28 octubre 2010

RECURSOS PÚBLICOS (Publicado en Ideal el 28/10/2010)


Amigos-as, hoy he vuelto a escribir en Ideal. En esta ocasión me refiero a los recursos públicos, que parecen inagotables, pero que no lo son. Caen servicios públicos, cae poco a poco el estado de bienestar ¿Se gasta mal? ¿Somos demasiados demandantes? ¿Hay demasiadas prebendas y privilegios en los que gastar el dinero? Interrogantes que me hice a la hora de escribir el artículo. Yo creo que es interesante o al menos abre una línea de reflexión y opinión, que es lo importante.
Os dejo con el artículo por si no habéis tenido ocasión de leerlo en papel -algo que completamente lógico en el caso de que no viváis en Granada-.

RECURSOS PÚBLICOS



Acostumbrados como estamos a considerar que el dinero público es ilimitado no nos hemos detenido a pensar que todos los recursos económicos por su propia naturaleza siempre son limitados.

Hasta ahora conocíamos que una empresa cae en picado si los ingresos son menores que los gastos. Pero no habíamos reparado en que ese mismo mecanismo también rige en el sector público aunque el resultado final no sea la quiebra técnica porque se supone que prima el interés general y porque es fundamental mantener la mayoría de los servicios públicos aunque sean deficitarios, pero esa acción cada vez será más insostenible si no se cambian algunas cosas.

No hay costumbre de cerrar estados, comunidades o ayuntamientos, pero en los últimos años hemos asistido a la quiebra económica de algunos de los primeros, como han sido los casos de Argentina e Islandia y últimamente asistimos a la de Grecia, país miembro de la Unión Europea y de la zona Euro, que en una economía tan globalizada afecta a todos sus socios monetarios y preocupa a los que no lo son. Es una especie de efecto mariposa económico. En esa lista negra, en una deshonrosa cuarta posición –tras Portugal e Irlanda-, al parecer, se encuentra España, que además es el país de la Unión Europea que destruye más empleo. Se trata de estados que, sencillamente, gastan más que ingresan y necesitan emitir cada vez más deuda o devolverla con más interés porcentual. Son las tiranías del mercado.

Sin salir de nuestro entorno estatal, hemos conocido en los últimos meses la inviabilidad económica de pequeños y grandes ayuntamientos. De hecho uno de ellos, el de Jerez de la Frontera, intentó montar un expediente de regulación de empleo, mecanismo legal tan sólo previsto para el sector privado, y hace unos días el Ayuntamiento de Granada ha planteado a la empresa concesionaria del servicio de limpieza y recogida de basura la reducción de doscientos puestos de trabajo para que pueda seguir siendo viable dicho contrato, e incluso se plantea la privatización total de algunas líneas de autobús urbano. Pero mucho más preocupante es la reestructuración que quiere llevar a cabo la Junta de Andalucía, aunque a ésta habrá que dedicarle un espacio propio. Por tanto, no ha de resultar extraño que cada vez sea más frecuente asistir a clausuras de servicios públicos supuestamente deficitarios, conllevando esta acción una marcada matización del estado de bienestar previsto en la Constitución de 1978 y de camino un intenso debate.

El mayor déficit en las cuentas públicas ha coincidido con la menor recaudación impositiva derivada de la crisis. De todos es conocido que en época del ladrillo todas las Administraciones Públicas han obtenido beneficios económicos importantes derivados de los jugosos impuestos aplicados y que ante tan apetitosos recursos económicos no debe de extrañar que no haya existido el suficiente celo institucional para asumir el control sobre determinadas construcciones, sin que sean necesarias matizar las consecuencias que todo esto ha tenido sobre la corrupción, porque sobre ese asunto ya podrá imaginar el hipotético lector todo lo imaginable y hasta lo inimaginable.

Ante el panorama que se presenta, en mi desautorizada opinión, la solución que barajan los estados, las autonomías y los ayuntamientos no debe ser la despiadada subida de impuestos que casi roce con la confiscación, sino la mejor racionalización del gasto público como haría cualquier modesto hogar solvente y honrado y un control judicial severo de prebendas y privilegios ya que ese control no se puede confiar a quien los disfruta.

2 comentarios:

  1. Pues yo creo, que todo estos problemas económicos son el resultado del despilfarro de recursos que ya veníamos arrastrando desde bastantes años atrás.
    Y que el "boom inmobiliario" simplemente fué un Kit-kat en el camino, muy dulce, eso sí.
    Para mi percepción de la Administración, de los Ayuntamientos, entes públicos en general, una gran mayoría de empleados públicos han tomado sus puestos de trabajo con gran libertinaje(no todos siempre hay gente honrada).
    Yo recuerdo de ir al hospital o al Ayuntamiento, o a la Junta de Andalucía de Agricultura con mi padre, y nos pasabamos las horas esperando que viniese el funcionario correspondiente porque había salido a desayunar hacía media hora y la otra media o tres cuartos la aprovechaba para ir al banco, o a comprar al super.
    Y cuando preguntabas que si no había otra persona para atenderte, resulta que salían todos a vez, y allí no había ni "Cristo" en varias horas.
    Y por desgracia sigue pasando, hasta mi tío que también es funcionario, siempre dice:
    "no hago nada, je,je,je, qué bien vivo y qué sueldazo tengo".
    Y en su casa tiene paquetes, y paquetessssssss de folios, bolígrafos, grapas....
    ¡¡¡¡qué vergonzoso!!!! y encima no sé ni como entró a trabajar con lo tonto que está, y que Dios me perdone.
    Y no sólo los funcionarios sino nosotros mismos, ¿cuántas veces utilizamos la sanidad gratuitamente?
    En fin, que hemos abusado y seguimos abusando de los recursos públicos, y ahora no sabemos como salir de este caos porque como sigan subiendo los impuestos tampoco podremos pagarlos, y esto tampoco ayudará, y yo me pregunto:
    ¿habrá alguien que pueda arreglar esta situación sin que "la pela" sea su único interés?

    ResponderEliminar
  2. Estamos en una cultura en la que se piensa -y lo dijo una ministra- que el dinero público no es de nadie y por eso lo despilfarramos, cada uno a su modo.
    Es algo que tiene un componente cultural en nuestra tierra, probablemente desde que por estas tierras rondaban los romanos. Algo muy distinto a lo que ocurre en el mundo anglosajón o, más en concreto, en la Europa de tradición protestante.
    Por lo que, tal y como mantengo en el artículo, subir los impuestos nos podrían hacer más pobres pero no más celosos del dinero público.
    Gracias por tu aportación, aunque no sepamos tu nombre.

    ResponderEliminar

Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...