23 diciembre 2009

X, EN NAVIDAD


No había sido fácil la convivencia entre X y Conchi tras aquella conversación que tuvo ésta con Luis.

Aquella conversación –no era posible negarlo- había acabado tensa. Una tensión generada por dos personas que aparentaban simpleza pero que, en realidad, estaban muy dotadas para la persuasión y sí fuera necesario para la manipulación, si bien en ese terreno Conchi podía ganar por goleada.

Habían transcurrido algunos meses, pero conviene conocer qué ocurrió desde que X llegara a casa tras acabar su primera carrera oficial.

X, tras cambiarse y tomarse una cerveza en un bar a la salida del pueblo, intentó armarse de valor. Desde la boda del sobrino de Conchi todo había ido de mal en peor, y para colmo sabía que la intervención de Luis había dejado las cosas más maltrechas todavía. Aún así, de nada le servía postergar el asunto: era su casa y tenía que volver tarde o temprano. Otra cuestión distinta sería conocer qué le repararía el futuro. Mejor dicho: que les repararía el futuro a él y a Conchi.

Ondeando un silencio de mediodía dominguero en la calle, X penetró en el portal de su casa. Al abrir la puerta del piso le pareció contagiarse del aire tenso que aún se respiraba en el interior del edificio. No pronunció el nombre de su mujer como era en él habitual. Tan sólo el leve murmullo de las llaves al dejarse caer en la base del armario del pasillo presagiaba de la llegada de X.

Sabía que Conchi estaba en casa. Pero también sabía que no contestaría.

Su primer contacto con su mujer fue tenso pero respetuoso. Ella parecía enviarle dardos con la mirada, pero en realidad ella tan sólo estaba preparando el terreno para una defensa a ultranza. Desde luego, no estaba dispuesta a renunciar a esa vida que le había ido tan bien en la que un X servil, amorfo e inopinado pasaba desapercibido para la cada vez más planificada y cómoda vida de Conchi. Si alguien consideró en alguna ocasión que esta mujer era de principios simples y básicos estaba muy equivocado.

Mientras tanto, Luis salió aturdido tras la entrevista con Conchi. El amigo de X también jugaba a la teoría de la confusión. De hecho, todo el mundo afirmaría que se trataba de un individuo bastante lerdo, cuyo máximo interés en la vida consistía en estar delante de un vidrio rebosante de coñac y cola. Pero, una vez más, todo el mundo estaba de nuevo equivocado. Y eso era algo que Conchi sabía muy bien. De hecho, las dos personas que franqueaban a X no eran dos angelitos precisamente. Dos personas que aparentaban precisamente lo que no eran. Y ambos lo sabían. Y por eso se temían y respetaban. Siempre había sido así.

Ante ese panorama, la iniciativa emprendida por X consistente en correr podría tratarse perfectamente como una estrategia escapista. Pero no lo iba a tener tan fácil

X en los siguientes meses siguió corriendo. Y siguió adquiriendo ropa técnica, zapatillas, revistas, libros y visitando blogs de corredores. Nada le importaba más que eso.

Por su parte, Conchi, inteligente y sagaz como una gacela observaba de cerca y callaba. Sin duda estaba preparando su estrategia.

En cuanto a Luis, seguía animando a su amigo facilitándole, incluso, el entrenamiento y procurando no hacerle caer en la tentación de la barra del bar.

De esa manera la vida seguía su curso. Y cuando quisieron darse cuenta llegó la Navidad.

Los campos estaban nevados y X seguía corriendo. En casa ya no existía un ambiente tenso, entre otras cosas porque ni siquiera existía ambiente.

Los amigos ya no llamaban, excepto Luis, que procuraba hacerlo cuando no estaba Conchi, y la familia, sin comprenderlo, comenzó a murmurar en cuanto se presentaba ocasión.

Se hablaba de separación, de desamor y de desdicha, pero nada de eso se llegaba a materializar.

Para entonces X ya había corrido cinco pruebas oficiales y había debutado con un tiempo de 1 hora y 45 minutos en una media maratón. Incluso ya no le avergonzaba llevar pantalón corto porque ya no había tanta grasa que ocultar. Su figura había cambiado y su forma de ver la vida también había experimentado un cambio.

Ante tal evidencia, Conchi había decidido no inmiscuirse en la vida de X. Incluso, se había apuntado a un gimnasio.

Pero les gustara más o les gustara menos, al matrimonio se le planteaba un problema inminente: llegaba la Nochebuena y tenían que decidir a qué casa de familiares acudir.

X, ante tal disyuntiva no deseaba hacer papel alguno y prefería que los demás pensaran que la crisis matrimonial estaba muy avanzada. Por su parte Conchi, comprobaba como la losa de la soledad cada vez le aplastaba más, mientras observaba que la felicidad de X siempre estaba ataviada de malla y camiseta técnica. Si tenía algún problema él lo solucionaba corriendo.

Como sabemos el día de Nochebuena siempre es especial. Lo es desde que amanece y todo el mundo lo capta.

Esa mañana X, como era en él costumbre cuando el trabajo se lo permitía, se fue a hacer unos kilómetros. Ni siquiera desayunó con Conchi como había hecho en los últimos diez años. Tampoco proveyeron nada para la noche, ni decidieron a qué casa irían.

Por tanto, todo quedó en el aire en una casa que cada vez era más gélida.

Cuando X regresó de hacer 15 kilómetros por un campo helado y cubierto de la escarcha nocturna, sorprendentemente, se encontró a Luis en su casa. Justo en el sillón de enfrente se encontraba una compungida Conchi, que ofreció a Luis Anís de Rute y polvorones de Antequera. Sudoroso y maltrecho X hizo atisbo de sentarse pero con contundencia le dijo a sus principales seres queridos que mejor esperaran a que se duchara.

Cuando salió de la ducha Conchi y Luis aún no se habían cruzado una palabra, por lo que la presencia alegre y jovial de X cogiendo a su mujer y a su amigo de sus respectivos brazos fue como agua de mayo.

-Ahora nos vamos los tres a tomarnos unas copas al bar de la plaza, como colofón a la cena de Nochebuena, la que, por cierto, pasaremos juntos.

Conchi no pudo evitarlo y comenzó a llorar, mientras que Luis descubrió que sus ojos se tornaban cristalinos como la escarcha invernal del campo.

6 comentarios:

  1. esto parece que tiene arreglo al final veo a conchi acompañando a x a las carreras, aprobecho el comentario para desearos feleces fiestas y que la lluviosa mañana buena os haya sido de probecho a todos esos valientes del grupo de las verdes saludos roberto

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  2. Estoy enganchado a esas historias cercanas de X. Un fuerte abrazo y felices fiestas amigo.

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  3. Roberto, tu tesis es muy aproximadada, jeje. Feliz Navidad a tí y a Paqui.

    Amigo Paco, X tiene espiritu navideño, y lo que es más impresionante, también Conchi.
    Qué pases una feliz navidad en compañía de tu esposa y familia.

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  4. ¡Lo que hace la Navidad!

    Felices fiestas

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  5. ¡Ni Mr. Scrooge habría resuelto tan bien este Cuento de Navidad de X y esa Conchi tan descorazonada!

    Grande, X. Grande, Alter.

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  6. Gracias Alter, y es que como dice Javi,¡ lo que hace la Navidad!

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Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

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