26 diciembre 2010

DE COMIDAS Y ENTRENAMIENTOS

El pasado sábado, 25 de diciembre, cuando -como es habitual en este día- las calles estaban desiertas (no digamos los caminos) y todo parecía como dormido tras atravesar la noche más familiar de todo el año, ese día, decía, salía a correr a eso de las una y media del mediodía, principalmente, para aligerar la carga de viandas y líquidos -algunos de ellos espirituosos- de la noche anterior.
No hice los 25 kilómetros que sí hizo nuestro amigo Paco Montoro por los Montes de Málaga, pero me sorprendí a mi mismo en los nueve kilómetros que hice por una Vega fría -no demasiado-, iluminada y solitaria. No disponía de mucho más tiempo.
Me sorprendí porque no tenía otra intención que quemar algunas calorías y no perder el ritmo por mor de estas fechas, pero no pensaba en ritmo alguno y a punto estuve de no programar el GPS porque sólo quería correr sin otras pretensiones. Pero lo hice. Y por esa Vega fría y solitaria descubrí que me encontraba ligero como una pluma y que el ritmo sin proponérmelo era mucho más alto del esperado, hasta el punto que al llegar al kilómetro cuatro y medio -lugar en el que daría la vuelta para completar los nueve previstos- hube de detenerme casi en seco porque no tenía conciencia de haber llegado ya a ese punto kilométrico. Me encontraba cerca de Fuente Vaqueros y hubiera querido seguir: iba ligero, feliz y era un día propicio para correr.


Cuando llegué de nuevo al coche, justo al lado del aparcamiento trasero del Restaurante La Cruz de Granada -que es de donde arranca el camino, tal y como se ve en la foto de Google Earth-, mientras estiraba, observaba cómo se iban apelotonando los coches para almorzar en el restaurante. Una costumbre muy arraigada en ese día, que en otros tiempos yo también practiqué, pero que ahora no haría bajo ningún pretexto porque prefiero salir a comer en días más tranquilos y correr mientras los demás salen en masa. Pero es cuestión de gustos. Nada más.
Yo me encontraba allí estirando tras haber completado mi sesión de entrenamiento provisto de gorro de lana, malla pirata y guantes técnicos y muchas personas bajaban de su coche vestidos de gala para la ocasión. Yo les miraba y pensaba lo que se perdían por no emular lo que yo acababa de hacer. Y ellos me miraban y seguramente pensaban lo que yo me perdía por no disfrutar del almuerzo que les esperaba en el restaurante. Ya digo, es sólo cuestión de gustos.

3 comentarios:

  1. ¡Qué me gustan leer estas tiradas, ahora que estoy flojo como una perra, amigo!

    ¡Hay que volver a los caminos!

    ResponderEliminar
  2. Amigo mío, fechas muy críticas para correr. Pero espero que te haya animado esta entrada.
    Bienvenido tras tu largo viaje.

    ResponderEliminar
  3. Jose Antonio, coincido también contigo respecto a esa comida el día señalado ala hora tal y cual....cualquier día es mucho mejor y mas tranquilo para disfrutar.
    Esos kilómetros lo disfrutaste al máximo, sino esas sensaciones no hubieran sido tan buena. Ademas, correr el día 25 de diciembre, es como ir en contra de lo estipulado por el hombre, ese acto de correr ese día nos hace mas autentico.
    Feliz entrada de año amigo.

    ResponderEliminar

Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...