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21 septiembre 2018

CINE: FERDINAND (EE.UU, 2017)

Ferdinand El director de la conocida serie Ice Age, Carlos Saldanha, nos regala una película animada magnífica, no tanto porque se trate de una obra maestra, sino por la temática elegida. Se trata de Ferdinand, que rebota de un corto de ocho minutos de Walt Disney producido en 1938, que obviamente por la época que era no se pudo emitir en la España franquista, por lo que había mucho interés en que llegara a este reino tauromaquio que hace del asesinato de animales en una plaza su fiesta grande.  
Ferdinand es una película amable, a pesar de la ardua y polémica temática que trata. Hay tristeza -porque triste es siempre toda temática que tiene como fondo la muerte de una animal-, pero también mucha vitalidad y alegría. La técnica ya más que asentada -no es nada nuevo, desde luego- consistente en la personalización de los animales consigue que el espectador conozca por dentro el antes, el ahora y el después de la fiesta. E, incluso, muestra con maestría, a mi entender, el engaño en el que incurre el toro al considerar que su destino es batirse en duelo en una plaza llena de gente. Está claro que 'engaño' como metáfora que se traslada a lo que el mundo taurino quiere hacer ver al espectador, sobre todo al no taurino. En la vida real no es así, porque el toro, que sepamos, no conoce su destino, pero todos sabemos cuál es su fin y el sufrimiento al que se somete a estos pobres animales.
Sin embargo, Ferdinand, el protagonista, es diferente. De aspecto bravo y criado en el aprecio, el respeto y el amor de una familia, y enamorado como está del campo, cae en una cruel encrucijada en la ciudad de Ronda, de tradición taurina, y eso lo lleva a una odisea junto a sus amigos divertida y emocionante que el espectador disfrutará. 
No obstante, lo importante no es tan solo que la película divierta y emocione sino que haya sabido transmitir bien el mensaje antitaurino, que es uno de sus fines. El cine, la literatura, la televisión y todo lo que sea multimedia hacen mucho en cuanto a hacer ver a la gente la realidad de las cosas, por lo que espero que esta película cumpla bien su misión, entre otras cosas, porque la tauromaquia, además de una salvajada ancestral, es engaño puro y duro. Una práctica oscura y gris de desalmados que no explican jamás el sufrimiento que infligen al toro y también al caballo. Solo cuentan lo que quieren contar. Por suerte, la gran mentira cada vez está más al descubierto y las nuevas generaciones no desean esa violencia y crueldad. Y ahí radica la importancia de películas como Ferdinand, contada con amabilidad y sin morbo, pero bien contada.           

29 septiembre 2014

SER TORO EN ESPAÑA (UNA REFLEXIÓN ANTIAURINA)

Soy antitaurino y seré tajante desde el principio: las corridas de toros me parecen una abominación y una involución humana. Algo vergonzoso.
Lo digo con tanta convicción que no me retractaría ni aunque me encontrara en la situación del tío del grabado. Para mí tengo que este espectáculo de violencia y sangre es una de las asignaturas pendientes más escandalosas de la supuesta civilización humana.
            Ajusticiar a un animal me parece una salvajada, pero hacerlo en público ante vítores y aplausos me parece demencial, algo que ya no encaja –si es que alguna vez ha encajado- en los tiempos actuales. En ese caso no sé bien si me preocupa más el asesinato del toro o el jolgorio por ese motivo.   
            Puedo admitir, por ejemplo, –aunque no comprenda ni comparta- que el personal sufra esa especie de síndrome de Stendhal ante un paso de Semana Santa, pero jamás podré comprender ni compartir que ese síndrome se produzca ante la condena gratuita a la que se somete al animal.
            Estoy convencido que la desecha  España no dejará de ser lo que siempre ha sido si siguen existiendo las corridas de toros que, además, se están quedando cada vez más aisladas tras el casi total rechazo y erradicación de esas fiestas salvajes de pueblo que consisten en hacer sufrir infinitamente o asesinar a un animal, ya sea una cabra, un gallo o un toro. No en vano el asesinato anual de toros en Tordesillas ya va camino de convertirse en un debate nacional e, incluso, internacional. Ese es el camino.
            De ahí que, en su día, viera con muy buenos ojos la iniciativa que tuvo hace unos años el Parlamento de Cataluña de eliminar las corridas de toros de su territorio por mucho que quieran los taurinos hacernos creer que lo que se quiere conseguir con esa iniciativa es rechazar sutilmente la pertenencia de Cataluña a España, dando a entender que España es lo que es gracias a que existe la fiesta taurina, algo inconsistente, perverso y manipulado. Pero aunque así fuera, el fin justifica los medios en este caso.
            En España somos muchos (y se nos escucha poco) los que consideramos que por encima de la tradición y la fiesta está el derecho del animal y tarde o temprano será la fuerza emergente de las nuevas leyes la que eliminará esta aberración de nuestras vidas. No puede ser de otra forma. No debe ser de otra forma. No es posible promulgar cada vez más normas (algunas de ellas penales) contrarias al maltrato animal –doméstico o salvaje- y mantener como legal ese maltrato institucional del que participa y gusta tanto mandatario público, que con su apoyo y presencia oficializa algo que cada vez menos personas admitimos. Además –y eso resulta escandaloso- se destina dinero público, dinero recaudado con los tributos, para apoyar y fomentar esa orgía de sangre en que se convierten las plazas de toros.     
            Estamos sin duda ante una hipocresía de magnitud histórica. Una sociedad que lanza mensajes de protección animal y buen rollito ecológico pero que machaca y fomenta la violencia extrema contra los toros y por añadidura contra los caballos que también reciben su parte en este desquiciado espectáculo. Y esa forma de actuar no puede ser otra cosa que producto de una esquizofrenia preocupante.
            Pero tampoco vale afirmar que las corridas de toros son tradición cultural porque ésta no puede sostenerse si se alimenta de una práctica denigrante. La tradición puede ser cultura, sabiduría, arte o buenas costumbres, es decir, todo aquello que sublima y enriquece el alma humana pero no la aniquilación de animales, porque si cometemos el error de apoyarnos en esa pretendida tradición, aún a día de hoy podríamos asistir a aquellos vergonzosos Autos de Fe -como ya he mantenido en otros artículos- que se sintetizaban con el ajusticiamiento público de seres humanos cada fin de semana de hace algunos siglos en las plazas más céntricas de las ciudades ante la algarabía del pueblo, que seguramente contaba con un sector discretamente crítico.
            En nuestra era moderna, otras tipos de plazas siguen siendo las protagonistas de estos nuevos Autos de Fe. Incluso se ofrece el perdón al animal, ahora más conocido como indulto. Sólo falta que el animal haga penitencia.

                 

16 septiembre 2014

LA SALVAJADA DEL TORO DE LA VEGA DE TORDESILLAS

He estado dos veces en Tordesillas. Me gusta este pueblo; me gustan sus históricas calles, sus históricos monumentos y tiene una de las plazas mayores más coquetas y bonitas de España.
Además Tordesillas forma parte de la historia de España con mayúsculas. No en vano en este pueblo vallisoletano se firmó en dos palacios, conocidos como 'Casas de el Tratado' -aún ambos en pie- el conocido como 'Tratado de Tordesillas', el 7 de junio de 1494,  que supuso el fin oficial de las hostilidades entre el Reino de Castilla y Aragón y Portugal en el Atlántico y en el Nuevo Mundo, recién descubierto por Colón. Para tal fin se trazó un meridiano imaginario en alguna zona del Atlántico que pusiera paz a los dos países protagonistas en las nuevas tierras. 
Además, Tordesillas goza de infinidad de monumentos religiosos y civiles que quitan el hipo, declarados oficialmente como Patrimonio Nacional.  
Pero ocurre que no todo el monte orégano como se suele decir y es bastante habitual que pueblos que han sido cultos o que han contribuido de forma decisiva a la formación de los Estados sean indolentes en otros aspectos. Tradiciones dicen sus defensores, pero no es sostenible una tradición si para preservarla han de torturarse animales. Lógicamente, me refiero al tema estrella de estos días 'El Toro de la Vega', una salvajada propia de otros tiempos que de forma incomprensible es el acto central de las fiestas de este histórico pueblo. 
Es tan repugnante que cuando la visitamos por última vez, hace dos años creo recordar, y nos sumergimos en su Plaza Mayor, cada vez más concentrada de 'peñas', ciudadanos y visitantes, percibía que todo aquello me estaba sentando cada vez peor. Nos pareció excepcional el ambiente, la puesta en escena de las fiestas, sus terrazas, sus barras, el pueblo todo, pero sabía que esa misma tarde se iba a celebrar esa animalada y eso me hizo -nos hizo- sentirnos cada vez peor.
Tanto es así que cuando llegué a Granada envíe un correo electrónico a la Delegación del Gobierno de la Junta de Castilla y León en Valladolid, pero no me hicieron ni puto caso. Y eso que lo razoné lo mejor que pude para que no pareciera un cabreo espontáneo de un ciudadano. Unos años antes escribí otro al Ayuntamiento de San Sebastían con relación a la explotación de un pony en una atracción en el Monte Igeldo y al menos me contestaron que estaban en ello, pero que se trataba de un espacio privado y tal.
En la queja a la Junta de Castilla y León, venía a decir más o menos lo que aquí cuento: que si no está justificada una tradición si se tortura a un animal, que si en los tiempos en los que estamos esto no tiene lógica y atenta contra todas las leyes positivas y naturales...en fin que eché la pota de la forma más elegantemente posible, pero ya digo, ni caso.
Para entonces, muchas asociaciones en defensa de los animales ya se estaban moviendo y todo parecía indicar que aquellas movilizaciones iban a ir 'in crescendo'. Así ha sido.
Porque cuando escribo esta entrada -noche del 16 de septiembre-, la noticia es que ha habido enfrentamientos entre partidarios y nos partidarios, con algún herido incluido. 
Lo más lamentable de todo esto es que los políticos no son capaces de coger el toro por los cuernos -nunca mejor dicho- y poner fin a esta barbarie. Pero, claro, no olvidemos que estamos en el país de las corridas de toros y que eso es oficial en este país. De hecho, acabo de firmar una petición a la UE para que se controlen las subvenciones agrícolas que se dan a determinadas CCAA y al Estado porque, al parecer, parte de esas subvenciones sirven para financiar espectáculos taurinos. Subvenciones que no sólo salen de esos fondos sino del bolsillo de todos nosotros, dóciles pagadores de impuestos. Es decir que con mis impuestos sostengo no sólo a los Borbones sino las corridas de toros. En realidad, si se piensa en frío dan ganas de pasar a la acción y dejarse de palabras. 
En fin, que me desvío, decía, que en este país es oficial matar toros en una plaza bajo el aplauso de reyes, políticos, personal y medios de comunicación púbicos y privados, pero es ilegal matar una perdiz en el monte si no es periodo de caza. Lógicamente, no estoy diciendo que me parezca bien matar una perdiz porque odio la caza en cualquiera de sus manifestaciones, pero pongo el ejemplo para ilustrar la hipocresía social y legal que existe en este país en cuanto al asunto de los animales. 
Volviendo al Toro de la Vega, confío que esta mal llamada tradición acabe pasando a la historia en breve como han pasado otras fiestas y tradiciones que se sostenían y sostienen aún en el linchamiento y asesinato de un animal. No se trata más que de sentido común. Porque si se afirma que las tradiciones han de continuar, tal como hacen algunos políticos y responsables, no estaría nada mal que hubiera seguido la tradición de cortar cabezas que se inició en la Revolución Francesa. Seguramente que esa tradición a muchos políticos y monarcas no les parece tan preservable. 
Tradición también fue -como escribí en algún sitio- la celebración de los Autos de Fe en las plazas públicas de todas las ciudades españolas entre los siglos XV y principios del XVIII. Por tanto, de seguir alimentándolas -porque las tradiciones hay que preservarlas dicen algunos-, todavía sería posible ver arder a alguien en cualquier plaza pública. 

           

05 septiembre 2012

LOS PEPEROS VUELVEN A SUS TOROS


Estos peperos no tienen remedio. Les sale la raza. 
Pensábamos que este país ya estaba avanzando y ellos mismos se autoproclamaban adalides de la libertad y el progreso -cosa que uno nunca se cree cuando gobierna la derecha. Aunque tampoco cuando gobierna la izquierda.-, pero no han podido evitarlo y le ha salido lo de ancestral que hay en ellos: han vuelto a programar corridas de toros por televisión, una de las pocas iniciativas valientes y correctas del infame Zapatero. Quizá la única.
Y, claro, eso me revuelve las tripas, tan antitaurino como soy y tan antifiesta como me declaro. Y me revuelve las tripas porque, además, sabemos que ese gasto lo asumen con el dinero público, es decir, con nuestros impuestos, dinero tan escaso para otras tareas básicas como es la sanidad, por poner un sólo ejemplo. 
Pero no nos debemos extrañar. Esta gente es así. En cuanto tienen un resquicio retroceden a lo más ancestral de nuestra vieja política y de nuestra más rudimentaria condición humana, porque, de qué otra manera hay que interpretar en los tiempos actuales que tengamos que volver a ver en las cada vez más definidas pantallas de televisión cómo desangran a un animal inocente ante la grotesca y grosera aquiescencia de miles de personas. 
Esta gentuza ha suprimido, amparándose en los recortes, series y programas de calidad de la televisión pública, pero no se ha cortado un pelo en reinstaurar la fiesta nacional, les ha faltado tiempo. Espero que no sigan retrocediendo en el tiempo.
Es en estos momentos cuando uno, no demasiado orgulloso de ser español, se avergüenza de serlo. Sin embargo, al menos, esta gente es maliciosamente coherente y siempre dijeron que volverían a poner corridas de toros en televisión. Mucho más cinismo y aberración existe, por ejemplo, en Andalucía, una región gobernada despóticamente por los socialistas desde siempre que, mientras que sus compas del gobierno central suprimían las corridas de toros, ellos las seguían programando en Canal Sur. Lo hacían y lo siguen haciendo, a pesar de que su socio de gobierno es un partido declarado formalmente como antitaurino: Izquierda Unida. 
Pero qué debemos de esperar ya a estas alturas de nuestros políticos. Pues nada. Absolutamente nada.
Al menos debe de estar contento el Borbón -declarado taurino, eso sí, sin que eso le cueste un euro de su bolsillo- tan dado a dañar a animales de todos los géneros y especies.
PD: si alguien sabe dónde está la lista para borrarse de este país, por favor, que me escriba.   

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...