20 febrero 2011

COINCIDENCIAS LITERARIAS (Ideal, 20/2/2011)

Un asunto que siempre me ha apasionado es el mecanismo creador de Tolkien y esa amistad particular con C.S. Lewis, ambos destinados a escribir algunas de las obras más señeras de la literatura fantástica. Me bastó leer la biografía sobre Tolkien escrita por Carpenter y ver la estupenda película Tierras de Penumbra dedicada a C.S. Lewis para saber que había algo extraordinario en la amistad de aquellos dos hombres y el mecanismo de creación de sus respectivas obras.

A todo eso me refiero en este artículo que publico hoy domingo en la edición de papel del diario Ideal. Espero que os apasione esa historia como a mí me apasionó en su día.

En la historia de la literatura, en ocasiones, se dan coincidencias excepcionales. Lees algunas obras y algo de la vida de sus autores, pero te quedan cabos sueltos, interrogantes sin resolver. Así que un buen día, fruto del azar, obtienes alguna información casual sobre esos autores que te brinda la pieza que necesitabas para montar ese puzle literario inacabado. Y fue eso lo que ocurrió cuando vi por primera vez la película “Tierras de Penumbra”, dirigida en 1993 por Richard Attemboroug y protagonizada brillantemente por Anthony Hopkins y Debra Wringler, que narra la extraordinaria relación tardía del escritor C.S. Lewis y la escritora estadounidense Joy Gresham.

Curiosamente, meses antes, había leído la brillante biografía sobre Tolkien escrita por Humphrey Willianm Carpenter y sobre ésta sobrevolaba en todo momento la sincera amistad entre el autor de “El Señor de los Anillos” y el autor de la saga de “Las Crónicas de Narnia”. Una amistad que fue testigo del complejo proceso de creación de estas dos señeras obras de la literatura fantástica universal y que estaba cimentada sobre la base de las muchas coincidencias literarias y personales que compartían estos dos autores, profesores ambos de la Universidad de Oxford. La fascinación por la mitología nórdica y la lingüística medieval europea fueron elementos fundamentales para fomentar esa amistad, así como un material imprescindible para construir sus respectivas obras.

El halo mítico de las grandes obras universales se extiende también a sus autores, de manera que el conocimiento de la vida de éstos nos revela que detrás de su genio literario está la persona que se sumerge en la cotidianidad con las mismas herramientas que cualquier ser humano, aunque provistos de una mente en constante ebullición, una permanente ventana abierta a la creación. Concretamente, en el caso de Tolkien existió a lo largo de su vida una curiosa y rara simbiosis entre su ordinaria y gris vida académica, principalmente en Oxford, y esa luminosa y compleja imaginación que le llevó a crear mundos oníricos e imaginarios que les inspiraban su peculiar concepción del lenguaje. Esta extraña dualidad resulta fascinante.

De aquella película citada se echa en falta –porque no era su fin- la estrecha relación de C.S. Lewis con Tolkien y tampoco existe una recreación expresa del varonil club de “The Inklings” del que ambos eran miembros fundadores, aunque sí es posible ver en cierta secuencia de la película alguna eventual salida de tono de uno de esos exclusivos miembros cuando C.S. Lewis decide romper su pertinaz soltería. Lógicamente tan sólo se trata de una conjetura personal -porque nada de eso se hace explícito en el film-, pero apostaría mi fe a que ese personaje simbolizado no podía ser otro que el que de manera imaginada representa a Tolkien (o al menos es lo que uno quisiera ver), cuya falta de aceptación del emparejamiento tardío de su amigo está más que documentada y así se puede leer abiertamente en la biografía de Carpenter. Lógicamente, no fue éste el motivo del leve alejamiento tardío entre ambos autores porque por encima de todo existía una sincera amistad, simbolizada en el continuo aliento que se ofrecieron mutuamente para culminar sus respectivas obras, pero está claro que entre dos autores amigos siempre existe cierta dosis de rivalidad literaria e, incluso, hasta pueriles celos, a pesar de que Tolkien y Lewis pudieron disfrutar en vida de un enorme reconocimiento literario.

El paso del tiempo, las sucesivas ediciones e, incluso, el cine han contribuido a que las obras de Tolkien y Lewis acrecienten el halo mítico de éstos, pero detrás de toda esa parafernalia que fabrica la idealización de los autores y sus obras, siempre existirá el lado humano de dos personas desbordadamente creativas que pasaban muchas tardes leyéndose uno a otro sus obras inéditas en alguna de esas tabernas inglesas que ofrecen el recogimiento necesario para la conversación, la amistad y la literatura.

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