallamientos y enorme nivel de voluntariado que hacían que las colas  fueran más efímeras. También se ha ganado -al menos en glamour- trasladando la Feria del Corredor a un Centro Comercial ultramoderno recién abierto, hay que decirlo. 
Poco más que añadir, sino dar a todos la enhorabuena por haber concluido esta dura prueba y que la fuerza acompañe en ediciones futuras. 
En el apartado protocolario, mucha gente amiga y conocida -de la que alguna me olvidaré; pido disculpas-: Emilio, que ha hecho un magnífico tiempo en su primera media; a Mario, que ha ido desbocado hasta el kilómetro 10; a mi Álter, Jesús Lens, porque él sabe que se compite tal se entrena; a Roberto, para que pierda el miedo de esa lesión y a Paqui para que le convenza; a Bootello, que no ha tenido su mejor día pero que tendrá días de gloria sin duda; a los diversos compañeros de mi club, Caja Rural, con los que tuve la ocasión de charlar, cada cual con sus objetivos cumplidos o por cumplir; a 'Carlillos', que ha hecho su primera competición infantil y a su padre para que lo anime; y muy especialmente a mi 'compae' Paco, que se ha hecho con un 'palco' en Parque Almunia -el año que viene tiene que saltar a la arena-, que esperando ver al hombre de negro le sorprendió otro de rojo. 

28 octubre 2012

XVIII MEDIA MARATÓN 'CIUDAD DE JAÉN' (28/10/2012)

Cuando en la autovía A-44 el coche da una de las múltiples curvas entre Granada y Jaén, de pronto, una vez ya consumada la inquietante presencia de La Guardia, que es lugar antiquísimo, apreciado por toda civilización que se precie y presidida por su Castillo árabe, uno de los más antiguos de Al-Andalus, a escasos  kilómetros, pero mucho más resguardada y misteriosa se encuentra la ciudad de Jaén, tan resguardada y escondida, en la falda del Cerro de Santa Catalina, cuyo Castillo, ahora Parador Nacional -uno de los más formidables-, preside toda la vista del viajero, incluso casi dentro de la ciudad, en la altiplanicie de sus calles. Tan resguardada está Jaén que probablemente sea una de las pocas -sino la única- capital de provincia por la que la autovía no pasa cerca de sus bordes. 
Y allí tocaba correr en esta mañana de domingo, el primero con la nueva hora y el primero con menos de diez grados de temperatura. Todo preferible que aquel domingo perruno de hace dos años, en el que la poca gente que estaba en la calle nos miraba a los corredores como bichos raros. Y razón no les faltaba. 
Pero hoy la climatología ha sido muy otra. Frío, sí, pero muy asumible para quienes están dispuesto a correr 21.097 metros; o tal vez algo más de 10.000, por lo de la prueba saludable, hermana menor de esta buena Media Maratón. 
Tuve muy claro desde que comenzó el año que iba a correr la Media de Jaén porque la de hace dos años me dejó buen sabor de boca, a pesar de las dificultades orográficas que esta prueba conlleva. Y es que las calles de Jaén son así, como toda ciudad que cuenta con un trazado urbano al pie de un cerro. Lo tomas o lo dejas. Y lo tomé, de muy buena gana. 
La Media Maratón de Jaén no es pequeña ni grande. Probablemente la más modesta en participación de las que se celebran en la mayoría de las capitales de provincia de Andalucía a pesar de su veteranía, muy ajustada a la ciudad y su proyección. Por tanto, mucha coherencia interna. Crecer, tal vez, no sea la perspectiva de sus organizadores y mucho menos con los tiempos que corren.  
De hecho, no es esa la sensación que transmiten éstos, sus organizadores, cuando compruebas que a pesar de la buena presencia de Policía Local, no existe apenas voluntariado, que no sea el apostado en los bien servidos avituallamientos. Ni tan siquiera Protección Civil en los muchos cruces de calles y plazas, por no hablar del nulo o escaso acotamiento de acerado y lugares peatonales, que hacían que los corredores recortáramos ahorrando metros. No en mi caso en la mayoría de ellos. No por nada sino porque jamás me ha parecido buena idea correr por las aceras. Ese subir y bajar de los bordillos y la extrema dureza de las losas de las mismas siempre me han transmitido muy malas sensaciones. Ese es uno de los motivos por los que no suelo habitualmente correr por la ciudad. Y, a tenor, de lo que marcaba mi Forer, poco he debido andar por las aceras, ya que la longitud calculada por el aparato ha sido de 21.140 metros. La oficial de 21.097 estaba certificada por la Federación Andaluza de Atletismo. Así que quien haya corrido menos de esa distancia ha de admitir que ha pisado demasiadas aceras, supongo. 
Pero centrémonos en la prueba y en mi concurso si me permitís. 
La Media de Jaén tiene fama de ser una media dura, hecha para no hacer tiempos. Y es cierto porque cuenta con subidas que, al tratarse de un circuito de dos vueltas, hay que subir en dos ocasiones. Sin embargo, en otros tramos es una carrera rápida. Podría tratarse de la clásica rompepiernas ya que el corredor se encuentra de pronto por un terreno benigno -no digamos bajada, que apenas la hay, excepto en los últimos 700 metros- y al poco se da de bruces con la subida de la Avenida de Madrid o la de Andalucía, ambas con tramos no demasiado largos, pero sí complicados, circunstancia ésta que hace perder ritmo al corredor, que luego ha de recuperarse y tal. Y no siempre la recuperación es rápida ni exitosa. De ahí la complicación de esta prueba que, además, tiene mucho de psicológico porque saber que tendrás que volver a subir por los lugares que ya subiste en la primera vuelta, pero con el añadido de tener en las piernas muchos más kilómetros, puede hundir la moral de cualquiera a poco que se detenga a pensarlo un poco. 
Pero no hubo tiempo para pensar. Al menos en mi caso, porque infiel a mi promesa de la crónica precompetición, ni tan siquiera atisbé el ritmo que pensaba marcar, entre 4'45'' y 4'50'' el mil. Un ritmo para que me sirviera de entrenamiento y preparación para la Media de Granada del próximo domingo o algo así dije. Lógicamente, mentí como un bellaco, además de traicionarme. Me lo repetí a lo largo de toda la carrera, pero es que me sentía muy cómodo corriendo a un ritmo de entre 4'25'' y 4'31'' -que es la media final con la que acabé- a lo largo de toda la prueba, marcando algunos kilómetros de terreno benigno medias entre 4'01'' a 4'17''. Pero ocurre, sea dicho como descargo y torpe justificación de mi promesa, que cuando te sientes bien corriendo y no sufres en exceso -y eso lo sabemos todos los corredores- no  te detienes a pensar en promesas. 
Sí, me sentí cómodo, pero también sentí frío a lo largo de toda la prueba. El frío que no subió de los ocho grados; ni las cuestas, lograron meterme en calor, algo que no sé si ha sido común entre los casi setecientos corredores que acabaron la Media o sólo es apreciación mía. 
Por cierto, bonita camiseta técnica negra la entregada por la organización, con una bolsa mucho más pobre -es lógico- que aquella exuberante con la que nos deleitaron hace dos años.                           

14 octubre 2012

29ª MEDIA MARATHON INTERNACIONAL 'CIUDAD DE MOTRIL' (14/10/2012)



Una oleada naranja recorría las calles de Motril a partir del mediodía de este domingo. Una oleada que iba y venía a lo largo y ancho de la Avenida de Salobreña, que es donde se mostraba en su máxima expresión todo ese colorido de varios centenares de corredores y corredoras, una vez liquidada esta atractiva prueba que se ha dejado ver a partes desiguales por las calles de la ciudad y la enorme costa del núcleo más poblado de la provincia de Granada tras la capital, y que dejó hace tiempo de ser pueblo para convertirse en ciudad, como así lo atestiguan sus calles, sus edificios y su infraestructura en general, elementos que culminan tanto sus abiertas y amplias playas como su cada vez más floreciente puerto, a pesar de los políticos. Sin duda, Motril ha ganado mucho con la culminación decimonónica de la autovía que le une con Granada y con el resto de España, a pesar de que aún esté pendiente la del Mediterráneo, que recorre toda la costa mediterránea española a excepción -y eso les debería de dar vergüenza tanto a los políticos del PP y el PSOE, pero no la tienen- de la costa granadina. 
Una cita esperada para muchos, pero también temida, porque no es una prueba en la que los cronómetros se muestren livianos, causa que hay que justificar, tal vez, por sus dos últimos kilómetros, pero mucho más por el cansancio que aflora por la humedad de la costa. El primer justificante no es demasiado importante, pero acostumbrados a rodar durante toda la carrera por un escenario llano, duelen esos últimos metros de escasa pero perceptible subida hasta alcanzar la meta, la cual  se deja caer en los ultimísimos metros por una rara pendiente hasta alcanzar la meta en la amplia explanada en llano junto al pabellón cubierto. Sin embargo, sí es mucho más importante el segundo justificante: la humedad. Pero ésta no es siempre la misma. 
Particularmente, he rodado en Motril en bastantes ediciones y la humedad no siempre ha sido la misma. Lo he hecho a primeros de septiembre y en octubre, como en esta ocasión. En los primeros días de septiembre, cuando el calor aún tiene tintes agostales rodar en Motril durante 21 kilómetros puede ser terrible. De hecho, en más de una ocasión lo ha sido. Sin embargo, rodar en octubre no tanto. Por ejemplo, el día de hoy, en el que la climatología era agradable y el leve viento apenas molesto que, además, ha servido para ir secando ese excesivo sudor que provoca la humedad. 
Aún así, siempre es duro correr en Motril. Y lo es, básicamente, a partir del kilómetro 15. De ahí, que muchos corredores inexpertos en esta prueba o poco cautelosos lo pasen muy mal a partir de este kilómetro, cuando ya pareciera que se acaricia la llegada. De hecho, es muy habitual ver mucho sufrimiento -e incluso retiradas- en esos últimos kilómetros.
Igual me ocurrió a mí el año pasado: 15 kilómetros sin control y 6 últimos mortíferos. Sin embargo, tomé nota para este año. Aprendí la lección.
Por tanto, la idea era buscar la referencia del tiempo por kilómetro del año anterior e intentar no salirme de esa referencia a lo largo de los 21 kilómetros. Sabía que no estaba para más. Cumplí ese protocolo a la perfección, con el resultado de hacer el mismo tiempo, pero sufriendo infinitamente menos  a lo largo de todo el recorrido, pero sobre todo en los kilómetros finales, los cuales he podido superar este año, practicamente, al mismo ritmo que el resto. Incluso, a un ritmo mejor. Como prueba un dato: la diferencia de tiempo en el último kilómetro de un año a otro ha sido de 17 segundos a favor de este año y con mejores sensaciones. Por eso, antes de comenzar una prueba larga, es muy importante conocer nuestro estado de forma y en función del mismo, establecer una estrategia e intentar cumplirla, sin salirse del guión. 
No es una cuestión nada fácil porque suele ser habitual en los corredores que encontrándonos bien en el kilómetro 11, por ejemplo, no pensemos que aún quedan diez y, en consecuencia, aumentar nuestro ritmo. Pero eso se paga en media maratón si sabemos con antelación que no estamos para ritmos intermedios mayores. De ahí que, cuando mi buen amigo Rafa Bootello en ese kilómetro -en el 11- me rebasó e indicó que siguiera a su ritmo, decliné amablemente: 'quiero hacer varias medias antes de que acabe el año', le dije. 
Ésta ha sido la primera de esas varias medias programadas y tiempo habrá de aumentar ritmos si eso es posible (porque somos en mayor parte lo que entrenamos). Por lo pronto, ya ha habido una bajada muy sustancial desde Guadix -el pasado 16 de septiembre- a ésta. 
¿Se dará similar proporción en las siguientes? No tiene por qué. El pasado año, conseguí bajar de Motril a Granada, alrededor de 4 minutos en favor de Granada, pero este año podría ser al revés. Nunca se sabe. 
Nada más que decir. Tan sólo que la ciudad de Motril ha vuelto a estar a la altura en la organización de su Media Maratón, lo que contribuye a que se haya convertido ya en la doce mejor de Andalucía. Seguirá subiendo escaños porque no todas cuentan con esa excelente organización, buena bolsa de corredor y presencia de atletas africanos de élite, que siempre hacen otra  carrera distinta a la nuestra; incluso, a la de los mejores de nuestro circuito provincial.          

15 julio 2012

XIV PRUEBA DE FONDO RÍO DÍLAR (15/7/2012)



Sin duda, hay hambre por correr, por competir. Porque no de otra forma se puede explicar que llegaran a meta 597 corredores y corredoras, siendo 15 de julio y no estando ante una de las pruebas más asequibles. Una prueba que te arrastra por terrenos malencarados y que te regala una subida verdaderamente dura hasta el bonito pueblo de Dílar. Pero mucho es poco si se trata de practicar un deporte que tiene mucho de adicción y que cuenta con la virtud de dejar el disco duro del sufrimiento a cero, una vez acabada la prueba. Es más, es probable que esa adicción se deba al sufrimiento y que los corredores acabemos aullando por las esquinas cuando no tenemos una prueba de este estilo que echarnos a la boca. Es todo un misterio: las endorfinas, la constancia física, la preparación psicológica...muchos ingredientes necesarios para saber que para la gran mayoría, tras madrugar un domingo, acabarás subiendo cuestas de caballo bajo un sol africano y que para colmo nada ganarás, tan sólo -si hay suerte- una camiseta técnica y algún refrigerio. Pero no es eso lo nos mueve, luego ¿que es lo que nos mueve? 

Pero ¿que pasó en lo personal? Una cosa que pudo ser decisiva: haciendo una ruta rutinaria -valga la casi cacofonía-, el pasado viernes, el gemelo derecho se contrajo como suele hacer cuando está a punto de anunciar una pequeña microrotura fibrilar. Eso me asustó, y casi aconsejó, no intentar heroicidades. Pero había un problema: quería hacer esta prueba; y quería hacerla en estas fechas que, para mí, son buenas para correr, a pesar del fuerte calor. 
El gemelo, finalmente, no dolió corriendo, aunque sí la tarde anterior cuando andaba. Misterios de la fisiología. Pero aunque no doliera, está claro que eso condiciona. Y lo hizo durante los primeros cuatro kilómetros, que fueron tranquilos y lentos, en la cola del pelotón, mirando de reojo el coche escoba o la ambulancia por si tenía que servirme de él o de ella, más atento al gemelo que a la carrera. Por suerte, nada de eso sucedió.
Pero, ¿qué sucedió? Un poco lo que nos sucedió a todos: sufrimiento, principalmente, en la fuerte subida a Dílar. Un sufrimiento que, en mi caso, no fue excesivo he de decir, probablemente, fortalecido por esos cuatro primeros kilómetros sosegados. Pero hay que decir que sí vi a mucha gente sufrir en exceso y andar por la zona de subida, porque, lógicamente, este mes no nos coge a todos en la misma forma. Hay gente que por estas fechas se relaja aprovechando las vacaciones y las piernas y los pulmones se tornan vagos. Ya digo, no es una prueba propia para estas fechas, aunque sí lo será para quien afronte en menos de tres semanas la subida al Veleta, prueba a la que decidí apuntarme el año anterior justo tras finalizar esta prueba, si bien este año, los objetivos son muy otros. 
En cuanto a la logística de la prueba, hay que decirlo alto: mal en organización en lineas generales, como es habitual cuando sale o pasa por Otura. Está claro que este municipio no tiene mucha fe en este deporte. Sigue persistiendo la afluencia de coches por las zonas de paso, a pesar del buen hacer de Guardia Civil de Tráfico y Protección Civil. No vi excesiva Policía Local. Seguramente que los recortes en muchos ayuntamientos está haciendo estragos.  
El avituallamiento fue pobre y con pocos voluntarios -no es culpa de ellos, claro está- y el agua parecía no haber visto un frigorífico en su vida. Desconozco si faltó como en alguna otra ocasión; al menos no, cuando me tocó pasar por éstos. No obstante, hay que celebrar que la camiseta haya sido técnica. Bastante repetida ya, pero técnica al fin y al cabo.  

¿POR CIERTO, QUIÉN ES ESTE INDIVIDUO DE VERDE, QUE APROXIMÁNDOSE COMO UN TORO MIURA PARECE DISPUESTO A ENMPITONARME LLEGANDO A META?  

Foto debida a  Paqui

Foto debida a Paqui 

Foto debida a Paqui


      

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...