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14 enero 2014

ELLA NO SABE (Y LA MONARQUÍA IGNORA)

Ella sólo sabía que el careto que aparecía dibujado en los billetes de diversos colores era el de papá. Y eso no podía ser nada malo. 'Era papá, señoría, y papá siempre nos ha cuidado'. 

También sabía que lo único que tenía que tener en mente era un número de cuatro cifras. Se metía la tarjeta de plástico en un aparato y se pulsaban esas cuatro cifras. Y ya está. No había que hacer nada más. 
Es más, cuando tenía que sufrir el engorro de llevar repetidos los billetes con el rostro de papá en el bolso, bastaba tan sólo con entregarlos a quien, a cambio, te ofrecía el abrigo de visón, el móvil de última generación, la fiesta de cumpleaños de los niños, la estancia del hotel de Malibú, (¿o era Candanchú?, se pregunta).., si bien, en ocasiones el de la agencia decía que ese viaje ya estaba pagado '¿Pagado?', se preguntaba ella. 'Habrá sido papá', se decía. 
Ella no entendía las llamadas que hacía y recibía su atlético y esbelto marido ('Lo quiero, se decía mirando con los ojos vueltos al cielo. Es alto, guapo, listo...'), pero estaba segura que eran llamadas importantes. Luego, ya por la noche, la invitaría como siempre a cenar en un exclusivo restaurante de Barcelona y le contaría que había hecho un gran negocio en Valencia o Mallorca. Eso era lo que más le gustaba a ella. El momento en el que llegaban al restaurante después de una dura jornada, llamaba a la canguro para preguntar por los niños, pedían un exclusivo vino y, alzando, la copa para brindar, la especial luz de la vela y de la felicidad se reflejaba en su rostro, mientras su tierno marido ('qué listo es') le contaba los logros que había conseguido ese día. 
En ocasiones, estaba tentada de preguntarle a su amantísimo esposo si en los billetes que había ganado estaba el rostro de papá, pero le daba vergüenza hacer esa pregunta. Y también le daba algo de miedo hacerla, no vaya a ser que no estuviera como ya le ocurrió en una ocasión. La recuerda perfectamente: estaban ambos en Suiza ('¿O era Suecia?', se pregunta) y su amantísimo le enseñó unos billetes que había ganado en unos negocios días antes y, ante su sorpresa, descubrió que esos no tenían la imagen del careto de papá. No pudo negar que se alarmó, pero no quiso decirlo delante del esposo.
'Pero de todo, lo más, es el palacete que hemos comprado en Barcelona', le contaba a sus íntimas amigas mientras almorzaban en el puerto de Palma. Su marido siempre le decía que ella se lo merecía. Que no era posible que ella viviera en una casa normal siendo quien era y que la familia iba creciendo y necesitaban espacio. '¿Se lo decimos a papá?', preguntó ella emocionada. 'No, cariño, ya le daremos la sorpresa en su momento,' le contestó él. Lógicamente, ante la decisión de su amantísimo poco podía objetar: él era el que entendía de esas cosas de casas ('¿o se llaman inmuebles?', se preguntó). 
'¡Qué bien nos va con nuestras empresas y en la vida!', decía ella una y otra vez. 'No nos merecemos otra cosa', le comentaba él. Siempre tan atento. Y,además, papá era tan bueno. Todos los meses le mandaba un montón de billetes de esos en los que aparece su careto. De todos los colores y tamaños. 'Pero ¿papá- le preguntaba ella-, por qué tienes tantos billetes con tu cara?' Su papá reía socarrón y le acariciaba el pelo, como siempre había hecho. 
No obstante, esa felicidad, que parecía eterna, una mañana se nubló algo. Llamó su asesor por teléfono a su residencia de Whasington y le dijo que el nombre de su marido aparecía en varios periódicos de España. 'Pero eso no puede ser malo, es señal que allí lo quieren. Ha jugado al balonpié o como se llame ese juego', le contestó ella. El asesor, acostumbrado a las respuestas de ella, cambió la estrategia y le dijo con palabras suaves que su marido estaba siendo investigado. 'Es la envidia, le contestó ella algo descorazonada, es la envidia'.
En pocos meses, esas breves noticias fueron agrandándose y aumentando su presencia en los medios. Ella no comprendía nada de lo que estaba pasando, hasta que un buen día, también apareció el nombre de ella en los periódicos. Su abogado, le dijo a los periodistas que ella no sabía nada. 

Esta mañana ella se ha levantado triste. El día no tenía la luz que los días anteriores. Los periódicos dicen que le han imputado y que tiene que ir a un juzgado de Palma, pero ella no sabe bien qué significa eso. Está hecha un lío.'A ver si esta noche me lo explica mi amantísimo en nuestro restaurante favorito, como ha hecho siempre', se dice.  

                                                                                                          

                                                                                              Por: José Antonio Flores Vera

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