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25 agosto 2020

LOS ANIMALES, ASIGNATURA PENDIENTE (DIARIO IDEAL, 24 DE AGOSTO DE 2020)

 



No queda otro consuelo que considerar al perro vagabundo Timple como una especie de mártir que expíe la culpa de esta sociedad que abomina hasta de sus animales más cercanos. No creo que sea necesario recordar aquí cómo ha sido asesinado en Lanzarote este animal, que no es más que un triste titular anticipatorio de lo que ocurre con frecuencia en nuestro país con otros seres de su especie o de especies distintas, porque si vamos a hablar de derechos de los animales no podemos –ni debemos– excluir a ninguno, doméstico o salvaje. Y para hablar de derechos debemos de hablar de leyes, las cuales van entrando en el Código Penal español a través de un embudo estrechísimo, hasta el punto, las más de las veces, que se interrumpe el débil goteo y eso permite que dos individuos no solo hayan sacrificado sin motivo a este inocente animal, sino que lo hayan hecho, además, con premeditación, alevosía y usando una saña pocas veces vista, con grabación de imágenes incluida. Un martirio intolerable que tan solo podría servir para lo que decía más arriba: considerar a este perro vagabundo como una especie de mártir que al fin provoque un severo repaso legal de índole penal y un verdadero rechazo de la sociedad en general a este tipo de actos e individuos, que bien podríamos llamar monstruos sin temor a equivocarnos. El Código Penal español introduce el tipo penal en cuanto al maltrato de animales domésticos y amansados en el artículo 337, estableciendo un tipo básico y un tipo agravado. En mi opinión, la pena para ambos tipos, sobre todo para el agravado, es insuficiente. El agravado (artículo 337.3) prevé una pena de seis a dieciocho meses de prisión e inhabilitación especial de dos a cuatro años, pero hay que considerar que con esos periodos de pena tan mínimos, difícilmente, un maltratador va a ingresar en prisión, a no ser que se trate de un delincuente reincidente. Cuando se trata de maltrato a otros seres más débiles el legislador no puede ir tan atrás con respecto a lo que ocurre en la sociedad.

No puedo afirmar que, comparativamente, España sea un país especialmente violento con sus animales, pero sí que es uno de los pocos que disfruta torturándolos ya sea en una plaza redonda o en esas fiestas dantescas y medievales aderezadas con buenas dosis de ignorancia y de alcohol.  También puedo afirmar que, en general, y no solo en España, nos comportamos de manera violenta con las demás especies, siempre más indefensas y vulnerables. Y lo hacemos desde el plato. No recuerdo si fue Ghandi quien dijo que la violencia contra los animales comenzaba en el tenedor, porque también es violencia legalizada y consentida todo ese crimen diario sordo e invisible infligida a los millones de seres vivos que pasan por los mataderos industriales para calmar nuestros apetitos, que no es más que un eufemismo. Creo que fue el Nobel de Literatura Coetzee quien aludía a la necesidad de mataderos de cristal, que haría visible los horrores que dentro ocurren para comprender por qué algo troceado que se vende en los supermercados y carnicerías no es más que la parte de un todo que un día tuvo vida y si hay vida hay felicidad, tristeza y miedo.

Desde hace miles de años el ser humano decidió que el animal no estaba ahí para otra cosa que para ser utilizado en cualquiera de las manifestaciones que le fuera posible aprovechar. Lo ha utilizado para trabajar, para vestirse, para divertirse, para comer, para desplazarse...Sin embargo, pocas veces le atribuyó un rol distinto a ésos. Apenas ha cambiado nada desde entonces; es más, en ciertos sectores la violencia se ha incrementado. Consiguió, en parte, cambiar esos roles el perro, pero aún en nuestros días este fiel animal sigue siendo utilizado para todos esos quehaceres que enumero, sin excluirse el de alimentar, algo común en algunos países asiáticos, si bien esa cercanía no ha evitado que el resto de los animales sigan adscritos a esos roles nada agradables que se le asignaron, porque el ser humano suele tener mucha capacidad para dejar de ver lo que es evidente. Y la evidencia actual no es otra que la humanidad aún sigue ejerciendo la violencia contra los animales, algo mitigada por las leyes y actitudes individuales personales de, todavía, pocas personas que han podido ver la realidad que está más allá de la presencia del animal entre nosotros.

Soy de la opinión que una sociedad evoluciona en la medida que va dejando atrás fórmulas anacrónicas y tradiciones arcaicas y violentas, y sobre todo protegiendo a sus seres más débiles, más susceptibles de ser aniquilados por el propio hombre, pero siempre será un fracaso de la sociedad que asesinatos como el que ha sufrido Timple sigan ocurriendo. Una sociedad que suele mirar hacia otro lado o sencillamente no mirar ante el sufrimiento del animal, que se autoengaña pensando que su paso por esos campos de concentración modernos que son los mataderos industriales es un tránsito sin sufrimiento ni tortura o que ha nacido para morir en una plaza, o cualquier otro espectáculo público, o para ser herramienta de carga o para utilizar su piel para vestirnos, en definitiva, para aprovechar todo lo que sea posible de él, porque para todo eso ha nacido. Pensar así es negar la vida, negar a un ser vivo, que en absoluto ha nacido para nada de eso. Pensar así –insisto– es un rotundo fracaso de la sociedad. Y este fracaso es de todos, de quienes no quieren mirar y conocer la realidad, y de quienes no quieren educar y legislar.         


20 diciembre 2016

ESPÍRITU NAVIDEÑO (IDEAL, 20/12/2016)

ESPÍRITU NAVIDEÑO    

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                                                                                                              Por José Antonio Flores Vera

El espíritu de la Navidad. Todo el mundo habla de él en estos días. Pareciera que solo trabaja en estas fechas, algo similar a esa ocupación temporal de los desaliñados Santa Claus, mitad vagabundos, mitad pendencieros, que vemos por doquier en las películas americanas de este género. ¿Pero qué es en realidad eso del espíritu navideño? Lógicamente, la respuesta será muy variada en función de a quién se le haga la pregunta. Un niño podría decir que es ilusión. Eso sí, si no ha entrado ya en la vorágine consumista de todo el año y confunda ilusión con consumo. ¿Pero qué dirá un adulto? Y ahí ya pinchamos en hueso. Su respuesta puede ser tan compleja y desigual como lo sea su vida. Porque la Navidad, a pesar de que el término ya casi sea un sinónimo de consumo, encierra otras cosas que están en la órbita de lo más íntimo del ser humano. Y no me estoy refiriendo ni por asomo a cuestiones religiosas, sino a una época en la que mucha gente parece hacer un repaso de su existencia. Y, claro, cuando el saldo de ese repaso es deudor -como suele ser habitual, ¡ay! - a pocos les gusta ver falsas sonrisas beatíficas en los rostros de sus semejantes, como si estuvieran representando una farsa indigerible. De ahí que muchas personas odien estas fechas. Algo así a advertir que los sentimientos -los buenos y los malos- están a flor de piel y se tema por un estallido emocional sin precedentes. De ahí que se suela decir esa frase casi hecha de “no me gusta la Navidad”, argumentando que es todo hipocresía, consumo, reuniones familiares forzadas en la que sus miembros apenas se ven en todo el año (no en todos los casos, ¡eh!), comidas de empresa en la que puedes coincidir con gente a la que ni que conoces, no tragas o con la que ni te has cruzado un saludo en tu vida (aquí, sí, en casi todos los casos).
                Me pregunto -siempre lo he hecho- si no será ese desaforado consumo una especie de alivio, una especie de elemento que actúa como barrera protectora ante tanto sentimiento encontrado. Obviamente, ese consumo no es nada nuevo y pareciera que estas fechas lo conllevara. Lo sabemos por la literatura, por el cine, por la música, por la pintura…Todas las artes que han aludido históricamente a la Navidad se han representado casi siempre como momentos de mayor goce culinario, entreno de prendas, más consumo en la calle y un sinfín de hábitos que poco a poco han ido forjando las señas de identidad de esta celebración, a la que pocas culturas y religiones ya son ajenas. Por tanto, podemos estar de acuerdo en que poco o nada ha cambiado, por más que se diga que antaño se vivía la Navidad con otro espíritu. Podría parecer que era así, pero no, quizá lo que ocurría es que se vivía con muchos menos recursos, y cuando éstos son escasos el pretendido espíritu navideño parece que se hace un mayor hueco entre la chimenea y la mesa repleta de viandas. Luego, habría que sostener que poco o nada ha cambiado el ser humano, si acaso, gozamos en la actualidad de mayores recursos a los que solemos denominar, con cierto cinismo, espíritu navideño.           

17 julio 2014

LA DECADENCIA DE LOS MITOS (IDEAL, 17/7/2014)

              Se podría decir que la decadencia es al mito como la temida senectud a la diva del cine. En su apogeo, el tiempo parece detenerse de forma permanente, sin vocación de continuidad. De ahí que el mito sólo pueda caer de manera estrepitosa y definitiva. No hay otra solución para ese final.
          Si el mito es humano, toda explicación sobre él no hace otra cosa que hundirlo y todo conocimiento intrínseco lo sitúa en algo demasiado vulgar al tiempo que vulnerable. Y eso es así porque el mito no nace para ser comprendido, ni tan siquiera para ser conocido. Eso es lo que explica que en la actualidad cada vez caigan más mitos, como si se tratara de un attrezzo de cartón piedra de un modesto estudio de películas de bajo coste. Tampoco resisten esas duras pruebas los mitos materiales e inmateriales.
          En tiempos de poca o nula interconexión, las máscaras, las caretas, lo artificial, lo impostado, encontraban su mejor caldo de cultivo en el desconocimiento, pero en los tiempos en los que vivimos, en lo que todo se quiere -y se puede- explicar y conocer al detalle, en gran parte por la irrupción de las redes sociales y esa necesaria interconexión diabólica denominada Internet, caen a diario muchas máscaras, muchos mitos.       
          En la Grecia antigua la tradición mitológica decidió que los dioses habitaban cómodamente ubicados en el Olimpo y esa creencia era tan oficial y válida que nadie, que no quisiera jugarse la vida, se atrevía a cuestionar que los dioses vivieran en mansiones de cristal allí en las alturas. El mito no admitía explicación y tan sólo el tiempo se encargaría de desmoronarlo, pero para ello ha debido transcurrir tiempo, mucho tiempo. Hoy día, al margen de los excelsos valores literarios y poéticos del lugar, el Olimpo no es otra cosa que la montaña más alta de Grecia, además de un parque natural protegido por las leyes. Sin embargo, en su época cumplió su función y sirvió para alimentar muchos espíritus a la vez que para poner a raya a poderosos y a ejércitos, por no hablar del populacho, siempre tan irascible.
          Los mitos nacen para esos fines. Se adaptan tanto a una cosa como a su contraria y cuentan con la ventaja de parecer auténticos en el momento histórico en el que nacen. Pensemos, por ejemplo, en los mitos religiosos -de cualquier confesión-, nacidos y alimentados tanto para justificar guerras, hacer fortuna o amedrentar al pueblo. La historia está repleta de ellos.
          Por ello el mejor aliado del mito siempre va a ser la contemporaneidad. En ésta se apoyan para evitar ser cuestionados. Básicamente porque forman parte del ideario colectivo y cuentan con la ventaja de ser alimentados a diario por instituciones, entidades o personas, en teoría, creíbles y serias. Con el tiempo esos mitos -como todos- caerán pero para entonces ya habrán cumplido con creces con la función para la que nacieron. Posteriormente, ya llegará su correspondiente decadencia, que dará paso al nacimiento de otros.


          Sin embargo, y contra todo pronóstico, en la actualidad estamos asistiendo a la caída de muchos mitos de nuestro tiempo, ya sean deportivos, económicos, sociales, políticos o monárquicos. Caídas que de forma inexplicable se están adelantando a su tiempo estipulado de inevitable decadencia.     

                                                                     Por José Antonio Flores Vera

22 junio 2014

LA FORMA POLÍTICA DEL ESTADO (IDEAL, 21/6/2014)

 Muy interesante hubiera sido para la madurez política del país y para más salud de la democracia que antes de una nueva coronación borbónica, se cumpliera lo que aún está pendiente: la forma política del Estado. Eso sería así si España y sus políticos fueran serios, pero no es así, por desgracia. Reflexiones que introduzco en un artículo que me publica el diario IDEAL a los pocos días de la coronación, pero que aún así, bienvenidas sean, aunque por lo pronto haya que esperar varios decenios más para que se cumpla lo que aún está pendiente de preguntar al pueblo: monarquía o república. Por si no pudisteis leer en papel reproduzco el artículo completo: 

LA FORMA POLÍTICA DEL ESTADO       


          Asistimos en estos días en nuestro país a un debate político de importante trascendencia. Ya no se recuerda desde cuando no se había abordado algo tan vital en materia política en este país y lejos de enfatizar ese aspecto, lamentablemente, hay demasiados actores interesados en que el debate se agote y trivialice.
            Acostumbramos como estamos a tanta bazofia política, esa que básicamente consiste en lanzar la pelota de la responsabilidad de un tejado de un partido a otro sin que se aborden con seriedad los asuntos que afectan al país y a los ciudadanos, se está perdiendo la oportunidad de debatir con calma y seriedad sobre el futuro de España para las próximas décadas.
            Cuando hablamos de debate político para nada se debería de entender como tal el que ha habido en los últimos treinta y cinco años, periodo de vital importancia para la democracia pero que parece haberse desaprovechado de forma tan pródiga como incomprensible. Años que deberían de haber servido para poner las bases de la democracia, lo han sido para fomentar una sistema político harto tramposo y rastrero, en el que parece haber importando tan sólo el poder, el dinero y la carrera política como prolongación de egos enfermizos.
            Y ahora que se presenta la oportunidad de debatir en serio, acostumbrados como estamos a que todo se trivialice y se forman múltiples facciones de sospechosas alianzas, con toda seguridad, se volverá a desaprovechar la oportunidad histórica que se presenta de debatir sobre qué forma política de Estado queremos o nos interesa a los españoles.
            La trivialización, como no podía ser de otra forma, vuelve a estar encabezada y protagonizada por los sempiternos partidos que llevan alternándose en el poder desde las primeras elecciones generales tras la promulgación de la Constitución de 1978. Intentan de nuevo, de espaldas a la ciudadanía y los partidos minoritarios de una sociedad cambiante, monopolizar el debate, aferrándose a la herramienta constitucional como una norma inmutable e intocable. Ignoran -o no ignoran- que la Constitución española, como cualquier norma jurídica, con mayor o menor dificultad o consenso, es mutable, tanto o más como lo es la sociedad que pretende organizar. Una Constitución, además, que está construida en base a las pautas de las constituciones modernas occidentales de nuestro entorno, ya sean monarquías o repúblicas parlamentarias.    

            Ahora de lo que se trata es de poder aprovechar la oportunidad histórica que se brinda con la abdicación y reformular qué tipo de Estado y qué tipo de Constitución queremos los españoles, muchos de los cuales aún no habían votado o nacido cuando ésta fue promulgada. Al mismo tiempo, es vacuo el debate que intenta demonizar la forma política de Estado basado en la república parlamentaria, principalmente, porque se está eliminando -en mi opinión de forma interesada- la esencia de esta forma política de Estado y que es compartida por la mayoría de los países democráticos no sólo de Europa sino de todo el planeta. Que la forma política de Estado basada en la monarquía parlamentaria esté presente aún en varios países de nuestro entorno occidental no significa que no deba ser revisada si lo que se pretende es construir sociedades políticas democráticas en las que impere tan sólo el Estado de Derecho, la transparencia y la legitimidad de las urnas y que estos aspectos abarquen a todas las instituciones sin excepción alguna.    

20 mayo 2014

FÚTBOL Y ELECCIONES (IDEAL, 20/5/2014)

De nuevo el fútbol ha protagonizado un artículo publicado en el diario Ideal. Y es que el fútbol me interesa cada día más a nivel sociológico en la misma medida que me interesa cada vez menos a nivel deportivo. Y no porque no sea un deporte. Lo es en los niveles más bajos y más alejados de la profesionalidad. Pero cuando entra en ésta, los argumentos son económicos y crematísticos. Unos intereses que, además, están casi siempre al margen de los regulados. Dinero negro, enjuagues, capitales desconocidos, evasión fiscal. Y por encima de todo el circo moderno que es capaz de aglutinar en torno a él todo el orbe mediático. Como bien digo en el propio artículo: que el circo entre en la propia casa del ciudadano. Y, para colmo, a los políticos les ha salido un grano en el culo el día antes de las elecciones más pequeñas y menos importantes para los ciudadanos, por mucha Europa que haya en juego: la final más mediática de Europa. Y como tal, todo el empuje mediático va a estar de parte de circo deportivo, con dos equipos -para colmo, también- españoles. De todo eso trato.
Por tanto, si no ha sido posible que lo pudierais leer en papel, algo que es normal cuando Ideal no alcanza límites geográfico que sí alcanza Internet, lo reproduzco aquí en el blog.
Espero que os diga algo.


FÚTBOL Y ELECCIONES

      
Dos enormes acontecimientos se darán cita en los últimos días de este mes. Y en ambos mucha gente se la juega, aunque por distintos motivos. Fútbol y elecciones, a nivel europeo.
               Una prueba evidente de que el español medio ya le habla de tú a Europa, a pesar del maltrato que ésta nos viene infligiendo por aquello de la crisis y no haber tenido los deberes económicos hechos a tiempo. Algo así como el colegial pésimo con las matemáticas pero virtuoso con el balón en los pies, que es tal vez como nos ven más allá de los Pirineos. Pero al menos nos ven, que en estos tiempos no es difícil desaparecer como país y como ciudadano cuando los credenciales consisten en tener los bolsillos vacíos y el futuro raquítico.
               Pero al menos queda nuestro fútbol, nos decimos, que no es otra cosa que un espejismo fabricado para dar contenido a los sueños. Pero como los sueños no están fabricados del mismo material que la realidad, no conocen ni de cifras ni de deudas. De hecho no debe ser otro el motivo por el que el fútbol aún no ha atravesado como es debido el desierto de la carencia y la ignominia que ya han sufrido todos los seres sintientes en este irreal país. Entre otras cosas, porque hay un marcado interés extradeportivo para que eso siga siendo así. Si ya lo hizo la poderosa Roma con sus afamados gladiadores en momentos de crisis imperial cuando aún no existían los poderes mediáticos, sería absurdo no hacerlo ahora con las múltiples posibilidades que hay para que el circo entre en la propia casa del ciudadano.
               Y ante tal acontecimiento universal que representa el fútbol, me temo que muy poco se podrá hacer para que el otro gran acontecimiento que representan las elecciones europeas ocupe algún lugar en la atención del ciudadano ese fin de semana cargado; si bien, si somos francos, el fútbol de forma aislada no puede ser juzgado por restar protagonismo a las urnas que decidirán en veintiocho países cómo nos lo montamos en Europa otros cuatro años. Ese mérito no puede ser más que imputado a quienes dirigen al cotarro, un ingente ejército de políticos muy bien pagados y burócratas que según opinión generalizada poco hacen por elevar el nivel de vida del ciudadano al que gobiernan. Y si esa ilusión no ha brotado en los últimos cuatro años, ni en los anteriores, ni en los anteriores a éstos, poco se puede hacer en pocos días que, además, llegan tan cargados de emociones futboleras, mucho sol y mucha playa. 

               Pero aún así, no dejaremos de escuchar cantos lastimeros de políticos patrios para evitar la alta abstención electoral que se espera. Habrá discursos pasionales sobre lo que nos jugamos los demócratas y encendidas diatribas acerca de lo mucho que está costando llevar a buen puerto el proyecto de la progresiva unión de los países europeos. Incluso, hasta es probable que algún que otro político más lanzado intente terribilizar con el discurso hegemónico y antieuropeo de Rusia, pero poco o nada de eso servirá para que el ciudadano español se ilusione ante unas elecciones que cada vez se perciben más lejanas. Y si es eso lo que se está cociendo en España, imaginemos lo que podrá estar considerando a estas alturas el ciudadano portugués y griego, los cuales con toda probabilidad estarán también más pendientes del espectáculo futbolero que del futuro de Europa. Los primeros por ser la sede de la gran cita futbolística y los segundos por aferrarse a cualquier divertimento que les haga olvidar su actual triste papel en el viejo continente. 

12 abril 2014

UN COMENTARIO DE FÚTBOL (IDEAL 10/4/2014)

Seguramente que hoy no estará muy feliz el hipotético aficionado al que me refiero en este artículo que me publicó el pasado jueves el diario Ideal de Granada. ¿Quién se  iba a esperar la victoria del Granada sobre el Barça?. Si no pudisteis leer en papel, aquí lo reproduzco: 

UN COMENTARIO DE FÚTBOL   



'Para eso hemos pagado doscientos millones', comentó el parroquiano en el bar, feliz de que una de las figuras del Barça marcara un estupendo gol, un comentario bastante usado cuando algún aficionado de raza se congracia con el equipo de fútbol de sus sueños.
            Inicialmente, consideré que se trataba de un comentario ridículo. Ese 'hemos', me dije, no es más que la falsa ilusión de quien considera que su enorme afición al fútbol en general y a un club en particular, le convierte en una especie de socio mayoritario de la entidad. Una especie de nebulosa que le ayuda a sobrellevar mejor la frustración de no poder formar parte de manera más directa de ese gran club, cuando la cruda realidad es que quienes han pagado esos doscientos millones ya han obtenido con creces la rentabilidad que buscaban, amén del enorme nivel económico que adquiere la existencia del susodicho futbolista y la de los mercachifles que le rodean.

            Sin embargo, a medida que reflexionaba fui comprendiendo ese comentario, hasta llegar a la conclusión de que no estaba exento de sensatez, a pesar de lo ridículo que me pareció cuando lo escuché en ese bar de mi barrio. Y no estaba exento de sensatez porque, en realidad, ese parroquiano lo que estaba diciendo no era otra cosa que él contribuía de manera bastante directa a que esos doscientos millones pudieran ser pagados a ese futbolista estelar al que tantos equipos de renombre pretendían. De hecho, estaba contribuyendo en ese mismo momento mientras consumía dos o tres copas o lo que le diera tiempo a beber en los noventa minutos de partido, al tiempo que, gracias a esas consumiciones, el dueño del modesto bar haría una caja más generosa que cualquier otra tarde sin fútbol, lo que posibilitaría poder pagar la elevada cuota que cobran a los establecimientos de hostelería las cadenas televisivas que se arriesgan a emitir los costosos partidos de pago. Un dinero que, por cierto, en una parte importante va a parar a las arcas de los clubes que juegan en ese momento y que sirve, entre otras cosas conocidas o no, para poder pagar esa cantidad ingente de millones de euros a los que se refería el parroquiano, el cual seguramente seguirá contribuyendo a engrosar las arcas del club de sus amores comprando para él o para sus hijos, camisetas, pantalonetas, medias, botas o balones con la inscripción del nombre y logotipo del club y de su ídolo de tan costoso precio. Es más, ese parroquiano jugará semanalmente una quiniela y es probable que hasta apueste por Internet en muchas de esas páginas que no paran de proliferar y no dudará en pagar los euros que sean necesarios para poder ver a su club cuando venga a jugar a Granada o, incluso, es probable que algún día, cuando se lo pueda permitir, vaya a ver jugar a su equipo en su propio estadio, decisión que le costará un riñón. Por tanto, si sumamos todas esas cantidades y las multiplicamos por los millones de personas que consumen fútbol a diario, no nos parecerá tan descabellado el comentario que hacía ese aficionado con rotundidad. Es más, llegado a un punto nos parecerá un comentario totalmente acertado y consecuente.      

06 enero 2014

UN PROPÓSITO ES UN DESPROPÓSITO (IDEAL 6/1/2014)


Por prioridades, o por aquello de lo caduco de la prensa, interrumpo el artículo sobre la última ciudad bávara -Múnich- (el cual volveré a subir mañana) y   dejo espacio para insertar el artículo que publico hoy en el diario Ideal, de temática muy de primeros de año. ¿Quién no se ha hecho uno o más propósitos al comenzar el nuevo año? ¿Quién no ha llegado al final del año y comprobado con desazón que no lo ha cumplido? De ahí que denomine a este artículo:  

UN PROPÓSITO ES UN DESPROPÓSITO

Por su propia naturaleza, un propósito suele consistir en un despropósito anclado en el tiempo. Y como no hay forma de desanclarlo, nada mejor que esperar a que comience el año para intentar hacerlo. De ahí que ninguno suela cumplirse.
            Ahora que ha comenzado el nuevo el año, todo el mundo se hace propósitos. Y está bien que así sea; al menos, como higiene mental y autocomplacencia. Pero hay que decirlo alto y claro: un propósito siempre nace con vocación de fracaso. Para eso se inventaron.
            De hecho, quien decide cambiar el rumbo de algún aspecto de su vida, ya sea dejar de fumar o comenzar a correr -por referirme a dos de los propósitos más al uso-, lo suele hacer sin importar que el nuevo año asome o que esté ya feneciendo. Es más, ni tan  siquiera se atrevería a llamarles propósitos. Esa denominación engañosa arruinaría la hazaña.
            Curiosamente, al hilo de estos dos propósitos citados, que casi todo el mundo ha acariciado en alguna ocasión, siempre me ha llamado la atención que se incumplan sistemáticamente, sin necesidad de esperar a que amanezca el día dos de enero. Dejar de fumar -o de beber-, curiosamente, se incumple metódicamente al alargarse los fastos de Nochevieja hasta bien entrado el primer día del año; y si eso es así, ¿quién tiene cuerpo para comenzar a correr ese mismo día si, además, no lo ha hecho hasta ahora?
            Los propósitos, por tanto, no son otra cosa que metáforas de nuestra propia existencia y es probable que hasta un resumen de nuestras vidas. Propuestas de llevar a cabo cosas que nacen con vocación de incumplimiento, pero que ofrecen una paz mental y espiritual mucha más casera y barata que el diván del psicoanalista.
            En ocasiones, los propósitos no son más que tendencias comerciales e incluso políticas. Me explico. Muchas de las cosas materiales que queremos para el nuevo año no son producto de nuestra deseo sino de las agresivas campañas de los publicistas, que sabedores de la vulnerabilidad de nuestra psicología la utilizan a su antojo: un coche para el nuevo año, aprender un idioma, un crucero, un nuevo móvil (no hay más que fijarse en los últimos anuncios del viejo año y los primeros del nuevo). E incluso tendencias políticas, decía, sobre todo si el año que se estrena es de elecciones: el propósito de cambiar los cargos políticos de tan nefasta gestión (en ese caso sí que resulta lamentable que los propósitos no se cumplan), a cambio de ofrecernos nuevos que al poco tiempo suelen mostrarse aún más incompetentes, si eso fuera posible.
            Por tanto, haga memoria el hipotético lector acerca de qué propósitos hechos el último día del año han llegado a ser fructíferos. En realidad, pocos o ninguno. En cambio, los nuevos hábitos -que no propósitos- suelen llegar sin preaviso. Sencillamente, un buen día alguien decide dejar de fumar porque comprende que es inútil, insalubre, molesto y costoso; y también un buen día -el verano es ideal para ello- decide comenzar a correr porque comprende que es útil para el organismo y la mente, saludable y agradable, además de barato. Así de fácil.

            Y ni tan siquiera ha denominado propósitos a esos cambios de hábitos ni ha tenido que esperar a que comience el nuevo año. 

27 noviembre 2013

EL DINERO DEL FÚTBOL Y LA SELECCIÓN (IDEAL, 27/11/2013)

He hecho la cuenta por encima y creo que con este ya son cinco los artículos que he publicado en Ideal con relación al fútbol, es decir, protestando y quejándome sobre los privilegios y oscuridad de este opio del pueblo o el reactualizado 'Panem et circenses'. 
Nada tengo contra el fútbol. He jugado muchos años, incluso federado, y me parece un noble deporte, pero no lo que le rodea; no con los privilegios y los oscuros e interesados personajes que lo manejan.
Porque si España está jodida y se está metiendo en cintura a tantos sectores, ¿Por qué el fútbol sigue con esas ínfulas? 
Un artículo que establece un paralelismo con la España rica que fuimos y lo que es ahora, con referencia también a la selección. 
Por si por lo que sea no has podido leerlo en papel, aquí lo reproduzco completo:   



EL DINERO DEL FÚTBOL Y LA SELECCIÓN


          

          Cada día me interesa menos el fútbol, porque la nebulosa que circunda a su alrededor es poco menos que nauseabunda por mor de la excesiva entrega al dinero que, además, cuenta con el beneplácito del gobierno, el cual temeroso de provocar una descomunal protesta e, incluso, una subversión ciudadana, prefiere dejarlo estar y no someterlo a rigores presupuestarios, fiscales o, sencillamente, contables, como sí ha hecho con otros sectores del espectáculo más minoritarios y silentes. Pero eso no es una acción de un gobierno serio. Un gobierno serio tiene que intervenir en el dinero poco claro del fútbol profesional y despejar de una vez por todas las dudas que se generan en torno a este monumental negocio, por lo general, poco transparente.
            Un gobierno serio (¿cuándo tendremos un gobierno serio?) tiene que hacer lo que hacen algunos gobiernos europeos, es decir, imponer que las cuentas de los clubes españoles estén totalmente claras y saneadas para evitar que no tengan esas deudas dantescas a la Hacienda Pública y a la Seguridad Social que tienen la mayoría de los clubes profesionales, mientras que los jugadores cobran cantidades insultantes a la vista del resto de los ciudadanos. Nada tengo que objetar a eso. Si las cuentas fueran transparentes y los clubes se financiaran correctamente a través de lo que pagan el espectador en directo o el televisivo nada objetaría, porque lo mucho que cobren otros no debe ser preocupación de los que no tenemos ese privilegio. Pero todos sabemos que eso no funciona así. Los clubes prefieren hacen fichajes millonarios antes que saldar sus deudas públicas o privadas y un gobierno serio no debería permitirlo.
            Dicho esto, contemplemos el lamentable espectáculo pesetero (esa palabra no debería perderse de nuestro léxico costumbrista, a pesar del euro) que últimamente está montando la selección española y que hace que vaya dejando trozos de su bien ganado prestigio por países sin importancia futbolística. Una selección entregada al becerro del oro gracias a la política que, en mi opinión, dicta el personaje que preside la Federación Española de Fútbol, un tipo que parece estar obsesionado con el dinero y el poder y que  contagia todo eso a directivos, técnicos y jugadores (el dinero es la enfermedad que más rápidamente se contagia). Porque, de qué otra forma se pueda entender que sin sentido, sin lógica y sin ganas, en el momento del año en el que estamos, jugadores ya de por sí riquísimos se planten en países africanos pobrísimos a perder partidos y/o mostrar un lamentable espectáculo. Eso sólo se puede entender si la pretensión no es otra que exprimir al máximo esa máquina de hacer fortuna en que se ha convertido la mejor selección nacional de todos los tiempos. Es algo similar a lo que nos pasaba a los españoles años atrás. Como éramos ricos, no importaba el futuro. Vivir el presente, ganar pasta sin control y gastarla sin mesura era lo importante. Porque el sol no permitía ver los nubarrones que indeleblemente se iban formando en el horizonte.

            Pero se ve que en este país siempre hemos sido así. Es más, estoy convencido que si volviéramos a entrar en la fiebre del ladrillo, volveríamos a repetir el mismo esquema económico que nos ha llevado al desastre. Si perdimos un imperio, lo podemos perder todo. Mucho más el prestigio futbolístico mundial, que no es más que una escaramuza de la ilusión.       

  

08 abril 2013

MANUAL DEL BUEN JEFE Y DEL BUEN SUBORDINADO (IDEAL 8/4/2013)


¿Quien no ha sufrido o ha odiado la relación laboral en la que se encuentra? Un mundo complejo. Turbio a veces, en realidad, como bien dice mi Alter, Jesús Lens, en un tuiter: 'Cuando el ámbito laboral se convierte en una jungla..'. De todo eso y de mucho más escribo en este artículo que me publica hoy el diario Ideal de Granada, con edición en la Costa, Almería y Jaén. Aquí lo tenéis reproducido, por si no habéis podido leerlo en formato papel.  

Y lo mejor de todo es que este artículo me lo ha inspirado un mal jefe del que me han hablado o vivido, nunca se sabe. 

MANUAL DEL BUEN JEFE Y DEL BUEN SUBORDINADO

   El mundo laboral está lleno de malos jefes y malos subordinados. De malos profesionales en definitiva. Pero el mundo es imperfecto y en ocasiones los papeles están invertidos: donde dice jefe debería decir subordinado y viceversa. O Sencillamente no debe decir nada.
    El manual del buen jefe y del buen subordinado aún no está escrito,  pero para mí tengo que jamás se escribirá porque es complejo, cambiante y, en ocasiones, inasible. Ni siquiera con pinzas.
   Busquemos en el interior de nuestras experiencias y en las de otros y tan sólo encontraremos despropósitos. Jefes que pierden los papeles y transportan al despacho sus fobias, frustraciones, carencias sexuales, miedos e inseguridades personales, convirtiendo el ambiente laboral en una torticera consulta psiquiátrica experimental. O sea, poder mal entendido. En el otro extremo, subordinados aterrados ante el cotidiano espectáculo del juego de sombras y conspiraciones en que se ha convertido la oficina o el centro de trabajo. O sea, sumisión enfermiza.
            Luego, ¿de qué cualidades carecen ambas partes para que se produzca tanto despropósito? Si lo supiera, comenzaría a escribir mañana mismo ese manual pendiente, pero mucho me temo que existe una grave carencia de cualidades innatas y adquiridas porque no todo el mundo vale para las mismas cosas, aunque no lo sepa. Y en la historia de la humanidad, como en la Ley de Murphy, todo suele salir justo al revés de lo previsto, si es que algo positivo brota de ese cúmulo de interacciones fallidas que siempre han sido las relaciones sociales, y no digamos las laborales.
            Ocurre que en la amplia amalgama de las relaciones laborales han de encajar muchas piezas para que, en un espacio de tiempo amplio y en un ámbito físico concreto, todo salga a pedir de boca. Que las frustraciones de los sujetos no se confundan con el rendimiento laboral, que la libido de ambos sexos no enturbie el trato profesional, que las ambiciones legítimas no se mezclen con la ilegítimas, que la jerarquía no se equipare con el respeto humano, que la valoración de la pericia y el rendimiento que posee el jefe sobre el subordinado -o viceversa- no se inmiscuya en la valoración personal del otro, que las limitaciones de unos no se conviertan en el tormento de otros. Muchos requisitos necesarios, me temo, para que el engranaje de las relaciones laborales ruede por vías no chirriantes. Casi como hablar de la hipótesis de la existencia de un mundo perfecto.
            Y qué duda cabe que detrás de todas esas disfunciones se encuentran las bases de más de una teoría que sirva para explicar todas las clases de acoso laboral y sus derivaciones, algo tan atávico como la existencia de la humanidad misma.      

@jafloresvera

22 febrero 2013

FALLIDA REORDENACION DEL SECTOR PÚBLICO ANDALUZ (IDEAL, 22/2/2013)


Es fin de semana y necesitamos descansar; leer cosas amenas, hacer deporte, relajarse en definitiva...Pero os sugiero la lectura de este, mí artículo, publicado este viernes en Ideal. Os lo sugiero porque está escrito para que se entienda de forma clara lo que ocurre en la Junta con su pretendida Ley de reordenación, conocida por todos como del 'enchufismo'; y porque está pensado para el público en general y no tan sólo para el personal perjudicado

 FALLIDA REORDENACIÓN DEL SECTOR PÚBLICO ANDALUZ 

A las Administraciones Públicas se les ha ido la mano en materia de personal. O mejor dicho: se les ha ido la mano a los políticos que las dirigen. Olvidaron pronto lo que preceptúa la Constitución en materia de acceso a la función pública y con el paso de los años han ido construyendo un rompecabezas del que ya no es fácil salir. Para buen ejemplo de este dislate está el caso de Andalucía, que podría pasar por ser el más escandaloso de este Estado agonizante, que ya tiene su mérito.
Aquí en el sur, la Junta de Andalucía comenzó hace lustros a deteriorar de forma voluntaria su propia función pública por la vía de los hechos consumados. Inicialmente, ese deterioro comenzó lento y pausado: se iban creando diversos entes y empresas públicas, que pocos sabían para qué servían ni cuál era el sistema de acceso; algo paradójico, porque ya se contaba con una Administración potente, poblada de funcionarios y personal laboral. Empleados públicos -provenientes del Estado, ayuntamientos y propios- más que suficientes para cumplir con las tareas encomendadas por el Estatuto de Autonomía en los distintos sectores de actividad, excepto casos puntuales de necesidad coyuntural. Es más, en la misma medida que se creaban cada vez más entes y empresas públicas de dudosa legalidad y utilidad, continuaban aprobándose las preceptivas ofertas de empleo público y los concursos de traslado, que son los mecanismos reglados para el acceso y la promoción en las Administraciones Públicas. Luego, habría que preguntarse sobre el por qué de esa persistencia continuada en configurar una Administración paralela a toda costa y coste.
En un primer momento, esos entes no eran muchos y pasaban muy inadvertidos para la opinión pública e, incluso, para el propio empleado público, pero la cada vez más desenfrenada creación de éstos por parte de cada uno de los distintos gobiernos andaluces generó en pocos años una superestructura –Administración paralela- que a día de hoy se levanta como un 'leviatán' de enormes tentáculos y que ya nadie puede -ni quiere- controlar. Cada consejería se convirtió en una especie de Reino de Taifas y como si se tratara de una bola de nieve que va aumentando su volumen a cada paso, esa Administración paralela no ha hecho otra cosa que engordar y en su anárquico transitar ir devorando el presupuesto en materia de personal, que ya de por sí cuenta con magros créditos consolidados para abonar las nóminas de los verdaderos empleados públicos (todos aquellos, que de una forma u otra -oposición o concurso-oposición- han ido accediendo a un puesto público de acuerdo con la legislación vigente, que nos guste o no es la que hay).
Así las cosas, la propia Junta de Andalucía, consciente de que esa gran bola de nieve podría acabar por hacer tambalear el propio equilibrio institucional, no se le ocurrió otra cosa que iniciar una huída hacia delante aprobando en 2010 una pretendida reordenación del sector público andaluz a través de una excepcional y silente herramienta jurídica, el Decreto-Ley, que luego fue convalidado en el parlamento andaluz por la vía de la Ley ordinaria. Esa reordenación se basa en la figura de la agencia, emulando, tal vez de manera torticera, algunos modelos de función pública de países de nuestro entorno europeo que, jurídicamente, nada tienen que ver con el nuestro. A esa norma los empleados públicos y la mayoría de la prensa andaluza y nacional la conocen como la ‘ley del enchufismo’.
La idea que se barajaba en los altos despachos de la Junta era muy clara: aprobar protocolos con el fin de integrar en esas pretendidas agencias a propios y a extraños; es decir, a los empleados públicos y al personal contratado de esos entes y empresas públicas. Pero no advirtieron, o no quisieron advertir, que ese personal contratado no es empleado público porque no ha accedido a la función pública por las vías legales de acceso a la misma; además, al no disfrutar de la condición de funcionario de carrera carece de la potestad administrativa necesaria que exigen las normas administrativas para ejecutar ciertos actos. En puridad, y a solicitud de los propios empleados públicos (que contrataron a dos prestigiosos despachos de abogados andaluces con sus propios recursos económicos, sin subvención ni nada), es lo que está manteniendo, a través de distintas resoluciones, la Sala de lo Contencioso-Administrativo del TSJA –descentralizada en Granada, Málaga y Sevilla-, que reiteradamente vienen a advertir que esos protocolos de integración son un claro atentado jurídico al sistema de acceso a la función pública vigente. Pero lejos de derogar de una vez por todas esa ley de reordenación, la Junta de Andalucía continúa en su empeño reformador sin que a estas alturas los andaluces sepamos aún el motivo de tal perseverancia jurídico-política, denostada tanto por el Poder Judicial en Andalucía, los propios empleados públicos, la mayoría de los medios de comunicación, los sindicatos sectoriales y profesionales de la función pública y el partido mayoritario en el parlamento andaluz.

14 agosto 2012

UN BUEN DÍA ESCRIBÍ SOBRE LA 'TABERNA CASA CORRIÓN'



Ya escribí por aquí que hace algunos años (¿me estaré repitiendo?) un compañero de trabajo y buen amigo, Antonio Membrilla, y un servidor nos fuimos a Jaén para realizar un curso de cuya temática ya no me acuerdo (no debió ser muy interesante) y como había tiempo más que suficiente, tras una jornada de formación tediosa, nos encaminamos a la mítica Taberna "Casa Gorrión", que es antiquísima -de finales del Siglo XIX-, ofrece buenas viandas y es muy mediática, ya que además de haber sido protagonista de documentales referidos a cosas interesantes de Jaén -que las tiene y muchas-, ha sido protagonista de la excelente novela de Juan Eslava y Galán, 'La Lápida Templaria' y citada en diversos artículos. Hasta alguna poesía se puede ver entre sus paredes. Y, como decía, esa tarde de octubre era muy larga y Jaén se ve en poco tiempo -a pesar de sus muchos y misteriosos rincones- mi amigo y yo, junto a un hermano de éste, subinspector de Hacienda en la ciudad del Santo Reino, nos refugiamos en aquella taberna, donde el buen vino, la cerveza y las buenas viandas acabaron por propiciar la promesa de un artículo en Ideal Jaén y Granada, iniciativa que aconsejó mi amigo y cuyo guante recogió con gusto el dueño de local, un jienense de ascendencia granadina. Así que hecho el compromiso (que sea un artículo personal, apostilló Paco, que así se llama el dueño) y amigo como soy de los retos literarios, acepté gustoso. El resultado no estuvo nada mal o al menos a mi me satisfizó -y por lo que sé también al dueño de la taberna-, así que a los pocos días apareció en Ideal de Granada y Jaén un artículo  cuyo título fue 'Un gorrión nada común', que ahora esta antigua taberna tiene colgado en su reciente página web, junto a otras publicaciones sobre la taberna. Sólo queda la promesa de llevarle una copia impresa del mismo para que enmarcarla, según me dijo, aunque antes tengo que buscarlo, que no todo lo que he escrito lo conservo de forma ordenada. 
Aquí esta, pues, ese enlace Taberna Casa Gorrión, cuyo lugar os aconsejo visitar si os asomáis por la ciudad vecina un buen día de éstos. Una buena oportunidad puede ser la participación en su Media o la mítica S. Antón, del mes de enero. Dicho queda. 

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...