22 enero 2010

CON VISTAS A LA LIBERTAD



Creo que la primera vez que escuché el grito de libertad fue en la película "Una habitación con vistas", la excelente película de James Ivory, basada en una novela del escritor inglés Edward Morgan Foster.
El joven burgués rubio y atolondrado estaba en lo alto de un árbol y gritó: ¡libertad!. E, incluso, es posible que haya escuchado ese grito en alguna película de héroes que luchan contra el poder establecido. Pero no lo he escuchado en la vida real, porque se supone que somos libres o, tal vez, nos conformemos con la libertad que nos ha sido concedida.
Yo creo que como os pasa a vosotros-as, que acostumbramos a correr, esta actividad me hace libre. Y aunque no lo digamos constantemente, siempre experimentamos esa sensación cuando nos perdemos por caminos, carreteras o veredas.
Pues resulta que esta mañana de jueves, a las doce, aproximadamente, cuando llevaba once kilómetros de mi ruta de casi catorce kilómetros (trece kilómetros y ochocientos veinte metros, según indicó finalmente el Forerunner), grité de forma audible: ¡libertad! Y es que me sentía bien, me sentía libre ante una Vega que destilaba una luz grisácea pero al mismo tiempo nítida, con unos caminos que aún rezumaban humedad tras las espectaculares lluvias y nieves y una soledad sobrecogedora que profería un escandaloso silencio, por lo que no pude evitar que mi grito fuera espontáneo.
Seguramente a cualquier persona que pudiera deambular por los alrededores ese grito le podría resultar extraño de tan acostumbrados que estamos a sentirnos libres, aunque ese tipo de libertad que declamé a los cuatro vientos era otra muy distinta a la conseguida a golpe de conquistas sociales y económicas.
No niego que el aparato que en ese momento tenía en mi muñeca izquierda pudiera haber favorecido esa actitud, por muy extraño que eso parezca. Y es que poder consultar en cualquier momento el ritmo al que corres y los kilómetros que llevas, así como una aseveración tranquilizante del ritmo cardiaco añade más libertad si cabe al acto de correr.
En realidad, no es ninguna barbaridad afirmar que la tecnología en este caso añade mejores argumentos para correr con mayores elementos de juicio, sin que esa tecnología sea llevada a extremos alejados de la verdadera esencia de correr.
Intuyo que mi relación con el Forerunner va a ser empática, si es posible elevar este aparato a la categoría de compañero de viaje.

2 comentarios:

  1. Te estás enganchando al Fore, jeje. Ayer Txomin y yo nos hicimos una ruta de 25 kms con entorno y paraje de tu agrado: Cubillas-Caparacena- Pinos Puente y vuelta, a la que tuvimos que añadir 3 kms más en dirección Tiena, para completar la ruta pre-maratoniana. Este año toca Mapoma. Txomin tiene un cacharro idéntico al tuyo y la verdad es que es un gustazo ir controlados todo el tiempo. Y tú que corres solo últimamente, más aún, el Fore será tu compañero.

    Saludos

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  2. Lo es Javi, lo es. Y no te imaginas hasta qué punto el Fore te acompaña y va graduando tu entrenamiento, la distancia, la media, el ritmo cardiaco, y luego poder ver plasmado todo eso en gráficas. Excelente invento del que me tenía que haber hecho antes.
    ¿Pantano-Caparacena-PInos? Precisamente ayer hice una ruta suave entre Caparacena-Pinos-Caparacena (9 kms a 4,50) a eso de las tres de la tarde, como descanso a los 18,5 que me metí el sábado.
    Te encantará Mapoma. Nunca defrauda.

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Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

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