15 septiembre 2010

CRÓNICA DE UN ENTRENAMIENTO




Muchos, antes de dormir, cuentas ovejitas. Pero el corredor -que suscribe- suele relajarse visualizando el entrenamiento que ha hecho ese día o si no lo ha hecho, el circuito que hará el próximo día. Así que la noche anterior buscaba el sueño visualizando el circuito que haría a la mañana siguiente. Pero no tenía claro qué circuito haría. Había hecho uno por la Vega hacía dos días y le apetecía cambiar de recorrido. Podría subir desde Pinos Puente al Pantano Cubillas y luego volver, pero eso le supondría hace casi diecisiete duros kilómetros y no estaba seguro de querer hacerlos (el corredor aún no sabía que la realidad luego se impondría), así que una opción excelente podría ser volver a un circuito últimamente muy olvidado aunque duro: el que conduce a Tiena. Dejaría el coche junto a la tapia principal del campo de Fútbol de Pinos Puente e iría calentando motores por el camino de asfalto, que tras pasar por los dos cementerios -el viejo y el nuevo- de la localidad enlazaría con el camino asfaltado que junto a las instalaciones de tenis del club privado de la localidad, (al cual fue invitado a pertenecer, pero el tenis nunca ha sido su obsesión) desemboca en la carretera comarcal que conduce a Búcor, en primer lugar y posteriormente al Cortijo de Enmedio, Tiena, Olivares -e incluso hasta Moclín y Colomera-.
Nada más penetrar en esa maltrecha carretera el corredor observa que está en obras. Y ahora recuerda que la última vez que pasó por allí fue en bicicleta y las obras ya estaban comenzadas pero mucho más allá, más cerca de Tiena que de Pinos Puente. Por fin alguien ha tenido la genial idea de reformar esa vieja carretera.
Las obras para nada debían ser un obstáculo para el corredor, todo lo contrario: si se evita el tránsito de coches él podría correr a sus anchas, por medio de la carretera que es lo que siempre le ha gustado, pero que casi nunca ha podido hacer. Sin embargo, algunos coches entran sin que el corredor se explique cómo, lo que hace que desista de ir demasiado tiempo por mitad de la carretera.
El día es claro y se presume que será soleado y caluroso, así que más vale no permanecer hasta más de la once por esas secas carreteras. Todo dependerá del número de kilómetros que desee hacer esa mañana.
En principio no lo sabe. Lo único que sabe es que volverá por el mismo lugar, por lo que bastará con multiplicar por dos los kilómetros que haga en la ida.
Cerro de los Infantes

Nada más comenzar la ruta en la carretera -apenas kilómetro y medio desde que saliera junto al campo de fútbol- el correr tiene ante su vista uno de sus lugares favoritos: el Cerro de los Infantes, así denominado porque en él fueron abatidos dos importantes infantes: el Infante Juan de Castilla, hijo de Alfonso X el Sabio y el infante Pedro de Castilla, hijo de Sancho IV, el Bravo, cuando ambos comandaban las tropas castellano-leonesas en su incursión por estas tierras, por entonces, bajo el dominio del Sultán Ismail I, de Granada. Corría el año (del Señor) 1319 -en concreto el día 25 de junio de ese año-. Si bien, ese hito histórico documentado fue importante, no se puede negar que esa zona es mucho más conocida por haber dado abrigo a una ciudad íbero-romana denominada Ilurco, según los expertos con los que el corredor pudo hablar en sus tiempos de Concejal de Cultura y cuyas inscripciones decoran la sala de entrada del Museo Arqueológico de Granada y a cuyo lugar he de llevar (al Cerro de los Infantes, no al museo) algún día -porque se lo tiene prometido- al escritor granadino José Luis Serrano cuando éste se lo pidió al corredor.

Media luna de <span class=

Contemplar esa zona -ahora a la izquierda del corredor- junto al río Velillos mientras se corre hace que transcurran los kilómetros sin apenas percibirlo hasta llegar a otro lugar no menos bello: la Media Luna de Búcor, obra civil árabe que aún sigue conservándose a pesar de los pesares.
En la curva que hace la carretera junto a este monumento arquitectónico el corredor se encuentra ya las primeras máquinas que están levantando la carretera hasta convertirla en un polvoriento camino. El corredor agradece que desaparezca el asfalto aunque sea por unos metros, pero no sabe qué se encontrará más adelante aunque ya ve mucho movimiento al fondo. Un poco más adelante le tranquiliza ver que un coche viene en dirección contraria.
Sobre el kilómetro tercero, la carretera serpentea y se convierte en una especie de tobogán, volviendo a romperse de nuevo por mor de las obras a la altura del bucólico cortijo de las "Dos Hermanas", en cuyo lugar -dicen- se celebran las mejores nochebuenas de la zona y a las que siempre ha estado invitado y nunca ha ido. Ahora sabe que ya nunca irá porque no le interesa en absoluto celebrar las nochebuenas -ni casi nada- fuera de su hogar. Sin embargo, la visión de ese cortijo, encerrado entre olivos y plantas ornamentales le es siempre grata.
Al final de la cuesta -no demasiado pronunciada- de ese cortijo, como suele ser habitual, comienza un descenso desde el que ya se atisba el cortijo de Búcor, que en su momento fue una pequeña población y que ahora no lo habita nadie de forma permanente. El corredor mira su Forer y comprueba que ya está cerca del kilómetro 4 y que las obras están a esta altura en su punto más álgido.

Sierra de <span class=

No sospecha de hasta qué altura hasta que no enfila la larga recta que conectará un par de kilómetros más adelante con el Cortijo de Enmedio, ya en la frontera con el municipio de Moclín. El ruido y el ajetreo de máquinas y obreros le avisan que ese lugar será de difícil tránsito cuando comprueba que un gran tajo rompe por completo la carretera.

- Se puede pasar- pregunta el corredor a un obrero.
- Sí, los turismos están pasando por los olivos- responde el hombre con amabilidad.

Así que tras correr unos veinte metros en falso, confundiéndose de carril, acaba por lanzarse por un pequeño balate para conectar con el carril que se adentra entre los olivos, siguiendo las huellas de los coches que ya han pasado por allí.
El camino entre los olivos no tiene mal piso pero es completamente asimétrico e inclinado hacia la izquierda -en la vuelta se compensa-, pero impide que el corredor tenga que dar la vuelta, algo que no le apetecía en absoluto porque aún no llevaba ni cinco kilómetros.
Vuelve a la carretera porque a partir de ahí se acaba la obra y comienza una nueva carretera recién arreglada pero mucho más dura en su orografía. Ahora, la opción será si llegar hasta el cruce de Tiena -y de Olivares- y volver; o bien, seguir hasta Tiena -u Olivares-. Todo dependería de qué kilometraje se marque hasta dicho cruce.
Un poco antes de llegar al cruce el corredor ve un coche aparcado a la sombra de un árbol y dentro un operario de las obras de la carretera enfundado en un mono amarillo, seguramente indicado para trabajar de noche si fuese necesario. El corredor llega hasta el cruce y comprueba que el Forer acabar de marcar el kilómetro ocho en un tiempo de 41 minutos y con unas pulsaciones de 144 latidos por minuto. Por tanto, se ve bien para continuar y el calor aún no acecha todavía. Son las diez y diez minutos de la mañana.
Pero acechará en breve, así que bajo un árbol orina y comprueba que ese par de minutos bajo la sombra demuestran que el sol ya está atacando fuerte. Abajo, al fondo ve las primeras casas de Olivares, población que está a apenas dos kilómetros perteneciente al municipio de Moclín al igual que Tiena, pero decide visitarla en otro lugar. Así que se da la vuelta consciente que le darían más de la once en ruta.
El corredor no tiene sed, pero comprueba que el trabajador del mono amarillo continúa aún allí y hacia él se dirige:

-Hola, ¿tienes agua? -le pregunta tuteándole el corredor, porque es joven.
-Si, pero está helada- contesta el joven.

Efectivamente, la botella apenas tiene agua porque es casi una pieza de hielo. Se nota que el joven la mete en el congelador toda la noche para que se mantenga fresca el resto del día.

-Mejor -dice el corredor y toma un trago-.
-Ésta es nuestra gasolina -continúa diciendo el corredor para dar un poco de conversación-, además me quedan aún ocho kilómetros.
-Y porque aún no hace demasiada calor -dice el joven, quedándose indiferente cuando escucha lo de los ocho kilómetros. Se ve que no ha corrido nunca.
-Adiós y gracias.
-Adiós. De nada.

Con esa gasolina en el estomago el corredor sigue su curso que ahora es favorable ya que hay una ligera bajada, lo suficiente para ir cogiendo fuerzas que, aunque aún no perdidas, irán desapareciendo poco a poco.
El corredor vuelve de nuevo a la zona de obras y dobla hacia el camino de olivos. A los pocos metros, superada las obras y las máquinas, vuelve a salir a la carretera, pero comprueba que ese desvío le ha cansado las piernas más de lo esperado. Así que decide bajar un poco el ritmo hasta subir la cuesta que hay nada más pasar Búcor. Inmediatamente comienza otra pequeña bajada, pero ya se ve con fuerzas suficientes para subir algo el ritmo y correr durante varios kilómetros entre 4'45'' y 4'55'', manteniendo las pulsaciones en torno a las 150 ppm.
El corredor va tranquilo y no demasiado cansado, así que va pensando en sus cosas. Mira el Forer y comprueba que ya lleva casi 14 kilómetros, es decir, que está a dos kilómetros de la llegada. No siente ansiedad por llegar porque va cómodo, pero sabe que la entrada a Pinos Puente es a través de una cuesta algo dura y que el calor va acechando. No en vano ya son más de las 10,30.
Sube la cuesta y ya ve ambos cementerios en un hondonada y a continuación las tapias más septentrionales del campo de fútbol. Ya sólo le queda hacer lo que hace siempre: apretar para llegar a su destino a un ritmo inferior a 4'30''.

6 comentarios:

  1. Pues mira, que me han dado ganas de dejar el ordenador y salir a correr!!!. jejeje.
    Aleandro.

    ResponderEliminar
  2. ..y a mí.
    Joven Jose Antonio, vaya obra maestra Negra espalda del tiempo, lo que estoy disfrutando!
    SaludoSS.

    ResponderEliminar
  3. A servidor también le gusta la ruta que hizo el corredor. Espero en breve poder patear aquellos caminos, que tanta traquilidad y sosiego transmiten. Menuda crónica te has marcado, compañero.
    Saludos

    ResponderEliminar
  4. descriptiva la ruta y en un entorno tranquilo a la vez que, al menos a mi me lo parece, hermoso. Es la palabra que se me viene para describirlo.

    ResponderEliminar
  5. Eso pretendo Aleandro -además de poder escribir, que me place-, que las ganas de correr no decaigan.

    Alfredo, y es que Javier Marías tiene un talento especial para contar ciertas cosas. Coincido contigo, es uno de los novelistas contemporáneos con más talento,junto a Luis Landero.

    Javi, con toda seguridad te habrás acordado de aquel sábado mítico y frío de diciembre cuando la Toma del Castillo.

    Mario, escenario muy hermoso. Muy distinto a la Vega, pero en nuestro pueblo, ya sabes que hay de todo un poco.

    ResponderEliminar
  6. José Antonio, he leído el relato-crónica de un tirón porque su ritmo narrativo hacía que yo corriera también. Por desgracia yo no puedo hacer esas distancias, pero ahí sigo con más voluntad que resultados todavía.
    Saludos.
    Miguel

    ResponderEliminar

Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...